domingo, 30 de noviembre de 2014

INDUSTRIA Y COMERCIO

En el año 1839 “El Comercio” (N° 120) refiriéndose a la posibilidad de la formación de un Estanco de Tabacos dice sesudamente que “merece reflexionarse mucho al resucitar una institución que tanto reprueban los sanos principios de la economía política”.
En 1840 se estableció en Lima una Bolsa Nacional, cuyos estatutos fueron aprobados el 14 de Julio de ese año. La solemne instalación se realizó el 7 de Septiembre y el primer presidente fue don Francisco Quiros y los primeros directores los señores Domingo Elías, Nicolás Rodrigo, Joaquín Osma, Manuel Oyague, Clemente Villate, Francisco Almirall, José Manuel Palacios, Juan de Dios Calderón, José María Varela, Modesto Herce y José María Sotomayor. Nombraron socio de honor al General Castilla que era entonces Ministro de Hacienda. El primer secretario fue Diego Adalid.
En 1840 todavía se obligaba a los pulperos, como en las postrimerías coloniales, a poner luz en las puertas de sus establecimientos, lo que de muestra lo escaso del alumbrado público y la importancia de la pulpería.
Por ese mismo año, en que nos gobernaba el General Gamarra, se imponía multas por quítame allá estas pajas y, como se verá más adelante, para una bofetada era necesario “que hubiese mérito para ello”.
En el número 299, tomo 2° del año 1840, correspondiente al 12 de mayo, en la sección Intendencia de Policía, hay una relación de multas a los pulperos que no habían colocado luces en las puertas de sus pulperías.


Una pulperia de Lima antigua.

INFRACTORES
Los infractores fueron los dueños de las de los Caballos, Torrecillas, Matienzo, Santa Rosa y Pericotes. Pero el dato más sabroso es éste que textualmente reproducimos: “El dueño de la pulpería de la esquina de la Concepción ha pagado una onza de oro a Mateo N., por haberle pegado de bofetadas  sin mérito para ello”.
Cuatro reales y medio costaba, en 1840, una libra de mantequilla especial de Jauja, según aviso publicado en el N° 287.
Guillermo Wheelright, que fue el primer gerente que tuvo en Lima la Compañía dwe Navegación a Vapor en el Pacífico llegó a la capital el 5 de Septiembre de 1840 de GHuayaquil en la goleta “Dardo” (N° 392).
En ese mismo mes se ofrecieron 350 acciones para colocar en el Perú, siendo los agentes los señores Templeman y Bergman (N°402). El gobierno por su parte circuló a los prefectos y gobernadores litorales para que hicieran reconocer el territorio a fin de descubrir las minas de cafrbón de piedra para la navegación por vapor (N° 718), lo que comentó favorablemente “El Comercio” en el N° 419 
VAPOR
En el N° 422 hay una descripción del vapor Perú que fue el primero de esa clase que vino al Callao. A pesar de lo sobrio de las noticias, se advierte una enorme expectación por la llegada del primer vapor.
En el N° 425 se dice que”en todos los círculos y tertulias se habla únicamente de las ventajas que nos proporcionará  un medio tan rápido y seguro de comunicación” y que en Chaclacayo “se ha descubierto una buena veta de carbón de piedra”. En el N° 430 se publicó la lista de los primeros accionistas. El entusiasmo era enorme.
Por fin e n el N° 440 del 4 de Noviembre se anuncia que ha entrado al puerto el vapor “Perú” de 736 toneladas procedente de Valparaíso, tocando Coquimbo, Huasco, Copiapó, Cobija, Arica, Islay y Pisco, en 8 días del primer puerto, su capitán don Jorge Peacook, con 41 hombres de tripulación, consignado a M.M. Wheelright y con el pasaje siguiente: doña Eugenia Olavide de Cádiz, don Elías de la Cruz, don Domingo Castro y Calvo, don Gregorio Godoy, don Dionisio Ortiz de Villate y don José García Cádiz
En el N° 441  se describe la entrada del barco, las salvas. En ese mismo número se anuncia la salida para el 15 de Noviembre. Los visitantes eran tantos que se publicó un aviso advirtiendo que no podían admitirlos los días martes y miércoles (N° 444).


Vapores de la época.

