lunes, 22 de octubre de 2018

LA PULPERIA

Entre las más antiguas cosas limeñas conservadas con su distante denominación está la pulpería. Rara es la titulación arcaica de predios de Lima no referente a las casas “con su tienda pulpería”. El nombre es, como se sabe, una adulteración de los conquistadores de la expresión mexicana “pulque”, pero la nuestra era diferente que la de ese país y de la argentina descrita por Sarmiento en el “Facundo”. La última era típicamente campera. La nuestra netamente urbana.
El Marqués de Cañete, Chinchón, el Conde de Lemos y Amat se cuentan entre los virreyes más ocupados en las pulperías, en los lejanos días coloniales situados siempre en las esquinas y entre otras cosas vendían la cera tan buscada entonces por necesidades del alumbrado.
En el Gasophilacio de Escalona se cita la orden real de comienzos del XVII para que hubiera no más de quince en Lima y cuatro en el Callao. Lemos, tan imperativo y metete, dictó bando para que los pulperos todos fueran casados y dio plazo angustioso a los solteros para buscar conjunta.
Los pulperos en la época colonial tenían obligaciones edilicias en relación con el alumbrado público y las quemazones, lo cual he mencionado en las estampas Candiles y reverberos y el Incendio-
Entre los artículos de cuya venta estuvieron encargados, además de la cera, sobre la cual hubo bandos en tiempos del Duque de la Palata, estaba también la leche y así viese en una ordenanza de Cañete en la cual prohíbe sea mezclada con agua.
Se consideraba a los pulperos un poco revoltosos y enamoradizos y esto explica el Bando de Lemos y muy posteriormente los versos de Larriva en los cuales alude a las mezclas con los vincos, chichas y aguardientes.

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MISIONES
Nuestra pulpería colonial, en suma, tuvo misiones sociales muy interesantes. Hubo ordenanzas obligatorias para los pulperos de poner candiles en sus puertas para el alumbrado público y botijones con agua para los incendios.
Debió, por lo tanto, la pulpería de las primeras épocas ser muy diversa de la actual. La con pocas variantes subsistente, por más haya evolucionado en los últimos tiempos en esa pulpería correspondiente al colmado español.
Hasta antes de la República estuvo casi siempre en manos de catalanes, los cuales como se sabe, comenzaron a venir con facilidad a América en el siglo XVIII, en el cual curiosa coincidencia, hubo también los dos únicos virreyes de aquella época, región española, entre los 40 gobernadores del Perú.
Después, con la inmigración europea, estuvo casi siempre en manos de hijos de Italia. Esa fue una de las primeras ilusiones de nuestros muchachos, la enriquecedora de nuestro folklore con una serie de italianismos y llegó a matizarse tanto, como ocurre con ciertas ideas multifacéticas, expresables en sinónimos diversos y pudo ser clasificada en pulpería propiamente dicha, bodega, chingana y encomendería.

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En los establecimientos se atendía bien y había de todo.

