jueves, 26 de septiembre de 2013

BALTA: POLITICA,CRISIS Y TRAGEDIA

Este es un episodio muy duro de la historia  que terminó con una violencia desenfrenada, sin precedente alguno imaginado.  En medio de una tragedia  total.  Incluso con cadáveres de rebeldes  inescrupulosos, completamente desnudos, colgados macabramente en las instalaciones de la majestuosa  e histórica Plaza de Armas de Lima. Ellos habían sido asesinados a mansalva.  Los efectos de la siniestra avalancha  desenfrenada  del populacho, aprovechando una tremenda crisis donde reinaba por doquier el desorden total y el caos aberrante.  Implacable desesperación de la ciudadanía. Con el predominio de dramáticos momentos de varios días que se hicieron larguísimos y en los cuales se perdió, por desgracia, la racionalidad. No había autoridad alguna que valiese. La barbarie se desencadenó  encarnizadamente. Que nos sirva de lección para todas las épocas. El Perú, realmente, se desgarró por completo.
El trance llegó a tal punto que fue incluso, de un momento a otro en actitud sibilina y cobarde, matado a balazos por manos directas e indirectas manchadas de traición, el Presidente de la República, José Balta Montero. Cuando, precisamente, dormía apaciblemente en una cama tremendamente incomoda ubicada en un nauseabundo calabozo de una cárcel improvisada en  un cuartel, habiendo perdido los más preciados tributos que tiene un ser humano: primero la libertad y luego la vida.
La víctima era militar y político. Hombre de coraje, de luchas y batallas ganadas unas y perdidas otras. Todas  a punto de valentía.  Inclusive tenía  una aureola de héroe, por su destreza para la guerra mostrada infinidad de veces.
José Balta y Montero
José Balta con la banda presidencial.

EL GUANO
 Constructor y hacedor de obras públicas con el predominio de los ferrocarriles que hasta ahora, dicho sea de paso, subsisten. Gobierno de 1868 a 1872 convulsionado,  vida trágica la de este mandatario que si bien no era un estadista de primera, si que debió respetársele porque personificaba a la nación y representaba a todos los peruanos. A pesar de los grandes errores de por medio y atribuibles a su persona que se registraron puntualmente.
A Balta le tocó gobernar  en una etapa singular para el país, desde el punto de vista económico, durante el predominio y el  auge del guano en la vida nacional. Era un hecho comprobado que existían abusos tremendos por parte de los consignatarios de este producto de explotación tan valioso de la época, quienes incluso indebida y abusivamente otorgaban préstamos al Estado, con intereses leoninos. Lo que nunca debió permitirse.
 El mandatario quiso acabar con ello y pidió la colaboración de Nicolás de Piérola. En aquel entonces, el futuro presidente un desconocido que pasó a ser el ministro más joven de la Historia del Perú con tan sólo 25 años, desempeñando la cartera de Hacienda. El forjador del contrato Dreyfus, uno de los más criticados de todos los tiempos. 
DESTERRADO
Balta nació en Lima el 25 de Abril de 1814. Desde muy joven se interesó por la vida castrense. Por eso mismo ingresó entusiasmado al Colegio Militar de Lima, del cual salió con el grado de subteniente. En 1852 ya era coronel.
Pero abandonó el Ejército tres años después poco antes de cumplir los 41 años. Su padre fue el catalán Juan Balta Bru, emigrado político que había huido de Cataluña por sus ideas separatistas contra la corona española. Mientras que su madre se llamó Agustina Montero Casafranca, natural de Lima.
Defendió al gobierno de Orbegoso en el Callao y en la batalla de Huaylacucho. Secundó luego el golpe de Felipe Santiago Salaverry y luchó contra la intervención boliviana en las batallas de Uchumayo y Socabaya. Lo tomaron prisionero y lo desterraron a Bolivia, donde permaneció dos años hasta que logró fugar.
Reinició su lucha contra Santa Cruz y la Confederación Perú-Boliviana, enrolándose en la expedición restauradora y actuando en las acciones de guerra de Portada de Guía, Buin y Yungay. Sirvió al Directorio de Mariano Ignacio de Vivanco.
 Al estallar en el sur la revolución encabezada por Domingo Nieto y Ramón Castilla, marchó a combatirla. Pero tras el adverso encuentro de San Antonio fue apresado y confinado en Tacna. Logró reincorporarse en Arequipa a las fuerzas de Vivanco que fueron derrotadas, definitivamente, en la batalla de Carmen del Alto.

