Lo dijo en una de sus tantas y
brillantes composiciones que creó
impecablemente y hay que cumplirlo al pie de la letra: …“Cuando esté bajo una
loza no lloren sí señor, no lloren porque cuando yo muera, cántenme mi marinera
y después la resbalosa… Existe la obligación
de hacerlo de todas maneras si somos consecuentes con Manuel Acosta Ojeda, quien lamentablemente acaba de fallecer a los 85 años de edad, tras
sufrir largo tiempo una penosa enfermedad.
La memoria de ”El Mono”, como lo
llamaban cariñosamente sus familiares y amigos, se lo merece a plenitud.
Compositor criollo y folklórico de los que destacaron con una innegable y
singular valía de esas que llenan, por completo, el vaso del ingenio musical
con entera, profunda y prístina peruanidad. Su legado ha dejado huella para
siempre y eso si que jamás muere. Por el
contrario, la obra de su inspiración vivirá hasta la consumación de los siglos
y por los siglos de los siglos
Lo afirmamos a los cuatro vientos
porque es justo, a manera de homenaje póstumo. Todo eso porque Acosta Ojeda
ejerció su oficio con esplendor y pureza. Hasta el lucimiento comprobado, de
entera poesía. Completamente admirable y con un compromiso social determinado,
progresista y constante, en pro de las reivindicaciones sociales del pueblo. Las
que creía a pie juntillas
Nunca cambió en ello y todo el Perú
escuchó de su inspiración sus valses,
sus marineras, sus tonderos, las
adaptaciones de huaynos, mulizas yaravies y otros géneros que estudió a profundidad.
¡Qué tal música y qué tal compositor! Aplausos, sonoros aplausos para tan dignísimo
autor. Pero llorar, de ninguna manera…
Manuel Acosta Ojeda: gran compositor criollo
SAYCOPE
Lo conocimos hace una punta de años,
allá por los años 60, en las noches de colorido pleno y alegría persistente,
cantando unos. Escuchando otros, con inmenso placer, nuestra música nacional al son acompasado de
las vigorosas y sonantes guitarras, entre otros instrumentos. Algunas veces el
piano, otras el acordeón y, por supuesto, el cajón jaranero.
Eso sí, casi siempre libando
bebidas espirituosas de añejo ron con coca cola, la bebida preferida de Manuel,
que ingresaba a todo el cuerpo y la
sangre de los jaranistas. Convirtiéndonos todos, muy prontamente,
en espíritus llenos de alegría por el placer de las melodías y del líquido
elemento consumido a plenitud, desde muy temprano en la noche hasta rayar el
alba.
Todo esto tan bohemio y contagiante en el
local de la Sociedad de Autores y Compositores del Perú (SAYCOPE), de la cual
Acosta Ojeda fue, infinidad de años, presidente y máximo representante,
luchando a rajatabla por los derechos de sus colegas . Primero ellos y al final
él. Así de desprendido era. Realmente
admirable.
“MADRE”
Si, el mismísimo local ubicado en
la calle Francisco Pizarro del incomparable, antiguo, limeñísimo y popular
distrito del Rímac entero de criollismo.
¡Salud Manuel, Salud Mono¡ Y que venga
otro vals. Los que tú quieras y por favor incluye “Madre”, la canción que fue de tú entera inspiración.
Estas voces eran lo que se escuchaban entre los contertulios, durante las
reuniones tan especiales de puro arte musical.
Si, la más conocida que tienes y
la que hiciste, con cariño y admiración, en homenaje a tu progenitora que te
retrataba de cuerpo entero, como un hombre sentimental y completo de adrenalina
por tus cuatro costados.
Una noche de intensa bohemia, en
el bar denominado “El Silletazo” de Surquillo, no vacilaste en escribir los
primeros versos de esa canción, en el papel de una cajetilla de cigarros de
marca “Nacional” que ya no existen. Estabas inspirado, recordabas a tu madre. Eras, realmente, un creador de primera línea.