AGASAJO
El 7 de Noviembre el Presidente General Gamarra, con sus ministros, cuerpo diplomático, miembros del Consulado, visitó el vapor. El Callao estuvo embanderado. Hubo banquetes a bordo, mientras el barco voltejeaba por la rada.
Brindaron Wheelright, el presidente, el señor Bergmann, los ministros Ferreyros, Cabada y Charún, los señores D’Aponte, Leary, Garrido, Prevost, Távara, Calmet, Torrico, Iguain y Elias, el comandante Claxton,el capitán Peacock. El banquete duró hasta las 4 y media de la tarde.
El domingo  8 tuvo el barco muchos visitantes. El camino al Callao se lleno de ómnibus, carruajes y “hasta  los ya casi jubilados balancines fueron tomados. “El Comercio” aboga desde entonces para que se haga el ferrocarril al Callao (N° 444). Las  visitas continuaron hasta el 14 de Noviembre en que salió el barco llevando una gran cantidad de pasajeros cuya relación completa aparece en el N° 450.
En su viaje de vuelta el “Perú” hizo varios paseos. El 20 de Diciembre uno a Chorrillos con música y baile. “Algunas señoritas se marearon”. En Chorrillos hubo “una abundante mesa de once”. Las demás “valsearon en la toldilla” (N°478).
El buen vino de Burdeos se vendía en 1840 en una tienda de la calle de Palacio “pasada la casa del señor Aliaga” a doce pesos el cajón de Chateau Margeaux y a diez los de Chateau  Laffitte y la Rose (N° 456).
APETITO
El vino Vermouth se comenzó a libar en Lima en 1841. Un a viso-la importancia historica de los avisos es extraordinaria-lo demuestra. En el  N° 711 del 11 de Octubre de aquel año se le anuncia con el título de “Vino Vermouth.
Se vendía en la esquina de la Coca y Plateros de San Pedro, al precio de seis reales la botella. El anunciador advierte que un vasito de este excelente vino “abre inmediatamente el apetito de los que se sienten muy inapetentes”.
Hasta 1841 no había en Lima joyerías propiamente dichas como las que hoy se estilan. Nuestras coloniales platerías se bastaban. Y las joyas europeas las hacían venir especialmente las personas adineradas.
No hay aviso alguno que anuncie joyerías, ni despacho de aduana que las revelen. Apenas si en uno de  éstos se ve una vaga referencia en el N° 710 del 12 de Octubre de ese año. Entre los efectos despachados para la casa B. Lequerica, figuran dos bultos “de plata y oro en piezas”.
En ese mismo número hay un aviso muy curioso que tiene un título que es toda una licencia literaria: “Nueva platería de oro”. Estaba la tal platería de oro en la calle de las Mantas. En 1844 la platería de la Merced, en Espaderos, anuncia joyas llegadas de París (N° 1579).



El Presidente Gamarra.

