Muy lamentable la reciente muerte
del Periodista, Luis Santillán Pareja, víctima de una penosa
enfermedad que en los últimos tiempos lo fue minando día a día. Un comunicador serio que trabajó, entre otros, en los diarios "El Comercio" y "Ojo". Muy dedicado
al movimiento gremial de la profesión, habiendo ocupado diferentes cargos.
Incluso en el Colegio de Periodistas.
Fue uno de los entusiastas
animadores del Club de Periodistas: un gran forjador institucional de la
organización, un convencido de impulsarla para que cumpla fines grandes que
hasta ahora están pendientes.
Formó parte como miembro con el que escribe estas líneas de
Presidente y con Tulio Cusman de integrante, de un Comité Electoral que luchó,
a como de lugar, por respetar las decisiones electorales de los periodistas.
Santillán aportó mucho. Quiero en esta
oportunidad dar fe en ello y reconocer sus contribuciones que, como subrayo,
fueron trascendentales.
El periodista que se ha ido al
cielo de la gran eternidad laboró duramente y contribuyó, con decencia, para
el recambio de la directiva que presidió Domingo Tamariz Lucar en términos
enteramente democráticos, sin dejar la identidad profesional que estaba a punto
de perderse.
SERIEDAD
Lucho hizo un trabajo que permitió las nuevas elecciones donde el colega y maestro, Juan Gargurevich Regal, resultó
elegido presidente del Club, por decisión del voto de los periodistas. Sin sus
aportes, institucionalmente, hubiésemos estado manejados por los “pasteleros”
de siempre que destruyen, por su pillería comprobada y reconocida, las instituciones.
Sus nombres los guardamos
por decencia total, aunque sabemos-efectivamente- quienes son: el
excremento del denominado indebidamente periodismo nacional, cuyos elementos
nefastos querían dominar el Club y después, dicho sea de paso, nunca aparecieron
en las actividades cotidianas de la institución. Felizmente y para bien, ellos
brillan por su ausencia.
Eso sí había dentro de este grupo nefasto pocas
y determinadas excepciones, si se quiere ser justos y proporcionales. La muerte
de Santillán ha servido para contar, por primera vez, los entretelones de este
entuerto electoral cuyos efectos negativos se cortaron con las decisiones
tomadas, encuadradas enteramente dentro de la ética y la moral. Pero hay que
decir que mucho costó. Cuánto costó. Santillán lo sabía y frente a la
adversidad ilógica estuvo presente, Que descanse en paz. Lo mejor para él en la
vida eterna. (EdeN)
No hay comentarios:
Publicar un comentario