Al estallar la guerra, la Marina
alemana se hallaba todavía en fase de desarrollo, pero no escasa de preparación. En este
artículo se describen los principales aspectos de la guerra en el mar. Al igual
que las armas y tácticas estudiadas para asegurar a los Aliados las vías de
comunicación indispensables para su supervivencia.
La Royal Navy empezó a preparar
sus planes de guerra en 1936, cuando con la ocupación de Renania, Alemania dio
a entender que había escogido el camino de la fuerza. Desde entonces, los jefes
de Estado Mayor británicos comprendieron que la guerra estallaría y en un memorándum dirigido al Gobierno
declararon que, a su parecer, esto ocurriría a fines de 1939.
En 1939, el plan de guerra naval,
basado en la hipótesis de que la lucha se desarrollaría contra Alemania desde
el principio y contra Italia después, se dividía únicamente en tres partes
principales. La primera trataba de la defensa del tráfico mercante en las aguas
territoriales y en el Atlántico, elemento esencial para cualquier tipo de
estrategia, ya que los aprovisionamientos son de vital importancia para la guerra.
La segunda era la defensa de las rutas en el Mediterráneo y en el Océano
Indico.
Era evidente que si Italia llegaba a
convertirse en enemigo, su posición estratégica en el Mediterráneo obligaría a
todo el tráfico marítimo a seguir una ruta mucho más dilatada, a lo largo del
Cabo de Buena Esperanza, aunque se confiaba en superar esta dificultad
manteniendo una potente flota en el Mediterráneo.
La tercera parte consistía en la
imposición de un bloqueo a Alemania y a Italia y, en consecuencia, después de
la declaración de guerra se publicó una lista de las mercancías consideradas
como real y efectivo contrabando, aunque se transportasen por buques neutrales.
ESCOCIA
De acuerdo con este plan, la mayor parte de la Home Fleet se concentró en Escocia. En el extremo norte vigilaban los cruceros de la “Patrulla Septentrional”, dispuestos a interceptar cualquier buque enemigo o neutral en aguas territoriales o fuera de ellas. Desde Shetland hasta la costa de Noruega, se extendía una línea de vigilancia constituida en parte por fuerzas aéreas y por submarinos.
De acuerdo con este plan, la mayor parte de la Home Fleet se concentró en Escocia. En el extremo norte vigilaban los cruceros de la “Patrulla Septentrional”, dispuestos a interceptar cualquier buque enemigo o neutral en aguas territoriales o fuera de ellas. Desde Shetland hasta la costa de Noruega, se extendía una línea de vigilancia constituida en parte por fuerzas aéreas y por submarinos.
La Home Fleet, a excepción de
algunas unidades, se encontraba en Scapa Flow y estaba capacitada para hacer
frente a cualquier amenaza en superficie que pudiera presentar el enemigo. El
portaaviones Furious se hallaba fondeado en Rosyth, junto con los destructores
de escolta, mientras las flotillas de submarinos tenían sus bases en Dundee y
en Blyth, dispuestas a llevar la guerra a aguas alemanas. Una división de
cruceros y una flotilla de destructores estaban en el rio Humber, y más al sur,
una flota de acorazados, portaaviones, cruceros y destructores tenía su base en
Portland, para vigilar la entrada meridional del Atlántico.
DESTRUCTORES
Además de la Home Fleet, las
cuatro comandancias metropolitanas. Plymouth, Porstsmouth, el Nore (en la desembocadura
del Támesis) y Rosyth contaban con escuadrillas de destructores, buques
antisubmarinos y dragaminas para misiones de escolta y de defensa local, que
dependían de los comandantes locales. Según la teoría dominante en 1939, la
disposición citada constituía una red bastante extensa y potente para
interceptar todo buque enemigo que intentase forzar el paso en cualquier
sentido.
