domingo, 6 de noviembre de 2016

DE HOMBRES POLITICOS

Cuando en la  administración de Leguía, comenzaron a dividirse los partidos políticos y se partió por gala en dos el Civil y se bifurcó el Constitucional y casi quiebra el Liberal, el doctor David Matto, que fue siempre muy ocurrente, dijo en un grupo que comentaba la situación: “Caracoles, este Leguía os ha resultado más disolvente que el éter”.
Cuando se exhibió por primera vez la candidatura de Antero Aspillaga a la Presidencia de la República, un músico, sabiendo que se preparaba una manifestación, fue donde Antero y le ofreció el concurso de una banda popular.
El candidato, amable y cortes, le preguntó cuántos músicos serían y el oferente que era un zambo más cambuto y guaragüero, que un pandorgo, le contestó que serían 25 y al interrogarlo nuevamente Antero por el  precio, le dijo que habían de 80 soles y de 50.
“Qué tal-le dijo Aspillaga los de 80 serán mejores, tocarán más, serán maestros. No le respondió el zambito, los de 80 aguantan palo y hasta piedra y los de 50 en cuanto ven que hay reparto de leña, sobran…
De los firmantes al acto de la Independencia el último que murió en Lima fue el notable hombre público Francisco Javier Mariátegui, que con Lazo, Vigil, Gálvez y otros formó el grupo liberal. Falleció en 1886.y cosa curiosa: había sido procesado por  el Tribunal de la Inquisición de Lima a comienzos del siglo XIX, por haberse constatado que había leído el libro “Abelardo y Eloísa”…

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Mariátegui: figura de la historia

PERROS
Contaba el doctor Daniel Alfaro Calle, diputado regional por Huancayo, que una curiosísima característica de los perros de ladrar siempre a los médicos, cuando éstos van a casa de sus clientes y lo confirmó con algunas citas, siendo interrumpido por alguien que le dijo: “He ahí una prueba más de la fidelidad y amor de esos animales para con sus amos”.
Cuando se formó el gobierno de la dictadura de Prado, en 1865, se comentó en forma entusiasta la constitución del Gabinete Ministerial que formaron José Gálvez, Toribio Pacheco, José Simeón Tejeda, Manuel Pardo y Jose María Quimper, gente toda de doctrina y de prestigio.
Luego de que Castilla regresó de Europa se encontró con el Gobierno ya constituido y alguien le preguntó su opinión sobre Prado y sus ministros.  El Mariscal, con la agudeza que le caracterizaba, respondió: “No está mal, no está mal: un sargento y 5 estudiantes”.
No deja de ser curioso que los dos grandes rivales de nuestra política civil, Piérola y Pardo, comenzaran a intervenir en ella como ministros de Hacienda. Y ambos en gabinetes presididos por un Gálvez. 
DURAND
Don Manuel Pardo en el célebre año de 1866 en que figuraron, como se sabe, José Gálvez que lo presidía, Pacheco, Tejeda y Quimper. Don Nicolás de Piérola en el no menos famoso que formó Pedro Gálvez con Luciano Benjamín Cisneros, José Antonio Barrenechea y el Coronel Francisco Balta.. Antes de entrar el Califa al portafolio ocupaba la cartera de Hacienda, Francisco García Calderón.
Cuando el doctor Augusto Durand, al final del primer periodo de Pardo, atacó Cerro de Pasco, siendo rechazado por el Coronel Negrete, entre los prisioneros tomados se encontraba un americano de arrogante figura que llevaba con fiereza un fusil al brazo. Al ser interrogado sobre los motivos que le habían inducido a hacerse revolucionario: “Mi quiere aprender el sport del país”.
Creo que fue en tiempos de Romaña cuando pusieron presos por asuntos políticos al doctor Flores, al señor Dyer, suegro de Durand y  a Germán Leguía y  Martínez, por sus días liberal decidido.
Parece que a Leguía y Martinez la prisión hizo mucha mella en el ánimo porque le hizo perder el humor. En cambio el viejo  Dyer se mantenía dicharachero y cordial, como si estuviese en tertulia en el salón de un club.

