Deliciosa disposición del ánimo,
generalmente afanado y entristecido, nos produce el recuerdo de aquellos días
en que volábamos cometas, en que lanzábamos a la altura para que la llevara el
viento como una esperanza, la débil y airosa armazón de papel y caña que
nuestras manos pacientes o la tierna generosidad de nuestros padres nos
proporcionara.
Antes, mucho antes de que supiera
el cronista lo que era la electricidad, las ciencias físicas, los significados
científicos del rayo y del trueno, cuando iba al colegio con su prensa- mueble
y juguete a la vez- llena de libros y de cuadernos, recuerda haber leído con
circunspecta atención al reverso de su cuadernillo, de a cinco centavos, la
Historia de Franklin y la cometa y en su memoria revive el encanto que le
produjeran aquellos dos personajes de levita volando el célebre papelote que
supo atraer el rayo y dijo al hombre una verdad nueva.
Es lástima que no dispongamos de
la documentación histórica necesaria para indicar la fecha aproximada en que el
juego de la cometa se introdujo en el Perú. Debió aparecer antes del siglo
XVIII, pues en aquella época servía ya para hacer investigaciones científicas
lo cual prueba que se había generalizado. Pero dejando aparte graves
disertaciones que nos serían fáciles, rememoremos la época del apogeo de la cometa en Lima, ya por los propios y
dulces recuerdos, ya por las tradiciones
que en boca de viejos camaradas hemos escuchado.
La cometa hoy en día.
La cometa hoy en día.
ESPIRITU
La costumbre de volar cometas ha
sido una de las más pintorescas de Lima. El espíritu criollo, con su gracia, su
afán decorativo y su destreza, hizo en ella gala de inventiva. La cometa llegó
a ser para muchos dotados de ingenua disposición artística, acicate para idear
innumerables combinaciones, partiendo
del modelo simple que uso Franklin y que aparece en las oleografías de antiguas
eras. Entre las más famosas que se usaron en Lima y que aún se usan, no obstante la decadencia de la costumbre, se cuentan la pava-cantora, cometa de lujo, difícil de hacer y difícil de volar con desteza el barril con flecos y zumbadores, el
barril sencillo, el cancel, la cola de pato, el gallinazo, el buque, la
estrella, la cometa melliza, el pandorgo, la cometa nocturna, la cometa de
pobre, la cometa china, la señorita, la cuna, el circulo, el as de copas, etc.
etc.
La cometa era, a pesar de su
frágil y simple apariencia, dificilísima de hacer. Requería larga práctica,
dedos hábiles, sentido de las proporciones y del equilibrio. Los buenos
hacedores de cometas, tenían que hacer la armazón, forrábase con papel, papelillo o tela. Hecha la cometa,
poníansele adornos y zumbadores que
mejor zumbaban y así, mientras unos opinaban por la mayor sonoridad del
zumbador de flecos, otros sostenían que el mejor era el redondo con agujeritos.
HUELLA En materia estilábanse las lunas, soles y estrelllas atributos astronómicos que muestran el origen excelso de la cometa y su generoso anhelo, resignaba la transacción del espíritu humano que
después de Icaro comprendió que ya que aún no podía remontarse el mismo hasta
los cielos, bien podría lanzar al viento algo suyo que llevara a la altura la
efímera huella de su alma. Los celestiales adornos, hacíanse con papel de oro y
plata para que la cometa reluciera con elegante vistosidad bajo los claros
doseles del espacio. Una vez hecha la cometa ( o papelote como lo llaman en España), le quedaba más trabajo: lo indudablemente dificilísimo, era colocarle tirantes de lo que dependia casi sustancialmente su condición voladora. No todos sabían colocar los tirantes. Y muchos tuvimos en ocasiones que acudir en demanda de algún experto. Otro de los problemas era poner el rabo, que no debía ser largo ni corto, ni pesado ni liviano. La cola venía a ser como el
contrapeso realista a la, por ascendente, frágil tendencia ideal de la armazón ligera.
