jueves, 29 de abril de 2021

EL ARCO (V)

 Viene seguidamente Gremios, de castizo nombre recordatorio de lejanas influencias medioevales, con sus maestros, oficiales y aprendices. Se llamó también, Mortúa y Lortúa, según algunas guías antiguas. Probablemente la segunda por error, pues debió ser Oloartúa como aparece en muchas partidas parroquiales de San Sebastián de donde eran feligreses los de esta familia, entroncada con los Urquizu.

En esta cuadra estuvo la residencia de don Gaspar de Osma, representante, como miembro de la Real Audiencia, de los Gremios Mayores de Madrid y, sin duda, allí se hacían las solicitudes para exámenes de los cuales he visto curiosas muestras en antiguos protocolos de escribanos. Los daban ante personas designadas por el cabildo en los primeros tiempos. Sastres, zapateros, plateros, artífices de fuego, carpinteros, cereros, confiteros, rendían sus pruebas para ser recibidos como oficiales o maestros.

No solo de carácter práctico para reducir una tela o un cuero a tales dimensiones, o para confeccionar capas, balandranes, garnachas, calzas, sayas, mantos, casacas, borceguís y pantuflas. También salvaderas, bernegales, guarniciones para sillas y gavilanes usadas en las espadas.

Pongo, por ejemplo. Si no deberían conocer la pragmática de tasas. Y cuando eran probados a satisfacción y contento del examinador, se les recibía como maestros, se les autorizaba a abrir tienda pública y a dar asientos a oficiales y aprendices.

GREMIOS

Los gremios formaban verdaderamente corporaciones con sus alcaldes y veedores observaban con circunspección sus reglas y solían dar en los días de sus santos patrones lucidísimas fiestas, además de las ofrecidas con ocasión del arribo de los galeones con nuevas de nacimientos o de casorios de príncipes y princesas.

En esta cuadra a cuya esquina con la transversal Panteoncito tuvo su casa el Marqués de Castellón nació, hace un siglo, doña Juana Alarco y Espinoza señora de Dammert, cuya madre fue dueña de una casa en la calle del Arco, según una escritura de fianza de don Antonio muerto gloriosamente el 2 de mayo de 1866, heroico y romántico hermano de quien, andando el tiempo, sería llamada la abuelita de los niños pobres.

También una época estuvo la imprenta de La Opinión Nacional de don Andrés Avelino Aramburú el de la palabra florida, del porte elegante, de la cordial actitud, del infaltable ramo de violetas en el ojal, de los claros escarpines tan ducho en pulir una frase de salón o de polémica, como en cajonear una marinera o mozamala, bajo emparrado, dosel verde perla de la guaragua y la lisura limeñas

En la misma casa había vivido el eminente polígrafo y médico renovador, hombre de ciencia y de letras José Casimiro Ulloa, convencido liberal y allí nació el mayor de sus hijos varones Alberto Ulloa Cisneros, uno de los periodistas de más fibra y enjundia de fines del XIX y comienzos del XX. 

MUSEO

Estuvo también la casa del costumbrista y autor teatral don Manuel Moncloa y Covarrubias y allí nació su hijo mayor Manuel Moncloa y Ordoñez, escritor como el padre y satírico penetrante, quien lastimosamente ha abandonada las letras por los números. Aunque, en verdad, los ha aprovechado con fineza para el particular museo de su casa en Miraflores donde suele reunir-gran señor y bohemio a la vez- a sus amigos, artistas, escritores y hombres de mundo.

Más allá, en el cuadro de los virreyes, la cuadra de Piedra cuyo antiguo nombre fue de Mármol de Bronce, confundida a veces con la del Mármol de Carvajal. También se llamó del Pilar de Bronce y las de sus costados, Panteoncito, era del herrador Castillo. La del Banco del Herrador fue del Herrador chileno y Argandoña, por don Domingo González Argandoña, Tesorero de las Rentas Decimales del Arzobispado, estuvieron muy bien avecindadas.

Frente a la morada de los Castellón, estuvo la de los Marqueses de Fuente González, hoy restaurada por su propietario señor Barbieri. Allí mismo antes de ser trasladado a Gremios, estuvo la Imprenta de la Opinión Nacional.

En la Palma, según documentos vistos, hace años, por mi en la Beneficencia, hubo una casa llamada la de la Parrilla. De aquellos barrios fueron el primer protomédico don Hernando de Sepúlveda y su hermano don Antonio, con solar inmediato a los acaecidos en Santo Domingo. El famoso Licenciado Falcón defensor resuelto de los indios en el Concilio limense de 1585.

También tuvo propiedades por ahí el nol menos célebre Antonio de Rivera, marido de la opulenta Inés Muñoz, cantada por los poetas, fundadora del Monasterio de la Concepción y plantadora con su esposa de los primeros olivos.