Se había acordado también que la
Marina francesa vigilaría las zonas occidentales del Mediterráneo, mientras que
la Mediterranean Fleet tendría su base en Alejandría, para operar en la
zona oriental y poder así dominarla.
Para completar el bloqueo, el plan requería la presencia de fuerzas navales en
el estrecho de Gibraltar y en el Mar Rojo, donde se había creado puestos en el
bloqueo para el control de todos los buques mercantes que entraban en el
Mediterráneo.
Los planes de guerra alemanes
estaban condicionados, naturalmente, por una Marina no preparada para la lucha.
En efecto, después de su subida al poder, Hitler dijo al Almirante Raeder que
no desencadenaría una guerra mundial hasta el año 1944, y de acuerdo con tal
afirmación, Raeder estudió la preparación de las Fuerzas navales alemanas. Por
ello, cuando en 1939 estalló la guerra, mucho de los barcos que Raeder confiaba
tener dispuestos estaban todavía en preparación o en proyecto. No obstante,
Alemania poseía una marina eficaz. Los
tres “acorazados de bolsillo” nominalmente de 10 mil toneladas, de acuerdo con
los límites establecidos por el Tratado de Paz, pero secretamente construidos
con un desplazamiento de 13 mil, estaban dispuestos para combatir.
FRASE
Los cruceros de batalla
Scharnborst y Gneisenau, que también superaban en 6 mil toneladas los límites
establecidos, eran unos adversarios formidables, y los grandes cruceros pesados
tipo Hipper, estaban a punto de entrar en servicio. Asimismo lo estaban 56
submarinos, de los cuales no quedaban más que diez en preparación. Además, todas
las tripulaciones habían sido muy bien preparadas.
En las instrucciones militares
alemanas figuraba una frase muy significativa “No se renunciará a ciertos métodos de lucha porque algunos reglamentos
internacionales los prohíban” Era el presagio de la lucha submarina y de
corso, que los ingleses creían ya desparecida como instrumento de guerra naval.
La Marina alemana se dispuso a la
lucha oportunamente. El 21 de Agosto de 1939, el “acorazado de bolsillo” Graf
Spee atravesó de noche el Mar del Norte y se adentró en el Atlántico sin ser
advertido.
MANIOBRA
Tres días después el Deutschland, un buque del
mismo tipo, repitió la maniobra sin ser tampoco descubierto. Los buques de
apoyo Altmark y Westerwald se reunieron con ellos en el Atlántico después de
seguir el mismo camino y con idéntica fortuna. Entre el 19 y 29 de Agosto,
diecisiete U-Boot de tipo oceánico fueron enviados a zonas de vigilancia en el
Atlántico y otros siete, más pequeños de tipo costero, se destinaron a la colocación
de minas a lo largo de los puertos del Canal de la Mancha. Otros seis se
emplearon en misiones de reconocimiento de la zona central del Mar del Norte.
La primera misión de la Royal
Navy era formar un anillo alrededor del
enemigo, privándole de los abastecimientos que solamente podía recibir por mar.
Este anillo se extendía desde el sur de Noruega, a través del Mar del Norte,
hasta el Mediterráneo.
Sin embargo era fuera del anillo
donde se acumulaban los problemas. Pocas horas después de la declaración de
guerra, el hundimiento del trasatlántico Athenia por un submarino alemán fue un
aviso de que se iniciaba una guerra submarina sin limitaciones. En consecuencia
se adoptó precipitadamente el sistema de navegación en convoyes escoltados.
Fue entonces que la Royal Navy
empezó a sufrir las consecuencias de su retraso en el programa de
reconstrucción naval acordado antes de la guerra. Los destructores y otros
navíos de escolta de los convoyes carecían de la necesaria autonomía para
realizar íntegramente esta misión en el Atlántico, y mientras no se dispuso de
los nuevos buques, fue necesario establecer un límite de navegación en convoy
de casi 300 millas hacia el Oeste.