PASTELERIA
En 1844 había en Lima una pastelería y confituría de lujo en Plateros de San Agustín, la que era dirigida por unos franceses Pailhes y Blane. Da idea del buen gusto de la época lo que se vendía en ella: conservas de liebres, codornices, alondras, sazonadas con trufas, en cajas y media cajas, sardinas en aceite, trufas para guisados, almendrados con miel de abejas, golosinas de azúcar, etc., El Comercio del 3 de Abril de 1844, número 1440.
En una relación de bultos entregados en el puerto del Callao a P. Mestané y Cía (N° 1455 del  24 de Abril) hay un renglón prosaico en su hora y en el que sólo pararon mientras los comerciantes con el correr del tiempo, nos trae una leve aroma de evocadora poesía. Entre yardas de manfor, pañuelos de levantina, sarasas, panillos, driles, damascos, latones y tocuyos, figuran las nobles plumas de ave con las que escribían nuestros abuelos.
En la antigua huerta del Noviciado de San Carlos, famosa por sus árboles frutales, había unos baños muy concurridos. En el referido año 1841 se anunciaba la venta en rifa de ese  inmueble, forma de  enajenación que fue más frecuente entre otras de lo que podía sospecharse.
La acción importaba ocho pesos y el número de acciones era de 3062. Su propietaria era entonces la señora doña Josefa Valdivieso de Jordán (N° 764) La rifa fracasó, sin duda, porque en 1842 se vuelve a anunciar la venta de la huerta (N° 978).
CRISTALES
En el año de 1845 se estableció en Lima una fábrica de cristales que comenzó  servir los pedidos del público en enero de 1846. El depósito almacén estaba en la calle de Polvos Azules.  La razón social era José Bossio y Cía (N° 1961).
Alla por el cuarentaitantos eran más frecuentes  que ahora nuestras relaciones con México. Parece demostrarlo un aviso aparecido en el número 1968, del 30 de Diciembre de 1845. La sombrerería situada en la calle de Mercaderes, frente a la famosa fonda de “la Bola de Oro”, anuncia que ha vuelto a establecer sus trabajos con materiales nuevos y que es el Señor Voitgard. gran sombrerero- quien los hace, y termina diciendo que tiene una partida “de sombreros de vicuña superiores muy aparentes para las costas de México”, lo que demuestra que se hacían con frecuencia viajes comerciales a esas costas, cuando hasta en un anuncio se alude a ellas.
En el año 1846 un alemán Wenthin Bartel, intento implantar una fábrica de cerveza y puso avisos para conseguir un asociado respetable que contribuyera con diez mil pesos a la empresa que se proponía hacer (N° 1979)
Que hasta 1846 no existía joyerías propiamente dichas, lo revela no sólo el hecho de no aparecer avisos que las denoten, sino la circunstancia de ofrecerse alhajas en venta en las  platerías y en los establecimientos de distintos giros, como se ve en el anuncio de Juan Ch. Delboy, que en su casa comercial de la calle de Mercaderes tenía libros, paños, perfumería y alhajas (N° 1871)
BANCOS
En 1846, como se sabe, no  había aún bancos en Lima. En aquel año don Bernardo Codesido presentó un proyecto para establecer uno de giro, depósito, descuento y circulación. El capital debía  ser de dos millones de pesos.
El 4 de Marzo de ese año informó sobre el proyecto el tribunal del consulado. Ambos documentos que son muy interesantes, están publicados en el N° 2072 de la colección y en el N° 2076 está la exposición con la que Codesido acompañó su proyecto y en el N° 207 su respuesta a las observaciones del tribunal.
En 1876 se empleó el asfalto en las aceras de la Rivera y de la Catedral de la Plaza de Armas. La fábrica estaba n Santo Tomás y quienes anunciaban la bondades del nuevo sistema se titulaban, no muy gramaticalmente por cierto “ los empresarios del enlozado de asfalto (N° 2048)
Las plumas de oro con puntas de diamante las trajo a Lima, en 1847, la librería de Pérez de la calle de Mantas. Las calificaba de exquisitas el anunciador y las garantizaba por cuatro años, aunque se usaran diariamente. Las puntas de las plumas estaban calzadas con iridium y por el eso el inventor-un tal Brown, de Nueva York- llamó a las plumas “de oro con puntas de diamante”.



Una fundicion que contribuyo al desarrollo.

