Viene seguidamente Gremios, de castizo nombre recordatorio de lejanas influencias medioevales, con sus maestros, oficiales y aprendices. Se llamó también, Mortúa y Lortúa, según algunas guías antiguas. Probablemente la segunda por error, pues debió ser Oloartúa como aparece en muchas partidas parroquiales de San Sebastián de donde eran feligreses los de esta familia, entroncada con los Urquizu.
En esta cuadra estuvo la residencia de don Gaspar de Osma, representante, como miembro de la Real Audiencia, de los Gremios Mayores de Madrid y, sin duda, allí se hacían las solicitudes para exámenes de los cuales he visto curiosas muestras en antiguos protocolos de escribanos. Los daban ante personas designadas por el cabildo en los primeros tiempos. Sastres, zapateros, plateros, artífices de fuego, carpinteros, cereros, confiteros, rendían sus pruebas para ser recibidos como oficiales o maestros.
No solo de carácter práctico para
reducir una tela o un cuero a tales dimensiones, o para confeccionar capas,
balandranes, garnachas, calzas, sayas, mantos, casacas, borceguís y pantuflas.
También salvaderas, bernegales, guarniciones para sillas y gavilanes usadas en
las espadas.
Pongo, por ejemplo. Si no
deberían conocer la pragmática de tasas. Y cuando eran probados a satisfacción
y contento del examinador, se les recibía como maestros, se les autorizaba a
abrir tienda pública y a dar asientos a oficiales y aprendices.
GREMIOS
Los gremios formaban
verdaderamente corporaciones con sus alcaldes y veedores observaban con
circunspección sus reglas y solían dar en los días de sus santos patrones
lucidísimas fiestas, además de las ofrecidas con ocasión del arribo de los
galeones con nuevas de nacimientos o de casorios de príncipes y princesas.
En esta cuadra a cuya esquina con
la transversal Panteoncito tuvo su casa el Marqués de Castellón nació, hace un
siglo, doña Juana Alarco y Espinoza señora de Dammert, cuya madre fue dueña de
una casa en la calle del Arco, según una escritura de fianza de don Antonio
muerto gloriosamente el 2 de mayo de 1866, heroico y romántico hermano de
quien, andando el tiempo, sería llamada la abuelita de los niños pobres.
También una época estuvo la
imprenta de La Opinión Nacional de don Andrés Avelino Aramburú el de la palabra
florida, del porte elegante, de la cordial actitud, del infaltable ramo de
violetas en el ojal, de los claros escarpines tan ducho en pulir una frase de
salón o de polémica, como en cajonear una marinera o mozamala, bajo emparrado,
dosel verde perla de la guaragua y la lisura limeñas
En la misma casa había vivido el eminente polígrafo y médico renovador, hombre de ciencia y de letras José Casimiro Ulloa, convencido liberal y allí nació el mayor de sus hijos varones Alberto Ulloa Cisneros, uno de los periodistas de más fibra y enjundia de fines del XIX y comienzos del XX.
MUSEO
Estuvo también la casa del
costumbrista y autor teatral don Manuel Moncloa y Covarrubias y allí nació su
hijo mayor Manuel Moncloa y Ordoñez, escritor como el padre y satírico
penetrante, quien lastimosamente ha abandonada las letras por los números.
Aunque, en verdad, los ha aprovechado con fineza para el particular museo de su
casa en Miraflores donde suele reunir-gran señor y bohemio a la vez- a sus
amigos, artistas, escritores y hombres de mundo.
Más allá, en el cuadro de los
virreyes, la cuadra de Piedra cuyo antiguo nombre fue de Mármol de Bronce,
confundida a veces con la del Mármol de Carvajal. También se llamó del Pilar de
Bronce y las de sus costados, Panteoncito, era del herrador Castillo. La del
Banco del Herrador fue del Herrador chileno y Argandoña, por don Domingo
González Argandoña, Tesorero de las Rentas Decimales del Arzobispado,
estuvieron muy bien avecindadas.
Frente a la morada de los
Castellón, estuvo la de los Marqueses de Fuente González, hoy restaurada por su
propietario señor Barbieri. Allí mismo antes de ser trasladado a Gremios,
estuvo la Imprenta de la Opinión Nacional.
En la Palma, según documentos
vistos, hace años, por mi en la Beneficencia, hubo una casa llamada la de la
Parrilla. De aquellos barrios fueron el primer protomédico don Hernando de
Sepúlveda y su hermano don Antonio, con solar inmediato a los acaecidos en
Santo Domingo. El famoso Licenciado Falcón defensor resuelto de los indios en
el Concilio limense de 1585.
También tuvo propiedades por ahí
el nol menos célebre Antonio de Rivera, marido de la opulenta Inés Muñoz,
cantada por los poetas, fundadora del Monasterio de la Concepción y plantadora
con su esposa de los primeros olivos.