El sentido de las proporciones
debía dar al cometero la seguridad de que la cometa no encontraría dificultades
en su vuelo, porque si la cola era muy pesada, la cometa, atraída, con fuerza
hacia la tierra, no se elevaría y si acaso era muy leve, entonces su vuelo
sería alocado y tambaleante. De ahí la necesidad de que el cometero fuese a la
vez cauto y artista, soñador y hombre práctico, para que su cometa que
ascendiera y volara, señera y erguida. Terminada la cometa y colocados los
tirantes y el rabo, el cometero podía lanzarla a los aires.
Al niño se le fue el papelote a la inmensidad del atardecer...
Al niño se le fue el papelote a la inmensidad del atardecer...
ADMIRABLE
Lo admirable en estas costumbres
era la hechura de la cometa de lujo. Verdadera obra de arte criolla,
especialísima muestra del ingenio fértil y vivo de nuestros zambitos, tan
duchos en hacer cometas maravillosas de color y en línea. La cometa de lujo era
casi siempre una estrella, una pava-
cantora o un barril. Su lujo consistía en la
calidad del papel, de seda generalmente, y en los calados, finísima y
llamativa decoración que daba gran
trabajo y que se hacía en oro y plata. Han volado bajo el cielo de Lima cometas
de dos metros de altura, caladas casi por entero en primorosos encajes y hechas
con tela de seda y mostacillas de oro y plata.
En esta clase de cometas se daba
gran importancia a los flecos, adornos, zumbadores y cascabeles. Y la hecha así
constituía en todo el barrio un objeto de admiración y un perenne recuerdo. “¿Se
acuerda usted compadre de aquella pava cantora con cola de pato, calada en seda
y recamada en oro con su gran rabo peruano, trenzado entretejido como el
mismísimo brocado con farolitos, cascabeles y mostacillas y que parecía
realmente un traje de torero? ¡Esa sí que era cometa! ¿No compadre?”
Y así, durante largo días, se recordaban las
hazañas de las cometas, su fábrica y sus condiciones. Cometas hubo que se
hicieron por suscripción de los vecinos de un barrio para sostener la
competencia frecuente con los pobladores de algún rincón de la ciudad.
BAUTIZO
Una costumbre verdaderamente
criolla, original y pintoresca y que revestía típicas ingenuidades decorativas,
era el famoso bautizo de la cometa, ceremonia que requería padrinos y que hacía
las delicias de un barrio o de un callejón durante largo tiempo. Cuando
comenzaba la temporada, que era en el mes de agosto generalmente, los vecinos
de tal o cual callejón decidían hacer un cometa de lujo en la que contribuían
el dinero y el saber de los verdaderos aficionados.
La cometa se hacía con exquisita solicitud, Se
le ponían infinidad de flecos, caladuras y zumbadores. Una colección de lunas,
soles, estrellas, rostros jubilosos y todo género de motivos ornamentales,
engalanaban dicha cometa que por su tamaño, necesitaban tener siempre una gran cantidad de costillas
o travesaños de caña pegados al papel con medias lunas y corazones. Hecha la
cometa se fijaba el día del bautizo y se designaban padrinos rumbosos
En una tarde soleada y ventosa
salía a las afueras el abigarrado cortejo de la cometa que llevaba cuidadosamente
algún adolescente preferido que no cabía en sí de orgullo. Llegados a las
chacritas a la Alameda, al Dos de Mayo ,a Las Pampas del Camal o del Medio
Mundo , se bendecía con toda solemnidad la cometa, el padrino la rociaba con
buen pisco y decía discursito y la madrina ataba al fin de la cola un grande y
llamativo pañuelo de seda.
CORTES
Luego se procedía a hacerla volar. Todos querían
tener la cuerda un momento. Todos querían tener el orgullo de haberla mantenido
en alto, de haberla soltado, un segundo, de haberla hecho cabecear bamboleando.
