Después de la virtual destrucción
de la flota estadounidense, las unidades de guerra que quedaron el Pacífico
para enfrentarse con la marina japonesa fueron el crucero de batalla “Repulse”
y el acorazado “Prince of Wales”, de la Fuerza Z, con base en Singapur. Ya se
había podido comprobar --sobre todo en Tarento y en Creta- la vulnerabilidad de
los grandes buques de guerra frente a los ataques aéreos. La Royal Navy
británica iba a sufrir un golpe tan duro que difícilmente podría olvidar. Más
la pérdida de las dos grandes unidades sirvió para que el mundo se diera cuenta
de que se iniciaba una fase de las técnicas bélicas.
La tarde del 2 de Diciembre de
1941, dos potentes unidades de guerra inglesa, el crucero de batalla Repulse y
el acorazado Prince of Wales protegidos por una pequeña escolta de destructores
hacían su entrada en la rada de Singapur, recibidos con gran júbilo por parte de la población.
Para los habitantes de la colonia
y para los militares de la guarnición, la llegada de la “Fuerza Z”-como se
denominaba convencionalmente a aquella formación naval- suponía un gran alivio.
Los grandes navíos constituían un símbolo, no sólo de la presencia británica en
una zona cada día más amenazada por los japoneses, sino que además su armamento
reforzaría en gran medida las baterías costeras provistas de cañones de 381 milímetros
y que constituían la defensa principal de Singapur.
El Prince of Wales en Singapur.
El Prince of Wales en Singapur.
CONTRATIEMPOS
Sin embargo, por mucho que se
agradeciese su llegada, la decisión de asignarlos a esta importante base se
había visto entorpecida por infinitos contratiempos y en los meses que pretendieron
a su envío menudearon las polémicas y el choque de distintos pareceres.
Churchill fue el primero en poner
sobre el tapete la cuestión del envío de una fuerza naval británica al Extremo
Oriente, en un memorándum que presentó al primer Lord del Mar el 25 de Agosto
de 1941. Desde que asumió el cargo de Primer Ministro, la cuestión japonesa
siempre había inquietado a Churchill, suscitando en él “siniestros
presentimientos”. Ahora era ya tan acuciante que justificaba la atención del
Premier británico.
También el Almirantazgo, al
seguir de cerca el alarmante desarrollo de la situación en el Extremo Oriente,
había hecho sus planes para el envío de una escuadra en los meses siguientes.
Sin embargo, no estaba de acuerdo
con Churchill en lo relativo a la composición y situación de la flota.
Churchill era partidario de enviar una pequeña formación, compuesta de las
mejores unidades disponibles con base en Singapur y destinado a ejercer un
efecto “disuasivo” sobre la actividad naval japonesa. Sobre todo tenía gran
confianza en el nuevo tipo de acorazado King George V, al que pertenecía el Príncipe
of Wales.
ENTUSIASMO
Pero el Almirantazgo, lejos de
compartir esta teoría de Churchill, insistía en atenerse a su plan original,
que preveía el envío en fases sucesivas de una flota mucho más potente, que
tuviera no como base Singapur, sino Ceilán.
En vista de que ninguna de las
dos partes estaba dispuesta a ceder, pasaron algunas semanas antes de que se
tomara una decisión, hasta que, al fin, Churchill logró salirse con la suya: el
Repulse y el Prince of Wales fueron enviados a enfrentarse, solos, con
cualquier eventualidad que pudiese surgir en la inestable situación del Extremo
Oriente.
En Singapur esta decisión fue
acogida con entusiasmo y se la juzgó bastante satisfactoria. Sin embargo,
algunos continuaron viendo las cosas por su lado pesimista y criticando la
composición de la flota, principalmente su falta de equilibrio, pues carecía de
la mínima protección de destructores que cabía exigir.
Por otra parte, la “Fuerza Z” debía incluir
también un nuevo portaaviones, el Indomitable. Pero a consecuencia de las
averías sufridas en las Indias Occidentales durante el último periodo de las
últimas pruebas de navegación, el buque tuvo que ser sometido a varias reparaciones,
cuyos trabajos no habían terminado todavía. Por último, la RAF no disponía de
ningún caza moderno en Malasia.