FUNDICION
En la edición del 14 de Mayo de 1847 (N° 2960) hay en la sección Lima un suelto muy interesante para la historia de nuestro desenvolvimiento industrial sobre el establecimiento de la Fundición de Bellavista que dirigía don José Bomblek y se alude a haberse fundido en ella hornillas para el vapor “Rímac” y una máquina para desaguar minas, lista para ser enviadas a Castrovirreyna.
En otra ocasión se ha hecho notar en estos mismos apuntes que en Lima no hubo joyerías propiamente dichas, de las que hoy estilamos, hasta el cuarentidos. Los plateros bastaban. Es en Julio de 1847 cuando se abre en Lima una joyería  en forma . La de Filidor Torres & Cía, que estaba en la calle de Mercaderes  (N°2424)
En el  N° 2715 (martes 18 de Junio de 1848), hay un aviso bajo el titulo tan resobado de ¡ojo! Que dice que en la sastrería Richard de la calle Palacio, se encargaban de vestir a un individuo del modo siguiente: un frac o levita de paño de primera y de cualquier color de modo, un pantalón de raso de lana o casimir fino, un chaleco de terciopelo, cachemira o sea, una camisa de olán batista de hilo, todo  por 51 pesos. La verdad es que dada la fuerza adquisitiva del peso entonces, el tal Richard era un  gran carero.
Anteriormente hemos contado que el sastre Richard daba por 31 pesos un frac, un chaleco, un pantalón y una camisa, lo que nos parecía caro para la época. Pues bien, como dicen casi sin excepción los maestros, otro sastre, don Víctor Mestayer, daba por igual cuantidad de dinero un frac de paño fino, un chaleco de terciopelo, un pantalón de casimir superior, una camisa de hilo, una corbata, un pañuelo de narices y un par de guantes.
FABRICA
En 1849 se estableció en la Alameda de los Descalzos una fábrica de tejidos de algodón que despertó gran curiosidad en el público, al punto de que los visitantes fueron tan numerosos preguntones e indiscretos, que los empresarios se vieron obligados a fijar un solo día de la semana-los jueves- para las visitas.
 A los forasteros se le permitía lo hicieran en cualquier momento, pero a condición de que exhibieran los “boletos de admisión” que para tales casos deberían obtener de algunos de los empresarios.
Así se ve en un aviso publicado en el número 2701. Pero los que por natural curiosidad, quisieran saber quiénes eran los empresarios diremos que fueron los señores Herce, Cajigao, Santiago y Casanova.
El año 1848 fue muy interesante se implantó una fábrica de tejidos de algodón (tocuyo). “El Comercio” estableció una fábrica de papel, trajo una maquina a vapor parea mover sus prensas. Se implanto una fábrica de cristales.
FOSFOROS
Tuvo el Perú su primer vapor de guerra: “El Rímac”. Un artículo publicado en la sección “Lima”, el 29 de Julio de ese año (N° 2724), se hace referencia a algunos de aquellos adelantos.
Que en 1848 se introdujeron los fósforos no cabe duda: “El Comercio” registra en su N° 2787 un comunicado en el que se añora el tiempo en que los caballeros sacaban “sus mecheros de oro”, a veces guarnecidos de brillantes, luciendo una mecha de filigrana que perfumaba el ambiente y alude al cambio de hoy en que sale a plaza el “pobrísimo fósforo” que asusta al prenderse, chispea a riesgo de incendiar el vestido de una vecina y deja por resultado una mecha o un palillo que no se sabe dónde tirarlo para que no ensucie o queme”. En cuanto al precio- lo que  es interesantísimo- diremos que valía doce cajas sólo medio real.
Aunque  algunos se empeñan en no creerlo, tal vez por no darse el trabajo de buscar, la anécdota suele ser el alma de la categoría, y muchas veces el dato de un documento sirve para establecer una doctrina.
La historia, aún la menuda, es en el fondo una acumulación de cultura y es necesaria hasta para poder combatir bien la obsesión por ella. Y que conste que para esto no hay que citar a Splenger. A los que solemos, sin mayores pretensiones, dedicarnos un tanto a la búsqueda de datos, nos ocurre con frecuencia que el pasado nos sorprende con inesperados lecciones en que no pocas veces encontramos que lo que creímos muy nuevo, no lo es tanto o simplemente no lo es.



Un ejemplar antiguo del diario "El Comercio"
MODAS
Muchas enseñanzas de tolerancia comprensiva de esta grata tarea de penetrar el ayer. Un simple dato, ilustra, cuantas veces, toda una teoría nos muestra un estado de alma colectiva.. Dos pequeñas noticias hemos encontrado en “El Comercio” de 1849 en la sección “avisos diversos”.
Ambas nos explican el ambiente romántico de la época y nos enseñan que en esos días no tardaban tanto, como hoy se supone, en llegarnos todas las modas, como nos llegan actualmente: las de los vestidos y hasta las de las ideas
En el gabinete óptico que era, por ese entonces una de las atracciones de Lima, ´primaban las vistas y cuadros tomados de las obras de Víctor Hugo o de la historia romana. Un anuncio interesante del establecimiento de cueros en la calle de Plateros de San Agustín N| 41 después de ofrecer botines de todos tamaños, para señoras, advierte que ha  recibido también, cortes de cabritilla talgueados de colores románticos. Un modernista  no lo diría hoy mismo de más reveladora manera (N°2862)
En 1860 había en el Callao una fábrica de cristales que dirigían Biondi, Bossio y Cía. Así se ve en un aviso publicado en el número 3156) Cinco años después un tal  Luirent Koonen quiso implantar el sistema de macadams para los pisos de la ciudad. Aviso del N° 8555  del 4 de Febrero de aquel año.
En el mes de Junio de 1865 se comenzó el adoquinado de Mercaderes.” El Comercio” del 3 de ese mes se ocupa del asunto. No faltaron quienes sostuvieron la necesidad de que vigilara y dirigiera los trabajos un ingeniero y así lo dispuso la Municipalidad, encargando la comisión a don Miguel Trefogli (N° 8682). Era Alcalde de Lima entonces el Mariscal La Fuente. (Páginas seleccionadas de las “Obras Completas” que pertenecen como autor al consagrado escritor y político, José Gálvez Barrenechea)

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