miércoles, 23 de noviembre de 2016

IRIGOYEN OTRA VEZ EN EL PODER

Casi en el umbral de una crisis que conmovió los cimientos económicos del mundo, Hipólito Irigoyen retorna a la Casa de Gobierno con 77 años, desgastado y enfermo. Fue el 12 de Octubre de 1928, pero en esta  ocasión no se reeditaron las multitudinarias y asombrosas manifestaciones de júbilo popular que superaron los cálculos de sus propios adictos doce años antes.
El “viejo” llegó  acompañado de una esperanzada expectativa, pero esta vez su triunfo no fue la eclosión de un caudal popular que llegaba por primera vez al poder como en 1916, sino la conjugación de fuerzas que vieron en la coalición de antipersonalistas y  conservadores la imagen de una reacción aristocrática y oligárquica.
No fue, en ese sentido, una votación por alguien, sino contra alguien. Un ánimo eleccionario que suele viciar la claridad de los objetivos de la ciudadanía. El radicalismo irigoyenista llegó al poder por segunda vez con una grave enfermedad que minó paulatinamente su organismo y terminó por sepultar, definitivamente, las aspiraciones de un afligido e importante sector del pueblo.
Una camarilla de ineptos y obsecuentes rodeó al veterano líder radical, asfixió sus posibilidades de opinión, lo aisló implacablemente del país y del movimiento, y en muchas instancias llegó a gobernar a sus espaldas.
El caudillo se despersonaliza, mientras a su alrededor un verdadero círculo áulico adjudica a sus amigos en forma desaprensiva los  puestos públicos, crea grupos civiles armados quienes en colaboración con los “cosacos” de la policía, instan y promueven la violencia.

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Irigoyen: líder radical argentino

CRISIS
Una generación habituada durante varios años al bienestar y al lujo engañoso mira hacia Nueva York, donde una crisis fulminante de los valores produjo una catástrofe en la Bolsa. En pocos días se esfumaron treinta mil millones de dólares de papeles bursátiles, una cantidad superior a la deuda de toda la nación.
La inescrupulosa  especulación de los banqueros de Wall Street había desbordado los supuestos mecanismos de autorregulación y muchos países sintieron  las ramificaciones del caos. El crédito se restringió imprevistamente y fue cortado, los negocios se paralizaron, hubo corridas en los bancos.
Varios de ellos, como el Hogar Argentino, El Español, El Argentino-Uruguayo, firmas y empresas importantes, cerraron definitivamente, mientras las finanzas y la administración de Hipólito Irigoyen presentaban un panorama lamentable.
En los dos ejercicios financieros registrados durante la segunda presidencia del caudillo radical, las expensas excedieron a los recursos reales en 549 millones de pesos y la deuda flotante creció en la misma cantidad. El déficit aumentó velozmente y las rentas declinaron. 
DESEQUILIBRIO
En 1929, los gastos totales ascendieron a cerca de mil millones y los recursos a 756 millones. Un  año después se agravó el desequilibrio, y en 1930, antes de la revolución de septiembre, la  deuda  flotante llegó a los mil doscientos millones.
Disminuyeron  las importaciones y por consiguiente las rentas aduaneras, la deflación trajo aparejada la caída de los precios, alteraciones en el comercio, declinación en las exportaciones, depreciación e inestabilidad monetaria.
El gobierno de debatía en su propia impotencia, la administración pública no pagó los sueldos durante largos meses y se sucedían las cesantías. El descontento crecía al mismo ritmo que aumentaba el número de desocupados, mientras la opinión pública sumaba a su malestar la alarma ante el suicidio de algunos funcionarios.
Entretanto el Congreso ofrecía un triste espectáculo con una mayoría calificada de “genuflexa” e inoperante, cuya única y aparente aspiración era la de expresar su reverencia a la figura de un dirigente agobiado y carente ya del apoyo popular que había conformado su más preciada y legítima razón de existencia política.
La agonía del régimen se perfilaba, en ese extraño, a  veces injusto devenir, que en la historia de la humanidad encumbró y dejó caer cruelmente a hombres y gobiernos. La revolución comenzó a tomar cuerpo en los espíritus, dejó de ser una idea vaga y lejana, un sueño aventurado y delirante.
Ricardo Rojas explicó en 1932: “El gran pecado del radicalismo, acaso, ha consistido no tanto en el desquicio administrativo, sino más bien en haber violentado la ley en Córdoba, Mendoza y San Juan.


