Poco a poco por algún apellido de
vecino ilustre o muy notorio, o por suceso, no importaba fuese baladí o
trascendental si hería la pública atención, se fue tejiendo una maraña
curiosísima de nombres, no contentándose la gracia, entre noble y pícara, de la
ciudad, con señalar cada carrera o vía. Calle propiamente dicha, sino apodar en
cada cuadra para distinguir el espacio transitable de esquina a esquina, en
cada manzana, o isla como antaño se decía.
Muy al comienzo se acostumbró
llamarlas por alguna referencia genérica y fácil como los templos y conventos,
dejándose la denominación de calle real para el espacio entre dos frentes en
las calles todas, sin duda por la figura legal de pertenecer al Rey todos los
caminos. Y así, para identificar una propiedad. Los viejos documentos dicen:
las casa en calle como se va de tal parte o de la otra, que alinda por un lado
con éstas y, por el otro, con aquellas y por el respaldo, con otras. Y al
frente, calle real en medio, con las de don Zutano o don Mengano.
He visto, sin embargo, en un
Estudio del Padre Angulo llamar Calle Real, como denominación específica, a la
recta de Santo Domingo. La de la Carrera, si tal caso se confirmara, vendría a
ser la del otro frente del Templo Dominicano o sea la llamada, a partir del
siglo XVIII, de la Amargura, hoy Camaná.
Una calle bellísima de la Lima antigua.
Una calle bellísima de la Lima antigua.
JIRON
Los antiguos no conocieron el
raro limeñísimo de jirón, no muy remoto, por cierto, y emplearon el término
calle para toda una vía la de Trujillo, pongo por caso, así llamada la de Santo
Domingo primero y la del Arco después, hoy Callao, hasta fijarse definiéndose,
aún el presente, en la frontera al Puente y a San Lázaro.
También
utilizaron el de cuadra-limeñísimo y cubanismo-para señalar las extensiones,
más reducidas, de esquina a esquina, verbigracia en este caso, las de
Monserrate, Lamilla, Arco, Espíritu Santo, Piedra-antes Mármol y Pilar de
Bronce- Valladolid y Mantas, ésta alguna vez, por poco tiempo y sin tener un
dato confirmatorio, Cruces y a fines del XVIIII y comienzos del XIX, Castañeda,
por el célebre armador y hombre de empresa don Miguel de Castañeda y
Amuzquíbar. Por algo Juan de Arona, en sus rimas del Rímac dice: Andarse hasta
diez cuadras en verano/para oír: el señor salió temprano.
Cada manzana
o isla resultó con cuatro nombres correspondientes a sus cuatro cuadras
circundantes y con lujo para escoger de acera en acera, como en esta del Arco,
las de Castilla, Orejuelas y Cocheras, por un lado, y las de Matienzo, Pastrana
y Chillón por el otro. Y cada cuadra así, por sus esquinas correspondientes a
seis nada menos: Valladolid, por ejemplo, a las de Piedra y Mantas en derechura
y a Argandoña, Afligidos, Pozuelo y Plumereros en sus costados.
Resaltan los balcones y el tranvía
Resaltan los balcones y el tranvía
COSTUMBRE
Aunque, en
verdad, tal costumbre no vino a acentuarse sino en el siglo XVIII, trazas del
hábito se rastrean desde los primeros momentos con las cuadras de Juan Navarro
hoy Carrera y también, Ibarra y Ríos. La de Mendoza que estuvo por Santo
Domingo. La del Hoy hasta hoy Hoyos, al costado de San Andrés. Y la del
Estanque, después San Juan de la Penitencia y más tarde y hasta ahora,
Universidad.Hubo
también, desde el alba urbana, la Plaza de Maria de Escobar en dos lugares:
frente a Santo Domingo y hacia el sureste de la Plaza Pública o de Armas, o
Mayor tras su huerta, donde estuvo el Colegio de San Martin, después Aduana,
Colegio Normal Central y por fin el llamado Palacio de Justicia, remplazado hoy
con decoro en el Paseo de la República. En el siglo XVII son mucho mas las
nombradas, específicamente, pero repito es en el siglo XVIII cuando se hace ley
la costumbre.
También hubo
en el siglo XVI calles llamadas Pedro Machín, Francisco de Talavera, Hernando
de Montenegro, Alonso Vélez, aparte de la tan conocida de Alconchel y, además
la plazuela de Nicolás de Ribera, la de Rengifo y la calle del agua de la
fuente. Por la contrastada resonancia bien vale recordar junto a las casas de
morada de Vélez la propiedad de un don Juan Cacique de Pachacamac y a su
frente. Como para desvelarlo un trompeta llamado Domingo Pérez.
¡Que hermosura!
¡Que hermosura!
EXPLICACIONES
En el siglo
XIX, el año 1861, la Municipalidad de Lima, considerando enrevesada la
nomenclatura colonial dispuso denominar las calles de Norte a Sur con nombres
de provincias del Perú en planchas amarillas y las de Este a Oeste con nombres
de departamentos en planchas azules. Y en un orden semejante al del territorio
nacional, de modo de hacer coincidir cada calle con nombre de provincia, en
algún punto, con el de su respectivo departamento.
Debo este
dato a la gentileza de los funcionarios municipales señores Bromley y Delgado.,
Añado, por mi parte, que en el Jirón de la Unión acaban unos y comienzan otros
nombres de ríos y departamentos.
Tal disposición
se cumplió en los primeros tiempos, pero después de abiertas, al sur, las de la
antigua huerta perdida y las resultantes de la demolición de las murallas, no
siempre se observó la ingeniosa regla y, últimamente, con el gran desarrollo de
la ciudad, no ha sido posible seguirla y al emplearse toponímicos gentilicios
algunos nada recuerdan y otros cruzan o cortan. Quedaría más apropiado, con
sangrante ironía, otros nombres como la Avenida Salaverry, resulta atravesada
por la de Santa Cruz. Páginas seleccionadas de las "Obras Completas" que pertenecen
como autor al consagrado escritor y político, José Gálvez Barrenechea)
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