lunes, 22 de diciembre de 2014

INESPERADO PERO REAL LO DE CUBA Y USA

Indiscutiblemente que la  noticia internacional más importante del año ha sido la reciente reanudación de relaciones diplomáticas entre Estados Unidos y Cuba, tras más de cincuenta años de ruptura total. Giro, evidentemente, inesperado pero real. Cambio definitivamente histórico, cuyos protagonistas principales son los presidentes  Barack Obama y Raúl Castro. Lo trascendente, evidentemente, es que  la decisión abre la puerta para muchas transformaciones importantes a todo nivel. 
Según el  diario “El País” de España, el hecho en sí ha sido impulsado por una convergencia sorprendente entre la biología y la tecnología. La primera ha determinado el envejecimiento de los hermanos Castro y de otros líderes de la revolución, como de sus opositores exiliados en   Florida y ha alterado los equilibrios políticos dentro del régimen cubano y la propia política electoral estadounidense.
Para dicho periódico de prestigio y excelentemente informado,  la biología también intervino con el cáncer que causó la muerte del  Presidente venezolano Hugo Chávez. Su desaparición contribuyó a aumentar el caos  institucional que ha hecho de este país petrolero un benefactor menos seguro para Cuba.
El otro elemento relacionado con la tecnología, especialmente las innovaciones  en la extracción del petróleo y gas, ha permitido que Estados Unidos revolucione el mapa energético mundial. Forzando a la baja del precio de dicho hidrocarburo y minando la capacidad de Venezuela de mantener a flote un país en bancarrota.


Las banderas de los dos países.

ALTERNATIVA
Por eso mismo, “El País” recuerda que Cuba necesitaba una alternativa económica y, sorprendentemente, ha terminado encontrándola en su archienemigo Estados Unidos. Esto dice mucho del pronóstico que sobre Venezuela tienen los cubanos  cuando deciden abandonar a su país títere para abrirse a las inversiones, el comercio y el turismo  estadounidense.
Recuerda que Estados Unidos promulgó en 1961 el embargo económico contra Cuba, en respuesta a las expropiaciones de empresas y la persecución  a los ciudadanos norteamericanos. La pretensión de derribar el régimen de Castro se hizo explicita en la Ley Helms-Burton que endureció el embargo  al someter a la dictadura a sanciones internacionales.
Tal dispositivo conflictivo no funcionó. Ni alcanzó sus objetivos. Para “El País”  y muchos comentaristas internacionales, la normatividad redujo, por completo, las  opciones en política exterior de la Casa Blanca.
 Quienes piensan así recuerdan, que tanto el Gobierno de Bill Clinton como el de  Bush, vieron obstaculizada su capacidad para modificar una ley más elaborada en función de estrechos cálculos de la política interna norteamericana que desde una visión más amplia de los intereses nacionales de Estados Unidos en el continente. 
MISION IMPOSIBLE
En consecuencia,  el embargo contra Cuba resultó ineficaz. Cabe recordar al respecto que tanto los republicanos como los demócratas perseguían con ahínco el apoyo del gran contingente de exiliados cubanos, con derecho a voto en el decisivo Estado de Florida.
Conseguir los apoyos necesarios en el Congreso para cambiar o relajar algunas de las condiciones más duras de la Ley Helms-Burton se convirtió, realmente, en una misión imposible. A los presidentes  les quedaba la opción de actuar unilateralmente mediante decretos, pero los cálculos electorales les disuadían de hacerlo.
Todo esto ha cambiado recientemente debido a dos circunstancias políticas: la parálisis persistente en el Congreso y las últimas elecciones de mitad del mandato que otorgaron la mayoría a los republicanos tanto en el Congreso como en el Senado.
Obama se enfrentaba  a dos años más de inacción total, un panorama que le pareció inaceptable. En su último discurso sobre el estado de la unión prometió que si continuaba el estancamiento en el Congreso, actuaría cuando lo considere necesario “para tomar medidas sin el legislativo”.
ENVEJECIMIENTO
Desde entonces ha sido fiel de avanzar a solas. Lo ha hecho con la llegada procedente de México y de Centro América  de menores que cruzan la frontera, en la reforma de la política de concesión de préstamos a estudiantes, en las medidas para contener el cambio climático y en un plan para proteger a casi cinco millones de  inmigrantes de la deportación y permitir a muchos de ellos trabajar legalmente en Estados Unidos. El cambio de la política hacia Cuba era un punto más en la lista de cuestiones  por  resolver antes del final de su segundo mandato.
La avanzada edad de los hermanos Castro, Fidel tiene 88 años y Raúl 83, y el surgimiento del debate sobre la cada vez más cercana sucesión ha contribuido a modificar los cálculos del régimen.
El envejecimiento del  exilio cubano en Estados Unidos, cuya media es de  40 años comparados con los 27 años del conjunto de la población hispana, también ha creado condiciones más favorables para un acercamiento entre Estados Unidos y Cuba.
En Florida, el cambio demográfico ha dado lugar a un nuevo paisaje político. La generación de exiliados cubanos que se oponía ferozmente a cualquier liberización de la política respecto a Cuba se ha visto reemplazada por un nuevo grupo de población de votantes cubanoamericanos más jóvenes y dispuestos a explorar nuevas opciones entre la relación  entre su antiguo país y el actual.