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Avenida de la Colmena en la antiguedad.
ESTROFA
Un día en que el Spleeen de don Germán llegaba al colmo, Dyer le dijo que se entretuviera en algo. “Que voy a hacer nada, ni versos”, le repuso Leguía y Martínez. Entonces, Dyer improvisó esta estrofa: Ruiseñor que no canta/canario que no trina/ y poeta sin versos/a la letrina.
Cuando Nicolás  de Piérola bajo del poder emprendió, como se sabe, la magna obra de la avenida La Colmena, dando un ejemplo admirable de laboriosidad y de visión del porvenir de la ciudad de Lima.
Pues bien, estaban  un día en la obra de la oficina que levantó en la Plaza de la Merced, en compañía de varias personas a las que invitó a subir a los techos. Caía la tarde y todos subieron. Don Nicolás hacía explicaciones, hablaba de arquitectura, uno de sus temas favoritos y el friecito y el aire iban colándose, sin que el Califa pareciera advertirlo.
Entre sus amigos estaba un médico joven entonces, que ya no podía soportar el frío y que por eso se dirigió a  don Nicolás diciéndole: “Señor, sería bueno bajar ya, porque le va a hacer daño este friecito… Piérola se lo quedó mirando y sonriendo le repuso: “Gracias, siempre es muy grato poner delante el beneficio de los demás… 
COGÑAC
Cuando el  Presidente Romaña estuvo en Morococha, un comerciante de esa plaza, que creo se llamaba Lizárraga, le ofreció una copa de cogñac en los siguientes términos: “Perdonad Vuestra Excelencia que no os ofrezca una copa de champaña, pero aquí podéis ver la papeleta del ferrocarril central que comprueba que hace 15 días ha sido despachado en la estación de Monserrate, un cajón de exquisito Cordon Rouge”.
 El Presidente al responder, se limitó sin agradecer al comerciante de marras el cogñac, a prometer que gestionaría con la empresa correspondiente para que mejorara, a como de lugar y de inmediato, su servicio.
En Cerro de Pasco es costumbre todos los años, el día 6 de Agosto, celebrar el aniversario de la Batalla de Junín y para el efecto salen comisiones que van a la histórica pampa, designándose a alguna persona pronuncie un  discurso, además de los que llamaremos oficiales.
Tal encargo se le dio al doctor Andrés Quintana Gurt, quien convencido de que por aquella fecha  nunca llueve preparó una pieza literaria que comenzaba así: “En un día como hoy bajo un cielo despejado de purísimo azul…
Pero el doctor Quintana cayó enfermo y rogó a Pedro Carrión, director del “Minero Ilustrado”, que le hiciese el favor de leer su discurso a lo que no tuvo inconveniente. Llegó el día, se formaron las comisiones, llegaron a la pampa y se desencadenó una verdadera tempestad.

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La Batalla de Junín.

FRASE
Carrión que había ido en el tren charlando alegremente con sus  compañeros ni leyó el discurso de Quintana y cuando le llegó el turno, guarecido bajo un gran paraguas que un amigo sostenía, comenzó a leer y con la precipitación que lo hizo, mientras la nieve caía y el cielo se ponía cada vez más oscuro soltó la frase: “En un día como hoy, bajo un cielo despejado, de purísimo azul”
Sabido es que la afabilidad de Nicolás de Piérola era tal y su don de gentes tan grande que no hubo persona que le tratara que no se quedara prendado del gran hombre. Su popularidad era enorme y en el pueblo se le quiso tanto que no faltaron quienes creyeron que tenía algo de pelo.
En los barrios bajos donde se sabía que Piérola era de nobilísima cepa se decía a veces: Zambito como nosotros”. Pues bien, el propio don Nicolás contaba que en cierta ocasión un pierolista moreno, le dijo esta frase elocuentísima de adhesión y hasta de ternura: “Zambito aquí tienes a tu negro”.
Hace muchos años se discutía en la Cámara el punto doctrinario, de que si deben perder el cargo de representantes los que reciben alguna comisión o nombramiento del Gobierno, aunque estos sean honoríficos, condición en que se encontraba Modesto Basadre.