El bautizo servía para la gran jarana que
duraba varios días, en la que el padrino se encargaba de las butifarras y el
pisco. La cometa servía después, si no se perdía, de estupendo adorno en casa
del vivo que logró quedarse con ella.
Uno de las picantes emociones que
ofrecía el volar cometas era el juego de los cortes. Para ello la cometa debía
llevar en el rabo una colección de cuchillas, que para ser eficaces, según
aseguraban los entendidos, habían de ser trozos de cristal pulido proveniente
de la base de una botella.
Menospreciabánse las cuchillas de acero. El
juego consistía en volar la cometa con destreza y hacerla caer con rapidez y
vigor sobre el hilo que sostenía la cometa vecina, cortándolo. Esto se coreaba
con grandes carcajadas y a veces se originaban
verdaderos líos entre los voladores.
La manera clásica y elegante de cortar una
cometa era la del cabeceo. Una vez que la cometa asesina estaba a conveniente
altura, se le comenzaba a recoger con una sola mano hasta colocarla
precisamente sobre la cuerda temblorosa de la víctima.
Dibujo del juego en su esplendor infantil.
Dibujo del juego en su esplendor infantil.
HABILIDAD
Entonces el volador, con un juego
hábil de muñecas, hacía cabecear su cometa con fuerza, de modo que el rabo
hiciera una trayectoria curva, como un látigo bien fustigado, y cayera,
cortante y preciso sobre el hilo de la cometa desgraciada que, serena y
majestuosa un momento antes, comenzaba a vacilar como ebria y alejarse
tambaleante y ridícula ante el regocijo triunfador del otro bando.
Los desafíos se hacían de barrio
a barrio. Los de Chacritas con los de las Descalzas, los de Malambo con los de
Dos de Mayo y así sucesivamente. Se escogía el campo en un grave lance de honor
y allí iban los adversarios con sus grandes cometas a la espalda, acompañados
por la chiquillería de los barios respectivos.
Comenzaban entonces el más
bullanguero y pintoresco batallar. Hoy una cometa cabeceaba cuatro veces sobre
la que había escogido como víctima, trazando como un halcón agresivas curvas,
mientras el experto volador que veía el peligro, combaba el hilo de su cuerda
aflojándolo y procuraba recoger su cometa para colocarla en fiera actitud
hostil sobre la agresora, ya otra que
aparecía de improviso, ¡zis, zas!, cortaba una, dos, tres cometas antes que sus
dueños se hubieran dado cuenta del peligro.
Las luchas se hacían emocionantes, los ánimos
se enardecían, menudeaban las exclamaciones y los gritos y el cielo se cubrían
materialmente de cometas caladas o sin calar, peruanas, españolas, francesas,
italianas, multicolores, de toda clase, de toda condición, mellizas, pavas-cantoras,
pandorgas, barriles. Y en el aire diáfano el rumor característico de los innumerables
zumbadores se alargaba, crecía, se alejaba como un oleaje.
TRAMPAS
El afán de lucha que estimula y
eleva, daba frecuentemente a la competencia caracteres de lealtad. Pero como
contraste de los enemigos que llamaremos nobles los había mezquinos y solapados. Aparecían en las casas vecinas a
los campos de juego y se escondían en los callejones acechando el vuelo de los
cometas de los señoritos.
Eran las trampas. Los cazadores de cometas se proveían de una
piedra que ataba firmemente a un cordel y esperaban el paso sereno de la víctima.
Elevaban en momento oportuno la piedra, la
enredaban al hilo de la cometa voladora y luego tiraban de ella hasta cogerla.
Representaban el bajo espíritu de la envidia, la artera odiosidad de lo que se
arrastra a lo que vuela
Otros enemigos de los cometas,
eran los crueles e inanimados hilos telefónicos y telegráficos. Representaban
la desgracia casual, invencible, el azar inerte y tremendo. Antes eran
frecuentes ver pendiendo dolorosamente de aquellos hilos descoloridos restos de
cometas que fueron en otros días el encanto de muchos adolescentes y que así,
azotados por el viento y las lluvias, guardaban el amargo secreto de alguna desilusión.