FUERZA
Así y todo, los dos buques de
línea solos ya constituían una formidable fuerza de combate. Se trataba en
muchos aspectos de dos unidades completamente distintas: el Prince of Wales
representaba la última novedad en lo que se refería a los acorazados modernos,
mientras el Repulse, crucero de batalla, era uno de los supervivientes de la
generación anterior de buques de guerra. Terminado en 1916, su construcción
respondía a la concepción coetánea de los buques de línea, cuando la aviación
no representaba todavía una fuerza de combate digna de tomarse en cuenta.
Por ello y pese a dos intentos de
modernización realizados en años anteriores, en 1941 su coraza horizontal
indispensable para proteger a las grandes unidades de los ataques aéreos, seguía
siendo bastante deficiente. El buque que desplazaba más de 33 mil toneladas,
estaba aún en condiciones de desarrollar una velocidad de 29 nudos y su
armamento consistía en 6 cañones de 381 mm, 12 de 102 mm y 8 tubos
lanzatorpedos.
Su defensa antiaérea no era muy
adecuada y la componían 8 cañones de 102 mm, que podían lograr un fuerte ángulo
de elevación, algunas ametralladoras y otros cañones antiaéreos ligeros. Se
asignó el mando de la unidad al Capitán de Navío William Tennant (más tarde
almirante) hombre muy admirado por cuanto estaban a sus órdenes.
Foto aérea de la Fuerza Z.
Foto aérea de la Fuerza Z.
POTENTE
El Prince of Wales, terminado en
1941 en los astilleros de Mersey, estaba dotado de una potente coraza. Era un
poco más lento y más pesado que el Repulse ( su velocidad máxima era de 28.5
nudos y desplazaba 35 mil toneladas) pero su potencia de fuego era excepcional:
montaba 10 cañones de 356 mm dispuestos de una manera hasta entonces nunca
adoptada en la Marina británica: dos torres principales de cuatro cañones cada
una, a popa y a proa.
Según el proyecto original, debía
montar 12 piezas de 356 mm. Pero dos de ella tuvieron que ser sacrificadas en
beneficio de la coraza. El armamento se completaba con 16 cañones de 133 mm, 60
cañones ligeros antiaéreos de 37 mm y otras armas de pequeño calibre. El mando lo ostentaba el
Capitán de Navío John Leach.
Ya en la rada de Singapur pronto
se puso de relieve la diferencia entre ambos buques. El Prince of Wales al que
se le daba los sobrenombres de “Insumergible” y “Yate de Churchill” era bajo
todos los aspectos el navío de “prestigio” punto de reunión de autoridades y
visitantes. El Repulse, en cambio era el buque “anónimo”.
Ni siquiera se había anunciado su llegada a
Singapur. Era un absurdo intento de ocultar al enemigo su presencia, impidiendo
así que pudiera averiguar que el Prince of Wales únicamente iba acompañado de
esta unidad. No sólo se negó a la tripulación el permiso para bajar a tierra,
sino que incluso se le prohibió escribir a sus familiares para evitar que
revelaran la zona en que se hallaban.
OCULTAMIENTO
Esta situación, el intento de
ocultar al enemigo la entidad de las fuerzas, se resumió en una noticia de la
BBC que decía: “El Prince de Wales y otras unidades de línea han llegado a Singapur”.
Los dos navíos iban escoltados
por cuatro destructores. Dos de ellos, el Express y el Electra, eran dos
excelentes buques del Home Fleet, mientras que el australiano Vampire y el
británico Tenedos habían sustituido, en el último momento, a otros dos
destructores (el propio Tenedos quedó muy pronto fuera de la formación a causa
de que su provisión de combustible era insuficiente para las operaciones a que
estaba destinado).
A la cabeza de esta Eastern Fleet
británica se hallaba el Almirante Tom Phillips, Subjefe de Estado Mayor de la
Marina, oficial excepcionalmente dotado y muy bien preparado quien, a causa de
su corta estatura, era conocido entre sus hombres on el apodo de Almirante “Tom
Thumb”(Pulgada). También el formaba parte del grupo de oficiales que
consideraba con pesimismo la situación de la “Fuerza Z”.
SITUACION
Mientras en la rada de Singapur
se celebraba aún las ceremonias de bienvenida a los dos buques, Phillips tuvo
ocasión de valorar la situación de un modo bastante realista al darse cuenta de
que las posibilidades que tenía de llevar a cabo la misión que se le había
encomendado, se estaban desvaneciendo rápidamente. El 3 de Diciembre manifestó
su intención de destacar el Repulse y dos destructores a Port Darwin.