ESCOLTAS
A partir de esta distancia los buques se
dispersaban y proseguían su ruta aisladamente. Al regresar, los convoyes eran
escoltados a través del Atlántico por un buque anticorsario, generalmente un
buque mercante armado y al llegar al límite del convoy eran confiados a las
fuerzas de escolta, que los acompañaban hasta los puertos británicos. Después,
cuando las nuevas unidades estuvieron disponibles, este límite de navegación
fue trasladado al centro del Atlántico, pero lo cierto es que hasta mediados de
1941 la Royal Navy no pudo proporcionar una escolta antisubmarina a través del
océano.No obstante todas estas deficiencias, las pérdidas fueron menos graves
de lo que pudieran haber sido.
A fines de 1939, los U-Boot
habían hundido 114 buques, con un total de 421 mil toneladas pero nueve U-Boot
fueron destruidos. El balance no podía considerarse en modo alguno demasiado
desfavorable, teniendo en cuenta la escasez de fuerzas de escolta.
Mientras tanto, un intento de
ofensiva contra los submarinos alemanes tuvo un resultado negativo. Se
constituyeron dos agrupaciones navales, compuestas, cada una de ellas, por un portaaviones
y cuatro destructores, con la misión de operar contra los U-Boot en la zona
marítima occidental.
HUNDIMIENTO
El 14 de Septiembre, el Ark Royal escapó
milagrosamente de ser torpedeado por el U-39. Los destructores de la escolta
contraatacaron y hundieron al submarino. Pero tres días más tarde, la segunda
Agrupación fue atacada y el U-29 torpedeó el portaaviones Courageous, que se
hundió junto con los 519 hombres de la tripulación. El submarino salió indemne.
Pero el Almirantazgo seguía desarrollando
su acción contra los U-Bolt. Antes de la guerra se había creado un centro
informativo cuya misión era recoger noticias relativas a operaciones militares,
estudiarlas y comunicarlas a la Marina. También se creó una sala de operaciones
llamada “Tracking Room” que recogía todas las informaciones relativas a los
U-Boot por parte de buques o aviones, ataques efectuados y sobre todo
interceptaciones de mensajes radiados por los submarinos en navegación.
La “Tracking Room” se comunicaba por teletipo
con las estaciones de radio de todo el país y algunos minutos después de que el
U-Boot empezara a usar la radio llegaban los
datos referentes al acimut radiogonométrico de su posición. La
intersección de dos o más acimutes trazados sobre la carta daba la posición
exacta del submarino. Junto a la “Tracking Room” existía un complejo llamado “Trade
Plot”, capaz de dar la posición, rumbo y velocidad de cada convoy o buque
aislado en alta mar.
MINAS
Sin embargo, los submarinos no
eran el único peligro para los buques mercantes. Desde las primeras semanas de
guerra, algunos barcos fueron hundidos o destruidos por unas minas de nuevo
tipo, identificadas posteriormente como “minas magnéticas” contra las cuales
los ingleses no podían defenderse por carecer de dragaminas aptos para
neutralizarlas. A fines de Noviembre, las minas magnéticas habían costado a los
ingleses 46 buques, con un total de 180 mil toneladas. Además el hundimiento de
un destructor y grandes daños en varias unidades de guerra.
Pero el 23 de Noviembre, sin
querer, un avión alemán dio la clave para la solución del problema: arrojó una
de estas minas en las aguas pantanosas de Shoeburyness y entonces, con grave
riesgo personal, el Teniente Coronel J.G.D. Ouvry la desmontó para conocer las
particularidades de su construcción.
Otra causa de pérdidas de buques,
pero más difícil de contener y dominar, era la acción de los corsarios de
superficie. El Almirantazgo reaccionó con grupos de vigilancia que debían
actuar en el océano Atlántico y en el Indico. Además, se enviaron buques de
guerra a Halifax (Nueva Escocia) a través del Atlántico y cruceros de escolta
para los convoyes que se dirigían a Inglaterra.
