El debate continuó al día
siguiente y Chamberlain se vio obligado a aceptar lo que en realidad constituía
un voto de censura. Herbert Morrinson declaró que la oposición estaba dispuesta
a recurrir al voto y el Primer Ministro aceptó el desafío, rogando a sus amigos
que se pusieran de su parte. Pero aquellos amigos no podían persistir
indefinidamente en una actitud de lealtad que se había desarrollado en un
periodo de paz y prosperidad-ahora estaban en guerra-, pues lo primordial era que
el Gobierno contase con los hombres más capacitados de todos los partidos
políticos. Incluso sus amigos no podían hacer otra cosa que dar su voto a los
hombres que estuvieran más a la altura
de la situación.
Sir Winston Churchill con su inseparable puro
Sir Winston Churchill con su inseparable puro
ANIMO
Contestando a la débil apelación
de Chamberlaín, Lloyd George resumió con estas palabras el estado de ánimo de
todo el Parlamento: ”No se trata de determinar quiénes son los amigos del
Primer Ministro. Lo que se pone en juego es algo mucho más importante. El ha
apelado al espíritu de sacrificio. El país está dispuesto a aceptar cualquier
sacrificio mientras tenga verdaderos jefes, mientras el gobierno muestre
claramente cuáles son sus objetivos y mientras el país esté seguro de que
quienes le guían están haciendo todo cuanto pueden… Yo sostengo solamente que
el Primer Ministro debería dar ejemplo de espíritu de sacrificio, pues nada
puede contribuir tanto a la victoria en esta guerra como su renuncia al cargo
que ocupa”. La propuesta de que Chamberlain abandonase el cargo fue el primer
discurso inflamado que pronuncio Lloyd en el Parlamento.
Winston Churchill a la sazón
primer Lord del Almirantazgo, se había ofrecido para cerrar el debate “no solo
por lealtad hacia el jefe… sino también por el papel extraordinariamente
importante que he desempeñado en el empleo de nuestros inadecuados recursos
durante el desdichado encuentro de socorrer a Noruega. Churchill declaró estar
de acuerdo con las críticas que había levantado la oposición contra el
gobierno, pero dijo también que estaba convencido de que solamente él y unos
pocos más que habían luchado contra el pacifismo prebélico, tenían derecho a
censurar al Primer Ministro. El, pues, le defendió y atacó a la oposición desencadenadlo
un tumulto mayor aún. Más de 30 conservadores se pusieron al lado de la
oposición laborista y liberal en la votación, mientras que los restantes 60 se
abstuvieron. Por lo tanto, el Gobierno que tenía un margen de 81 votos, fue
vencido.
CHAMBERLAIN
Ahora a Neville Chamberlain le
correspondía actuar de acuerdo con las
intenciones del Parlamento y, sensatamente, consideró oportuno que el país
tuviese un gobierno de unidad nacional, con la participación de todas las
fuerzas llamadas al servicio de la causa común. El 9 de Mayo convocó en Downing
Street a Churchill, a Lord Halifax y a los jefes de la oposición laboralista,
Attlee y Greenwood. Después de exponerles esquemáticamente su proyecto para la
constitución de un gobierno de unidad nacional, Chamberlain solicitó ser
aceptado por los laboristas como jefe de la coalición. Attlee y Greenwood
declararon que no podían comprometerse a dar una respuesta precisa, pero dieron
a entender que la decisión- que se tomaría en el Congreso del partido- sería
desfavorable. Chamberlain se dio cuenta entonces de que, para hacer posible la
formación de un gobierno de unidad nacional, el debía quedar al margen del
mismo. A su juicio únicamente había dos hombres que, por sus cualidades,
merecerían el respeto de todos los partidos. Winston Churchill y Lord Halifax.
Chamberlain
Chamberlain
A la mañana siguiente se produjo
un cambio total en la política. El Ejército alemán atravesó por diversos puntos
las fronteras holandesa y belga. Las alarmantes noticias indujeron a
Chamberlain a creer que su deber era permanecer en el puesto, pero su mejor
amigo, sir Kingsley Wood, le convenció de que, ante los rápidos cambios de la
situación bélica, era más necesario que nunca un gobierno de unión nacional.
Entonces Chamberlain convocó de nuevo a Churchill y a Lord Halifax en Downing Street.