En apariencia como viaje de adiestramiento
pero en realidad para comprobar las posibilidades de utilizar dicho puerto como
base. Las tres unidades zarparon el 5 de Diciembre. Pero al día siguiente se
recibió en Singapur la noticia de que una formación de desembarco japonesa navegaba
al lado de la costa meridional de Indochina y los navíos recibieron la orden de
regresar apresuradamente.
Las preocupaciones por la
seguridad de la “Fuerza Z” iban en aumento e incluso en Londres se sentía más
inquietud por la suerte que pudieran correr las dos unidades inglesas que por
el papel que iban a representar en protección de los intereses aliados en el
Extremo Oriente. El Almirantazgo sugirió a Phillips que zarpara en dirección Este,
para intentar reunirse con la Asiatic Fleet estadounidense. El propio
Churchill, que evidentemente parecía haber perdido toda su antigua confianza,
también indicó: “La posición e los navíos ingleses debe mantenerse en secreto”.
Phillips decidió, por último, trasladarse a Manila en avión para cambiar
impresiones con el Almirante americano Hart y llegar a un acuerdo con él en relación a la
futura estrategia naval en el Pacífico.
Las bombas japonesas en acción.
Las bombas japonesas en acción.
RAYO
Pero poco después, como un rayo
que cruzara un cielo sereno, llegó la noticia del ataque japonés a Pearl
Harbor, Hong Kong, Filipinas, Tailandia y Malasia. Y todos los planes se
derrumbaron.
En el momento que el Extremo
Oriente se veía envuelto de pronto en una lucha de diversos frentes, Phillips
se encontró solo para decidir el empleo más adecuado de sus unidades y para
salvar lo insalvable en aquella situación que se presentaba desesperada. Quizás
lo mejor hubiera sido retirarse inmediatamente hacia Australia o hacia el
Océano Indico. Pero, a menos de recibir órdenes concretas, no era previsible
que la Royal Navy decidiera esquivar la batalla. El Almirante Phillips examinó
a fondo el asunto y, a bordo del Prince of Wales, discutió con sus oficiales
las diversas alternativas.
De Kota Bahru, en Malasia y más
al Norte en Sengora en Tailandia, llegaban noticias de desembarcos japoneses.
Phillips pensó que lo mejor que podía hacer
la “Fuerza Z” era zarpar hacia el Norte y atacar al enemigo en el
momento de efectuar el desembarco, logrando así interrumpir la llegada de
abastecimientos y de material y dando a las fuerzas que defendían la posibilidad de rechazar a los invasores hacia
el mar. El plan era audaz y sus riesgos bastante grandes. Más, como quiera que
no se había señalado todavía la presencia de unidades japonesas en aquel
sector, las probabilidades de éxito eran bastante razonables.
CONDICIONES
Sin embargo, deberían cumplirse
dos condiciones indispensables. La Escuadra tendría pocas posibilidades de
desencadenar un ataque eficaz (esto es, llegar a Sengora e iniciar los
bombardeos) si los preparativos no se
llevaban a cabo en el más estricto secreto. En segundo lugar, aún admitiendo
que lograsen iniciar el ataque valiéndose del elemento sorpresa, las unidades,
para cumplir su misión sin ser demasiado hostigadas por los aviones enemigos,
necesitarían el apoyo, por escaso que fuera, de los cazas de la RAF con base en
Singapur.
Para hacer frente a estas dos
exigencias Phillips solicitó que se ayude a la “Fuerza Z” con vuelos de
reconocimiento al norte del rumbo previsto y con cierta protección de los cazas
una vez se hallase en Sengora. A las 17.35 del 8 de Diciembre de 1941, las
unidades inglesas salieron de la rada de Singapur y se dirigieron al encuentro
del enemigo.
El mensaje del Capitán Tennant,
fijado en el tablón de anuncios de la cámara de oficiales del Repulse, poco
después de la salida, nos informa con bastante exactitud acerca del estado de ánimo
que reinaba al iniciarse aquella operación. El escrito empezaba con estas
palabras: “Vamos en busca de grandes dificultades y creo que las encontraremos:
podemos enfrentarnos con submarinos destructores, aviones o unidades de
superficie. Nos disponemos a avanzar hacia el Norte para ver qué es lo que
vamos a conseguir o bien lo que podemos destruir. La tarea será dura”.
Explosiones que causaron innumerables muertes.
Explosiones que causaron innumerables muertes.