Después de las acciones del Graf
Spee y del Deutschland, siguió en Noviembre, una empresa más ambiciosa por parte
del Almirante Raeder, que envió al Atlántico septentrional a los cruceros de
batalla Scharnhorst y Gneisenau, con el
fin de atacar las líneas de vigilancia.
COMBATE
Esto serviría como ejercicio a
las dos grandes unidades antes de lanzarlas a las principales rutas de tráfico.
Zarparon de Alemania el 21 de Noviembre, pero la tarde del 23, precisamente
cuando salían al Atlántico, entre las islas Feroe e Islandia, fueron descubiertos
y tuvieron que entablar combate con el buque mercante armado Rawalpindi. Como es lógico, éste no podía
competir con un crucero de batalla y fue hundido rápidamente por el
Scharnhorst. Sin embargo, antes pudo enviar un mensaje radiado.
El Comandante en Jefe, Almirante
Forbes, zarpó inmediatamente de Scapa Flow con la Home Fleet, se dirigió al
punto del hundimiento y avistó los dos
cruceros. Los perdió de vista a causa de un temporal. El Almirante Marshall,
Comandante de la División Alemana, evitó el combate, abandonando a gran
velocidad la operación y regresando a Alemania.
Uno de los golpes más graves que
en aquel tiempo recibió la Royal Navy fue el que le asestó a primeras horas de
la mañana del 14 de Octubre, el submarino U-47, cuando bajo el mando del Teniente
de Navío Prien, forzó el dificilísimo acceso a Scapa Flow, torpedeando y
hundiendo al acorazado Royal Oak.
La pérdida de este buque era insignificante
teniendo en cuenta la gran superioridad de la potencia naval inglesa sobre la
alemana, pero lo que preocupaba era comprobar que la más importante de las
bases navales inglesas era vulnerable a los ataques de los submarinos.
ESTUDIO
Un estudio efectuado a fines de
1939 confirmó las provisiones de la Royal Navy. Antes de estallar la guerra, el
Almirantazgo británico se preguntaba si sería posible contener la amenaza al
tráfico por parte de los buques corsarios de superficie.
Además sentía un justificado
temor ante la presencia de los tres “acorazados de bolsillo”. Sin embargo, el
resumen era favorable incluso respecto a estos tres buques, pues hasta el
momento sólo habían hundido 15 unidades (entre británicas, aliadas y
neutrales), mientras que los ingleses habían logrado eliminar a uno de estos
acorazados alemanes en Montevideo.
El tributo pagado a los U-Boot
tampoco era excesivo: 114 buques hundidos, con un total de 421 mil toneladas,
contra la pérdida de nueve U-Boot. Los daños ocasionados por minas fueron
graves (79 buques y 262 mil toneladas),
pero con el descubrimiento del sistema de desactivación de la mina magnética
alemana se creía haber resuelto el problema.
En el pasivo se podía incluir la pérdida del
Royal Oak y del Courageous, además de un buque mercante armado, tres
destructores y un submarino. En conjunto, había motivos para sentir cierta
esperanza.
PREOCUPACIONES
Sin embargo, con vistas al
futuro, eran muchas las cosas que preocupaban al Almirantazgo inglés. Antes de
la guerra se creía-y aún después, ya que no se había demostrado lo contrario-
que el detector de sumergibles, del que estaban provistos todos los barcos
antisubmarinos, era una garantía suficiente, sobre todo porque se empleaba
junto con la moderna bomba antisubmarina, cuya profundidad de explosión podía
reglarse a voluntad
Pero el Almirantazgo tenía ya la
confirmación del extenso programa alemán de construcciones de U-Boot y pensaba
que llegaría el momento-al cabo de unos dos años aproximadamente- en que la
defensa correría el peligro de ser aplastada, aunque no fuera más que por la superioridad
numérica.