Tu seguías sin titubear
escribiendo y muy rápido salió la canción. Ya venía la aurora matinal y tu ahí
creando. Ganaste para siempre popularidad y te perfilaste como un hijo cariñoso
de esos que son consecuentes a carta cabal.
Así salió la pieza impecable: Madre, cuando recojas con tu frente mi
beso/todos los labios rojos, que en mi boca pecaron/hieran como sombras cuando
se hace la luz/Madre, esas arrugas se formaron pensando</¡Donde estará mi
hijo, porque no llegará/ Y por más que las bese no las podre borrar/ Madre tus
manos tristes como aves moribundas/¡Déjame que las bese! Tanto, tanto han
rezado, por mis locos errores y vanas pasiones/Y por último madre, deja que me
arrollide, y sobre tu regazo, coloque mi cabeza/ Y dime ¡Hijo de mi alma! para
llorar contigo.
Con Carlos Hayre y Nicomedes Santa Cruz.
HAYRE
Nació en la Maternidad de Lima el
16 de Marzo de 1930. Sus padres fueron el arequipeño Alejandro Acosta Flores y
María Luisa Ojeda Cutimbo, de origen moqueguano. El primero un valiente y
decidido dirigente obrero y sindical aprista que, por razón de sus ideas de
avanzada, estuvo preso durante cuatro años y participó, mucho antes en 1907, en
una huelga salitrera en la ciudad
chilena de Iquique reprimida
violentamente, la misma que acarreó innumerables muertos. El fue uno de los
pocos sobrevivientes
En cuanto a su educación primaria, se formó en
el Centro Escolar N° 446 de Miraflores y
el Colegio Salesiano. La secundaria la hizo, entre 1943 y 1947, en el José
María Eguren de Barranco. Empezó a componer
e interpretar música criolla desde muy joven. Sin pasar los 16 años.
Gustaba escribir versos de niño.
Su padre, para minar una débil inclinación religiosa de ser sacerdote, decidió
llevarlo todos los domingos a una picantería arequipeña, ubicada en la calle
San Miguel de Surquillo.
“CARIÑO”
En ese ambiente, el joven comenzó
a gustar del criollismo musical. Reparó de inmediato que la armonía de las
guitarras y de las voces también tenía poesía, magnifica y sobre todo sonora.
En 1946, comenzó una amistad con el músico y compositor Carlos Hayre, el que
fue esposo de Alicia Maguiña, que resultó fundamental.
Como Manuel seguía haciendo
versos, Hayre le insinuó ponerle música a las canciones de su inspiración. La
insistencia tuvo sus frutos. Por eso es que, posteriormente nacieron varias
composiciones como: “Tu Vida Siempre”, “Odios
y Sombra”, “Ya se Muere la Tarde” y otras.
En su trayectoria llegó a conocer
a personalidades como Porfirio Vásquez y
sus hijos, Nicomedes y Victoria Santa Cruz, los hermanos Ascuez, Luciano Huambachano
y otros más. Era un compositor prolífico de valses memorables con una
característica especial y determinante: vivía alejado de la seducción comercial.
Leamos otra de sus canciones, Cariño: “Dios me ha libertado del tiempo y
del dolor/ he pagado mi vida con sangre y juventud/ y ahora que estoy libre
para ofrecerme a ti/ sin pedirle permiso te hice una canción así/ Cariño yo
quiero llevarte/ a un lugar que sólo conozco yo/ Cariño allí no hay destino/ ni
llega el ladrido de la sociedad/ Cariño.
Allí soy el dueño/ es la única parte en que no manda Dios/ Cariño, allí no hay
tristeza/ ni miedo ni envidia, ese lugar… soy yo
Noche de bohemia, noche de canto y criollismo.
