lunes, 22 de octubre de 2018

GRAN PROSISTA Y EMINENTE INTELECTUAL

Uno de los grandes prosistas de la lengua española. A carta cabal, lo demuestran los relatos que escribió impecables y de forma brillante. En buena cuenta, un eminente escritor. Para el escritor Mario Vargas Llosa, su gran amigo, tarde o temprano será reconocido como lo uno y lo otro. Lector persistente y traductor impecable de obras literarias y de documentos importantes a nivel internacional en la Organización de Naciones Unidas. Convirtió la lectura en un acto tan creador, como la propia escritura. Para muchos de los críticos y entendidos, el autor, que desechaba constantemente las entrevistas periodísticas como señal de permanente invisibilidad, tuvo la prosa más exquisita en una generación especialmente brillante, como la del 50 en el Perú.  Así de bueno, así de descollante, así de brillante. Su estilo literario linda entre los mejores peruanos y lo eminentemente universal que lo sitúa, sin duda, entre las voces más importantes de Hispanoamérica.
Luis Loayza, nacido en Lima el 22 de Setiembre de 1934 y muerto en Paris el 12 de marzo del 2018 a los 83 años, realmente escribió poco. Pero lo hizo con una calidad inagotable. Por eso mismo es que el novelista Fernando Ampuero afirma con énfasis que “nos hemos pasado la vida comentando su gran talento y su prosa tan elegante”. ¡Qué bella y completa expresión para describir a un gran literato!
A continuación, el periodista que trabajo en la revista Caretas y la TV añade: “De sus cinco libros publicados, que no eran fáciles de encontrar en librerías, yo me quedo con los cuentos de “Otras Tardes” y los ensayos de “El Sol de Lima”. También destacan “Sobre el 900”, la novela “Una piel 
de Serpiente” y “El Avaro” entre otros textos

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Luis Loayza: gran prosista de la lengua española

MITO
A Loayza lo precedía el mito. Se decía que lo había leído todo, que su erudición era de una profundidad y amplitud abrumadora. Cuenta el escritor Alonso Cueto: “La primera vez que estuve con el autor fue en Lima, a inicios de los años 70. Recuerdo haber caminado con él, durante horas, una mañana de sábado. Lo escuchaba hablar de libros y autores. El ingenio, la gracia, la variedad de temas, sus chistes y bromas, su erudición, los personajes peruanos que evocaba, están entre los recuerdos más valiosos que tengo.
La otra gran afición del escritor era el ajedrez. Esta provocó otra leyenda que decía que alguna vez había derrotado al gran maestro y campeón mundial Bobby Fisher. Sin embargo, resulta que tal aseveración fue completamente cierta.
En efecto, el autor le ganó a Fisher el 21 de marzo de 1965. El campeón encaraba 26 partidas simultaneas en Nueva York.  Cabe señalar además que el escritor peruano tenía grandes cualidades para el deporte ciencia. Entre ellas resaltaban: la gran memoria, la concentración persistente y un talento que lo convertía, a como dé lugar, en triunfador.
Mucho se dijo, por el proverbial retraimiento del escritor, señalando que era una invención. Más concretamente, el producto de uno de esos juegos borgianos que entremetían la ficción dentro del mundo real. Ampuero aclara esta especie de mito: “No daba entrevistas periodísticas, no le interesaba el mundillo literario. Le interesaba sólo los buenos libros que leía vorazmente y que a veces traducía”.