Había otro aspecto de la guerra
submarina que también causaba inquietud: la falta de barcos de escolta con autonomía
suficiente para navegar con los convoyes de mercantes durante todo el viaje.
La situación era precaria, pero
aún iba a empeorar. En el transcurso de los últimos meses de 1939, el enemigo
había intentado, aunque con escaso éxito, atacar los convoyes con grupos de
submarinos en vez de emplear uno solo.
SISTEMA
Apenas se descubría un convoy, se
informaba al mando de la U-Boot, que enviaba a los submarinos que estuvieran
más cerca para desencadenar el ataque. Mediante este sistema resultó bastante
fácil desarrollar un método eficaz, de acuerdo con el cual los U-Boot se
reunían en formaciones, llamadas “manadas de lobos” y una vez determinada con cierta
seguridad la ruta de un convoy, el centro de operaciones del mando ordenaba a
la manada más próxima que se acercara.
Cuando se divisaba el convoy, el
submarino de turno dirigía a los demás hacia la presa por medio de señales
direccionales radiadas y sólo atacaba cuando todas las unidades habían llegado.
A esta táctica se añadió más
tarde el ataque nocturno en superficie. Cuando un submarino navega emergido sólo
se consigue entrever del mismo una borrosa silueta y es difícilmente visible
aún en las mejores condiciones atmosféricas. Navegando en superficie los
submarinos usaban los motores diesel, por lo que eran mucho más rápidos que cuando estaban sumergidos. Es
más, su velocidad en superficie superaba la de la mayor parte de los buques de
escolta británicos.
PILARES
Todo ello disipó instantáneamente
el optimismo con el que antes de la guerra el Almirantazgo británico consideró
los ataques enemigos al tráfico marítimo El ecogoniómetro y la carga
antisubmarina eran los sólidos pilares sobre los que descansaba la estrategia
de la guerra contra los sumergibles, pero las nuevas tácticas alemanas se
revelaban absolutamente superiores desde este punto de vista.
Mientras tanto, más tropas
británicas desembarcaban en Francia para intentar constituir una línea que
pudiera contener el avance de las fuerzas alemanas. Pero al empeorar la
situación en la costa, disminuyó también
esta esperanza y continuó perdiéndose cuando se puso de manifiesto que el nuevo
gobierno francés era favorable a un armisticio con Alemania. Por eso las tropas
británicas regresaron a Inglaterra.
La operación terminó con una sola
pérdida pero bastante grave: el trasatlántico Lancastria a bordo con más de 5
mil soldados fue alcanzado por los aviones alemanes. Aunque se hundió inmediatamente,
murieron más de 3 mil personas a causa de que el número de hombres embarcados
era muy superior a la capacidad de salvavidas disponibles.
Alemania dominaba la parte
oriental del Mar del Norte hasta el círculo polar al poseer los puertos y las
bases navales de Noruega. Sus submarinos podían penetrar al Atlántico. El plan
alemán para vencer a Inglaterra, más que intentar invadirla a través del Canal
de la Mancha, que hubiera sido el último recurso, consistía en privarla de su
tráfico marítimo.
ESPERANZA
Había mucha esperanza para los
aliados de las negociaciones entre Churchill y Roosevelt, después de las cuales
los Estados Unidos cedieron a Gran Bretaña 50 destructores que habían superado
los límites de edad, a cambio del arriendo de bases navales en Terranova y en
las Indias Occidentales.
Los seis primeros meses de 1940
habían sido relativamente tranquilos en el frente atlántico de los U-Boot.
Esto dependía en parte al mal tiempo durante el cual los submarinos tuvieron
bastantes dificultades y en parte a la retirada de estos buques del Atlántico
para utilizarlos en la campaña de Noruega.
En Septiembre el mando de los U-Boot
efectuó los primeros ataques en fuerza de las “manadas de lobos” contra los
convoyes ingleses. Se perdieron infinidad de buques británicos. No era excesivamente
difícil encontrar una solución para esta
forma de ataque. Una de ellas fue la instalación del radar en los avisos de
escolta.
