Las cosas del corazón son de los
protagonistas y nadie más debe intervenir, dice el viejísimo y acertado dicho
popular. Hoy por hoy tenemos al Nobel
Mario Vargas Llosa separado de su esposa Patricia, tras 50 años de relación
afectiva entre primos hermanos. Ella, dolida en el sufrimiento total, con una
fortuna de bienes gananciales de por medio que no se sabe cómo se arreglará y él con una relación amorosa casi octogenario y enteramente publicitada con Isabel Preysler, la ex esposa del cantante Julio
Iglesias. Todo un jet set de la sociedad europea. No obstante de que la verdad
exacta de lo ocurrido la saben sólo los tres, hay material escrito que podría
dar explicaciones para medir o acercarse al meollo de esa disolución
matrimonial.
Muchos allegados a la familia
Vargas Llosa subrayan que el matrimonio, precisamente, no iba por el camino de
la armonía sobre todo por el carácter endemoniado, dominante e insufrible de
Patricia Llosa que nunca lo controló y, prácticamente, aburrió al escritor que,
como compensación, habría buscado los brazos amorosos y armoniosos de la modelo
filipina, muy conocida en España y en gran parte del mundo.
Precisamente la forma de ser tan
especial de la señora Vargas Llosa es narrada por el periodista Francisco Igartua Rovira, ex Director
de la Revista "Oiga", en el libro que escribió, a manera de memorias, bajo el título
de “Huellas del Destierro”
El comunicador resultó testigo presencial de otro hecho deplorable
que jamás se aclaró y menos se supo la razón o razones de lo ocurrido: el
famoso puñete de Vargas Llosa a su amigo y colega, Gabriel García Márquez, en
una sala cinematográfica ubicada en México. Lo que se llamó la guerra entre los
dos divos de la narrativa latinoamericana.
Vargas Llosa enamorado casi a los 80 años.
Vargas Llosa enamorado casi a los 80 años.
TESTIGO
A continuación la versión de
Igartua:
Yo fui testigo excepcional de
aquel célebre match de box de un solo golpe y muchos bemoles. Ocurrió un día en
que se estrenaba en México una película con
guión de Vargas Llosa. Era un film que relataba un accidente de aviación
ocurrido años atrás en los Andes.
Accidente muy difundido por la
prensa cuando ocurrió y extremadamente truculento: los sobrevivientes al
impacto con la montaña, un grupo de muchachos uruguayos lograron mantenerse
vivos hasta que llegó el rescate, gracias a que se alimentaron con la carne de
los viajeros muertos.
Este acto de canibalismo lo
lograban disimular haciendo pequeñas bolas con carne y nieve que luego tragaban,
cerrando los ojos y procurando no recordar a los amigos desaparecidos. Los
bloques gigantes del hielo andino hacían de congeladora y el “alimento” duraba
sin término en buenas condiciones.
TARDANZA
Argumento semejante explicaba por
qué Patricia, la mujer de Mario, no estaba al lado de su marido entre los
asistentes a la filmación. Le hubiera sido imposible soportar el filme. Su
hermana (Wanda Llosa Urquidi) había muerto en una tragedia aérea.
Por culpa del endemoniado
tránsito de la ciudad, llegaba yo tarde a la función y me bajé del taxi frente
al cine, pero en el lado opuesto de la ancha y arbolada avenida donde éste se
alzaba. Crucé los jardines corriendo y antes de llegar a la puerta, me pareció
ver a un grupo de gente conocida- Elena Poniatowska y la China Guzmán entre otros-
atendiendo a alguien postrado en una banca del parque.
Pero pasé sin detenerme, pensando
que ya no encontraría en el cine a los que me sentía obligado a saludar. Sabía
que allí no podía faltar Benjamín Wong, mi colega(y rival) del diario El Sol, y
con esa perspectiva no debía estar ausente en un acto cultural al que
asistirían Mario Vargas Llosa, Gabriel García Márquez y todo México
intelectual.
Al entrar me di con el hall vacío
y la sala de proyección ventilándose con las puertas abiertas. ¡Llegaba tarde y
ya todo había concluido! Sin embargo, al voltear la cara a la derecha, en un
salón de espera, con bar, vi gente.
Me acerqué y me di con el
siguiente cuadro: al centro del lugar, en silencio absoluto, colocados como en
fila de actores saludando frente al público, diversas figuras de las artes y
las letras mexicanas miraban al vacío, entre ellos Mario, en medio, con
Benjamín Wong a su lado. No vi a nadie más
que a los dos.
Cara a cara, muy juntos, con el amor actual: Isabel Preysler
Cara a cara, muy juntos, con el amor actual: Isabel Preysler
EL GOLPE
Y de primer momento creí, por el
natural egocentrismo humano, que el silencio sepulcral lo había producido mi
presencia. Pero me animé a avanzar y saludé con un corto abrazo a Mario que
estaba hierático, y al darle la mano a Wong
éste me jaló suavemente y me dijo al oído:
-Hace dos minutos ha estado
tendido en el suelo que usted está pisando Gabriel García Márquez. Mario le dio
un solo golpe y lo noqueó diciéndole:
“esto es por lo que le hiciste a Patricia en Barcelona”
Me quedé petrificado y me añadí a
la fila entre Mario y Wong. El silencio siguió cortando el aire. Hasta que Wong
siempre al oído me preguntó:
-¿Sabe usted quién es esa persona
de rasgos orientales sentado en un taburete del bar?