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Muy jóvenes: Vargas Llosa, Loayza y Oquendo

¿FANTASMA?
Muchos jóvenes, en una época, pensaban que Loayza era un fantasma inventado por Vargas Llosa y por el crítico literario Abelardo Oquendo. En los corrillos literarios, según se criticaba, no se decía que era alguien real, de carne y hueso. El escritor dice al respecto: “Yo lo había conocido en una cena de intelectuales que había dado el crítico Julio Ortega hará ya cinco décadas. Tenía entonces 18 años y estaba en calidad de oyente. El parecía competir conmigo: tampoco habló nada”. Otra vez el mito ingresa a actuar.
En su columna “Piedra de Toque”, el Nobel Vargas Llosa escribió: “Loayza es uno de los grandes prosistas de nuestra lengua. Ya lo era cuando yo lo conocí en la Lima de los años 50. Lector voraz, desdeñoso de la feria y la pompa literaria, ha escrito sólo por placer, sin importarle si será leído, pero, acaso por eso mismo, todo lo que ha escrito exhala un vaho de verdad y de autenticidad que engancha al lector desde las primeras frases y lo seduce y tiene magnetizado hasta el final.”
En el 2009, la Universidad Nacional Mayor de San Marcos publicó “Para Leer a Luis Loayza” y, al año siguiente, la Universidad Particular Ricardo Palma recogió, en dos gruesos volúmenes, su obra casi completa
“Una piel de serpiente”, la única novela del intelectual, es su obra menos valorada y poco tomada en cuenta. Equivocadamente, se ha querido ver en ella muchas influencias extranjerizantes. Pero, en realidad, la trama es sencilla y clara.

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Uno de sus eminentes libros

OPINIONES
Habla de la indecisión de unos muchachos que, sin mucha convicción, juegan a la política. El protagonista dice una vez: “Nos hemos dado el gusto de chillar un poco, de acuerdo. Pero no tenemos ningún programa, nos lee poca gente, no somos peligrosos. En el fondo esto es un juego. Todo lo que arriesgamos es que la policía se quede con el periódico y nos haga dormir mal una noche”.
“El avaro” fue su primer libro de relatos publicado en edición mínima Allí fue cuando   Abelardo Oquendo y Mario Vargas Llosa, sus grandes amigos, llamaran a Lucho “el borgiano de Petit Thouars”
A muchos les encanta el humor del relato de “El Héroe”, el cual no dio muerte al monstruo porque “sucedió que él también tuvo miedo y, al retroceder violentamente, se dio tal testarazo contra las piedras que se mató”.
Otros prefieren el fúnebre “Todas los Flores” o “El Sol de Lima” que los críticos literarios lo ponen a la altura de “Conversación en la Catedral” de Vargas Llosa y “Lima la Horrible” de Sebastián Salazar Bondy. También destacan dos ensayos sobre el “Ulises” de Joyce y sobre el Inca Garcilaso de la Vega.
Loayza tradujo textos en Naciones Unidas al igual que otros escritores como Emilio Adolfo Westphalen, Raúl Deustua y Américo Ferrari. En el campo de la traducción estrictamente literaria, sus autores preferidos lo definen muy bien: Thomas de Quincey, Nathaniel Hawthorne, Arthur Machen y Paul Bowles. Sus prólogos demuestran, una vez más, que traducir es la mejor forma de leer.