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Pierola: toda una figura politica
EDAD
Cornejo pronunció un largo discurso, lleno de metáforas, sinécdoques y metonimias y al terminar dijo: “Ah señores si se acepta doctrina tan peregrina, veremos vacante la curul de Tacna que ocupa tan dignamente ese venerable anciano, que con su aspecto patriarcal simboliza el sufrimiento de las cautivas que en diez años han envejecido un siglo. Lo de anciano le supo a quinina a don Modesto que, violentamente, exclamó: “Protesto, excelentísimo señor: no está en discusión mi edad”.
Discutiéndose en la  Cámara, la diputación por Bongará, se presentaron a defender sus respectivas elecciones, Miguel Rojas, en esa época muy delgado y un  señor Fonseca. Pronunció  éste un  discurso tan largo como gracioso lleno de frases como ésta: “Voy a decir algo que se van a caer ustedes de espaldas”.
La gente reía gozosa y un jaleo evitaba que la oratoria de tiro largo del señor Fonseca producía. Por fin terminó. Se puso de pie, magno y pálido Rojas y se disponía a hablar, cuando se levantó de nuevo el señor Fonseca y dijo: “¿Creían ustedes que había terminado mi defensa¡ ¡No señores! Recién comienza. Mi mejor defensa es la cara de mi contrincante.
LORA
En una sesión de la Cámara de Diputados, el entonces representante Juan de Dios Lora y Cordero, hombre inteligente y culto, aunque algo exaltado, pronunció un largo discurso sobre no sé qué incidencia política, discurso que fue comentadísimo y un colega suyo dijo refiriéndose a don Juan de Dios: “El Señor Lora y Cordero que se ha expresado con la locuacidad del primer animal de sus apellidos, pero no con la mansedumbre del segundo”.
A raíz de la hazaña de Piérola en el Huáscar, contra el “Shah” y el Amethiste”, la prensa de Chile y de Estados Unidos relató más o menos exageradamente la empresa y hubo periódico yanqui que publicó un grabado en que aparecía Piérola como hombre altísimo, (era bajito) robusto, de rojos cabellos, teniendo el grabado la siguiente leyenda: “El pirata peruano Piérola que derrotó al Almirante Horsey”.
Tenía la costumbre Nicolás de Piérola de decir: ¿Y por qué no? En cierta ocasión una persona le pidió que hiciera no recuerdo cual nombramiento. Haciendo naturalmente exagerado elogio de su recomendado. Don Nicolás le oyó con la característica atención y le dijo: ¿Y por qué no?
Pasaron los días y el caballero en cuestión fue donde Piérola y le recordó la escena: Ud. me ha ofrecido don Nicolás…”  No, yo no le he ofrecido nada, absolutamente nada”…. “Usted me dijo que si”. Error, mi amigo, que le dije a usted?. Pues, ¿y por qué no? Ya lo ve usted. No le dije que si, que es más fácil, dije sólo: ¿por qué no? Es decir que aunque me preguntaba por qué no lo haría”…
NOMBRAMIENTO
Hubo un Ministro de Hacienda que quiso asegurarse, como se dice vulgarmente, y se nombró a sí propio Director General de Aduanas, gestando el decreto concebido en estos o muy parecidos términos:
 “Por convenir al servicio nómbrese Director General de Aduanas a don Fulano Angulo (su propio nombre) y por cuanto el susodicho Angulo desempeña en la actualidad la cartera de Hacienda, designase para reemplazarlo  interinamente a don Mengano de Cual (un pariente del mismo Angulo. Rubrica de Su Excelencia-Angulo.
A raíz de la revolución del 95, un coronel que había dado dinero para la gran obra nacional, fue a Palacio de Gobierno a agradecer a Nicolás de Piérola un nombramiento prefectural que había recibido.
El Califa lo recibió con amabilidad y el Coronel un poco cohibido se atrevió a decir; “Mucho le agradezco señor, pero le soy franco, esperaba algo más. –Don Nicolás arrugó al punto el ceño y luego sonriente le interrogó: ¿Porque? – Don Nicolás, ¡Yo me he sacrificado- “Si, hijo, por la patria, como lo hicieron todos” – Por la patria y por usted don Nicolás,
- Bien, muchas gracias, pero usted debe saber que la patria sólo puede agradecer con cargas que son honores, y en cuanto a don Nicolás, él, hijo sólo puede agradecer con afecto”. Y con un abrazo puso fin al incidente.

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POLVO
Después de la Batalla de la Palma, se presentó en la Convención un proyecto de amnistía, que Castilla a la sazón dictador, veía con buenos ojos, porque no siendo muy principista que digamos, como buen criollo, no tenía interés en  que hubiera verdadera sanción y no le gustaba extremar las cosas
Pero los Liberales doctrinarios, con José Gálvez a la cabeza, se opusieron tenazmente, pidiendo que no se burlara la finalidad moralizadora que tuvo la Revolución. El día que hablóGálvez asistió una barra, tan alborotada y hostil, que llegó a avanzar a la tribuna.
El Mariscal San Román presidía la sesión y alarmado, agitó la campanilla y llamó al oficial de guardia. Fue entonces cuando Gálvez enardecido, pronunció  sus famosas palabras: “Nada, señor, que aún veo en sus frentes el polvo que levantaron en la Palma”
Hace muchísimos años que se acostumbraba  llevar los caballos a la Plaza de Armas, para que se revolcaran, hasta  que una municipalidad progresista prohibió tan perniciosa costumbre. Era intendente el terrible Suárez y se propuso cumplir las órdenes ediles
Pero se encontró con que los caballos del Presidente Castilla fueron llevados como siempre al revolcadero de la Plaza. Titubeó un momento Suárez pero al fin se decidió y llevó al palafrenero y caballos a la Intendencia.


