miércoles, 12 de agosto de 2015

UN CADAVER EN LA CASA DE DON LUIS...

La impactante y grave noticia la dio a conocer un colaborador directo de la familia en cuyo periódico trabajó como hombre de confianza total y por eso, precisamente, se cree en la veracidad de lo denunciado hace ya muchos años. El hecho ocurrió en 1971, cuando el país sufría las horcas caudinas con la dictadura de Velasco. Pero hasta ahora, tras haber pasado más de cuatro décadas, nada se sabe con detalle preciso y menos las causas de lo ocurrido. Todo quedó en el limbo
Lo cuenta el periodista Alfonso Baella Tuesta, que se desempeñó como Jefe de la Página Política del diario “El Comercio” hasta la expropiación del medio de comunicación que ocurrió en 1974, en el libro, “El Miserable”, que escribió como denuncia furibunda en contra del régimen militar de 1968 a 1980, cuyos presidentes  de facto fueron los generales Juan Velasco Alvarado y Francisco Morales Bermúdez
Lo revelado, concretamente, fue lo siguiente: a la bella y gigantesca residencia  del Director del matutino de la Rifa,  Luis Miró Quesada de la Guerra, ubicada en la Avenida Javier Prado del distrito San Isidro, un hombre desconocido ingresó a la vivienda,  en la inmensidad de la noche, saltando por el muro  y comenzó a correr por los jardines de la casona. El agente de seguridad se dio cuenta, le gritó que se detuviese, con la ayuda de un perro bravo y como no lo hizo, le disparó varios balazos con su pistola y lo mató.
Antes el vigilante, con el portero, abrieron la reja principal. Cerca de las dos de la madrugada. Allí  ingresó el automóvil Mercedes Benz de don Luis. El director descendió del vehículo, entró a la residencia.
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Alfonso Baella Tuesta: implacable crítico de Velasco.

EL PASTOR
El vigilante dio vueltas por el jardín, sacó uno de los perros, un pastor alemán de dos años. Los otros se quedaron encerrados. Para entretenerse, prendió un pequeño receptor de radio. El hombre dio otra vuelta, a las 3 de la mañana.
De pronto el pastor paró las orejas, comenzó a gemir, avanzó con la trompa inquieto, quería soltarse. El vigilante se puso de pie. También él oyó algo. El pastor pugnó por correr. El vigilante le puso la mano sobre el lomo, avanzaron.
Alguien había saltado sobre el muro de la casa. Era un hombre, estaba allí, en un ángulo del jardín, en cuclillas, como orientándose. El vigilante se tiró al suelo, el perro junto a él excitado.
-Alto… ¿Quién es?
Silencio. El pastor era un demonio, luchaba, ladraba, la sombra corrió junto al muro, quería ganar la protección de unas plantas.  El de seguridad soltó al pastor que, veloz, se lanzó sobre su presa. Hubo un breve forcejeo del animal con el hombre.
MIEDO
El Vigilante vio como el perro se lanzaba feroz sobre el desconocido, no podría decir cuánto tiempo duró el ataque. El animal parecía enorme. Más grande que cualquier hombre, negro el lomo y grises las patas. 
Los ronquidos feroces del perro se ahogaron en un gemido. El de Seguridad sintió miedo, un silencio increíble se abatió sobre el enorme  jardín. Estaban, frente a frente, el desconocido y el vigilante. Este agarró su pistola. Se hundió en las hierbas apuntó y disparo cuatro veces. El hombre saltó, se dobló y quedo inmóvil. Ya era un cadáver. El rostro casi intacto. Una de las balas le voló la cabeza. Mas allá, al perro pastor tirado, como si estuviese dormido, le salía un chorro de sangre por la boca.
El Vigilante corrió a la residencia, luego de contarle los hechos, habló con don Luis lo siguiente:
-¿Llamamos a la policía?
-No. Vuelva. Trate usted de reconocerlo, quizás está herido, en tal caso hay que llamar a un médico, a una ambulancia.
-Doctor estoy completamente seguro que está muerto sin camisa, sin zapatos, parece un pescador. Nunca lo he visto. Es un muchacho, pero de un golpe de mano mató al perro. El pastor está con el cuello roto. Es increíble la fuerza y la rapidez con la que ha actuado.


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El libro de la revelación.

RESERVA
Las órdenes fueron precisas.
El vigilante sacó el automóvil, puso muchos papeles en el asiento posterior y acomodó el cadáver. Abrió la reja y se dirigió por la Avenida Javier Prado, hacia el oeste, como quien busca el mar. Detuvo en el vehículo a la altura de la Avenida Prescott y ,como si se tratara de un pasajero bebido más de la cuenta, saco el cadáver y lo dejó recostado junto a un árbol. La ciudad, a las 4 de la mañana estaba desierta.
-Dejé el muerto en la Avenida Prescott, en el jardín…
-Ahora ocupémonos del perro…
-Doctor, también he dejado al perro junto al muerto….
El Director ordenó que se guardara absoluta reserva sobre lo ocurrido, nadie, ni la familia, debería enterarse del siniestro asalto de la madrugada. El vigilante se selló los labios. Al medio día, rindió su informe:
QUE RARO
-He estado allí a las siete de la mañana, a las nueve, a las diez. El cadáver ha desaparecido y también el perro. Se han hecho humo. Nadie ha visto nada, no existe la menor huella de sangre, no he soñado, he disparado cuatro balas de mi pistola, en el jardín hay un gran charco de sangre, donde estuvo el perro. Y menos sangre pero la hay, donde murió el hombre. Están los papeles sucios en el automóvil. No he visto visiones.
El asalto ocurrió. Con qué propósitos, nunca lo sabremos. ¿Quién fue el extraño visitante nocturno, joven pero ducho en el ataque y la defensa, capaz de romper, en segundos, el cuello de un perro pastor?.
El cadáver, en una zona residencial, donde la vigilancia policial es intensa por las embajadas diplomáticas que allí abunda, desapareció sin dejar la menor huella. Ningún periódico dio la noticia.
A propósito, el diario “El Comercio” estaba en serios problemas. Con un sindicato hostil, huelgas de por medio. Asedio total de parte del gobierno militar que los amenazaba a cada rato. La libertad de prensa vulnerada. Seguían las amenazas y  después vino la expropiación. Asalto a la residencia y cadáver de por medio. ¿Qué raro o no?

1 comentario:

  1. Por lo que leo se deduce que el hombre que ingreso a la casa de don Luis Miró Quesada era un militar encubierto del servicio de inteligencia. Pero lo inconcebible es que no se haya sabido mas del incidente que terminó con su vida. Las dictaduras, como la de Velasco, son capaces de hacer barbaridades que a la larga atentan contra la libertad. Ricardo Alvarado.

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