ESTUDIOSO
En una oportunidad y por encargo
del Programa Mundial de Alimentos (PMA) de Naciones Unidas, compuso una canción
sobre el hambre que se estrenó en un festival de seguridad alimentaria
realizado en las instalaciones de la Universidad Agraria La Molina. Composición
impactante de hondo contenido social que ,sin embargo, con el paso de los años,
poco se difundió.
También se convirtió en un
estudioso serio de la música popular, aunque sus opiniones crearon controversia
e incluso resentimientos. Manuel fue la voz de la memoria colectiva, un testigo
del tiempo y una lección de peruanidad.
El tiempo no borró el sonido de
su franqueza. Vivió sin temores y al compas de su inspiración. Cada día lo
entregó al optimismo de los sueños y el rescate del movimiento de sus recuerdos.
Nostálgico pero también visionario. Visitó muchos países como España, Austria
Francia, la Unión Soviética, Alemania, donde conoció a plenitud la música de
estas naciones.
Bebió copiosamente, sin
prejuicios, en muchos bares ubicados en distintas parte de la gran Lima,
acompañado por amigos notables. Una lista sin fin de personajes famosos que
sintetizamos en tres nombres cuando
fueron mil: los intelectuales Juan Gonzalo Rose, Francisco Bendezú y Julio
Ramon Ribeyro. Además tantos famosos,
como ellos, pasaron y pasaron por
Saycope. La crema y nata del pensamiento nacional. Con sus apóstoles,
monaguillos y aprendices…
Con Hayre: dupla de oro y casi al final de sus vidas fructíferas
Con Hayre: dupla de oro y casi al final de sus vidas fructíferas
VOZ CRUDA
Cantó con voz cruda y tocó la
guitarra sin despedir los amaneceres. Escribió su sentimiento popular en más de
un millar de canciones que marcaron época. Nunca perdió la claridad de su
memoria prodigiosa. Todo lo recordaba, viviendo con intensidad y sinceridad. Un
gran hombre.
En su infancia se deleitaba con
los latidos musicales de compositores de la talla mundial de Vivaldi, Bach y
Mozart. También leía constantemente, siendo de su preferencia los libros de
Virgilio, Horacio y Ruben Darío. Era, indiscutiblemente, muy culto. Por esta
etapa de su vida, ya empezaba a construir sus propias historias y admirar a su
padre bohemio como él. De tal pal, tal astilla.
“Mi mayor halago es el reconocimiento popular, sobre todo el de mis amigos”,
dijo una vez cuando le rindieron un homenaje merecido. Luego sentenció: “No trabajo para recibir premios porque en nuestro
país a los compositores nos daña la discriminación.
Reconoció, en esa oportunidad,
que cada vez que viaja por el Perú encuentra muchas personas que se acuerdan de
él. Un artista es un comunicador que llega a su pueblo. O de lo contrario no lo
es. Hay que ser consecuentes siempre. Y así lo fue.
Integró diversos grupos criollos
como el “Trío Surquillo” durante dos años de 1948 a 1950 y el dúo “Los Dones”
posteriormente. Encontró la fama al ganar amplia popularidad por sus
composiciones. Para los criollos, después de “Madre”, venía “En un Atardecer”.
COMPOSICIONES
Esta última canción dice así: “En la
agonía roja de cada atardecer/se entristece la fauna y la flora
desmaya/mientras por el poniente el sol
se hace una raya/y el beso de la noche la luz hace correr/ Ya los bosques
encienden sus luciérnagas tibias/canta
el río más fuerte al permiso del ruido/los jardines ajenos libertan su fluido/y
los lagos afloran criaturas anfibias/En espejos se miran las fieras al beber/
la tímida gacela se incrusta entre la fronda/ y lagrimea el sauce cumpliendo su
deber/ La sirena se peina la cabellera blonda/ al pie de la cascada invitando a
querer/ y en el océano el sol, cada vez más se ahonda.