El vil y criticable asesinato.

PRESIDENTE
 Apoyó al Presidente Echenique hasta la batalla de  La Palma. Protestó ante la firma del Tratado Vivanco-Pareja, secundando entonces la rebelión de Mariano Ignacio Prado contra el Presidente Juan Antonio Pezet,  cuya dimisión forzaron en 1865.
Lo designaron Ministro de Guerra durante el segundo interinato de Pedro Diez Canseco y participó como Comandante de la División Sur en el Combate del 2 de Mayo. Por aquella época ya tenía mucha popularidad y se distinguió entre los opositores a la dictadura de Prado, quien lo desterró a Chile.
Regresó al Perú en 1867 y encabezó un movimiento contra el Gobierno en Chiclayo el cual encontró eco en Arequipa, donde se levantó Pedro Diez Canseco. Ambos se negaron a jurar la nueva Constitución de  1867 y proclamaron vigente la de 1860. Prado renunció al poco tiempo. Ya tenía la aureola de héroe de Chiclayo.
Por eso participó como candidato a la Presidencia de la República. Otras postulaciones fueron las de Manuel Toribio Ureta, que representaba a los liberales y la de Manuel Costas, rico empresario oriundo de Puno. El Congreso, al hacer el escrutinio de los sufragios emitidos, le dio el triunfo a Balta que se ciñó la banda presidencial el 2 de Agosto de 1868. 
DEBATE
Su gobierno destacó por la apertura a los capitales extranjeros y la concesión del guano de las islas a la compañía francesa-judía Dreyfus. Las grandes  obras de infraestructura se multiplicaron por completo.
Por efectos de este contrato con la referida casa, que se hacía cargo de la venta del  producto, se acabó con el injusto sistema de los consignatarios, a partir del 17 de Agosto de 1869. Para el Perú este contrato era enteramente favorable porque, sobre todo, el Estado equilibraba su presupuesto y programaba, efectivamente, sus gastos.
No obstante originó una gran polémica.  Los consignatarios llevaron el caso ante la Corte Suprema, acusando al Gobierno de haber infringido  un despojo inaceptable. La Corte Suprema falló a favor de ellos.
 Pero el Poder Ejecutivo consideró que era el Congreso quien debía tomar la decisión final.  Luego de un intenso debate parlamentario, las dos cámaras aprobaron el contrato, quedando legalmente anulado el fallo del Poder Judicial.
El Gobierno de Balta realizó la construcción de ferrocarriles aumentando la red ferroviaria de 98 a 947 kilómetros. Las principales fueron de penetración desde la costa hasta la sierra. La construcción de las más importantes vías se le  encomendó al ingeniero norteamericano, Enrique Meiggs.
MAS OBRAS
Las obras que se iniciaron fueron: el ferrocarril de Mollendo a Arequipa. El de Lima a Huacho. El de Lima a La Oroya, el transandino que resultó afortunadamente continuado por sucesivos gobiernos, hasta su culminación a más de 4 mil metros sobre el nivel del mar. El de Arequipa a Puno.  Lo mismo que el de Juliaca al Cuzco. El de Pisco a Ica y el de Salaverry a Trujillo
También se construyeron nuevos muelles portuarios  y puentes,  se derribaron las murallas de Lima para dar paso a las grandes avenidas, se abrió la carretera de Lima a Callao y la que unía la capital con Huacho. El Palacio de la Exposición, hoy Museo de Arte de Lima, fue una realidad arquitectónica moderna, con grandes jardines y belleza tangible.
Gracias a la gestión de Balta, se construyó el puente sobre el río Rímac y se habilitó urbanísticamente el barrio de La Victoria en la extensa huerta de propiedad de la familia Echenique, posteriormente uno de los sectores más populares de la capital que crecía a pasos agigantados.
 Otras obras importantes fueron: el Muelle Dársena en el vecino puerto. Creación de nuevas poblaciones como Ancón al norte de Lima, los puertos de Salaverry (Trujillo) y Mollendo (Arequipa). La ciudad de Moquegua y  La Merced en Chanchamayo.