DESENGAÑO
En una segunda comunicación, la mañana siguiente, Tennant fue algo más
explicito sobre el verdadero objetivo de la misión. “Nos dirigimos hacia la
costa nororiental de Malasia y esta tarde, de anochecida, llegaremos allí.
Mañana al amanecer estaremos frente a Sengora y Patani donde se están desarrollando los desembarcos
japoneses.
Pero aquella jornada debía
terminar con un desengaño: la misma tarde se recibió un mensaje en el Prince of
Wales desde Singapur, en el que se comunicaba que no se podía proporcionar la cobertura
de cazas sobre Sengora. Así, pues, una de las exigencias fundamentales de
Phillips no se cumpliría. Más, como quiera que, en aquella fase el factor
sorpresa estaba todavía de su parte, el almirante inglés decidió seguir
adelante. Por suerte, durante todo el día, bajas y densas formaciones de nubes,
acompañadas de lluvia y de chaparrones, proporcionaron a los ingleses una protección ideal contra los
vuelos de reconocimiento japoneses: de modo que, hacia el atardecer, cuando sólo
se necesitaba una hora más de cobertura, parecía que el elemento sorpresa
estaba asegurado.
MANUALES
Pero, de repente, la lluvia cesó.
Se disipó la niebla y desaparecieron las nubes, descubriendo sobre los navíos
ingleses un esplendido cielo azul despejado y limpio, en el que solamente
destacaba la reluciente silueta a gran altura de un avión misterioso. Después
de observarlo con los gemelos, los oficiales consultaron los manuales para la identificación de
los aviones. Y pronto dieron la
ilustración buscada. Se trataba, en efecto, de un avión de reconocimiento japonés. Luego
apareció otro y más tarde otro más, y pronto se vio claramente que la segunda
exigencia requerida por Phillips, el factor sorpresa había fallado también.
Dadas las circunstancias, lo
único que podía hacerse era suspender la operación. Por el ello el Almirante
inglés se apresuró a dar las órdenes oportunas. En realidad aunque los hombres de
a bordo lo ignorasen, su presencia ya había sido advertida antes, aquella misma
tarde por un submarino japonés y si la formación hubiera continuado navegando
hasta Sengora, se habría encontrado sin duda con un reconocimiento “muy
caluroso”.
Prosiguieron, pues, su ruta
durante una hora más hasta que, aprovechando la oscuridad, Phillips ordenó
invertir el rumbo de la Escuadra y dirigirse nuevamente a su base. Durante
cuatro horas navegaron en dirección Sur, siendo entonces su único objetivo
alcanzar Singapur lo antes posible. Pero hacia la medianoche, se recibió un
nuevo mensaje en que se señalaba otro objetivo. El mensaje decía: “Desembarcos
enemigos en Kuantan: Latitud 3° 50’ Norte”.
OPORTUNIDAD
Phillips se dio cuenta en seguida
de que si tales desembarcos tenían éxito,
la ruta de abastecimientos que a través de la península de Malasia,
llegaba a las fuerzas que guarnecían el sector septentrional quedaría interceptada.
Por lo tanto, la “Fuerza Z” tenía ahora la oportunidad de representar un papel
decisivo en la defensa de Malasia: un ataque desencadenado contra las fuerzas
de desembarco enemigas podría constituir un factor decisivo en el fracaso de la
ofensiva japonesa. Esta vez, además, el factor sorpresa quedaría asegurado por
cuanto habiendo seguido hasta el anochecer un rumbo ininterrumpido hacia el Norte,
Phillips daba por descontado que los japoneses le supondrían navegando todavía
hacia Sengora.
Quedaba aún en pie la cuestión de
la posible cobertura aérea y en este aspecto Phillips se halló ante el dilema
de tomar una difícil situación: ¿sacrificaría el factor sorpresa rompiendo el
silencio por radio para solicitar la ayuda del apoyo aéreo, descubriendo así al
enemigo sus propias intenciones o, por el contario, sería conveniente mantener
el silencio y confiar en que el Estado Mayor de Singapur previera sus
reacciones ante el mensaje recibido y enviase automáticamente los cazas disponibles
para apoyarle?