COLOQUIO
Para Churchill se trataba de una
gran ocasión y en efecto, luego describiría aquel coloquio como uno de los más
importantes de su vida. Silencioso y tenso escuchó al Primer Ministro mientras
exponía la situación. Chamberlain se mostraba favorable a Lord Halifax,
considerando que la áspera polémica sostenida dos noches antes con los
laboristas privaría a Churchill del apoyo de éstos. Pero Halifax consideraba
que un par no podía desempeñar de modo satisfactorio las funciones de Primer
Ministro y, por consiguiente, se ofreció el cargo a Churchill. Este aceptó,
pero con la condición de no establecer contacto con los partidos de oposición
antes de haber recibido del Rey el encargo de formar un gobierno como líder de su partido. Después como Primer Ministro conservador, llamaría a los
laboristas y liberales para que formasen parte del gobierno.
Los periodicos informan sobre la conflagración
Los periodicos informan sobre la conflagración
Cuando EL Rey pidió a Churchill que
formase un nuevo gobierno, no especificó que fuese de unión nacional. En sus
memorias, Churchill escribió: “Tuve la impresión de que formalmente el cargo
que me habían confiado no dependía de este punto. Pero teniendo en cuenta lo
que había sucedido y las circunstancias que llevaron a la dimisión a
Chamberlain, la situación requería claramente un gobierno de unión nacional. Si
me hubiera sido imposible llegar a un acuerdo con los partidos de la oposición,
nada me habría impedido, desde un punto de vista constitucional, intentar
constituir un gobierno lo más fuerte posible, llamando a formar parte del mismo
a todos aquellos que en la hora del peligro demostrasen querer ayudar al país.
Dije al Rey que consultaría inmediatamente a los partidos Laborista y Liberal y
que pretendía formar un gabinete de guerra de cinco o seis ministros y esperaba
presentarle al menos cinco nombres antes de medianoche. Después de lo cual me
despedí y regresé al Almirantazgo”.
UNION
No había transcurrido una hora
desde que Churchill dejara al Rey cuando los partidos de la oposición le
comunicaron que aceptaban su designación. Los partidos Laborista y Liberal
participarían en el Gobierno y Churchill propuso que se les asignase más de un tercio
de los puestos disponibles, con dos ministros en el Gabinete de Guerra. En su
mente ya tenía los nombres de aquellos a quien confiaría los diversos
cargos-Bevin, Alexander, Morrison y Dalton- y pensaba además que debía incluir
a Lord Halifax quien conservaría su cargo de Ministro de Asuntos Exteriores.
Decidió asimismo nombrar Service Ministers (Ministros de las Fuerzas Armadas),
cargos que consideraba absolutamente indispensables: Eden, en el Ministerio de
Guerra, Alexander en el Almirantazgo y sir Archibald Sinclair, jefe del partido
Liberal, en el Ministerio del Aire. Churchill asumió el cargo de Ministro de
Defensa “pero sin intentar definir el ámbito de competencia o los poderes“.
Aquella noche Chamberlain comunicó por radio que había entregado su dimisión y
pidió al pueblo que apoyara a su sucesor.
La Batalla de Inglaterra en la Segunda Guerra Mundial
La Batalla de Inglaterra en la Segunda Guerra Mundial
Así, el día en que los alemanes,
repitiendo de un modo más esmerado el viejo plan de von Schlieffen de la
Primera Guerra Mundial, invadían los Países Bajos, iniciando su avance hacia la
costa francesa, era nombrado Primer Ministro uno de los pocos hombres que
habían previsto en Inglaterra esta eventualidad.
ALIVIO
Después de los acontecimientos de
aquel día, Churchill escribió: “Experimentaba una profunda sensación de alivio.
Finalmente tenía autoridad para dirigir toda la escena. Sentía como si
estuviese caminando con el destino, como si toda una vida anterior no hubiera
sido otra cosa que una preparación para aquella hora y aquella prueba. Diez
años de vida política, en el curso de los cuales nadie había escuchado
consejos, me liberaron del habitual antagonismo de partido. Las advertencias que
había lanzado en los últimos seis años eran tan numerosas y detalladas y su
fundamento estaba tan terriblemente demostrado por los hechos, que nadie podía
contradecirme. No podían acusarme
ni de hacer la guerra ni de haber
aconsejado que el país se preparase para ello. Creía saber muchas cosas al
respecto y estaba seguro de triunfar. Así, aunque esperase con impaciencia la
mañana, dormí profundamente y no tuve necesidad de sueños reconfortantes. La
realidad es mejor que el sueño. (Sacado, editado, resumido y condensado de la Revista "Asi fue la Segunda Guerra Mundial")
Es una de las lecturas más interesantes de los acontecimientos en Inglaterra de la llegada de Churchill al poder en pleno auge de la guerra relámpago.
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