Colorido y sofisticación.
Colorido y sofisticación.
CAMPOS
Ya hemos dicho que los campos
preferidos para volar cometas eran la primera falda del cerro San Cristóbal, la
pampita del Medio Mundo, los alrededores del Monumento Dos de Mayo, las
Chacritas y el Camal. En estos parajes se hacían por lo general los bautizos y
los desafíos. Pero a falta de ellos, los techos y azoteas sirvieron de
maravilla.
La costumbre produjo algunas
desgracias y tanto se habló de ellas y tal propaganda hicieron los periódicos
que cuando llegaba el mes de agosto, el señor Intendente de Policía dictaba
enérgicas circulares a los Comisarios
para que impidieran que se volaran cometas en los techos.
Rara vez fueron obedecidos. En los hogares, los niños no querían quedarse
sin volar cometa, ya que tenían miedo de hacerlo en las pampas, donde los
voladores clásicos echaban trampas, jugaban a los cortes y a veces la
emprendían a pedrada limpia contra los señoritos y formaban así barullos
endemoniados. De allí, la costumbre de volar cometas desde los techos.
Más de una vez descalabróse un
niño que, retrocediendo, retrocediendo por recoger la cometa, fue a dar con sus
huesos en tierra desde un segundo piso mientras la cometa se perdía alocada
como pidiendo socorro. Este a veces trágico papelote de los techos, fue el más
acechado por las traidoras trampas.
CRIOLLISMO
Los cometeros de toda condición tenían un día clásico: el de Santa
Rosa de Lima. Era el más favorecido por los padrinazgos, ingenuo pretexto para
los festejos y jaranas en que el tronar de los cohetes, el rasgar de las
vihuelas y las voces cantarinas de los aficionados componían un acompañamiento
de jovial y bullanguero criollismo.
El volador de cometas se distraía
de la monotonía del mero acto de volar la frágil armazón, inventando una serie
de diversiones como lo de los partes o
telegramas, pueril costumbre que consistía en pasar por la cuerda que sostenía
la cometa, un papel vistoso, agujereado en su centro que subía hasta la cometa
misma, como un mensaje sin palabras, que le enviaba el cometero. Era un parte a
la altura enviado por el volador que, pegado a la tierra, sentía dentro de su
inconsistencia que algo suyo se elevaba también.
Pero no sólo el sencillo afán de
distraerse y la instintiva aspiración a la altura tuvieron su representación en
las cometas. Las almas teatrales, los
espíritus trágicos, los amantes de lo extraño, los atormentados y atormentadores,
también hallaron medio de manifestarse en las cometas. Algunos se daban el
gusto de verlas en la noche, poniéndoles farolitos y dando así más de un susto
a los inocentes moradores de la capital, que veían en la nocturna sombra
elevarse de pronto una extraña luz a la cual suponían fatídico signo, anuncio
de peste, presagio celeste de malaventura.
Alli está impecable.
Alli está impecable.
GOZO
El volador oculto, anónimo,
gozaba lo indecible con la íntima adivinación del asustadizo comentario que
suscitaría su macabra cometa nocturna. Otros, en pleno día, acostumbraban
elevar unos grandes pandorgos de tela negra, en la que lucían, finamente
recortados en blanco, signos mortales, calaveras, canillas cruzadas, un reloj
de arena y una cruz siniestra, que parecía llevar un mensaje de ultratumba por
sobre todos los pobladores. Más de un transeúnte tímido y supersticioso, al
mirar al cielo y dar sus ojos con la típica cometa, se persignaba
fervorosamente.
El titulo del maravilloso
capitulo de Nuestra Señora de París se nos viene a la imaginación cuando este
divagar aéreo nos trae a la memoria del aeroplano. La conquista del aire,
significa el destronamiento de la cometa. Ya algunos papelotes modernos, sin
caladuras, sin adornos, sin cascabeles, ni farolitos, comenzaron ¡ay! un día de
progreso a representar aviones.