El crucero Repulse en 1920
El crucero Repulse en 1920
PHILLIPS
Si él se hubiese encontrado en
Singapur, habría previsto que el mensaje induciría al oficial que lo recibiera
a cambiar de rumbo y a dirigirse a Kuantan y, en consecuencia, enviaría los
cazas disponibles para apoyarle en el momento de su llegada a la zona del
objetivo. El Almirante Phillips era, desde luego, un oficial de Estado Mayor de
un carácter extraordinario y decidió confiar en que la inteligencia de sus
colegas de tierra les impulsaría al mismo razonamiento que él hubiese seguido
de hallarse en su lugar. Por lo tanto, observó el más absoluto silencio.
Desgraciadamente los oficiales de
Singapur no estuvieron a la altura de las optimistas previsiones de Phillips.
Habiéndose olvidado por completo de que su informe había comprometido a la
“Fuerza Z”, ni siquiera se les ocurrió la idea de enviar aviones de caza en su
ayuda.
Phillips y sus unidades llegaron
frente a las costas de Kuantan en las primeras horas del día siguiente
dispuestos a abrir fuego cuanto antes contra los invasores japoneses. Más en
lugar de la febril actividad de una invasión, del fragor del combate y del
pulular de las lanchas de desembarco sólo encontraron, aguardándoles, el
risueño paisaje de cualquier mañana de diciembre en tiempos de paz. Las playas bordeadas de palmeras estaban
desiertas y en las islas situadas a lo largo de la costa no se veía el menor
rastro de tropas japonesas. Todo estaba completamente tranquilo.
Phillips ignoraba que, poco antes
del amanecer, otro submarino japonés había señalado su posición después de casi
haber sido abordado por las unidades inglesas. El submarino lazó cinco torpedos
contra los buques enemigos. Pero ninguno había dado en el blanco. Luego, al no
poder desarrollar la misma velocidad que la formación adversaria, acabó por
perder el contacto con ella. No obstante, a consecuencia de la señalización del
submarino, una nutrida formación de bombarderos japoneses se había lanzado ya
contra la “Fuerza Z”.
AVISO
Cierto que el mensaje
recibido la noche anterior desde
Singapur estaba basado en informaciones erróneas. Más para salir de dudas
Phillips envió al destructor Express que se acercase a la costa y averiguase lo
que ocurría. Poco después el comandante del
Express comunicó: “Todo está tranquilo como en una lluviosa tarde de domingo”.
El Almirante Phillips decidió entonces dirigirse
de nuevo al Norte para averiguar lo que significaba la presencia de un
remolcador que arrastraba algunas barcazas y que había sido avistado unas horas
antes. Media hora más tarde los buques ingleses abandonaron el nuevo rumbo para
volver al anterior.
Fue entonces cuando se recibió el aviso de que
el destructor Tenedos-que por falta de combustible había tenido que separarse de la Escuadra la noche
anterior para regresar a Singapur- estaba siendo atacado por bombarderos
enemigos. Aumentando la velocidad a 25 nudos, las unidades se lanzaron con
ímpetu mar adentro, con la intención de regresar a su base. Pero a las 11.07
horas apareció a lo lejos, en el horizonte una mancha oscura e inconfundible
que enturbiaba la pureza del cielo matutino.
Lo rojo es el blindaje típico de un acorazado.
Lo rojo es el blindaje típico de un acorazado.
AVIONES
La mancha se hizo cada vez mayor
y precisa y pronto fue posible distinguir con toda claridad que se trataba de
una formación de aviones sobre cuya identidad no cabía la menor duda.
A las 11.07 horas, los altavoces
del Repulse dieron la alarma: “¡Aviones enemigos a la vista. Todos a sus
puestos de combate!" De todos los rincones del buque empezaron a salir hombres
que se dirigían a sus respectivos puestos. La maniobra se desarrolló rápida y
silenciosamente gracias a la larga y cuidadosa preparación de la marinería y
porque casi todos los hombres llevaban calzado de gimnasia con suela de goma.
Con la vista fija en el cielo, observando a los
bombarderos que iban llegando a gran altura, los ingleses pudieron
contar unos nueve aviones alineados en perfecta formación. A las 11.19 en punto
todos los cañones antiaéreos e abrieron fuego seguidos luego por los del Prince
of Wales, a los que se unieron también pocos segundos más tarde los de los
destructores.
Toda la escuadra lanzó al aire
una auténtica y espesa barrera de proyectiles a través del cual se verían
obligados a avanzar los aviones japoneses si querían llevar a término su ataque. Y, en efecto, los aviones afrontaron
la barrera y la franquearon sin desviarse un ápice de su rumbo .