CASAS
Tal vez el nombre de esta cuadra
sea simple gentilicio. He visto una imposición de censo, a favor del Hospital
de Santa Ana sobre dos pares de casas de Melchor de Palma e Isabel de
Benavente, su mujer junto a las casas del licenciado Falcón, según escritura
del 3 de enero de1570 ante Alonso de Valencia, inscrita a fojas 83 del Primer
Libro de Censos con referencias a Juan Pérez de las Cuentas y a los herederos
de Nicolás de Ribera el viejo.
El nombre mismo de la Palma
figura, así ya, a comienzos del XVII, en una escritura de imposición de censo
de Juan de Retes y su mujer Ana de Castro y Biedma. Colindante con la casa de
estos era la de Jácome Carlos Productor de la Real Academia
Junto a la casa del licenciado
Falcón hubo otra, por éste vendida, al Escribano Francisco de la Vega con un
censo en favor de los indios de Huachipa. Es decir, hacia donde salen a
calentarse las iguanas y también tenía sus casas Luis Rodriguez de la Serna,
regidor de Lima, Procurador especial nombrado para ir a España a tratar
negocios de la ciudad yel primer mayordomo del Hospital San Lázaro.
En Piedra estuvo la mansión de
los de la Casa y Piedra y uno de ellos, don Tomas fue regidor y Alférez Real de
Lima al finalizar la Colonia. Por ello, probablemente, volvió a cambiar de
naturaleza el mármol y de bronce paso a piedra. En el siglo XCII vivía pro allí
el cirujano Pedro de Urdanivia.
LOS PRADA
En aquella cuadra donde vivió el
gran lírico Carlos Augusto Salaverry, tuvo su casa Francisco Gonzalez de Prada
hijo del intendente de Tarma don José y padre del ilustre escritor don Manuel,
nacido en ella. También tuvieron sus moradas las familias de Clemente Ortiz de
Villate cuya casa, hoy de doña Mercedes Gallagher y Ortiz de Villate de Parks,
es elegante y evocador local de la Filarmónica. De don Nicolás Rodrigo, activo
hombre de negocios, uno de los fundadores del Colegio de Guadalupe.
Del Fiscal de la Corte Suprema, doctor
Manuel María Gálvez Eguzquiza, casado con Isabel Rodrigo Imaña, padres de
Adriana Gálvez de Gutiérrez y Blanca Gálvez Rodrigo. Del doctor don Pedro
Alejandrino del Solar, Vocal de la Corte Suprema, político de nutrida
biografía, Primer Vicepresidente del Gobierno del General Morales Bermúdez y
uno de los más eficientes conductores de la coalición de 1895, casado con
Rosario Cárdenas, padres de los Solar y Cárdenas. De los Dorca García. De los
Mujica y Carassa. De José Ramírez Jaramillo Mayorazgo de Lima, casado con
Jerónima García de la Plata y Orbaneja, hija del Oidor Manuel.
La otra transversal es Afligidos,
también conocida por Conde de las Torres y por Santiago, de nombre algo
incierto en relación con ese estruendoso visitante de la ciudad llamado el
terremoto. Valladolid es una de esas cuadras llenas para mío de amables
recuerdos, por su proximidad a Plumereros donde viví algún tiempo con mi abuela
paterna Angela Moreno y Mais, viuda de José Gálvez y por haber estado allí las
moradas de inolvidables amigos de mi infancia: Luis García Gastañeta, mi
compañero en Guadalupe, muerto en la adolescencia, bello y precoz como un Dios
niño y los Alayza y Paz Soldán.
CHAQUE
Alejandro, siempre original y personalísimo y,
muy especialmente, mis queridísimos los talentosos Luis y Toribio. Allí
también-porque no decirlo- estuvo el sastre Lara, de mi primer chaque peligrosa
prenda en temprana edad, cuando aún resonaba, buscando pleito, el desafiador
grito de guerra: De las ocho pa delante/ no hay tonguito ni volante…
Era cuadra de gran prestancia y,
sin embargo, su gentilicio nombre no parece de origen nobiliario. Ni tampoco de
homonimia, como supusieron algunos con la ciudad hidalga de Castilla. Ni por el
famoso procurador don Pedro, ni por el acaudalado y linajudo Juan Francisco,
poseedor de la capilla de San Pedro ad vincula en la Catedral de Lima, a la
cual envió desde Roma, donde estuvo encargado de las diligencias para la
canonización de Santo Toribio, valiosas obras de arte y reliquias. Sino por un
cerero, dato proporcionado por Rosa Pérez Canepa, encontrado por ella y por mi
ratificado en un protocolo de Antonio Tamayo de 1639
Yo creí, por documento algo posterior, relacionado por finca fronteriza, haber sido por una confituría, porque Juan de Riva de Neyra al hablar de su casa conocida más tarde como de las Fonsecas antes del Capitán don Salvador de Trujillo dice muy claramente: “más debajo de las Mantas frontera de la confitería de Valladolid”.
FESTEJOS
Llamábase el cerero Sebastián de
Valladolid y en escrituras de fecha posterior, se menciona a sus descendientes
Pedro y Jacinto de Baidolí, así escrito, sin duda por azares arbitrarios de la
ortografía de tiempos antiguos ya que, es elementalmente sabido, la ortografía
en nuestro castellano no ha venido a asentarse sino muy mediado el siglo XIX. Y
aun así frecuentísimo es hallar supuestas faltas en cultísimas gentes de
antaño, por la misma primaria razón.