CASAS

Tal vez el nombre de esta cuadra sea simple gentilicio. He visto una imposición de censo, a favor del Hospital de Santa Ana sobre dos pares de casas de Melchor de Palma e Isabel de Benavente, su mujer junto a las casas del licenciado Falcón, según escritura del 3 de enero de1570 ante Alonso de Valencia, inscrita a fojas 83 del Primer Libro de Censos con referencias a Juan Pérez de las Cuentas y a los herederos de Nicolás de Ribera el viejo.

El nombre mismo de la Palma figura, así ya, a comienzos del XVII, en una escritura de imposición de censo de Juan de Retes y su mujer Ana de Castro y Biedma. Colindante con la casa de estos era la de Jácome Carlos Productor de la Real Academia

Junto a la casa del licenciado Falcón hubo otra, por éste vendida, al Escribano Francisco de la Vega con un censo en favor de los indios de Huachipa. Es decir, hacia donde salen a calentarse las iguanas y también tenía sus casas Luis Rodriguez de la Serna, regidor de Lima, Procurador especial nombrado para ir a España a tratar negocios de la ciudad yel primer mayordomo del Hospital San Lázaro.

En Piedra estuvo la mansión de los de la Casa y Piedra y uno de ellos, don Tomas fue regidor y Alférez Real de Lima al finalizar la Colonia. Por ello, probablemente, volvió a cambiar de naturaleza el mármol y de bronce paso a piedra. En el siglo XCII vivía pro allí el cirujano Pedro de Urdanivia.

 

LOS PRADA

En aquella cuadra donde vivió el gran lírico Carlos Augusto Salaverry, tuvo su casa Francisco Gonzalez de Prada hijo del intendente de Tarma don José y padre del ilustre escritor don Manuel, nacido en ella. También tuvieron sus moradas las familias de Clemente Ortiz de Villate cuya casa, hoy de doña Mercedes Gallagher y Ortiz de Villate de Parks, es elegante y evocador local de la Filarmónica. De don Nicolás Rodrigo, activo hombre de negocios, uno de los fundadores del Colegio de Guadalupe.

Del Fiscal de la Corte Suprema, doctor Manuel María Gálvez Eguzquiza, casado con Isabel Rodrigo Imaña, padres de Adriana Gálvez de Gutiérrez y Blanca Gálvez Rodrigo. Del doctor don Pedro Alejandrino del Solar, Vocal de la Corte Suprema, político de nutrida biografía, Primer Vicepresidente del Gobierno del General Morales Bermúdez y uno de los más eficientes conductores de la coalición de 1895, casado con Rosario Cárdenas, padres de los Solar y Cárdenas. De los Dorca García. De los Mujica y Carassa. De José Ramírez Jaramillo Mayorazgo de Lima, casado con Jerónima García de la Plata y Orbaneja, hija del Oidor Manuel.

La otra transversal es Afligidos, también conocida por Conde de las Torres y por Santiago, de nombre algo incierto en relación con ese estruendoso visitante de la ciudad llamado el terremoto. Valladolid es una de esas cuadras llenas para mío de amables recuerdos, por su proximidad a Plumereros donde viví algún tiempo con mi abuela paterna Angela Moreno y Mais, viuda de José Gálvez y por haber estado allí las moradas de inolvidables amigos de mi infancia: Luis García Gastañeta, mi compañero en Guadalupe, muerto en la adolescencia, bello y precoz como un Dios niño y los Alayza y Paz Soldán.

CHAQUE

 Alejandro, siempre original y personalísimo y, muy especialmente, mis queridísimos los talentosos Luis y Toribio. Allí también-porque no decirlo- estuvo el sastre Lara, de mi primer chaque peligrosa prenda en temprana edad, cuando aún resonaba, buscando pleito, el desafiador grito de guerra: De las ocho pa delante/ no hay tonguito ni volante…

Era cuadra de gran prestancia y, sin embargo, su gentilicio nombre no parece de origen nobiliario. Ni tampoco de homonimia, como supusieron algunos con la ciudad hidalga de Castilla. Ni por el famoso procurador don Pedro, ni por el acaudalado y linajudo Juan Francisco, poseedor de la capilla de San Pedro ad vincula en la Catedral de Lima, a la cual envió desde Roma, donde estuvo encargado de las diligencias para la canonización de Santo Toribio, valiosas obras de arte y reliquias. Sino por un cerero, dato proporcionado por Rosa Pérez Canepa, encontrado por ella y por mi ratificado en un protocolo de Antonio Tamayo de 1639

Yo creí, por documento algo posterior, relacionado por finca fronteriza, haber sido por una confituría, porque Juan de Riva de Neyra al hablar de su casa conocida más tarde como de las Fonsecas antes del Capitán don Salvador de Trujillo dice muy claramente: “más debajo de las Mantas frontera de la confitería de Valladolid”. 

FESTEJOS

Llamábase el cerero Sebastián de Valladolid y en escrituras de fecha posterior, se menciona a sus descendientes Pedro y Jacinto de Baidolí, así escrito, sin duda por azares arbitrarios de la ortografía de tiempos antiguos ya que, es elementalmente sabido, la ortografía en nuestro castellano no ha venido a asentarse sino muy mediado el siglo XIX. Y aun así frecuentísimo es hallar supuestas faltas en cultísimas gentes de antaño, por la misma primaria razón.