La tripulación del Repulse se dio
cuenta en seguida de que el primer blanco iban a ser ellos. Cuando los
bombarderos japoneses sobrevolaron el veterano navío bajo la carlinga de cada
aparato se vio claramente la silueta de la única bomba que iban a lanzar y
cuyas dimensiones se hacían cada vez más grandes a medida que se acercaban al
buque.
BOMBAS
Ocho bombas caídas junto a la borda levantaron
grandes columnas de agua pero otra dio en el blanco, alcanzando el cobertizo
del avión de reconocimiento que el
Repulse llevaba a bordo, perforándolo y
haciendo explotar el aparato sobre el puente inferior. Cuando los aviones ya se
alejaban, el grupo contra incendios se precipitó hacia aquel lugar para tatar
de sofocar las llamas, retirar los cadáveres y transportar los heridos a la enfermería. Diez minutos más
tarde el fuego había sido sofocado y el Repulse pudo navegar de nuevo a 25
nudos y sin haber perdido aún su eficacia combativa.
Siguieron entonces unos 20
minutos de calma. Pero a las a las 11.44 fue avistada una nueva formación de
aviones japoneses. Esta vez eran 16 o 17 bombarderos procedentes del Norte y divididos
en pequeños grupos. Cuando estuvieron más cerca, los hombres del Prince of
Wales comprendieron que esta vez había llegado su turno. Bajo cada aparato
podía distinguirse la amenazadora silueta de un torpedo y, una vez más, y pese
al nutrido fuego de todos los cañones antiaéreos, los ingleses vieron a los
pilotos japoneses perseguir impertérritos su camino a través de su barreta de
fuego. Cuando los aviones que se habían lanzado en picado recuperaron su línea
de vuelo, a una altura de 150 metros tan sólo, los torpedos se separaron, se
hundieron en el agua y se dirigieron apresuradamente y con precisión hacia el
buque, dejando tras ellos una estela de espuma blanca en perfecta línea recta.
Soldados japoneses.
TORPEDOS
Soldados japoneses.
TORPEDOS
Un brusco y terrible
estremecimiento sacudió entonces todo el casco del Prince Of Wales cuando dos
torpedos, que alcanzaron el buque por la popa, partieron la coraza y
explotaron. Tras un brusco movimiento el buque perdió velocidad, desviándose de
su rumbo y poco después comenzó a escorar peligrosamente.
Aquel primer impacto le había herido en su
“talón de Aquiles”- la popa-, provocando grandes daños. La explosión bloqueó el
árbol de la hélice externa de babor. Bajo la acción de su formidable potencia
de impulso, el árbol se dobló y abrió en el flanco de la nave un amplio
boquete, por el cual empezó a entrar el agua en gran cantidad.
Mientras que la sala de maquinas
se inundaba rápidamente, los técnicos hicieron todo lo posible para dominar la
situación. Pero pronto descubrieron que la explosión no solo había inutilizado
los mecanismos de mando y de transmisión, sino también las instalaciones de
radio, el radar e incluso los generadores de algunos cañones antiaéreos
pesados.
Desde el Repulse, Tennant
observando el buque insignia, vio izar en su mastelero la señal de “perdido
gobierno”. Pero no tuvo tiempo de intentar el menor socorro por cuanto al
mediodía su buque era atacado de nuevo por los bombarderos y por los aviones
torpederos japoneses. Mientas hacían cuanto estaba en su mano por reducir al
enemigo, tratando de poner en práctica todas las enseñanzas adquiridas para
conseguir un fuego antiaéreo que resultase más eficaz que el anterior, la
tripulación del Repulse, ya al límite de sus fuerzas, se preguntaba qué nuevo desastre caería sobre
ellos.
EL BUQUE
Las bombas comenzaron a caer en
racimos cada vez más nutridos, pero milagrosamente ninguna de ellas dio en el
blanco. Todas cayeron al mar, a pocos metros del buque y al hacer explosión
levantaban enormes columnas de agua que inundaban la cubierta y calaban hasta
los huesos a los hombres que servían los cañones.
Luego a toda velocidad, se vieron llegar los
torpedos, marcando su recta trayectoria con una estela sutil y espumante. En cuanto Tennant, desde el
puente, pudo distinguir sus estelas, hizo virar el buque a fin de darles la
popa, ordenando con fría calma: “Treinta grados a babor. Treinta grados a
estribor. De nuevo treinta a babor”.
