miércoles, 18 de junio de 2014

EL MUNDIAL CONTAMINADO

El mundial del fútbol se lleva a cabo en el Brasil como expresión firme que tiene entretenida a la afición del más popular de los deportes y  en gran parte del orbe. El problema evidente es que esta competencia está completamente contaminada de política  y de complicados problemas sociales. Los mismos  que originan las protestas constantes de la población brasileña.
A tal punto que de sus resultados, y el encumbramiento del Brasil en el primer lugar, depende lo que efectivamente pasará con el gobierno de Dilma Rousseff y el Partido de los Trabajadores, que detenta  el poder.
A ellos les urge que sus connacionales consigan la copa en vista de que corren el riesgo de perder las elecciones de fin de año. Mientras tanto es una realidad contundente que sectores representativos de la ciudadanía exigen que se investiguen los gastos realizados con los dineros del Estado, para hacer posible esta competencia.
Todo esto en vista de que los presupuestos iniciales se triplicaron, por razones no muy santas que digamos y en medio de corruptelas y malos manejos. El Mundial pasado en Sudafrica llegó a los 5 mil millones de dólares en costos. Mientras que éste, el del Brasil, está por los 10 mil millones más. Es decir, sus gastos se han duplicado por completo. El de Alemania del 2006 sólo demandó 2 mil millones.
Tal improvisación se ha registrado e incluso se construyeron mega estadios en Brasilia y Manaos que, posteriormente, no servirán porque  esas ciudades ni siquiera  tienen equipos de primera división.  Las construcciones se convertirán, según vaticinan los entendidos, en elefantes blancos sin ningún uso efectivo.


En medio del fervor deportivo surgen las criticas implacables.

COIMAS
Tampoco se sabe cuáles fueron las razones por las cuales se optó por las 12 sedes  en vez de las 9 usuales. Lo que sí es fácil deducir es que el aumento implica, a como de lugar, más gastos de dinero sin ninguna planificación coherente.
La prensa internacional informa constantemente de coimas y corruptelas en la organización del mundial y nadie, del lado de la organización, contesta en contrario. Incluso se dice que  se pagaron inmensas coimas para que la FIFA le otorgue el próximo mundial a Qatar, un país que tiene un clima infernal con altas temperaturas que hace muy difícil la práctica deportiva. Pero en fin, la plata mal habida todo lo puede.
La protesta ciudadana en contra del mundial es un hecho que merece explicaciones. Sorprende, evidentemente, porque Brasil es amante de este deporte como pocos. Tan inaudito como si Roma atacase a la Pizza y España estuviera contra la paella. Los tres son elementos claves de sus culturas. 
OPINIONES
Las opiniones están divididas. Lo cierto y real es que sólo uno de cada dos brasileños apoyan el  mundial. El enorme costo en prepararlo fue en detrimento del bienestar de las  clases populares y,  muy especial, de los sectores más vulnerables.
Para muchos críticos implacables, este festival se percibe ampliamente entre la población como un monumento enormemente costoso, para satisfacer el orgullo nacional de las élites gobernantes, las mismas que siempre monopolizan el sentimiento “patriótico” nacional.
Obviamente que el fenómeno  pasa frecuentemente en todos los países. Pero  es más vistoso en naciones donde el nivel de vida de la población es todavía insuficiente. Muy por debajo del que se podría alcanzar por la riqueza.
 Las enormes desigualdades de Brasil se hacen patentes en la  miseria concreta de las favelas y barrios obreros. Al lado y como contraste de una enorme riqueza con mansiones de una exuberancia escandalosa, con el resto de la población.
 Los servicios públicos brasileños están poco financiados. En realidad, el gasto  social por habitante es de los más bajos del hemisferio.  Cierto es que se ha registrado la reducción de la pobreza extrema, a base de programas asistenciales financiados a través del Estado.
 Sin embargo, estos programas han sido pagados con fondos derivados del gran crecimiento económico y no de la redistribución de la riqueza en el país, la misma que ha continuado siendo de los más desiguales hoy en aquel continente.
POBREZA
La gran pobreza del sector público, junto con las exuberantes riquezas, explica la explosión social. De ahí la enorme protesta, que no es la primera en Latinoamérica. Allí están para el recuerdo las movilizaciones populares en México de 1968, en contra por los enormes costos que suponía la preparación de los Juegos Olímpicos.
Lo que culminó con una de las mayores manifestaciones vistas en aquel país, en la Plaza de las Tres Culturas de Tlatelolco, compuesta por estudiantes y obreros. Lo lamentable es que el hecho en sí terminó con la matanza de más de cien víctimas.
Ayer fue en México. Hoy es  Brasil. Diariamente  con manifestaciones en las calles. Las pancartas  claman, con razón: ¡FIFA, la organización mundial que organiza esta competencia, devuélvenos el dinero! ¡Lo queremos para la sanidad y para la educación públicas de nuestro pueblo! ¡Fuera el Mundial!
 El mensaje no puede ser más claro y cargado de razón. En un país en el que amplios sectores de la población urbana viven en tipos de viviendas miserables y los servicios públicos están pésimamente financiados.

El mítico estadio Maracaná, retratado.
El estadio Maracaná desafiante.
GASTOS
El Estado brasileño  ha gastado una gran cantidad de recursos en construir uno de los grandes estadios, con cuyos fondos podían haberse construido 150.000 viviendas dignas para un número igual de familias. Tal como ha denunciado uno de los futbolistas más conocidos de Brasil, el famoso Romario,
Estas protestas han cogido por sorpresa al gobierno de izquierda brasileño. Como un indicador más de la distancia que existe en el Brasil entre los gobernantes y los gobernados.
 Es también un ejemplo de lo que les ocurre a muchos partidos con auténtica vocación transformadora que, una vez elegidos, se adaptan a la lógica del poder y terminan abandonando su vocación y su alma.
Lo que hacen es reproducir sus vicios y maneras de pensar del establishment económico, financiero, mediático y político del país, al cual terminan sirviendo, convirtiéndose en un componente más de la estructura de poder.
REPRESION
La insensibilidad y abandono de sus raíces ha puesto al Estado brasileño en una situación muy difícil. Su única respuesta es la represión frente a estas movilizaciones, represión que, por cierto, es claramente contraproducente, pues además de originar más simpatía y apoyo popular entre la población, da una pésima imagen del Mundial a nivel internacional.
Pero, por desgracia, no será la última vez que ello ocurra. El supuesto “patriotismo” de las élites gobernantes les lleva a apoyar medidas faraónicas que, como siempre ocurre, pagan los más débiles.
 El caso más extremo serán los próximos Juegos en Qatar, un país medieval, que quiere promocionar el país y el fútbol. No olvidemos que se trata de uno de los patrocinadores del Fútbol Club Barcelona, que lleva el símbolo de Qatar en su camiseta.
 Estos juegos, con un coste elevadísimo, se pagarán con la riqueza petrolífera del país, extraída de sus yacimientos por los trabajadores, cuyas condiciones laborales se asemejan a la esclavitud. Esta es la realidad, ignorada, cuando no ocultada, tras estos enormes ejercicios faraónicos. Inaudito.

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