 
Tomás Gutiérrez.

DEUDA
Por aquel entonces y en el Gobierno de Balta se creó la Escuela de Agricultura, la Iglesia de San Marcos en Arica que aún pertenecía al Perú, lejos del predominio territorial de Chile. Se inició el levantamiento de la catedral de Tacna. El Hospital 2 de Mayo en Lima comenzó sus actividades de salud al servicio de los pacientes.
En el plano internacional, el Perú brindó su apoyo a la lucha del pueblo cubano contra el dominio español, reconociendo su independencia y su gobierno republicano. Muchos peruanos, como los hermanos Leoncio y Grocio Prado, lucharon por la independencia de Cuba.
Todas estas inversiones, en cuanto a obras  se refiere, generaron una deuda pública cuyos efectos negativos se sintieron en años posteriores. Pero lo real que por aquel entonces había cierta estabilidad y el Gobierno gozaba del apoyo del Ejército que contaba con unos 7 mil hombres bien armados.
En las elecciones de 1872 fue electo como nuevo Presidente de la República, Manuel Pardo y Lavalle, todo un personaje que contaba con 37 años de edad. Los militares no estaban contentos con la designación.  Sobre todo los hermanos Gutiérrez: Tomás, Silvestre Marceliano y Marcelino.  Quienes eran los que prácticamente mandaban en los cuarteles y le daban el apoyo de estabilidad a Balta.
SILVESTRE
Ellos consideraron que sería un desastre que Pardo llegase al poder. Le exigieron a Balta que propiciase un golpe y se perpetuase en el mando. Ante la negativa del mandatario, respetuoso de la ley y las decisiones del pueblo, Tomás Gutiérrez decidió de facto proclamarse Presidente de la República, el 22 de Julio de 1872.
El mandatario electo, Manuel Pardo, fue avisado del golpe y huyó de Lima a bordo del famoso monitor Huáscar, que en aquel entonces ya estaba al mando de Miguel Grau. 
La mañana del 26 de Julio, Silvestre Gutiérrez, se dirigió a la estación del ferrocarril para dirigirse al Callao. Hubo un enfrentamiento violento con intercambio de disparos por todos los lados. Silvestre cayó muerto. El populacho atacó contra él de forma desenfrenada, le arrancaron la ropa y se ensañaron con sus restos. La crueldad generalizada. Era la primera de la época, pero no la última.


Silvestre Gutiérrez.

ALZAMIENTO
Al saber del fallecimiento de su hermano Silvestre, Marceliano Gutiérrez que era uno de los  custodios de  Balta ordenó asesinarlo. El Presidente dormía en su cama de la prisión cuartelaria cuando fue acribillado a balazos. Su cuerpo cayó pesadamente al suelo. Tan sólo tenía 58 años de edad. Los que ejecutaron el crimen vil fueron: el Mayor Narciso Nájar, el capitán Laureano Espinoza y el Teniente Juan Patiño. Era el 26 de Julio de 1872.
La noticia de la muerte del mandatario corrió como reguero de pólvora por todo Lima y el pueblo se alzó en armas contra los militares golpistas. La campaña electoral  de 1871-1872 estuvo marcada por la efervescencia de las reuniones públicas y la conmoción en el país entero. De eso  dieron cuenta, detalladamente, los periódicos de la época. El gobierno de Balta clausuró los diarios que apoyaban a Pardo: “El Comercio” y “El Nacional”.
Por aquel entonces, hubo varios cambios en el gabinete ministerial que también  fortalecieron la inestabilidad política existente. Balta nombró, equivocadamente, a Tomás Gutiérrez como Ministro de Guerra. Se trataba de un militar que era visto con temor por la población y cuya designación alarmó a la oposición encabezada por Pardo.
Tomás era considerado un militar violento. Lo mismo que sus tres hermanos. Ellos no habían tenido reparos en flagelar con 200 azotes al Coronel Juan Manuel Garrido y al celador Luis Montejo,  por supuestas faltas de indisciplina que para muchos observadores ni siquiera existieron. Tampoco dudaron en amenazar la vida de periodistas como Andrés Avelino Aramburú, en ese entonces desempeñándose en el diario “El Nacional”.