TERTULIA
La pulpería fue exponente peculiar de un barrio, de una plaza, de una calle, y, para ser genuina, debía estar generalmente en esquina, tener comunicación con la casa o el callejón vecino y abarcar mayor espacio de la pobre chingana.
Era, además, una especie de sala de tertulia del cachaco y constituía con sus puertas a dos calles picante atracción de los chiquillos. Con entrar por una y salir por la otra, apropiándose de unos cuantos frijoles del saco, creían haber realizado la más atractivas de las aventuras.
Aunque aún subsiste, no tiene los prestigios de la de antaño. Sufrió dos revoluciones: una de arriba, otra de abajo. La bodega presuntuosa por las facilidades de tránsito atrajo parroquianos de todos los barrios.
La encomendería del chinito vendía más barato y era más generosa en las llapas. La disminuyeron en parte, así como las leyes económicas de la distribución del trabajo provocadoras del establecimiento de pequeñas casas especializadas en artículos los cuales hasta entonces se habían vendido siempre en pulperías.
Las gentes no trepidaron en salir de sus barrios para buscar mucho más lejos lo necesario y se multiplicaron tiendecitas de variados giros. La pulpería dejó de ser el establecimiento colmado de toda clase de artículos desde la mechita para lámparas hasta el más o menos floreado artefacto de loza y desde el juguete barato hasta los socorridos frijolitos de Castilla.
DULCERIAS
Las dulcerías acabaron con el prestigio de la pulpaya en la cual se podía comprar-cuantas veces al fiado, a pesar de la llamada oleografía del hombre gordo y sonriente entre talegas de plata contrastando con el esmirriado y macilento ante su caja llena de telarañas- desde la melcocha, el Garibaldi, la carne de membrillo, la acuña, el trompo, el imán, las bolas, el bolero, la matraca, el rondín, la trompa o birimbao, hasta el pan, el queso, el jamón, las cometas voladoras, las menestras, los sopladores, cuanto podía necesitarse en una casa.
En las pulperías hubo cuanto podía satisfacer antojos sencillos del paladar, ilusiones del vuelo, ansias de lucha, primitos anhelos musicales. Tuvo la pulpería significación especialísima. Como el antiguo café y la botica acogedora. Fue también entro de tertulias de la muy humilde de las gentes pobres y en sus saloncitos decorados con retratos de GarIbaldi, Cavour, Mazzini, D´Azeglio y cuadros con arrogantes asaltos de bersaglieris, se jugaba al briscán con señas, se hablaba de penas y de maleficios, de agorerías y milagros
Muchos fines llenó la pulpería. En días de revolución el bachiche y sus pichines rozagantes y benévolos, servían a las casas vecinas y de puerta en puerta falsa, establecían gradaciones dee mandaderos recibidores por las ventanillas, colindantes o abiertas hacia los interiores de las casas o callejones continuos, galletas y conservas, menestras y chalonas.
Y así como tenía de bazar, de mercado, de juguetería y hasta, en cierto modo, de café y fonda, tuvo mucho devotica y herbolería, porque nunca faltó en ellas el unto sin sal, la yerba luisa, el cedrón, el cúlen, la goma.

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Otra tienda antigua que marcó época.

FACILIDADES
La pulpería antigua prestó facilidades a los pobres a quienes fiaba, llevando minuciosas cuentas corrientes acotables en centavos. Hizo con los ejemplares falsos la historia de la moneda en los lustrosos mostradores donde aparecían clavados soles, medio soles, pesetas reales, medios y hasta cuartillos, monedas miradas por los muchachos no sin pensar con vehemencia en las buenas tejas útiles para jugar al Mundo, Demonio y Carne.
Sirvió mucho más. Fue centro de vinculaciones raciales. Cuando el bachiche no tenía madama, terminaba por enamorarse de alguna zambita pizpireta y limpia con quien se casaba, contribuyendo a mejorar la raza.
Sirvió como ejemplo de laboriosidad y discreción. Expedita desde las primeras horas del día hasta las diez de la noche cuando cerraba la puerta principal para dejar abierta la ventanilla de las ventas de última hora, mostraba siempre al rozagante pulpero quien escuchaba todos los comentarios de la servidumbre.
Ya no hay pulperías. Los italianos se han ido batiendo en retirada o subiendo en la escala de sus negocios hasta la bodega casi suntuosa, de gran aparato y el negocio mismo ha sido tomado por chinos y japoneses
Se extrañan sus juguetes baratos, sus dulces de todas clases, sus vistosas camisas, sus coloreadas cacerolas, sus bracerillos y sus rústicos ataditos de alfalfa con su pulpero rubicundo y acriollado, perpetuo enamoradizo de las criollitas. (Páginas seleccionadas de las "Obras Completas" que pertenecen como autor al consagrado escritor y político, José Gálvez Barrenechea.

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