Pero en fin cerería, confituría da lo mismo pues ambas formaron un solo gremio y son símbolos claros y mélicos de la Lima antañona. Cándida cera, velones, pabilos, confites de hinojo fino, almendras, chochos, peladillos, a todo ello fueron muy afectos los limeños. Confiteros y cereros unidos solían hacer grandes festejos aumentados con el paso suavizador del tiempo. No en balde dice Quevedo: “En confites gastó Marte la malla/y la espada en pasteles y azumbres”.

En las regocijadas colaciones con ocasión de ceremonias y recibimientos, echábase al pueblo a calderadas, confituras, y conservas. Blandura de cera, dulzor de confites “ajenos a la templanza”, según admonitiva frase del Cabildo, atemperadores de la dureza del siglo XVI no embargantes las estocadas y los pistoletazos del siglo XVI, no embargantes las estocadas y los pistoletazos del siglo XVII, por aquello del lindo y rítmico decir antiguo: las palabras cera, las obras acero.

FAMILIAS

En esa calle del virreinal paseo vivieron muchas gentes y familias de importancia. El Conde de San Isidro en la casa donde estuvo en el siglo XIX el Liceo Fanning de doña Teresa González de Fanning y de Elvira García y García, los Traslaviña, en una época dadores de nombre al barrio, los Blanco Azcona en la esquina con Plumereros, donde después vivieron los Armero y los Canaval, los Torre Velarde, los Amuzgo y más tarde Jose Herce y Dulce, exactamente-travesuras del azar- en la misma acera, tal vez si hasta el mismo sitio, de la antigua confituría. Propietaria en la actualidad de la finca es doña Maria Herce y Rodrigo, una de las bellezas limeñas mas donairosas y dulces que yo he conocido.

También estuvo en esa cuadra el colegio de la señora Estévanez de Cot donde se educó, según me contará ella misma, la hija del último conde de San Juan de Lurigancho, Juana Aliaga de D´Aponte Ribeiro, donde enseñaba baile el maestro Isidoro Navarro (a) “Tiralalata”, vecino del jirón, porque vivía en Monserrate, alguna vez llamado Conventículo y donde hubo una esquina denominada de la monja.

También estuvieron en esa cuadra el Club Nacional, la Sociedad de Preceptores, el poeta Mansilla, el pintor Leaño Lasso en la inmediata de las Mantas, las familias Alayza, Varela y Orbegoso, Fuller Ribeyro, Domingo Elías de resonante figuración en tiempos de Vivanco, Echenique y Castilla.

Ya en las Mantas tan inmediata a la Plaza de Armas, centro del urbanismo limeño, estaba el solar de Juan de Barrios y Rodrigo de Mozuelas. En la de Plumereros el de Martín Pizarro y el contiguo, con vuelta a Mercaderes, de Nicolas de Ribera el viejo. 

ALIAGA

Casos como el de Aliaga son casi únicos en el mundo pues su morada coetánea, con el nacimiento de la ciudad misma, se conserva en poder del descendiente directo, después de catorce generaciones: Juan Pedro de Aliaga Caballero, en quien pervive la marca arrogante de los conquistadores.

En la calle Mantas estuvo la popular fonda “La Joven Italia”, donde se cobraba todo plato a “medio real”. También tenía, por el año 1851, su agencia mercantil un francés Ledos, colaborador exaltado del Correo Peruano, donde hacia sus pininos Ricardo Palma con el poeta Trinidad Fernández.

A Ledos le propinó, si caben propinas de esta clase, con respuesta inmediata y de regla, dos bastonazos de Garibaldi, el gran aventurero italiano del siglo XIX, avecindado en el Callao por entonces, el de la libertaria camiseta roja, según cuenta  Palma en sus Tradiciones Peruanas.

Casi contemporánea, la casa de Mundial, revista de Andrés Aramburú Salinas, siempre Andresito para sus amigos, por lo afectuoso y bueno. Una tertulia a saltos, interrumpida a cada instante y siempre renovada, se hacía por los redactores y los colaboradores y visitantes. Los infatigables Luis Alberto Sánchez, Edgardo Rebagliati, el simpatiquísimo y activo chino Alejandro Belaunde (abuelo de Ricardo Vergara Belaunde y Bisabuelo del analista y pensador Alberto Vergara Paniagua) °, el malogrado pintor Vinatea Reinoso, Eguren Larrea, Holguín y de Lavalle. Allí también venían como paracaidistas Gastón Roger, Raúl Porras Barrenechea, Ricardo Vegas García y Angela Ramos. (Páginas seleccionadas de las "Obras Completas" que pertenecen como autor al consagrado escritor y político, José Gálvez Barrenechea).

°Precisión hecha por el editor de este artículo, Edgardo de Noriega

No hay comentarios:

Publicar un comentario