viernes, 25 de enero de 2019

CLARO CLARISIMO

Los últimos días han estado impregnados de impactantes noticias relacionadas con la  rebelión de todo un pueblo, frente a la voraz dictadura de Nicolás Maduro en Venezuela. La indignación es grande, a todos los niveles.

También se ha hablado, ampliamente, sobre el retorno de Alberto Fujimori al penal de Barbadillo, luego de perder el indulto presidencial que le otorgó el entonces Presidente Kuczynski entre gallos y medianoche.

Asimismo de la salida del Juez Richard Concepción Carhuancho, que al parecer ya no juzgará a Keiko Fujimori, quien está  presa por el supuesto delito de lavar dinero para financiar su campaña electoral, en los comicios presidenciales del 2011.
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Lo del país llanero ya llegó al colmo. Una tiranía feroz que tiene el cuajo de reelegir al presidente nada cauto y nada inteligente, una bestia humana, dicho sea de paso, cuyo único mérito es haber sido sirviente del anterior déspota y opresor, el mismísimo comandante Hugo Chávez Frias.

Todo esto tan deplorable en medio de una crisis económica inimaginable donde el pueblo, realmente, se muere de hambre mañana, tarde y noche, en medio de la desolacion completa y la inseguridad apabullante.
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Lo cierto es que el Presidente de la Asamblea Nacional venezolana, Juan Guaidó, con coraje y decisión, asumió el cargo de mandatario interino de Venezuela, durante una impresionante jornada de protestas y movilizaciones contra Maduro que dejó como saldo, desafortunadamente, una veintena de muertos. Ojalá que esta decisión, las movilizaciones y otros actos de protesta sirvan para que finalice, de una vez por todas, el gobierno autócrata de la actualidad. Ya es tiempo.
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Mientras tanto, la Organización de Estados Americanos (OEA), El Grupo de Lima, Estados Unidos, Francia, Canadá, Brasil, Argentina, Chile, Colombia, Guatemala, Honduras, Panamá, Paraguay y otros países reconocieron y respaldaron a Guaidó, mientras que el déspota se apoya en las Fuerzas Armadas Venezolanas, convertidas en su único sostén.
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Lo encomiable es que el Gobierno del Perú también expresó su reconocimiento al nuevo Presidente. Mientras tanto, la izquierda, para ser más precisos el Frente Amplio del cura Marco Arana, rechazó que nuestro país haya dado este paso. ¿Qué pasa estos señores están en la luna o en la estratosfera? Son cómplices evidentes de la dictadura, con este tipo de actitudes
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Felizmente que hay atisbos históricos de éxito posterior muy claros. Recordemos que, hace exactamente 61 años en 1958, una serie de protestas callejeras terminaron por cerrar y deponer a la tiranía de Marco Pérez Jiménez, instaurada a rajatabla en la nación hermana donde nació Bolívar.
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El régimen actual ha pulverizado el estado de derecho. Allí en esas tierras se violan derechos humanos un día sí y el otro también, escasean los alimentos a raudales y las medicinas brillan por su ausencia. Millones de personas prefieren escapar, antes que sobrevivir en su patria. Aquí en el Perú tenemos, a la fecha, un millón de venezolanos. Nada más y nada menos.
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Guaidó quiere lograr lo que llama “el cese de la usurpación”,  inaugurar “un gobierno de transición” y convocar a “elecciones libres”, que hace muchos años no se realizan en el país llanero, dueño de inmensas reservas petroleras.
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Cabe señalar que, actualmente, hay dos liderazgos completamente distintos. Uno que se arroga, oprobiosamente, el título de Presidente de la República, amparado en un proceso electoral fraudulento y otro nombrado por el poder democrático, que emana de la Asamblea Nacional Legislativa. El primero dominado por Maduro. El segundo que es el legítimo representado por Guaidó. No hay vuelta que darle al asunto. Tarde o temprano, la dictadura caerá.
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La situación de Fujimori polariza al país. Unos, principalmente sus seguidores, lo apoyan a rajatabla y recuerdan los logros de su gobierno, relacionados con la superación de la crisis económica causada a mansalva por el primer gobierno de García y el enfrentamiento al terrorismo, que amenguó notablemente la violencia. Pero otros si son implacables y sostienen que de todas maneras debe estar preso, por la comisión de varios delitos que son graves, por donde se les mire.
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El ala dura del fujimorismo, vinculada a su hija Keiko está tratando de victimizarlo por completo. Mucho ayuda, inclusive, las propias declaraciones del político de 80 años, enfermo con cáncer y otras afecciones: “Estoy en los últimos días de mi vida. Muy pronto llegará la muerte”. Para ellos, la prisión es completamente injusta”
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Frente a tal situación, el Presidente Vizcarra trata, de ninguna manera, comprometerse y quiere permanecer, claramente, al margen del asunto. Por eso mismo es que sostiene que acatará lo que diga el Poder Judicial.
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Lo cierto es que, cada vez que Fujimori vuelva a las emergencias de las clínicas, comenzarán las fricciones y confrontaciones. Hay otra posibilidad: que, se muera en prisión, como le pasó al ex presiente Leguía en tiempos de la dictadura de Sánchez Cerro. Inmediatamente se presentarán las acusaciones y recriminaciones inculpatorias, a diestra y siniestra. El mito crecerá a raudales, si ello de a verdad ocurre
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Evidentemente existe una consecuencia política inmediata. Que Fujimori vuelva prisión genera, a como dé lugar, la sensación de menos poder y menos influencia alrededor de lo que el Fujimorismo representa. Con Keiko y con el propio Kenji, aunque vayan por caminos separados. La crisis de esta corriente política, con sus alas y variantes, es total.
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Vale la pena recordar que Alberto Kenja Fujimori Fujimori ha sido condenado varias veces. La primera de ellas fue con una sanción de 6 años de cárcel por el delito de usurpación de funciones, luego de ordenar a un militar que suplante a un Fiscal para allanar la vivienda de Trinidad Becerra, esposa de su ex asesor Vladimiro Montesinos. Era el año 2007
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Exactamente el 2009, dos años después, la Corte Suprema lo castigó con 25 años de prisión por el delito de homicidio calificado por el asesinato de nueve estudiantes de la Universidad La Cantuta y de otras 15 personas, en una casona ubicada en Barrios Altos.
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 La más alta condena que prevalece hasta ahora vigente y es, precisamente, por la que está en prisión. En el Perú, conforme a los procedimientos y leyes que se sentenció al reo, las condenas no se suman. La más alta, como esta, es la que se aplica y prevalece.
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 El máximo organismo de justicia le dio al ex jefe de estado, además, 7 años y 6 meses de cárcel, por haber utilizado fondos públicos para pagar 15 millones de dólares a Montesinos, por tiempo de servicios o CTS. Otra barbaridad cometida.
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También fue sentenciado a 6 años de prisión por los delitos de peculado doloso. Es decir, mal uso de fondos públicos y violación del secreto de las comunicaciones por la compra de congresistas tránsfugas, pago a medios de comunicación y espionaje telefónico.
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Hace unos cuantos años, el 2015, el ex mandatario recibió 8 años de prisión por el financiamiento de los diarios chicha, con fondos de las Fuerzas Armadas y del Servicio de Inteligencia, con el fin de apoyar su reelección. Esta fue la última sentencia que se dictó contra el político.
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Con toda esta vida irregular plagada de comisión de delitos, ¿vale la pena perdonarlo? Las mentas severas afirman que de ninguna manera. Pero también hay aquellos que pasan por alto todos estos hechos que, precisamente, no son nada normales y recomiendan que el ex presidente se vaya a su casa a pasar sus últimos días o a la misma clínica donde últimamente estuvo 113 días. Es decir, casi cuatro meses. 
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No es cualquier ser humano Alberto Fujimori. Lo que hemos recordado es que ha delinquido infinidad de veces. ¿Perdonamos o no perdonamos?. Nadie se pone de acuerdo. La ambivalencia, persiste de un lado a otro, en la opinión publica entre el sí y el no.