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Caricatura sobre un libro

A EUROPA
Estudió Derecho en la Pontificia Universidad Católica del Perú. Participó en la creación de varias revistas literarias y fue bajo el sello de una de ellas-Cuadernos de Composición”- que hacía con Abelardo Oquendo, que en 1955 publicó su primera colección de cuentos, El Avaro”.
 A finales de los años cincuenta, Loayza partió a Europa y regresó al Perú en 1961. Comenzó entonces a colaborar con el diario “Expreso”, pero luego, en 1963, abandona nuevamente su país para ir a Estados Unidos y de allí nuevamente a Europa.
En sus obras, que se han convertido en textos de culto dentro de la literatura peruana, se percibe mejor que en otros narradores de su generación la influencia de la tradición clásica. El escritor pertenecía al círculo literario formado por el historiador y académico Raúl Porras Barrenechea.
 Loayza escribió algunos de los cuentos y ensayos mejor logrados de la literatura peruana., según la crítica literaria. Destacan sus ensayos sobre James Joyce el Inca Garcilaso y El Lunarejo.  El de Joyce tal vez sea uno de los mejores escritos, en cualquier lengua, acerca del novelista irlandés.
 Entre sus cuentos sobresale “El compañero”, una joya literaria en la cual el autor escribe una anécdota perteneciente al universo de Homero, desde el punto de vista de un narrador que pareciera pertenecer a su círculo social en Lima, de la clase media y alta.
Fue amigo del escritor Julio Ramón Ribeyro-cuya correspondencia fue publicada a fines del 2005 en la revista Hueso Húmero-, dirigida por Abelardo Oquendo y Mirko Lauer. Por su parte, Vargas Llosa le dedica cálidas páginas en sus memorias.
BORGIANO
 Físicamente, alto, de aire ido y desganado. No le gustaba la literatura comprometida. Menos el existencialista Jean Paul Sartre.  Allí, cuando leía obras de este autor, bostezaba y se dormía.  Amante de escritores tales como: Borges, Rulfo y Arreola. En Francia se enamoró y casó con Rachel Guerné, quien lo acompañó hasta el final de sus días, Con ella tuvo dos hijos: Daniel, nacido en 1961 y Diego en 1965.
Loayza conoció a Rachel en 1959. Era una joven maestra francesa nacida en Nancy, poco antes de la Segunda Guerra Mundial.  El joven escritor había ido al Festival de Aviñón, el más célebre y antiguo evento de artes escénicas de Francia. El encuentro se produjo durante la función de "Sueño de una noche de verano", dirigida por Jean Vilar. Rachel no hablaba español. Se casaron un año después en París.
 Sus padres fueron: Luis Aurelio Loayza Silva y Gaudencia Elías. El de Lima, ella de Ica. Una vez casados, los progenitores se instalaron, a fines de la década de 1920, en una casa de dos pisos que el progenitor mandó a construir.
El inmueble estaba ubicado en la avenida Petit Thouars 4585, en Miraflores. Casi al frente se encontraba el cine-teatro Canout, construido en 1954 y que hoy funciona solo como teatro donde se 
montan obras con personajes de la farándula limeña.

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El periódico describe al gran escritor 

GINEBRA
Luego de jubilarse en Naciones Unidas, Loayza y su esposa se mudaron de Ginebra a París. Ellos vivieron en el barrio Le Marais, entre la Plaza de la République y el Museo Picasso, en el tercer piso de un edificio del siglo XVIII.
 Su departamento, ubicado en la esquina del edificio, daba a dos calles. Tenía seis recámaras. Había libreros en todos los ambientes, menos en uno. También muebles franceses, elegantes y sencillos, del siglo XVIII y XIX, que fueron elegidos por Rachel. Loayza tenía un estudio donde leía, escuchaba música y veía películas.
Compartió con Borges la erudición pertinente y sabrosa que fue alimentada por un conocimiento amplísimo de la biblioteca de Babel. La cual se ufana más de los libros que ha leído que de los que ha escrito.
Era parte de los artistas de la lectura creadora, fructificada en ensayos y en traducciones. De Loayza, recordemos sus versiones de Nathaniel Hawthorne, Thomas de Quincey y Henry James, acompañada de prólogos dignos del mejor Borges.
 Loayza se convirtió en uno uno de los discípulos predilectos del profesor de Lengua y Literatura, Luis Jaime Cisneros, cuya devoción por Borges iluminó durante más de medio siglo la formación de sus alumnos. Su comunión con el autor de “El aleph” (cuentos), “Otras inquisiciones” (ensayos), etc., fue honda y cabal.
 Con el Nobel Vargas Llosa y Oquendo publicó, a finales de los años cincuenta en Lima, la revista Literatura —reeditada por la Universidad de San Marcos. A diferencia de ellos se alejó de la ficción y se dedicó a su trabajo como traductor de organismos internacionales en Ginebra, Suiza, donde vivió desde 1974. Falleció en París a los 83 años, debido a problemas hepáticos. Escritor inteligente, de una prosa fina y concentrada. Vale recordarlo, de a verdad. (Edgardo de Noriega)

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