miércoles, 13 de febrero de 2013

R.M. AYARZA: AQUI ESTA LA MARINERA

Rosa Mercedes Ayarza nació en Lima en 1891 y hasta su muerte cultivó la tertulia y los saraos. Primero en su casona de San Sebastián, frente al histórico templo. Luego en su cálido hogar de la calle Mariquitas (Jirón Moquegua 376) donde la virtuosa concertista e ilustre recopiladora presidía reuniones que formaron uno de los últimos hábitos de la Lima que se fue.
Auténtica pionera y forjadora del arte musical peruano, la eximia maestra no sólo hizo una esforzada labor de recopilación, sino también una bullente producción creativa. Hizo música virtualmente toda su vida.
Y en torno a ella forjó escuela formando numerosos discípulos. Por lo mismo afirma con vasto conocimiento don Carlos Raygada, a quien se considera uno de nuestros más autorizados musicólogos y críticos que doña Mercedes Ayarza de Morales “fue la gran animadora de nuestro mundo musical”.
Citémosla solamente para precisarla en la historia y en el ambiente de nuestro arte, como la primera persona que escribió en el pentagrama la música y letra de una marinera. Como notable ejecutante y concertista del piano, ganó el aplauso y la fama de toda una época de Lima.
Doña Rosa Mercedes recogió en la bruma de la madrugada, en la tibieza de las tardes y de las noches, en atenta vigilia, el pregón de las calles limeñas, para ponerles anécdota, letra y música. Digamos que doña Rosa Mercedes anotó en sus cuadernos de música, para luego trasladarlos a la canción y de allí a los instrumentos, la voz  y los discos, aires y compases de la maravillosa composición norteña y costeña en general.

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Rosa Mercedes: concertista y recopiladora

“LA CONCHEPERLA”
Y todo eso lo hizo con devoción y amor por la patria, Haciendo de su propia vida, una bella canción peruana. Tal vez un triste con fuga de tondero, que son el sentimiento y la alegría, continuos acompañantes del destino.
Tenía doce años cuando ya tocaba piano con maestría y dominaba la escritura musical, cuando Abelardo Gamarra “El Tunante” le pidió que llevara al pentagrama ” La Concheperla”. Aquel modo de cantar y de bailar tenía otro nombre. Pero Gamarra quiso que se llamara marinera. Y le añadió como título: la decana.
Muchos años después fue la propia Rosa Mercedes quien al presenciar aquella mitológica marinera con un brillante arreglo para coros, dejó perfectamente establecido que La concheperla era una creación de Abelardo Gamarra en los versos y de José Alvarado ” Alvaradito”, en la música. 
TRIUNFOS EN EL MUNICIPAL
Más el contacto de doña Rosa Mercedes con la música peruana no quedó con esta feliz iniciación. En una época en que los aires de la jarana estaban proscritos de salones y salas de jerarquía se atrevió a presentar en el Teatro Municipal, en el año de 1938, el Primer Festival de Música Criolla, con la participación de más de cien  artistas y una orquesta sinfónica que ella misma condujo con batuta maestra.
 Marineras y resbalosas fueron bailadas con frac y traje largo. El tondero y el festejo así como otros aires costeños levantaron polvo inaugural en el tablado del Municipal de Lima. Así abría trocha con nuestra propia música en un ambiente entonces saturado de tangos y milongas, rumbas y boleros, aires de chotis y de zarzuela, la briosa doña Rosa Mercedes. Pero su preocupación y su búsqueda fueron más allá de aquel famoso festival.
Tras años de paciente trabajo, escuchando viejas voces que parecían perderse en el olvido, doña Rosa Mercedes reunió una nueva cuantiosa producción de aires costeños que presentó en el álbum titulado: Danzas y Canciones del folklore peruano costeño.

En sus años mozos

Quizás uno de los aspectos más característicos de su obra musical fueron sus pregones. Ella sabía que cada país, sobre todo México y las naciones centroamericanas,  hacía recorrer sus canciones  por todo el mundo.
EL CANTO PREGONERO
Y desde las dos ventanas de su casa que daban a Pachacamilla y San Sebastián se puso a recoger el canto pregonero de la calle. Habría que recordar una bella crónica de don Aurelio Miró Quesada Sosa, que con gran precisión describe  el cotidiano horario de los pregoneros limeños.
Con el mismo sabor y la gracia con que eran voceados los convirtió en pregones. Muchos de ellos como “El cholo frutero”, “La picaronera”, “La tamalera", ya no son sólo patrimonio nuestro. Se los llevaron a caminar por el mundo otros intérpretes famosos, artistas notables que por aquí pasaron.