Muy cerca de la Estación Plaza Constitución vivía el político.

OLVIDO
En haber anulado la colaboración del ministerio y el control del Parlamento por un mal entendido sentimiento de la solidaridad partidaria. En haber descuidado la selección de sus elegidos y en haber coaccionado a la oposición mediante instrumentos demagógicos.
Todo esto significa el olvido del radicalismo histórico de su dogma de sufragio libre, de su programa constitucional y de sus ideales democráticos. Acaso por el ello el Gobierno cayó sin lucha en 1930.
El malestar de la opinión pública se hizo sentir en dos hechos significativos que fueron prolegómenos del derrumbe. En las elecciones parlamentarias de 1930, un grupo de jóvenes se  une  en una fracción disidente del socialismo bajo la denominación de “independientes” y consigue derrotar al gobierno en su propio reducto de la capital.
Fue una severa advertencia. Poco después, un mes antes del pronunciamiento de Uriburu, el Ministro de Agricultura,  Juan B. Fleitas, no pudo pronunciar su discurso inaugural en la Exposición de Ganadería en Palermo, porque una formidable silbatina lo obligó a retirarse.
DOCUMENTO
Como un claro ejemplo de la gravedad de la situación, los historiadores rescatan un documento firmado por Joaquín Llambías, amigo del presidente e intendente municipal durante la primera presidencia de Irigoyen.
La carta hallada en la casa del viejo caudillo el día de la revolución expresa entre otros conceptos: “Extinguidas todas las esperanzas de una reacción de su parte contra los graves errores en que incurre, después de las halagüeñas  promesas de sus primeros actos, en que parecía que todo iba quedar de lado ante la la obra de administración que se esbozaba, considero como un deber ineludible hacerle llegar el dolor  que como ciudadano y como amigo que fui, siento al contemplar la grave situación que se está creando en el país”.
El desprestigio del gobierno aumenta. Los partidarios interesados lo empujan hacia todos los errores posibles y ya se cierra sobre todos la amenaza de la vileza, el delito y la ¿Puede ser esa el fin de una acción de tantos años enarbolada como una esperanza?
Solo y sin amigos, no de esos que adulan, sino de los que sufren al decir amargas verdades ¿podrá usted finalizar sus días con la serenidad del hombre que ha llenado honradamente su misión?
Esto debía decirle. Quizás aún esté a tiempo. Inspírese en ideas  de noble patriotismo y muestre así su fuerza de carácter. La dramática exhortación de Llambías no llegó a tiempo o no fue escuchada.
GOLPE
El 6 de Septiembre de 1930 el Teniente General José F. Uriburu, al frente de los cadetes del  Colegio Militar, la Escuela de Comunicaciones, tres escuadrones del 1° de Caballería y apoyo Aéreo, toma la Casa de Gobierno, casi sin resistencia
La crónica de la época consigna sólo un tiroteo con radicales personalistas en la Plaza Congreso, en el que hubo muchas víctimas, entre ellas, los cadetes Jorge Guëmes y Carlos Larguía. Uriburu toma el poder con apoyo popular.
No fue una vulgar asonada, sino la reacción ante el desorden y el caos, la exigencia  de un “viento moral” que disipara la densa atmósfera que cubría la administración de uno de los hombres que más había sido querido por su pueblo.
El anciano presidente  buscó refugio y apoyo en el Regimiento 7 de La Plata, donde finalmente fue obligado a renunciar y posteriormente trasladado a la Isla Martín García. Tanto la figura de Uriburu, como el movimiento del 30 no pueden someterse a juicios demasiado peregrinos. Uriburu gozaba de prestigio, simpatía y de la adhesión de sus camaradas de armas. Estaba considerado como un hombre probo, recto, valiente y desinteresado.


Escritos pertenecientes al que fue presidente de la Argentina.

