martes, 16 de abril de 2013

BRUNING: EN EL REINO DE LOS MOCHICAS

Enrique J. Brüning llegó al Perú como ingeniero para trabajar en las amplias plantaciones de azúcar que poblaban la Costa norte. Era el año de 1875 cuando piso estas tierras por primera vez procedente de Bordesholm (Alemania)  natal. Un tiempo, precisamente, en el que el interés por el Antiguo Perú comenzaba a expandirse gracias, en buena medida, al arduo trabajo de investigadores europeos. Brüning, el ingeniero, habría de sumarse muy pronto a ellos, para dar paso a  Brüning, el erudito arqueólogo, al punto que hoy un bello museo lleva su nombre y guarda su memoria, y al punto que si Julio C. Tello es considerado “padre” científico de la cultura Chavín, a su colega se le recuerda como gran enamorado del reino Mochica.

Brüning se sintió atraído por el fastuoso y oculto pasado prehispánico del Perú ya desde su llegada, visitando la cálida costa de Lambayeque. En ella pasaría medio siglo, toda una vida, excavando fatigantes cerros, tomando fotografías, buscando restos cerámicos, recopilando datos lingüísticos, explorando la difícil geografía: en fin, reconstruyendo los secretos de una sorprendente civilización de la que hoy, gracias a sus esfuerzos, todos los peruanos podemos sentirnos, justamente, orgullosos.
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Enrique J. Bruning

Recién llegado, el joven e inquieto científico alemán visita Puerto Eten y la hacienda Pátapo, donde estaba planeado que ejerciera su profesión. Los gigantescos ingenios de Palpa y Laredo lo vieron también pasear su alta y curiosa figura, que a la eficiencia profesional aunaba un creciente interés por los diversos testimonios históricos hallados al paso. El arqueólogo Walter Alva refiere que fue en esa etapa inicial de su primera estadía peruana cuando despertó en Enrique Brüning la inconfundible vocación del excavador, motivándolo a realizar, por cuenta propia, osadas búsquedas.
METODOLOGIA
Fotógrafo aficionado y buen dibujante, Brüning incorporó pronto a su metodología los últimos avances europeos, haciendo los primeros planos estratigráficos que se vieron en el Perú y tomando impresionantes vistas que hasta hoy llaman la atención a los entendidos. Así fue que descubre, en Sacachique,  dos columnas de la etapa formativa de la civilización Mochica, y así fue que pudo presentar al mundo, ya en 1884, el primer documento gráfico de Caballo Muerto, santuario  religioso hasta entonces casi desconocido.
El ya connotado arqueólogo regresó a su patria en 1897, aprovechando la oportunidad para adquirir mayores conocimientos técnicos. De regreso al Perú mantendría, a partir de ese momento, importante correspondencia con Max Uhle, Clemente Markham, Brause, Bandelier, Gonzáles de la Rosa, entre otros. Y por esa época tras el primer viaje, habría de instalarse definitivamente en Lambayeque, abandonando la profesión original para dedicarse de lleno a las investigaciones. 
TRABAJOS
Sus trabajos abarcaron una amplia zona geográfica, cubriendo los numerosos valles de la región con paciencia y método germánicos. En Olmos, Motupe, Chotuna, Chornamcap, Siroternica, Ferreñafe, Tumán, Pátapo, Chongoyape, Zaña y en muchos otros parajes realizó una detallada observación, levantando planos, recogiendo ricas muestras de orfebrería, ilustrando tumbas, etc.

La Cultura Mochica

Del mismo modo cuando Antonio Mesones Muro, el Hombre del Marañón, planificó su travesía destinada a probar que la ruta más factible entre la Costa y la Selva nor-oriental pasa por el abra de Porculla, Brüning estuvo entre sus más fervorosos partidarios. Y cuando Mesones Muro, su amigo personal, se embarcó en el viaje el año de 1902, el alemán iba acompañándolo. Brüning tomó nota, entonces, de diversos referentes climáticos, geográficos y botánicos en una zona todavía virgen, recogiendo al mismo tiempo un valioso material etnográfico sobre los aguarunas, a los que fotografía profusamente.
Estas informaciones le sirvieron, un año más tarde, para elaborar un visionario artículo sobre el tema en el que recomienda “…anotar cuentos y costumbres, dichos y toda manifestación popular por insignificante que pareciera, avizorando el creciente proceso de desintegración y mezcla de los últimos rezagos de las primitivas etnias lambayecanas”. Por entonces Brüning estaba instalado en su apacible casita de la calle Dos de Mayo en Lambayeque y se dedicaba a continuar sus estudios de los mochicas.
DIARIO
Entre 1906 y 1908, tras publicar su diario de viaje al Marañón, la figura del desgarbado científico alemán se hizo familiar en los pueblos de Eten y Monsefú, a los que acude para entrevistarse personalmente con los ancianos en busca de auténticos habitantes Muchik, una lengua en rápido trance de extinción. Como había enseñado, recoge allí cuentos y narraciones, consejas, todo el legajo oral de una cultura que estaba viendo morir. Estas investigaciones realmente pioneras hubieran bastado para abrirle un lugar de privilegio en la historia de la ciencia peruana, como reconoció oportunamente Raúl Porras  Barrenechea. Fruto de ellas fue el notable ensayo “La lengua de Eten”. Lamentablemente, sin embargo, todo el material coleccionado por Brüning se perdió en Alemania, durante la Segunda Guerra Mundial.


Mapa del predominio Moche

La obra más ambiciosa de Brüning tardaría aún varios años en aparecer. Para ella, el inagotable investigador estudió no solamente documentos arqueológicos sino las fuentes escritas de la rica historia regional: actas, legajos, partidas, censos, títulos, ordenanzas e inventarios levantados desde los primeros días de la Colonia, con el fin de completar su panorama. Estudios monográficos del departamento de Lambayeque, escritos en 1922, y publicado en cuatro gruesos tomos, constituye un aporte sin precedentes al estudio histórico del norte peruano, por su pluralidad de perspectivas y su monumental realización, así como el estricto rigor en el manejo de sus fuentes, vivas o no. 
ANCIANO
Para entonces Enrique J. Brüning era un sabio anciano, empobrecido y enfermo. Con la intención de regresar a su patria para, finalmente, descansar, vendió en 1925 su colección personal al gobierno de
 Leguía. Tenía entonces 77 años. Su cuerpo agotado dejaría de existir en 1928 en la ciudad  de Kief, en la que había establecido apasionado contacto con otros peruanistas veteranos y realizado intensa labor de difusión cultural.
Aquella colección vendida, sin embargo, es hoy el principal homenaje que el Perú le rinde  a uno de sus más insignes hijos  adoptivos. Desde su llegada y con el objetivo ideal de formar algún día un museo de amplias dimensiones, Brüning había recolectado piezas de gran valor arqueológico, clasificándolas y estudiándolas con su habitual meticulosidad. En 50 años tales piezas llegaron a sumar un número de 5,000, en materiales como el cobre, la  cerámica, la textilería, el oro y la plata, mudo testimonio de pasados esplendores que hoy no nos queda sino admirar.

Personajes de la civilización norteña.

Ese es el tronco mayor del actual Museo Brüning, edificado casi a la entrada de Lambayeque, quizá el más valioso museo regional que existe en el Perú y monumento adecuado para un hombre que le entregó toda la vida a la pasión por lo nuestro, con voluntad y amor incomparables e impagables (Jorge Donayre Belaúnde)

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