 Pesan, evidentemente, su avanzada edad, sus enfermedades y el hecho de que pareciese que la vida se le va, como precisamente ha dicho el propio reo. En una de esas se gesta, en el Congreso, una ley para que por su edad se vaya a su casa.

El proyecto, de este tipo, ya es una realidad en el Parlamento. Por si acaso. El trámite del dispositivo ya se ha iniciado Falta su discusión y aprobación, aunque sea directamente para una sola persona y no de beneficio general.  Todo es posible en la política. También pasar, por alto, las acciones de los delincuentes. ¡Qué barbaridad!
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En lo que respecta a Richard Concepción Carhuancho, la medida de separación fue tomada por la Segunda Sala Nacional de Apelaciones del Sistema Especializado en Delitos del Crimen Organizado, por haber hecho declaraciones indebidas a los medios de comunicación.
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Este Juez fue el que dictó prisión preventiva contra Keiko Fujimori, Jaime Yoshiyama Tanaka  y un grupo de personas vinculadas a Fuerza Popular. Lo recusó el abogado de este último, Humberto Abanto. Cabe indicar que el ex ministro del fujimorismo ha hecho, según se ha denunciado, malabares con las cuentas electorales de esta agrupación política.
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La separación de Concepción Carhuancho fue tomada por muchos como un acto indebido que favorece, de todas maneras, a Keiko y sus seguidores comprometidos en este caso judicial que, evidentemente, ha conmocionado a la opinión pública.
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Lo cierto es que el Fiscal Rafael Vela presentó, últimamente, un recurso de nulidad para dejar sin efecto la decisión de apartar al Juez. Hay que estar atentos sobre las decisiones que se tomen ,porque es necesario combatir la corrupción conforme se debe, por el bien ético del país.
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El juez apartado ha participado, durante un año, en la investigación sobre los aportes de Odebrecht. En todo este tiempo salió bien librado Es el mismo que tomó medidas de cárcel contra Ollanta Humala y Nadine Heredia, por supuestos actos ilícitos relacionados también con campañas electorales mal habidas.
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Al magistrado se le acusa de haber violado la garantía de “apariencia de imparcialidad”. Los que lo defienden, como el Instituto de Defensa Legal con Gustavo Gorriti a la cabeza, dicen que la medida se tomó para que los pillos salgan de la cárcel, donde deben estar para expiar sus fechorías.
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Un gran sector de la ciudadanía sostiene que esto es lo cierto. Entonces, aceptemos lo que se dice, probémoslo judicialmente y repongamos en el cargo al famoso Juez Concepción Carhuancho, como una medida de justicia imparcial y plena. Aunque el hombre tiene fama de “carcelero”. (Noé)

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