Echenique se enfrentó a Castilla.

RENUNCIA
Castilla se amostazó y dio orden que se libertase inmediatamente a su caballeriza y a sus caballos, pero Suárez por única respuesta mandó su renuncia. Castilla se dio cuenta del rasgo de su Intendente, lo mandó a llamar, pagó personalmente la multa que era de 25 pesos, felicitó a Suárez y desde ese día se acabo el revolcadero de nuestra plaza principal.
La anécdota tan conocida y repetida sobre Justo Figuerola que arrojó la banda presidencial  a un grupo de vocingleros no se realizó en Palacio sino en la propia casa del entonces Jefe supremo y quien arrojó la banda fue su esposa por encargo de don Justo que estaba en cama. La casa está situada en la calle Plateros de San Agustín y pertenece todavía a los herederos de aquel hombre ilustre, cultísimo e integérrimo y de quien se afirma es el mejor latinista que había en su tiempo en el Perú.
En la Asamblea Nacional de 1895 que presidió Nicolás de Piérola, como representante por Arequipa, en aquellas famosas dualidades que se presentaban y  que dieron lugar a tanto interesante careo de candidatos, don Nicolás se vio precisado a llamar al orden a un pretendiente que se había extralimitado en la forma del lenguaje.
 El candidato que con violencia lanzó a don Nicolás este dilema: “¿Es Vuestra Excelencia o el Reglamento el que me impidió hablar? Y  Piérola tan culto como siempre le contestó: “El Reglamento por mi órgano, honorable señor”.
El único Alcalde de  Lima que ha muerto en el ejercicio del su cargo ha sido José Simeón Tejeda, a quien por suscripción popular se elevó una estatua en el cementerio de esta capital.

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Guillermo Bhillinghurst: pan grande
JUEGOS
Hace algunos años un Alcalde de Tarma, que ha dejado larga historia y que no mencionaré, porque no hace el caso ni  vale la pena, se atracó, como se dice vulgarmente, en su discurso que pronunció, si no mal recuerdo al Coronel Benavides, que iba o venía de Iquitos. Viendo que no podía salir del atolladero, muy suelto de huesos dijo: “Señores, me he trascordado y en cuanto recupere el hilo de mis ideas se las comunicaré”
Le preguntaron una vez a Nicolás de Piérola por qué le quería tanto el pueblo y don Nicolás contestó: ¿No sabe usted que los amores más fuertes son los contrariados?
Le interrogaron en cierta ocasión al doctor Luis Felipe Villarán, cuya displicencia ha sido proverbial, que era lo más serio que había en el país y contestó rascándose la oreja: ¿Lo más serio? Pues las únicas cosas de tomarse en serio aquí son, el rocambor y las tandas. (Juegos de cartas). 
CONTRASTES
Cuando se lanzó en una provincia de Cajamarca, Chota o Cajabamba, no recuerdo bien, la candidatura de Melitón Porras a la respectiva diputación sus partidarios quisieron exhibir su retrato en un desfile y no teniéndolo a la mano, pasearon por las calles el de Pedro de Osma, en medio de grandes vítores a Porras.
Entre Nicolás de Piérola y Guillermo Billinghurst, había muchos contrastes. Conversaban una vez ambos en el escritorio del primero. Don Nicolás sentado, todo comedimiento y atención. Don Guillermo, paseando nervioso, exaltado.
Don  Nicolás, como se sabe, era hombre de mucho orden. Cada vez que don Guillermo llegaba al escritorio cogía la regla, la blandía y la dejaba luego en cualquier sitio. Don Nicolás le escuchaba con atención y volvía a poner el objeto en su lugar, sin hacer por ello observación alguna.
Hasta que  don Guillermo amostazado y, regla en mano, se cuadró ante su Jefe y buen amigo entonces, y le dijo. “Don Nicolás ya usted me está cargando con la reglita”…  “No, don Guillermo, le contestó Piérola, el que la carga es usted”.
Una vez en la redacción de “Variedades”, alguien que vio un retrato de Antero Aspillaga a raíz de las famosas jornadas  cívicas dijo: “Retrato en que don Antero sin candidatura existe. Y Yerovi que estaba presente añadió ipso facto: deja que acomode un chiste: y hermano de Baldomero.
Le preguntó un demócrata a Piérola, en cierta ocasión de lucha álgida con el civilismo, por qué algunos  civilistas recalcitrantes no le querían. Y don Nicolás, pontificalmente, le respondió: “No nos quieren, porque no nos tratan. (Páginas seleccionadas de las "Obras Completas" que pertenecen como autor al consagrado escritor y político, José Gálvez Barrenechea.)

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