PERSONALIDAD
Tal vez la mejor definición de su personalidad se exhibía en el documento que le encargo redactar a  Leopoldo Lugones, un mes antes de la revolución, y que expresaba: “Los miembros del gobierno provisional contraen el compromiso de honor de no presentar ni aceptar el auspicio de sus candidaturas a la Presidencia de la República”.
En cuanto al movimiento sería ingenuo soslayar los factores políticos que pesaban en el mundo en 1930 y que nutrieron por distintas vertientes la ideología del pronunciamiento. Grupos de jóvenes contrarios al conservadorismo político y al izquierdismo, disconformes con el sistema individualista que había imperado en la Argentina y partidarios de gobiernos fuertes, que constituyeran una solida muralla ante los avances del comunismo soviético, fundaron un periódico que se tituló “Nueva República”, en el que colaboraba nada menos que Lugones y cuyo primer aniversario fue celebrado en el Restaurante Munich, con la asistencia del General Uriburu.
Allí comenzaron a gestarse la Liga Republicana y la Legión de Mayo, fuertes y vitales soportes cívicos del movimiento popular del año 30, que curiosamente perdió su consistencia a menos de 6 meses de su exaltación.
Benito Mussolini surgía en Europa al frente de un movimiento arrollador que habría de signar buena parte de la historia contemporánea. Con un gabinete brillante, en circunstancias favorables luego del caos del radicalismo personalista y con un manifiesto apoyo popular, ¿Cuáles fueron las causas del rápido ocaso del movimiento del 30?
LUGONES
Los analistas políticos no vacilaron en señalar en ese aspecto habilidad o confianza por parte de Uriburu en la recuperación institucional del país. El documento escrito por el vate Lugones señalaba:
“El gobierno provisional inspirado en el bien público y evidenciando los patrióticos sentimientos que lo animan proclama su respeto a la Constitución y a  las leyes fundamentales vigentes y su anhelo de volver cuanto antes a la normalidad ofreciendo a la opinión pública las garantías absolutas a fin de que a la brevedad posible, pueda la nación, en comicios libres, elegir sus nuevos y legítimos representantes.
El párrafo contrariaba los tiempos de una revolución que inevitablemente suelen ser largos para lograr sus objetivos de saneamiento y reactivó las apetencias de los políticos que no se habían resignado a perder el poder.
Los hechos avalaron esta hipótesis, puesto que afines de febrero de 1931, el gobierno resolvió convocar a elecciones en la provincia de Buenos Aires que ganaron los radicales con Honorio Pueyrredón a la cabeza.


Varios políticos argentinos de la época

DESCONOCIMIENTO
El episodio demostró que el radicalismo personalista no había desaparecido y motivó, debido a que ninguno de los dos partidos que se presentaron alcanzaron la mayoría para consagrar a sus propios candidatos, la caída del ministerio y la crisis del gobierno y de la revolución.
El gobierno de Uriburu desconoció el resultado de la elección y precipitó su caída. Ensoberbecidos por el resultado, los radicales comenzaron junto con otros grupos políticos a presionar, hubo intrigas, un motín encabezado por el Teniente Coronel Gregorio Pomar que tuvo ramificaciones, un grave enfrentamiento entre Uriburu y Alvear, que  le valió a éste su deportación, mientras el estado de salud del presidente se agravaba día a día, como consecuencia de una úlcera al estómago que le provocaba dolores intolerables
Las conjuras, presiones, su propia enfermedad que le ocasionó poco después la muerte y el escaso tiempo de su gestión no le impidieron a Uriburu realizar una labor ponderable. En un año y cinco meses reorganizó las reparticiones administrativas, impuso drásticas economías en los gastos, suprimió los empleos innecesarios, puso en práctico un severo plan de saneamiento y logró que el nivel general de los precios descendiera en beneficio del consumo.


Irigoyen en 1893.

CIRCULACION
Mantuvo la moneda en su valor y el monto de los billetes en circulación se redujo notablemente. En el año 1926, la circulación de billetes era de 1.319.800.000, el año 1930 fue de 1.306.200.000 y en 1931 de 1.220.300.000. Es decir que había 99.500.000 menos que en 1926 y 85.900.000 menos que el año anterior.
Uriburu creó la Junta de Abastecimientos con el objeto de asegurar el abaratamiento de los artículos de primera necesidad, elaboró un plan de construcciones de elevadores de granos, creó  el Patronato Nacional de Menores y fundó la Academia Argentina de Letras.
El 20 de Junio de 1932 entregó las insignias del mando al General Justo, expresando: “Lo que es un exceso de mis escrúpulos hubiera deseado evitar, el pueblo soberano lo ha consagrado. Hoy puedo deciros que el pueblo ha sido más justo que mis sentimientos”… El flamante Presidente calificó a Uriburu de “ciudadano general” y el pueblo, congregado en la Plaza de Mayo, lo aclamó apoteósicamente.

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