Cuando se selló la noticia de la ruptura.

PREFERENCIA
El cambio de actitud es evidente. Especialmente entre cubanoamericanos que llegaron después de 1980 buscando una oportunidad económica más que un lugar en el que refugiarse de las persecuciones políticas, como había sido el caso de gran parte de la anterior oleada de inmigrantes.
Los más jóvenes que llegaron a los Estados Unidos, hace menos tiempo, saben que la arruinada economía cubana necesita desesperadamente un reajuste. Pocos creen que Cuba vaya abrirse pronto al libre mercado, ni mucho menos convertirse en una democracia.
El Presidente Raúl Castro ha sido muy explicito en sus críticas al sistema económico actual, expresando su preferencia por el “modelo chino”, en el que una economía más abierta coexiste con un sistema político cerrado.
El régimen de Castro lleva mucho tiempo posponiendo unas reformas que fortalecerían la economía de la isla, pero que significaría admitir el fracaso de la revolución. Retrasar la hora de la verdad ha sido posible gracias al enorme subsidio que Venezuela otorga a Cuba hace más de una década.
SUBSIDIO
El salvavidas está ahora en peligro. La muerte de Chávez contribuyó a la inestabilidad política de Venezuela. El sucesor, Nicolás Maduro, se ha mostrado ineficaz a la hora de afrontar los problemas que aquejan a su país y se encuentra maniatado por la lucha del poder entre las diversas facciones chavistas.
El colapso económico y el caos institucional de Venezuela han empujado al régimen cubano a buscar alternativas en previsión de que Caracas no pueda seguir brindándoles el apoyo que depende de su precaria economía.
Esta no sería la primera vez que La Habana cambia con éxito de benefactor. A principios de la década de 1990, el desmoronamiento de la Unión Soviética desencadenó una crisis económica brutal en la isla.
El nuevo régimen ruso decidió acabar con el subsidio de entre  5 mil a 6 mil millones de dólares al año que había mantenido a flote la economía de Cuba hasta entonces. Cuando Rusia dejó de sostener a ese país, la isla entró en una etapa de austeridad conocida como el periodo especial. El sufrimiento de la población fue prolongado. 
RESISTENCIA
A principios de este siglo encontraron la salvación de Venezuela cuando recién había sido elegido Chávez. Cuba recibe unos 100 mil barriles diarios de petróleo venezolano. Si se toma como referencia  un precio medio del crudo de 100 dólares, más de 36.000 millones de dólares suma lo que los cubanos han pagado en especies: con entrenadores deportivos, médicos, servicios de seguridad, instrucción militar y productos agrícolas que cubrirían sólo una mínima parte de lo que Venezuela podría haber ganado si hubiese vendido el petróleo en el mercado.
El impacto de la caída del crudo en las relaciones internacionales es otra vez determinante y vuelve a afectar a Cuba. Ahora espera sustituir a la República Bolivariana con remesas, turismo, comercio e inversiones que llegarán de los Estados Unidos, su gran enemigo desde hace años.
Muy difícil será que el régimen de Castro consiga mantener un sistema político fuertemente controlado si permite más libertad de comunicaciones, viajes, comercio, e inversión. Sin embargo, no es probable que se produzca ni siquiera una apertura política limitada, a no ser, por supuesto, que de repente el  actual régimen explote.
La dictadura cubana ha resultado ser muy resistente a las presiones políticas y reprime a los disidentes de manera sistemática, haciendo oídos sordos a las demandas de que ponga fin a las habituales violaciones de los derechos humanos.

Barak Obama y Raúl Castro.

CONTROL
El Gobierno intentará mantener sin duda un control férreo sobre la población y sus métodos brutales de represión no desaparecerán. Habrá momentos que esa represión se ponga más dura cuando el régimen necesite reafirmar su poder.
La coacción política resulta más fácil cuando el país está cerrado, aislado y hambriento que cuando está  más abierto al mundo. A largo plazo puede que el régimen sea vulnerable al impacto de una sociedad más abierta.
Las consecuencias imprevistas de los cambios políticos serán probablemente tan sorprendentes como variadas. Evidentemente afectarán a la política de Venezuela y a las conversaciones de paz entre el gobierno colombiano y la guerrilla de las FARC, a la política interna de Estados Unidos y a la agenda de derechos humanos de la región.
Cabe destacar que el Papa Francisco ha tenido un papel preponderante desde el Vaticano en el proceso para lograr un acuerdo. “Tengo el compromiso de hacer cuanto  esté en mi mano para revertir esos cambios, declaró el Sumo Pontífice. (Tomado y resumido del diario “El País”).

1 comentario:

  1. El analisis muy certero. Como cambia Cuba. Como cambia Estados Unidos. Pero todavíoa hay mucho pan por rebanar y habrá que estar atentos a lo que pasa en la isla. Gerardo Juarez

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