Uno de sus famosos discos
Sus composiciones también
incursionaron en temas de corte social. Allí destacan “Javier vive en el Aire (1963) en homenaje al poeta Javier Heraud. “Cantan los Autores” realizado en
colaboración con los compositores Eduardo Márquez Talledo, Pablo Casas y Luis
Abelardo Núñez. “El Nuevo Dia”,
álbum dedicado íntegramente a las luchas sociales y a los trabajadores.
Las creaciones fueron grabados
por artistas de la talla de Los Chamas, Bartola, Cecilia Bracamonte, Pedrito
Otiniano, Alicia Maguiña, Eva Ayllón, Roberto Silva, Rafael Matallana, el Cholo
Berrocal, Tania Libertad, Los Hermanos Zañartu, Oscar Avilés, entre muchos
otros de grata recordación.
CELESTE
Incursionó en el cine actuando en
la película “Harawi” (1970) y “Gregorio” en 1981. Como periodista fue redactor
principal de la revista “Riccchay” (1961), Director de la publicacion de arte
popular “Coliseo”, conductor del programa radial “Música del Pueblo” y
colaborador de “El Peruano”, “La Crónica”, “El Comercio”, “La Prensa”, “La República” y las revistas “Oiga” y “Caretas” .
Hasta el final, y desde hace buen
tiempo, condujo en Radio Nacional del Perú, un espacio llamado “El Heraldo
Cultural”. Ahí daba a conocer a nuevos artistas procedentes de los rincones más
alejados del Perú. Tarea encomiable que merece destacarse.
En el campo de la Literatura y
la investigación cultural, el
desparecido autor publicó varios libros. Entre ellos el que fue el último: “Aportes para un Mapa cultural de la Música
Popular Peruana”, editado por el Fondo Editorial de la Universidad San
Martín de Porres. En dicha publicación, el autor explicó una serie de conceptos
que van desde el origen de la palabra “criollo” hasta descripciones de la
llegada de los primeros negros al Perú.
Con su única hija Celeste, a quien tanto queiso
A su única hija Celeste, el amor
intenso de su vida y producto de su matrimonio con la chalaca Rebeca Román, le
dedicó esta canción que lleva su nombre: Eres
como el perfume de magnolias felices/como el rumor de otoño cuando caen las hojas/
como las oraciones que alivian las congojas/ y como el arco iris que regala
matices/ Tienes el raro encanto de las noches de luna/ la majestad serena de
las cumbres nevadas/eres la princesita de los cuentos de hadas/ sonrisas y
miradas, son tu mejor fortuna/Al caminar por Lima, pedacito de cielo/callará el
río Rímac, para escuchar tus pasos/ la cruz del San Cristóbal extenderá sus
brazos/ y mil “santa rositas” te ofrecerán su vuelo/Pronunciara tu nombre la
brisa de las auroras/ repetirá tu nombre el viento de la tarde/ lo cantará el
lucero que en nuestras noches arde/ lo cantará la lluvia, lo cantarán las horas
Las letras de sus canciones son
testigos de sombras que buscan la luz
para persistir. Allí hay cariño, orfandad, arrepentimiento. Pero también
alegría y felicidad, reflexiones y
silencios. Es más, testimonios de una vida libre austera y comprometida, acompañada de un piano, una
guitarra y un cajón. Tú vives, para siempre, en las tradiciones de tu pueblo
Manuel Acosta Ojeda. (Edgardo de Noriega)
Nadie como Manuel Acosta Ojeda, el poeta de la cancion criolla. Marcó un hito muy importante con sus creaciones llenas de criollismo. El hombre era un ser pensamente que tenia en su pensamiento en primer lugar al Perú. Le dio canciones que realmente son joyas de la peruanidad. Incomparable es el famoso Acosta Ojeda. Que en paz descanse
ResponderEliminarEste último comentario le pertenece Carlos Deza Beltrán que tuvo la amabilidad de enviármelo a mi mail personal. Y yo lo traslade aqui porque Acosta Ojeda se merece esto y mucho más. Que tal compositor. Que calidad, Si efectivamente, incomparable.
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