Marceliano Gutiérrez.

EL GOLPE
Tomás era corpulento y tenía fama de brusco, impetuoso, altivo y sobre todo ignorante. Marceliano se distinguía por atleta, más brusco y más ignorante que su hermano. Con un defecto en el ojo derecho. Por eso mismo se le llamaba, peyorativamente, “el tuerto”. Una voz poderosísima y una presencia imponente.
Por su parte, Silvestre más delgado y blanco, de cabello crespo poseía cierta inteligencia e ilustración. Pero lo malo es que era duro y siniestro. Mientras que Marcelino, en cambio, se  distinguía por un carácter apacible.
Los cuatro eran arequipeños oriundos de Majes. Tomás había participado en revueltas encabezadas por Castilla. Fue diputado por la provincia de Castilla y Jefe del Batallón Ancash, durante los gobiernos de San Román y Pezet. Estuvo en la campaña contra Ecuador y participó en la defensa del Callao el 2 de Mayo de 1866.
 Marceliano al frente de su batallón proclamó en la Plaza de Armas  Jefe Supremo de la República a su hermano Tomás, a quien de la noche a la mañana le dio el grado de general. Mientras tanto, Balta fue llevado preso al Cuartel de San Francisco. 
VACIO
Tras ocupar Palacio de Gobierno, Silvestre en actitud de patán vejó a la esposa del Presidente y a su hija Daría, cuyo matrimonio debía realizarse esa misma noche. Les faltó por completo el respeto a puro grito y palabras soeces y, sin ningún empacho, les quito la libertad. En nada vaciló, actuando de la peor forma. La boda, evidentemente, tuvo que posponerse.
Luego de encarcelarse al Presidente de la República, la rebelión tomó nuevos sesgos y consecuencias determinadas. Los Gutiérrez se rebelaron contra el mandatario legal, su propio jefe y protector.
Los que tenían las ideas de Balta unidos contra Pardo se sintieron inmediatamente defraudados, escandalizados e incluso aturdidos. El Presidente saliente en la práctica, por acción de los rebeldes, se convirtió en aliado del líder civilista. Antes, precisamente, había sido todo lo contrario: un rival encarnizado.
Aquella tarde de la asonada, el Congreso de la República se reunió y condenó el levantamiento militar, haciendo un llamado para retornar a la constitucionalidad. Sin embargo, cuando se finalizaba con las firmas del documento  contra la legalidad, un comandante y 80 celadores se presentaron en el Palacio Legislativo y a culatazos desalojaron a los representantes. Los que no sufrieron el vejamen huyeron por los techos.


Los hermanos Gutiérrez colgados en la Catedral de Lima.