Otra, la búsqueda de un sistema para
transformar la noche en día de una manera más eficaz que la conseguida con el
lanzamiento de bengalas. Pensando ello, los científicos inventaron el “blancanieves”,
un cohete que iluminaba una gran zona del océano.
SOLUCION
Otra solución consistió en proporcionar escoltas
aéreas a los convoyes. Lo que si se llegó a la conclusión es que la fuente de
información más eficaz eran las transmisiones radiales captadas desde las
estaciones costeras, de cualquier señal emitida por los submarinos en alta mar.
El Almirantazgo británico sabía
que centenares de nuevos submarinos alemanes estaban en fase de preparación y
que la fuerza operativa disponible no era ni sombra de lo que sería la futura.
Se hablaba de casi 900 submarinos nuevos. La campaña submarina era el
medio por el que Alemania esperaba ganar
la guerra.
Sin embargo, la Marina alemana no
renuncia a su plan de atacar a la flota mercante enemiga con buques corsarios
de guerra. Y en el mes de Septiembre de 1940, el crucero Hipper intentó
alcanzar el Atlántico, pero una avería en las maquinas le obligó a abandonar la
salida programada y a regresar a su patria.
Entonces el “acorazado de bolsillo Admiral Scheer
recibió la orden de repetir el intento. Partió de Alemania el 27 de Octubre,
sin ser descubierto por ninguna patrulla aérea británica, mientras navegaba
junto a la costa de Noruega y alcanzó el Atlántico a través del Canal de
Dinamarca. El 5 de Noviembre hundió un buque mercante británico que, desgraciadamente,
no pudo comunicar por radio el ataque.
CAPTURA
El Scheer se dirigió al sur lejos de la zona en la que había operado recientemente. Lo
abasteció de combustible y municiones un buque nodriza y después de haber
operado frente a Los Azores se dirigió hacia el Atlántico meridional donde
capturó un mercante británico cargado de víveres y deliberadamente permitió que
la tripulación enviara un mensaje por radio, al objeto de reclamar la atención
sobre su situación y atraer hacia allí alguna fuerza de vigilancia británica
empleada en operaciones anticorsarias. Esta estratagema, que dejaría sin
vigilancia la costa septentrional, permitiría al crucero Hipper llegar hasta el
Atlántico y emprender su segunda tentativa.
El Hipper zarpó el 30 de
Noviembre y también consiguió eludir la vigilancia aérea en el mar del Norte.
El 7 de Diciembre penetró en el Atlántico a través de Dinamarca. Se dirigió al Sur
para vigilar la ruta de Sierra Leona y
el 24 de Diciembre evitó un convoy. Lo
siguió toda la noche con la esperanza de alcanzar una gran victoria al día
siguiente.
Se trataba de un convoy destinado
a Oriente Medio. Los convoyes de tropa eran siempre los que iban más
fuertemente escoltados. Por ello, cuando el día de Navidad, el Hipper se acercó
para atacarlo, su comandante se sorprendió al verlo protegido por un
portaaviones y tres cruceros. Estos lo rechazaron enseguida pero,
desgraciadamente, a causa de la poca visibilidad perdieron su rastro.
AVERIAS
En el encuentro el Hipper sufrió
daños de poca importancia, pero decidió interrumpir su misión de perseguir
convoyes y dos días más tarde arribaba a Brest en la costa francesa. Después
llegó el turno del Scharnhort y del
Gneisenau.
Estos buques habían sido gravemente averiados
durante la campaña de Noruega y desde entonces tras pasar siempre en el
arsenal, no habían vuelto a realizar ninguna
misión. Pero no tuvieron suerte. El Gneisenau resultó averiado a consecuencia de una tempestad mientras
navegaba frente a la costa noruega, por lo que ambos buques regresaron a Kiel.