A medida que los hombres obedecían
sus órdenes, el pesado buque se balanceaba y se inclinaba haciendo perder el
equilibrio a los marineros. Luego se enderezaba de nuevo para volver a
inclinarse sorteando de este modo los torpedos como si fuera una ligera canoa
deportiva. A las 12.14 los aviones japoneses habían soltado toda su carga,
bombas y torpedos. Tennant pudo comunicar a Phillips por medio de
señales ópticas: “Gracias a Dios, hasta este momento hemos podido esquivar 19 torpedos”.
Le guerra en el mar.
Le guerra en el mar.
MANIOBRA
La maniobra efectuada por el
Repulse para evitar los torpedos llevó al navío a una posición muy al sur del
Prince of Wales. Pero apenas se dio cuenta Tennant de que el buque insignia
estaba todavía en peligro, cambio el rumbo y se le acercó a velocidad moderada,
para intentar prestarle una ayuda. También tomó la iniciativa de ponerse en
contacto con Singapur a fin de avisar por primera vez que la “Fuerza Z” está
siendo atacada
Pero, casi enseguida, a gran
altura en el cielo, aparecieron nueve formaciones de bombarderos y, esta vez, los
buques sufrieron un ataque preciso y contundente. Los atacantes lograron
alcanzar cuatro veces al Prince of Wales con sus torpedos. Uno de ellos dio
nuevamente a popa, esta vez a babor, alcanzando en los costados, el buque
pareció enderezarse de su anterior inclinación, balanceado por la nueva masa de agua que afluía al
interior del casco. Sin embargo, ahora el navío se inclinaba hacia popa de
manera más profunda y visible.
También el Repulse fue torpedeado
otra vez y como los proyectiles procedían ahora de diversas direcciones, el
capitán Tennant, intentando evitar una
serie de ellos, no pudo hacer otra cosa que presentar a otra serie el
flanco del Repulse en toda su longitud.
Un torpedo hizo blanco en un
punto situado a unos 29 metros hacia la popa del puente de mando. Y a este
siguieron otros tres a la izquierda y uno a la derecha. El Repulse empezó a
escorar y Tennant, que conocía a fondo su navío, se dio cuenta enseguida de que
no podría sobrevivir a los siguientes
impactos y ordenó sin vacilación: “Preparen los chalecos salvavidas”. Y
después: “Todos los hombres al puente. Prepárense a abandonar el buque”.
ABANDONO
Inmediatamente todos los hombres
empezaron a abandonar la cubierta inferior para reunirse en la superior a toda
prisa pero en buen orden. Los que habían sido heridos en el transcurso del
primer ataque fueron transportados desde la enfermería por sus compañeros.
Después llegó la orden definitiva: “Abandonen el buque”. Entonces los marineros
empezaron a lanzarse al mar. Unos arrojándose desde cubierta. Otros dejándose
deslizar a lo largo del costado, ahora ya muy inclinado,
Durante toda la operación no se
faltó ni un solo momento a la disciplina. Es verdad que un muchacho intentó”colarse”
entre las filas de hombres que esperaba turno para alcanzar la cubierta. Pero cuando un oficial le tocó el hombro, diciéndole
con calma: “Despacio, despacio: todos vamos al mismo sitio”, el joven dominó
sus nervios y volvió a su puesto.
Algunos lograron ponerse a salvo de una manera espectacular.
Pero hubo muchas víctimas. Un marinero se arrojó desde la torre de control de
los dispositivos de defensa (unos 50 metros sobre el nivel del agua). Otro
intentó seguir su ejemplo, más no logró el impulso suficiente y se estrelló
sobre la cubierta.
DESESPERACION
Un tercero equivocó la dirección
y cayó e la chimenea. Un oficial se lanzó desde el estribo del puente, pero el
buque se hallaba ya tan inclinado que no logró llegar al agua, sino que cayó
dentro del boquete abierto por un torpedo, yendo a parar a las entrañas, ya
totalmente inundadas del navío. Algunos fusileros de marina corrieron a popa,
creyendo que allí sería más fácil salvarse por ser la parte del navío más
sumergida en el agua. Pero fueron atrapados entre las palas de las hélices, que
por una fatal casualidad giraban todavía.
A las 12.33 el Repulse alzó su proa fuera del agua (como
el campanario de una iglesia, diría un superviviente) y se deslizó hacia el
fondo, hundiéndose ay arrastrando consigo a muchos marineros que pretendían
alejarse a nado.