Pero en fin cerería, confituría
da lo mismo pues ambas formaron un solo gremio y son símbolos claros y mélicos
de la Lima antañona. Cándida cera, velones, pabilos, confites de hinojo fino,
almendras, chochos, peladillos, a todo ello fueron muy afectos los limeños.
Confiteros y cereros unidos solían hacer grandes festejos aumentados con el
paso suavizador del tiempo. No en balde dice Quevedo: “En confites gastó
Marte la malla/y la espada en pasteles y azumbres”.
En las regocijadas colaciones con
ocasión de ceremonias y recibimientos, echábase al pueblo a calderadas,
confituras, y conservas. Blandura de cera, dulzor de confites “ajenos a la
templanza”, según admonitiva frase del Cabildo, atemperadores de la dureza del
siglo XVI no embargantes las estocadas y los pistoletazos del siglo XVI, no
embargantes las estocadas y los pistoletazos del siglo XVII, por aquello del
lindo y rítmico decir antiguo: las palabras cera, las obras acero.
FAMILIAS
En esa calle del virreinal paseo
vivieron muchas gentes y familias de importancia. El Conde de San Isidro en la
casa donde estuvo en el siglo XIX el Liceo Fanning de doña Teresa González de
Fanning y de Elvira García y García, los Traslaviña, en una época dadores de
nombre al barrio, los Blanco Azcona en la esquina con Plumereros, donde después
vivieron los Armero y los Canaval, los Torre Velarde, los Amuzgo y más tarde
Jose Herce y Dulce, exactamente-travesuras del azar- en la misma acera, tal vez
si hasta el mismo sitio, de la antigua confituría. Propietaria en la actualidad
de la finca es doña Maria Herce y Rodrigo, una de las bellezas limeñas mas
donairosas y dulces que yo he conocido.
También estuvo en esa cuadra el
colegio de la señora Estévanez de Cot donde se educó, según me contará ella
misma, la hija del último conde de San Juan de Lurigancho, Juana Aliaga de
D´Aponte Ribeiro, donde enseñaba baile el maestro Isidoro Navarro (a)
“Tiralalata”, vecino del jirón, porque vivía en Monserrate, alguna vez llamado
Conventículo y donde hubo una esquina denominada de la monja.
También estuvieron en esa cuadra
el Club Nacional, la Sociedad de Preceptores, el poeta Mansilla, el pintor
Leaño Lasso en la inmediata de las Mantas, las familias Alayza, Varela y
Orbegoso, Fuller Ribeyro, Domingo Elías de resonante figuración en tiempos de
Vivanco, Echenique y Castilla.
Ya en las Mantas tan inmediata a la Plaza de Armas, centro del urbanismo limeño, estaba el solar de Juan de Barrios y Rodrigo de Mozuelas. En la de Plumereros el de Martín Pizarro y el contiguo, con vuelta a Mercaderes, de Nicolas de Ribera el viejo.
ALIAGA
Casos como el de Aliaga son casi
únicos en el mundo pues su morada coetánea, con el nacimiento de la ciudad
misma, se conserva en poder del descendiente directo, después de catorce
generaciones: Juan Pedro de Aliaga Caballero, en quien pervive la marca
arrogante de los conquistadores.
En la calle Mantas estuvo la
popular fonda “La Joven Italia”, donde se cobraba todo plato a “medio real”.
También tenía, por el año 1851, su agencia mercantil un francés Ledos,
colaborador exaltado del Correo Peruano, donde hacia sus pininos Ricardo Palma
con el poeta Trinidad Fernández.
A Ledos le propinó, si caben
propinas de esta clase, con respuesta inmediata y de regla, dos bastonazos de
Garibaldi, el gran aventurero italiano del siglo XIX, avecindado en el Callao
por entonces, el de la libertaria camiseta roja, según cuenta Palma en sus Tradiciones Peruanas.
Casi contemporánea, la casa de
Mundial, revista de Andrés Aramburú Salinas, siempre Andresito para sus amigos,
por lo afectuoso y bueno. Una tertulia a saltos, interrumpida a cada instante y
siempre renovada, se hacía por los redactores y los colaboradores y visitantes.
Los infatigables Luis Alberto Sánchez, Edgardo Rebagliati, el simpatiquísimo y
activo chino Alejandro Belaunde (abuelo de Ricardo Vergara Belaunde y Bisabuelo
del analista y pensador Alberto Vergara Paniagua) °, el malogrado pintor
Vinatea Reinoso, Eguren Larrea, Holguín y de Lavalle. Allí también venían como
paracaidistas Gastón Roger, Raúl Porras Barrenechea, Ricardo Vegas García y
Angela Ramos. (Páginas seleccionadas de las "Obras
Completas" que pertenecen como autor al consagrado escritor y político,
José Gálvez Barrenechea).
°Precisión hecha por el editor de este artículo, Edgardo de Noriega
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