Esta segunda oleada de corsarios
echo a pique 17 buques con un total de 97 mil toneladas. En consecuencia las
pérdidas durante aquel año, por causas diversas, ascendieron a más de mil
barcos y casi 4 millones de toneladas. Casi el 60% de esta totalidad fue
hundido por los U-Boot, generalmente en la ruta vital de tráfico del Atlántico septentrional.
En el otro extremo del cerco,
dentro del cual se encontraban las potencias del eje, las cosas eran distintas.
Cuando Italia entró a la guerra al lado de Alemania, la situación naval en el
Mar Rojo se hizo enseguida más difícil. En la base naval de Massaua, los
italianos tenían nueve destructores, ocho submarinos y un buque mercante
artillado.
El Mar Rojo era una vía de comunicación
esencial para las fuerzas británicas que operaban en el Oriente Medio y no se
podía pensar en perder el dominio en esta zona maríima si se quería impedir el
tráfico de Alemania e Italia y no se podía pensar de perder el dominio en esta
zona marítima si se quería impedir el libre tráfico de Alemania e Italia con el
mundo exterior.
ALTIBAJOS
Pero las cosas se desarrollaron de tal modo
que la amenaza italiana nunca se hizo realidad, por lo que la ruta del Mar Rojo quedó en poder de Inglaterra.
El cerco del poderío marítimo permaneció inalterable.
Hacia finales de 1940, la
situación en el mar experimentó una serie de altibajos. Los Aliados habían sido
vencidos en tierra, en Noruega y en Francia, pero la defensa marítima resistía,
si bien en algunas zonas era débil.
Después de la ocupación por el enemigo de las
bases navales noruegas y francesas, con la consecuencia del aumento del radio
de acción de los U-Boot, Gran Bretaña había ocupado Islandia y estaba ultimando
una base aérea y naval que llegaría a alcanzar una importancia decisiva en la
guerra antisubmarina.
EXTRAÑEZA
Solamente un aspecto de la guerra
de los convoyes inspiraba cierta extrañeza. Al igual que en la Primera Guerra
Mundial, sucedía que los submarinos dudaban al tener que atacar a los convoyes
provistos de escolta aérea y de superficie, aun cuando en aquel tiempo no
existía una escolta aérea capaz de hundir a un submarino. Este fenómeno se
repetía con una extraña coincidencia en 1940.
Pero las escoltas aéreas
destinadas a operar en apoyo de los convoyes requerían aparatos de gran
autonomía, en realidad los mismos que se necesitaban para llevar la ofensiva
aérea en tierra alemana. Y el mando costero de la RAF, que según las
directrices del Almirantazgo proporcionaba dichas escoltas aéreas, carecía de
tales aviones, lo que determinó graves
pérdidas en barcos.
El problema no se resolvió hasta
el año 1943, es decir, cuando la Marina tuvo el número suficiente de
portaaviones auxiliares para abastecer a sus aparatos durante toda la ruta de
convoyes. Más tarde, la producción americana de aviones de gran autonomía
subsanó esa laguna y los portaaviones se destinaron a otras operaciones.
Mientras tanto, se mantenía
prácticamente el bloqueo impuesto a Alemania e Italia. Esta era el alma más
importante que, si se conservaba, conduciría a la victoria final. El gran peligro con el que Gran Bretaña se
enfrentaba no era la invasión de la isla-riesgo ya desaparecido si es que había
existido realmente-, si no la derrota en la guerra contra los U-Boot.
El futuro de la contienda dependía por
completo de aquella batalla que se desarrollaba a ciegas en la inmensidad del
océano. Era una carrera entre el programa alemán de construcción y el momento
en que sería posible disponer de un escolta de convoyes formado por buques de
superficie y aviones. (Editado, resumido y condensado de la Revista “Así fue la Segunda
Guerra Mundial”).
No hay comentarios:
Publicar un comentario