Desde entonces comenzó la
decadencia irremediable de la cometa, al punto que ya hoy la deliciosa y pintoresca
costumbre carece del vivo colorido de otrora. Sólo muy de cuando en cuando se
repite la escena ceremoniosa del bautizo. La civilización ha ido lentamente
acabando con estos hábitos.
Rarísima vez ya asoma, desde una arcaica casona, alguna cometa cursi. Ya
no se venden como antaño, en fruterías, pulperías y callejones, cometas de
todos tamaños, precios y calidades. Tampoco se ven aquellos encantadores
pandorguitos de centavo chico, que con un ovillo de hilo remontaban y se
perdían en la altura.
DESAPARECEN
Todas van desapareciendo: la cometa del pobre,
aquella humilde y frágil que se hacía con un cuadrado papel de estraza y que
volaban los muchachos miserables soñando con volar algún día la gran cometa
calada y de zumbadores.
La cometa china extravagante y
suntuosa en su originalidad: la pava cantora de lujo. La estrella de seis
puntas. El cancel, con su gran zumbador detrás, rumoroso como ninguna otra
cometa. Las arteras trampas y los emocionantes cortes en el bullicio de las
pampas y alamedas al aire libre y a pleno sol.
En nuestra niñez no había para
nosotros ocupación más dulce que hacer una cometa muy grande. Soñar con ella toda
la semana. Comprar por nosotros mismos las sacuaras. Hacer el armazón. Tejer
con los burdos hilos el dibujo que luego forrado en oro y plata daría el más
primoroso encaje. Pegar el fino papelillo de seda. Poner los travesaños y
costillas. Ir colocando en ellos simétricamente rojos y blancos corazones con
morosa paciencia de artista primitivo.
Para todos los gustos.
Para todos los gustos.
A LAS ALTURAS
Encargar con aire de maestro a
todos los de la casa alguna comisión, como afinar las cañas, como sostener la
taza del engrudo, como ir desenvolviendo con arte y delicadeza el mazo de pita
que un fino juego de muñecas enrollaría luego en un corto pedazo de madera.
Buscar las cuchillas. Discutir calurosamente con algún amigo cometero la
calidad de los zumbadores y después de esta fatiga, remedo de las que más tarde
se sufren en la vida.
Subirse el domingo al techo y, ante
el asombro tierno de toda la familia, lanzar la cometa al azar desconocido de
las alturas, a la insinuación malévola de la envidia que la cortaría, al golpe
formidable de un ala del viento que la traería a tierra con una ilusión muerta.
Por algo podemos decir, imitando a Menéndez y Pelayo: ¡Son tan tristes un alma
destrozada y una cometa caída!
¿Somos hoy menos ingenuos,
tenemos menos aspiración a subir, a enviar a lo alto, como lo hiciéramos de
niños con los cometas algún mensaje de ensueño y de supina idealidad? ¿Nos
pegamos más a la tierra? Tal vez. Lo indudable
es que cada día que pasa verificamos con dolor que nuestros adolescentes y
aquel niño grande que es el pueblo, tienen menos distracciones. Lima se
convierte en una ciudad triste y descolorida. Su progreso no tiene encantos
peculiares y el cronista se duele románticamente de su propio envejecimiento y
vuelve como antaño a sentir indeciblemente aquellos versos:
Oh recuerdo, encantos y alegrías
¡De los pasados días…!
(Páginas seleccionadas del libro “Una Lima
que se Va”, cuyo autor es el consagrado escritor y político José Gálvez
Barrenechea)
Buenos días, he leído su post y quisiera hablarle de un proyecto relacionado.
ResponderEliminar¿Podría indicarme un correo electrónico para poder contactarlo, por favor?
Gracias
edgardodenoriega@speedy.com.pe
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