Yo sonreí para mis adentros y le
informé al chinísimo Wong:
-Es Kasuya Sakay. Trabaja en la
revista Plural con el escritor Octavio Paz
Gabo y Mario en tiempos de paz y amistad.
Gabo y Mario en tiempos de paz y amistad.
COMPOTA
-¡Ah!
Sakay un oriental como Wong, pero
japonés estaba junto a una de las Pecanins, la que saludó con un tímido gesto
de la mano.
El fúnebre silencio continuaba y
entendí que el grupo de afuera, en la banca, atendía a García Márquez. Luego
supe que lo trataron con un trozo de carne, un grueso bistec, que adquirieron
en una carnicería vecina y se lo aplicaron al ojo como compota.
Nadie se movía. Parecía un acto
teatral en el que la escena se inmoviliza y queda en silencio. El primero en
reaccionar fue Wong. Y otra vez a mi oído.
-Creo que lo más prudente es que
usted se lleve a Mario.
-Yo no tengo movilidad.
Los llevo yo. Mi auto espera en
la puerta.
Cogí a Mario del brazo y, en compañía de Wong, partiendo el
silencio de los inmóviles ahí congregados, salimos los tres del cine y
abordamos el auto que nos abrió el chofer de Wong.
-Al Hotel Génova ordené
Recién unos minutos después de partir
hacia el hotel habló Mario. Estaba preocupado por lo que diría la prensa. Wong
se comprometió a tratar de reducir al máximo la publicidad del escándalo.
-Porque será imposible callarlo
por completo. Ha habido demasiada gente relacionada con el periodismo a la hora
de su gancho de derecha, mi estimado Mario…
Patricia y Mario en sus años mozos ya casados.
Patricia y Mario en sus años mozos ya casados.
INSULTOS
Los tres reímos, pero conteniéndonos.
El asunto no estaba para bromas…
-Yo creo, Mario, que estás
ofuscado por la reciente posición del Gabo y has querido disimular tú enojo
político con eso de “por lo que le hiciste a Patricia en Barcelona”…. Pero así
has agravado tu desborde boxístico… Aunque no es hora de lamentar sino de
lograr que los periódicos sean discretos y eso queda en las buenas manos del
señor Wong.
Al poco rato, gracias a la habilidad
del chofer, estuvimos en la puerta del hotel, en la Zona Rosa. Wong se despidió
y los dos bajamos del auto y
directamente fuimos al cuarto. Patricia esperaba a Mario con los cañones listos
para disparar y disparó. Estaba enterada de todo.
-¡Imbécil! ¿Cretino!...¿Qué te
has creído?... Me has puesto a mí de hazmerreír público…
Y voló una lámpara por el aire en
dirección a la cabeza de Mario.
CLEMEN
-Me ha llamado la Gaba, medio
mundo… ¡Eres un imbécil! ¡Creetino!
El fuego de Patricia iba
creciendo y las lámparas volaban por los aires en búsqueda de la cabeza de
Mario, quien, hierático, no abría la boca… Me deslice al teléfono y llamé a
Clemen, mi esposa. Era la única que podía apagar el incendio. Yo no me atrevía
a soltar una palabra.
A pesar de la distancia y del
tráfico, Clemen llegó en pocos minutos y su presencia tuvo la virtud de que se
aquietaran las llamas. Se acercó a Patricia, le habló y la hizo reflexionar.
Hubo un largo y quieto silencio, que yo me atreví a romper.
-Lo prudente, me parece, es que
salgamos a cenar- y así fue,
A pie nos dirigimos los cuatro a
un restaurante cercano, creo recordar que era de comida alemana, y durante la
cena no se volvió a tocar el tema como no fuera para hacer unos chistes
medidos, muy mesurados, hasta insulsos. La presencia de Clemen había traído la
paz.
Al día siguiente los periódicos
no fueron un modelo de discreción, aunque sin exageraciones. Y el ambiente que
rodeó al “suceso de la semana”, que amenazó un momento con volverse una riña de
dimes y diretes de barrio bajo el lema- “mi marido no se acuesta con feas”-, por
fortuna, en pocos días, se esfumó.
Y a propósito del temperamento de
Patricia este blog se pregunta: ¿Quién aguanta un energúmeno femenino de este
tipo?.Ni Mario, que hoy en día, esta en brazos de la apacible Isabel Preysler.
La separación de los Vargas Llosa al menos se hace explicable. Aunque el puñete
contra Gabo jamás tuvo explicación, en cuanto a las causas se refieren. Así es
la vida llena de sorpresas y misterios.
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