Viejísima es la preocupación por
los entierros en estos mundos y a ella contribuyó no poco la leyenda, con visos
de realidad, de haber estado escondidos innúmeros tesoros por los emisarios del
rescate de Atahualpa.
La profanación de las huacas con
los relucientes hallazgos de objetos de oro y plata, transmitió también de
generación en generación el afán de la búsqueda subterránea mezclada después
con la superstición fanática y con la necesidad de ocultar en lugar seguro los
remanentes de minas y obrajes.
Las famosas huacas del “peje
grande” y del “peje chico” de las cuales, en tiempos del Virrey Toledo,
descubrió la segunda un García Gutiérrez de Toledo, quien en un santiamén paso
de pobre a rico. Atrajeron a muchos codiciosos buscadores. Y, de otro lado, los
favorecidos por la fortuna, temerosos de perderla, comenzaron a ocultar, a su
vez, sus riquezas. Todo quinqué adinerado escondía barras y tejuelos bajo la
tierra y lo hecho por los indios como un rito, lo aprendieron los señorones
hispanos y los criollos para defenderse de audaces sustracciones.
Lima antigua única en tapados y entierros.
Lima antigua única en tapados y entierros.
COSTUMBRE
Nació así la costumbre de los
típicos tapados, los cuales generaban en complicadas proyecciones, una serie de
ingeniosas y empíricas industrias y dio pábulo a multitud de fantasmagorías. En
la estancia, en los obrajes, en las casas, en todas partes se horadaba la
tierra para esconder joyas y dineros.
El temor a los piratas y los
ladrones vigorizó estos avariciosos hábitos. Los señores acaparaban el rico
metal indiano y lo acomodaban en ventrudos botijones y con cautela lo
enterraban en patrios y corrales.
Y comenzaron a circular toda
clase de leyendas- Decíase existían potentados que vigilaban el trabajo
nocturno de los indios o de los esclavos enterradores de tesoros, los cuales, después
pagaban con la vida la culpa involuntaria de saber dónde quedaba escondida la
riqueza de los amos. Por eso, sin duda, cuando pasado el tiempo, se descubría
un tapado, se encontraban casi siempre con el oro y la plata, restos macabros.
Un símbolo cruel envolvía estos
cuadros siniestros. La imaginación popular los interpretaba como la
perpetración terrible de una dura esclavitud y de un servicio in aeternum
prestado por los huesos como irremediables guardianes de tesoro.
Tunes antiquisimos. Para muchos, con tesoros
Tunes antiquisimos. Para muchos, con tesoros
OCULTAMIENTOS
Pero no sólo bajo la sufrida y
silenciosa tierra se ocultaba el dinero. En los anchurosos paredones, en las
labradas vigas, en los artesonados de los techos, dormían su estéril sueño de
maravilla, esperando el sésamo de un plano esotérico el cual guardaba
celosamente, áureas y argénteas muestras de la avaricia colonial
Todo ello produjo un cúmulo
inacabable de originalísimas costumbres, El ocultador de tesoros hacía en el
misterio y con voluptuosidad de charadista complicados derroteros, cuyo
sentido, diáfano sólo para él, requería en los extraños, desesperantes
quebraderos de cabeza
Y mientras se acumulaban los
tesoros, la preocupación pública crecía en torno a los hallazgos de posibles,
se hacían legión los tracaleros y embaucadores de oficio fingiéndose sabedores
de tapados.
Frente al faro despistador surgió el
descubridor vivaz y docto en descifrar los raros palotes, las palabras latinas
y los rasgos y volutas de una caligrafía misteriosa hecha para señalar el sitio
donde se hallaría el zurrón preñado de onzas o la botija perulera repleta de
patacones.
La leyenda de los entierros
creció en gran forma y de manera poderosa. Influyó sobre el espíritu de las
gentes. Hubo época en la cual era muy rara la persona que no viviera tanteando
las paredes y golpeando los suelos en la expectativa de sorprender una oquedad
reveladora de un tapado antiguo.
En estas casas antiguas se guardaban riquezas bajo tierra
En estas casas antiguas se guardaban riquezas bajo tierra
TEMOR
Y como quiera la influencia del exaltado
misticismo colonial se conservó vivamente con su cortejo de supersticiones,
resultó el temor a lo desconocido y a la pavura ante el posible retorno de
quienes se llevara la muerte con algún secreto y se juntasen a ese aspecto
fantasmagórico de los buscadores de tesoros
Cuando se oían ruidos en alguna
casa vieja se creía en alguna alma arribada desde la otra vida para avisar
había dejado un arcón con pesos fuertes y nunca faltaba la aseveración de
aparecer en altas horas de la noche en el caserón antiguo el inevitable
fantasmón blanco. Con descarnada mano señalaba el sitio donde dejó, sin
advertirlo en su mortal agonía los frutos de sus acaparamientos en la vida. Se
formó así una especie de espiritismo criollo de finalidad materialista con
millares de cultivadores.