DISPAROS
Lo peor es que existía en Lima una sensación de vacío tremenda. El recelo generalizado a los Gutiérrez paralizó por completo a la capital. Lo bueno y rescatable es que no  hubo nunca una conexión directa de los hermanos descarriados y equivocados  con las entrañas del pueblo. Pero si se registró un sufrimiento innecesario. Lo que es peor, el lumpen aprovechó la oportunidad con creces.
El 24 y 25 de julio se registraron numerosas deserciones en el Ejército. Por su parte, los empleados públicos también abandonaron, en grandes cantidades, sus puestos correspondientes. Por las calles se escucharon  muchas vivas a Pardo y condenas sucesivas a los Gutiérrez,  contestadas con disparos por parte de ellos y sus secuaces. Una rebelión popular estalló en el Callao
Silvestre Gutiérrez, la mañana del 26, se dirigió a la estación del Ferrocarril para dirigirse al vecino puerto. Llevaba una importante cantidad de dinero para pagarle a la tropa y resoluciones de ascensos para los subordinados.
Muchos transeúntes lo siguieron y cuando  se sentó en el vagón comenzaron a escucharse potentes gritos de protesta. A través de una ventanilla, el revoltoso cobardemente comenzó a disparar contra sus detractores, hiriendo a uno de ellos. Los disparos continuaron a diestra y siniestra. Hasta que el rebelde cayó muerto en el piso.

El populacho arrastra el cuerpo de Marceliano Gutiérrez.

CINISMO
El populacho se lanzó desenfrenado contra el cuerpo de la víctima, le arrancaron la ropa y lo dejaron desnudo. Le robaron el dinero y destrozaron los documentos que llevaba consigo. La turba botó el cadáver en la calle y se dirigió a Palacio de Gobierno.
Marceliano se enteró de los hechos y reaccionó como era su costumbre con violencia en contra de Balta al ordenar su asesinato.  A renglón seguido se  dirigió al Callao donde murió combatiendo contra el pueblo sublevado.
Mientras tanto Tomás, desesperado por los acontecimientos muy a su pesar, dejó Palacio de Gobierno y se dirigió al cuartel de Santa Catalina. En la noche, en medio del fuego  de los fusiles y los cañones, abandonó el cuartel acompañado de su hermano Marcelino. Este último se refugió en una casa amiga.
Tomás, con el rostro cubierto por un sombrero, huyó por las calles de Lima gritando:”Viva Pardo” para despistar y pasar desapercibido. No obstante, el militar se encontró con un grupo de oficiales y civiles capitaneados por el Coronel  Domingo Ayarza, quien lo reconoció inmediatamente.
Lo capturaron y declaró, cobardemente, que fue azuzado por sus jefes para rebelarse. Ellos, según su versión, lo abandonaron.  Con respecto a los hechos de sangre ocurridos, el militar aseguró que no sabía absolutamente nada de Balta
Los militares iban por las calles llevando el prisionero mientras que una turba que crecía y crecía comenzó a actuar, tras proferir serias amenazas. Los captores  hicieron ingresar al prisionero a  una botica, ubicada en la Plazuela de la Merced. Cerraron las puertas de inmediato.
El populacho las rompió, buscó a su víctima y la mató a balazos. Luego sacaron el cadáver a la calle.  Lo desvistieron y, en acto cruel,  le cortaron el pecho a cuchillazos filudos. A renglón seguido, el cadáver fue arrastrado a la Plaza de Armas y colgado de un farol frente al Portal de Escribanos, cercano al cadáver de Silvestre llevado desde la Iglesia de los Huérfanos. Aquella noche macabra todo el Ejército se dispersó y los cuarteles quedaron vacíos.
Al amanecer del 27 de julio, ambos cadáveres seguían colgados de las torres de la Catedral desnudos y cubiertos de heridas. A una altura de más de 20 metros. Horas después fueron rotas las sogas que los sostenían, cayendo los cuerpos al piso estrellados contra las baldosas.
Luego se quemó a los dos despojos humanos en el centro de la Plaza. En la tarde, el fuego dio cabida a un tercer cadáver, el de Marceliano, traído del cementerio de Baquijano ubicado en el Callao. Días después, Pardo asumió el poder e inicio el primer gobierno civil de la historia. La tragedia fratricida entre peruanos había terminado. Que nunca más se repita. La historia ya nos ha enseñado. (Edgardo de Noriega)

1 comentario:

  1. Que barbarie. Estos hermanos Gutiérrez eran de armas tomar. Forman parte del pasivo de nuestra historias. Las guerras civiles fratricidas nunca llegan a buen puerto.(Carlos Tello)

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