En el Prince of Wales la
catástrofe se desarrollaba más lentamente. Una vez hundido el Repulse los
aparatos de bombardeo horizontal continuaron su ataque, logrando nuevos
blancos. Resultaba cada vez más evidente que incluso el buque insignia tenía
pocas probabilidades de sobrevivir. Poco después de las 13 horas el Comandante ordenó al destructor Express que se acercase al
Prince of Wales para tomar a bordo a los heridos, así como a todos los hombres
cuya actividad en el navío ya no era necesaria.
Durante casi 20 minutos el
Express permaneció en tal peligrosa posición con la mole del gran acorazado
amenazando echársele encima de un momento a otro, mientras 1,500 hombres
saltaban a su cubierta descendiendo a lo largo de los cables y de las redes
echadas para acelerar la operación.
HUNDIMIENTO
Más tarde a las 13.20, el Prince
of Wales se inclinó pavorosamente hacia babor y se hundió. Mientras el
acorazado desaparecía en el abismo, el Almirante Phillips y el Comandante Leach
se hallaban juntos en el puente. Leach
hizo un gesto de saludo con la mano al último grupo de oficiales que se iba
alejando: “Adiós, gracias, buena suerte. Dios os bendiga”. Después las
espumantes aguas se cerraban sobre los altos jefes.
Y entonces los bombarderos se
alejaron.
Al poco tiempo apareció un escuadrón
de cazas que acudía procedente de Singapur. Llegaban desde luego demasiado
tarde para intentar siquiera un ataque
eficaz contra los japoneses, pero a tiempo para ayudar a las operaciones de
salvamento efectuadas por los destructores.
El Capitán Vigors, ha dejado un relato de lo que pudo ver en aquella ocasión:
“Fui testigo de una nueva
demostración de este indomable valor que ha hecho tan famosa a la Royal Navy.
Un centenar de hombres se agarraban a los pequeños restos flotantes nadando
para mantenerse a flote en las aguas cubiertas por una viscosa capa de aceite.
Pesaba sobre todos la amenaza de nuevos bombardeos o de ser ametrallados por
los japoneses”.
El comienzo del fin: el hundimiento.
El comienzo del fin: el hundimiento.
CONMOCION
Luego añadió: “Ninguno podía dejar de darse cuenta de ello.
Y sin embargo, mientras se sostenían apenas sobre el agua, todos hacían señales
de saludo con las manos levantando el pulgar. Ello me conmovió profundamente,
pues en aquellos hombres esto era sobrehumano. En aquellos marineros pude
descubrir el espíritu con que se vence en la guerra”.
A la mañana siguiente en Londres
sonó el teléfono en la mesilla de Churchill. Era el Primer Lord del Mar. Señor
Primer Ministro-anunció- debo informarle que en el Prince of Wales y el Repulse
han sido hundidos por los japoneses: suponemos que fue un ataque aéreo. Ha
muerto Tom Phillips.
A cerca de lo ocurrido, escribió más tarde Churchill.: “Abrumado
por la terrible noticia me revolvía sin descanso en el lecho. Ni en el océano Pacífico ni en el
Indico disponíamos ya de ninguna gran
unidad de guerra, inglesa o americana, a excepción de la que escaparon al
desastre de Pearl Harbor y que, a toda prisa, se retiraban hacia California. Sobre todo aquella inmensa extensión de agua dominaba el Japón de una manera
indiscutible, mientras nosotros nos hallábamos débiles e inermes".
PERDIDA
La pérdida del Prince of Wales y
del Repulse no solo significó que los Aliados ya no tenían una verdadera fuerza
naval en el Extremo Oriente, sino que descargó además un durísimo golpe sobre las
orgullosas tradiciones de la Royal Navy, demostrando de una vez para siempre
que los grandes buques de guerra ya no podían combatir si no estaban protegidos
por un masivo apoyo aéreo. Desde este punto de vista la pérdida, aún siendo un
auténtico desastre, tendría un efecto saludable: el de una posible renovación
de los planes estratégicos obligando a todos a tomar conciencia de que se
iniciaba una nueva fase en las técnicas de la guerra naval.
Fue así, pues, como por falta de
previsión y de la debida intuición estratégica se perdieron dos grandes navíos
de guerra. Y asimismo 513 hombres de los 1,309 que constituían la tripulación
del Repulse. Y 327 de los 1,612 de los del Prince of Wales. (Editado, resumido y condensado de la
Revista “Así fue la Segunda Guerra Mundial”).
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