miércoles, 4 de noviembre de 2015

HITLER: CASI AL FILO DE LA VICTORIA

El de Dunkerque es, sin ninguna duda, uno de los más extraordinarios episodios de la Segunda Guerra Mundial. Para hacerlo posible se sumaron una serie de hechos que conmovieron al mundo y pusieron a Hitler a un paso de la victoria. Resulta evidente y así lo han demostrado documentos revelados posteriormente, que el estado general francés jamás pensó que los alemanes pudieran atacar por las Andenas.
Gamelin, generalísimo aliado, estaba tan seguro que por allí no se produciría el ataque, que envió a Alsacia y Lorena las mejores divisiones del Corap. Al estallar la ofensiva, muchos oficiales del 9° ejército se hallaban en uso de licencia o en los centros de entrenamiento, confiándose el comando de las compañías a tenientes segundos y a ex cadetes recién graduados.
Los zapadores e infantes alemanes, llenos de osadía, cruzaron el río Mosa en botes de goma y balas, estableciendo cabezas de puente. Pronto quedó abierta una brecha de 50 a 60 kilómetros por donde volcaron sus divisiones mecanizadas entre Sedán y Charleroi.
Mientras los francés apelaban a Weygand, en la esperanza de que se produjera el milagro, las alas del ejército aliado, integradas por belgas e ingleses, quedaban envueltas en un terrible torbellino de acero y fuego.
La Luftwaffe, dueña del cielo, atestaba golpes decisivos, mientras los tanques, como una inmensa guadaña, segaban las líneas enemigas. En circunstancias angustiosas, el Rey Leopoldo rindió su ejército. Todo el peso de la ofensiva se volcó entonces sobre el ejército inglés, de medio millón de hombres, y cuatro divisiones francesas de apoyo.


El enfrentamiento ha terminado con muertes, dolor, desolación

LA RETIRADA
Ante tal situación, sólo quedaba un camino: la retirada. Esta se inició, bajo un implacable bombardeo aéreo y el acosamiento terrestre, con la finalidad precisa de alcanzar Dunkerque. Las primeras unidades comenzaron a llegar a ese puerto de embarque a principios de Junio de 1940, dedicándose de inmediato a levantar defensas de emergencia.
El 8 se inició la gran batalla, siendo rechazados los primeros ataques. Sin embargo, día tras día, los hombres en las playas eran acosados por la metralla implacable del enemigo. Bajo la premura de las terribles circunstancias, Winston Churchill eligió al Almirante Bertram H. Ramsay para rescatar el ejército británico.
No había otra salvación que pudiera venir de las islas. En esos días el nuevo jefe organizó todo el servicio naval que el gobierno y el pueblo de Gran Bretaña pudieron poner en acción. 750 naves llegaron a Dunkerque protegidas por un docel de Spitfires. Infierno en tierra y en el cielo.
Bajo la metralla, uno a uno fueron embarcados 350 mil hombres salvados milagrosamente de las fauces de la más terrible maquina de destrucción conocida por esos tiempos. El 14 de Junio se finalizó la evacuación.


Prisioneros británicos y franceses.

Quedaba un saldo de más de 100 mil bajas y 200 aviones perdidos. Pero sobre el desastre se alzó la voz de Winston Churchill: “Lucharemos en las playas, lucharemos en las campos, lucharemos en las calles… Y agrego las espartanas palaras que tantas veces recordó Londres: “Solo puedo prometeros sangre, sudor y lagrimas”…
Este concepto fijo, exactamente, el significado de aquella acción que fue decisiva                                                                                                                 para el futuro curso de los acontecimientos bélicos, Desde Dunkerque partía un largo, duro y espinoso camino. El pueblo inglés se aprestó, estoicamente, a recorrerlo. Al final de él, estaba la esperada victoria.

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