miércoles, 18 de junio de 2014

LA CARTA ATLANTICA

En agosto de 1941, el Presidente Franklin D. Roosevelt y el Primer Ministro Winston Churchill se encontraron por primera vez, después de ocupar sus altos cargos, a bordo de un buque inglés en aguas de Terranova. Entre otros asuntos, los dos grandes estadistas acordaron redactar una declaración de los principios fundamentales que debían regir el mundo de la posguerra, declaración que muy pronto se hizo famosa con el nombre de “Carta del Atlántico”. Para evitar que Roosevelt se viera obligada a someterla al examen del Senado de los Estados Unidos de América, cuya aprobación era necesaria, el documento se llamó “Declaración”, en lugar de Tratado. He aquí el texto del mismo, que Roosevelt leyó al Congreso dos semanas después de su encuentro con el Primer Ministro inglés.
Hace más de una semana he tenido muchas e importantes conversaciones con el Primer Ministro inglés. Por motivo de seguridad de los buques americanos, británicos y canadienses, así como de sus tripulaciones, no ha sido posible dar la adecuada información sobre dichas entrevistas hasta este momento.
Al terminar las conferencias, el Premier británico y el Presidente han hecho pública una declaración. Y con objeto de que el Congreso la conozca y sea incluida en el Acta, voy  a leer su texto:
El Presidente de los Estados Unidos y el Primer Ministro de Gran Bretaña, mister Churchill, representante del gobierno de su Majestad británica se han reunido.



Roosevelt y Churchill.

ARMAMENTO
Ambos se hallaban acompañados de funcionarios de los respectivos gobiernos entre los cuales figuraban también altos oficiales del Ejército, de la Marina y de la Aviación.
Se ha examinado ampliamente el problema de la distribución de armamento y municiones de guerra, según prevé la Ley de Préstamos y Arriendos, a las Fuerzas Armadas de los Estados Unidos y de todos aquellos países que se hallan activamente empeñados en rechazar la agresión.
Ha estado presente en dichas entrevistas Lord Beaverbrook, Ministro de Abastecimientos del Gobierno inglés. En breve plazo vendrá a Washington para examinar diversos detalles ulteriores con los correspondientes funcionarios del Gobierno de los Estados Unidos. En las conversaciones que se mantengan se examinarán también los problemas inherentes a los suministros destinados a la Unión Soviética.
El Presidente y el Primer Ministro han sostenidos numerosas conversaciones. Ambos están de acuerdo en que la civilización se haya amenazada por la política de dominación militar, mediante conquista, a la que se ha lanzado el Gobierno hitleriano de Alemania y otros gobiernos a él asociados; también han puesto de relieve las medidas que sus respectivos países están tomando para hacer frente a este peligro.
PRINCIPIOS
Han acordado la siguiente declaración conjunta:
Declaración conjunta del Presidente de los Estados Unidos de América y el Primer Ministro mister Churchill, representante del gobierno de Su Majestad Británica quienes, encontrándose reunidos consideran justo dar a conocer algunos principios comunes de las políticas nacionales de sus respectivos países,  principios en los que basan sus esperanzas de un futuro mejor para el mundo.
Primero: sus países no aspiran a ningún engrandecimiento territorial ni de otra clase.
Segundo: no desean que se produzca ningún cambio territorial que no esté conforme con las aspiraciones libremente expresadas de los pueblos interesados.
Tercero: respetan el derecho de todos los pueblos a elegir la forma de gobierno bajo la cual quieren vivir, y aspiran que aquellos que estén privados por la fuerza de esta libertad, recuperen el derecho de la soberanía y al autogobierno.
Cuarto: se esforzarán, con el debido respeto a las obligaciones que actualmente tienen contraídas, en asegurar a todos los estados, grandes o pequeñas, vencedores o vencidos, el acceso-en paridad de condiciones- a los intercambios comerciales y al disfrute de las materias primas de las que tengan necesidad para su bienestar económico.


El acuerdo impreso y firmado.

COLABORACION
Quinto: desean conseguir la más completa colaboración de las naciones en el campo económico, siendo uno de sus objetivos asegurar a todos el más elevado nivel de trabajo, el progreso  económico y la seguridad social.
Sexto: después de la eliminación definitiva de la tiranía nazi, esperan ver establecida una paz que asegure a todas las naciones la posibilidad de vivir en plena tranquilidad  dentro de sus respectivas fronteras y a los hombres de todos los continentes el derecho a vivir su vida libres del temor y de las necesidades más elementales.
Séptimo: una paz de esta clase debe permitir a todo aquel que lo desee atravesar los mares y los océanos sin impedimento  de ninguna clase.
Octavo: ambos estadistas creen que todas las naciones del mundo, por motivos tanto materiales como navales, deben abandonar el empleo de la fuerza.
SEGURIDAD
Porque ninguna paz futura  podrá ser garantizada mientas subsista el empleo de armamentos terrestres, navales o aéreos por parte de naciones que amenacen, o puedan amenazar, con una agresión a otros países, y en espera de que se establezca un más amplio y permanente sistema de seguridad general, los dos estadistas consideran que el desarme de tales naciones es indispensable.  Además acordarán y alentarán la adopción de todas aquellas medidas que entrañen la posibilidad de aliviar a los pueblos amantes de la paz del enorme gasto que supone la fabricación de armamentos.
El Congreso y el Presidente han basado hasta ahora en la Ley de Préstamos y Arriendos la política de ayuda americana a las democracias, que tanto en el Este como en el Oeste están combatiendo contra las dictaduras; las conversaciones que se han celebrado en el transcurso de las mencionadas entrevistas representan un indudable paso adelante en la tarea de acrecentar la eficacia de esa ayuda.
Además, el Primer Ministro y el Presidente están preparando conversaciones con la Unión Soviética, con objeto de ayudarla  a defenderse del ataque realizado por Alemania, el más potente agresor del mundo moderno.

La Carta del Atlántico firmada el 14 de agosto de 1941
Las personalidades del mundo tras la firma del histórico documento
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META
Por último, en este momento, la presente declaración de principios ofrece una meta que es muy justo que nuestra civilización intente alcanzar. La misma queda definida con tal claridad, que resulta difícil oponerse a uno cualquiera de sus principales aspectos sin admitir, automáticamente, que se está dispuesto a aceptar un compromiso con el nazismo o una paz mundial que asegure a éste el dominio sobre  gran número de países conquistados. Una paz semejante sería un verdadero regalo para el nazismo: le permitiría fortalecerse-en armamento, como es natural- para una nueva guerra que tendría como objetivo la extensión del poder germano en Europa, en Asia e incluso en el mismo continente  americano
No creemos que sea necesario insistir una vez más e la absoluta falta de confianza que merece la palabra, dicha o escrita del Gobierno nazi.
Es también superfluo que se señale el hecho de que esta declaración de principios incluye, necesariamente, el derecho que todo el mundo tiene a la libertad de religión y de información. Ninguna sociedad, en un mundo organizado sobre la base de los principios enunciados en este escrito, podría sobrevivir sin estas libertades, las cuales  no son sino partes de la libertad total y completa de lo que ahora luchamos. (Editado, resumido  y condensado de la Revista “Así fue la Segunda Guerra Mundial”)

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