Una de las carátulas de un exitoso disco de su creación

Aparejada con el ejercicio de los aires auténticamente peruanos, doña Rosa Mercedes siguió cultivando la música selecta o si se quiere, clásica. Fue solista de la filarmónica que conducía don Federico Gerdes  en un memorable concierto que elogió la crítica de entonces. La brillante pianista interpretó a Schumann. Y dicen los recortes familiares que son guardados por sus hijos, que fue aquella  una noche excepcional de la concertista.
Doña Rosa Mercedes fue, asimismo, una formidable maestra y consejera. Lo pudieron y pueden atestiguar nuestros internacionalmente famosos Alejandro Granda, Lucrecia Sarria, Gregorio Caro, Luis Alva y Sonia Vargas. Y para exaltar la calidad universal de su creación bastaría afirmar que muchas de sus obras formaron parte del repertorio de intérpretes como Ortiz Tirado, Tito Guizar, Matilde Brothers, Rosita Serrano, Mercedes Carassa, de los Cosacos del Don y del conjunto de danzas y canciones del notable bailarín español Joaquín Pérez Fernández.
LIMEÑA DE PURA CEPA
No tenía tregua para trabajar. Su hija Graciela es también una magnífica pianista. Sus sobrinos nietos son reconocidos actualmente como estupendos intérpretes de la marinera. Todo lo que queda en torno al recuerdo de la señora Ayarza de Morales, tiene color, sabor y oído a la música.
Doña Rosa Mercedes Ayarza de Morales nació en Lima el 8 de Julio de 1881. Fue bautizada en la pila de la Iglesia de San Sebastián en la que recibieron el sagrado sacramento Santa Rosa de Lima, San Martín de Porres,  Francisco Bolognesi y José Santos Chocano, entre muchas figuras cimeras de la vieja Lima.
Fue hermana y camarada musical del famoso Mayor de la Guardia Republicana, don Alejandro Ayarza “Karamanduka”, también cantor, guitarrista, compositor, bailarín, torero y hasta picador, según lo describe don Jorge Basadre.
Con el autor de “La Palizada”,-legendario vals que fue el himno de una traviesa peña  criolla compuesta por jaranistas y trampeadores- y creador de celebradas obras teatrales, alternó una permanente comunicación que sirvió tanto a la obra de él como la de doña Rosa Mercedes. Hermanos de sangre, lo fueron también en el rumbo de los pentagramas.
De Alejandro Ayarza se recuerda que en 1912 presentó en el Teatro Victoria (ex cine Astral) situado en Orejuelas, una revista que bajo el título de “Música Peruana” aglomeró públicos durante respetable tiempo.  Aunque la letra y música de las canciones fueron de ”Karamanduka”, se dice que las consultó y perfeccionó con su hermana.

La zona de la Lima antigua donde vivieron Karmanduka y El Tunante

LINDA VELADA
Tuvimos ocasión, hace algunos años, de asistir  a una de las veladas de doña Rosa Mercedes en su casa del Jirón Moquegua. El amplio portón nos condujo a un patio auténticamente limeño con macetas de helechos y geranios. Dos ventanas daban al salón principal en uno de cuyos dorados sofás,  cercano a su piano de cola, estaba doña Rosa Mercedes. Sus gruesos lentes se movían  al compás de sus frases burlonas y su risa. La tertulia comenzó con música selecta. Café y bizcotelas, amén de otros pasteles. Recuerdo que después Teresa Bolívar y Edmundo Pizarro cantaron a dúo varias hermosas canciones pertenecientes a doña Rosa Mercedes.
En un intermedio, ella recordó dos parejas de marineras que para su docto entender fueron maestras de la danza: la señora Ita Blondet de Anderson con Raúl Aramburú Raygada. La inolvidable Rosita Alarco Larrabure con el redondo y travieso Carlos de la Cuba. A su memoria van los mejores recuerdos.
El tiempo se fue esfumando así como cuando es ligero y traidor en las mejores horas. Las precisas. Y cerca de la medianoche, cuando vino la marinera ya Rosa Mercedes dormitaba como una solemne reina en su sofá dorado. Don José Gálvez hubiera repetido entonces: “Y entró la marinera cerca de la aurora a destronar el rigodón”. (Jorge Donayre Belaúnde)

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