La falta de instituciones de
crédito en la época colonial y los fracasos de algunos famosos banqueros como
el célebre don Juan de la Coba, contribuyeron a acentuar en los días coloniales
la costumbre de enterrar dineros. El temor a los ladrones y piratas robusteció
ese hábito sórdido.
La expulsión de los jesuitas en
la época del virrey Amat hizo creer e hinchar la leyenda de una Lima horadada
llena de vericuetos húmedos donde se oxidaban los millones. Se afirmaba de
todas las casas y fueron muchas, de esa congregación, comunicaban entre ellas
por medio de galerías subterráneas
. Por estas zonas se buscaban los tesoros.
. Por estas zonas se buscaban los tesoros.
CREENCIA
De allí la creencia, transmitida
de padres a hijos y a nietos sobre el hecho de, al ser expulsados aquellos
frailes, se llevaron el secreto de incalculables riquezas escondidas. La guerra
de la Independencia acreció la leyenda. Muchos godos enterraron fortunas
enteras, decíase, para librarlas de los republicanos revoltosos.
Lima se pobló de creencias en
tapados innumerables. Toda persona enriquecida por rápidos modos era sospechosa
de haber encontrado un entierro. Todo caserón desocupado y con fama de ser
visitado por las penas, fue mirado como probable asiento de riquezas ocultas.
Como no podía menos de ocurrir,
surgió al lado de la creencia popular, muchas veces confirmada por la realidad,
una especie de empirismo descubridor suscitada del especialista, el cual rico
en embelecos pronunciaba frases abracadabrantes y sabía hacer rodar grandes
bolas de imán en los aposentos visitados por las “penas, “los espantos” en
Colombia.
Los descubridores de entierros
gozaron del prestigio de las brujas y los curanderos. Eran llamados a visitar
las casonas por las gentes conjeturadoras de los espíritus atormentados por los
ocultadores, y cumplían su misión rodeándose de cábalas y formulas misteriosas.
Cerraban las ventanas y a la luz
débil de los candiles, con ademanes y carantoñas entre cautelosos y solemnes,
sacaban de la capa astrosa, la imantada bola la cual lanzaban sobre el
pavimento entre un rezogante murmullo de frases ininteligibles.
La gran riqueza de las casonas de aqujellos tiempos
La gran riqueza de las casonas de aqujellos tiempos
DERROTERO
Un tipo semejante al del
especialista en descubrir entierros era el afirmador de haber recibido un
derrotero enviado por un deudo de España y pedía dinero para emprender los
trabajos, y anticipos sobre su comisión y su silencio, trabajando luego con los
miembros de la familia ocupante de la mansión señalada por el esotérico plano
La nocturna labor producía ruidos
siniestros, alarmaban al vecindario timorato y éste atribuía a las penas la
perturbación de su sueño, vigorizándose y perpetuándose así la rancia leyenda.
En verdad, muchísimas veces, los escarbadores encontraron el premio a sus
afanes.
Hubo también oportunidades en las
cuales el reconstruirse una finca ruinosa cayo de pronto de las apolilladas
vigas una dorada y tintineadora lluvia de monedas, o al abrirse en forado para
hacer una puerta, apareció un esqueleto y junto a él un arcón lleno de
pergaminos y monedas.
También con frecuencia se encontraron
bajo los árboles de un huerto deseado para convertirlo en casa, taraceados
baúles de cuero o talladas arquetas con relucientes peluconas y piedras
preciosas. Los hallazgos trascendían al público y mantenían la ilusión, y hasta
el sentimiento religioso tuvo su papel pintoresco, porque se solía encomendar a
los santos concedieran un entierro, como todavía hay beatitas pedilonas del
mejor premio de la lotería.
La preocupación por los tapados
duró mucho tiempo y entre los nuevos ricos sobre todo existe. Pero por lo de
pieles costosas, lujo de mujeres presuntuosas. Aún quedan en ciertas capas
sociales, algunos obsesionados.
Algo se encontró, aunque no fuese valioso.
Algo se encontró, aunque no fuese valioso.
FORTUNA
En todo caserón comenzado a ser
reconstruido se ha supuesto había una fortuna escondida y no de pocos
personajes de Lima se ha aseverado pudieron reconstruir sus fincas con el
propio dinero en ellas encontrado, como si los antiguos propietarios hubiesen
cuidado de dejarlas con los medios para su remozamiento.
La romántica
languidez de los antiguos limeños encontró en esta esperanza de los entierros
una nueva manera de divagar, blandamente en el porvenir, un tema de
conversación, una forma de ironía para señalar ciertas fortunas y hasta un
motivo musical y pintoresco para la conseja y la copla. (Páginas seleccionadas
de las "Obras Completas" que pertenecen como autor al consagrado
escritor y político, José Gálvez Barrenechea).
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