sábado, 17 de mayo de 2014

MARTIN ADAN: EL POETA DE LA GENIALIDAD

Vida cuasi trágica, vida de valor.  Bohemio hasta el tuétano y alcohólico consuetudinario. Irónico total y agnóstico firme. Son las características reconocibles a las claras del hombre especial  que  deambuló, a lo largo de su tumultuosa y convulsionada existencia, viviendo infinidad de años en hoteles de mala muerte y sanatorios tenebrosos, como realidad insoluble e incontrastable. Eso sí lo acompañaba, permanentemente, una inteligencia amplia y profunda de admiración por parte de quienes lo leían. Hermético, sensible total y a flor de piel, hasta  sus recónditas profundidades interiores.  Lo que lo llevó directamente a ser un poeta y escritor de rasgos vanguardistas con talento de polendas inigualables, en la Literatura contemporánea peruana. Sin duda admirable, a pesar de sus contradicciones y excesos, es que nunca perdió sus cualidades. Constantemente destacó, intelectualmente, con el furor de todas fauces hacía la genialidad cabal que la consiguió de una manera  tan particular.

Rafael de la Fuente Benavides, más conocido con el seudónimo de Martin Adán, optó por el vanguardismo literario con el convencimiento de reaccionar drásticamente contra el arte del pasado al que consideró aburrido por tradicional y convencional. Su merito radica en que propuso otras formas de expresión escrita nuevas y hasta insólitas, propiciando por completo la originalidad.
Por eso mismo en la temática intelectual del vate, que nació en la calle Apurímac del centro de  Lima el 27 de Octubre de 1908 y murió en el asilo de Canevaro de una insuficiencia cardiaca  el 29 de Enero de 1985 a los 76 años en medio de una pobreza descomunal, hay una persistencia total de rendir homenaje y culto a la  novedad y la sorpresa. Sin tener en cuenta las reglas de la gramática y utilizando un verso absolutamente libre con una frescura entera de imágenes, según la opinión de muchos críticos como Luis Alberto Sánchez.


Martin Adán casi al final de su vida.

POEMA
Hijo de Santiago de la Fuente Santolalla,que falleció cuando Rafael tenía seis años y de Rosa Mercedes Benavides. Hizo sus estudios en el Colegio Alemán de Lima entre los años 1916 y 1926. Allí tuvo de profesores al gramático español Emilio Huidobro y al poeta Alberto Ureta.  Ingresó a la Universidad Nacional  Mayor de San Marcos, donde se instruyó en Letras y Derecho.
En cuanto a su producción literaria, en primer lugar aparecieron en la revista “Amauta”  algunos fragmentos de su libro más conocido y famoso “La Casa de Cartón”, publicado posteriormente. Además del poema “Navidad”.  A continuación sacó a luz muchos versos y ejerció la crítica literaria en diversas revistas, principalmente,  en el “Mercurio Peruano”.
Una de sus creaciones: Poesía mano vacía…/Poesía mano empuñada/Por furor para con su nada/Ante atroz tesoro del día/Poesía, la casa umbría/La de fuera de mi pisada…/Poesía la aún no hallada/Casa que asaz  busco en la mía/Poesía se está de fuera/Poesía es una quimera…/A la vez, a la voz  y al dios/Poesía no dice nada/Poesía se está, callada/Escuchando su propia voz. 
TERTULIAS
Otro de ellas dice así: Todo lo ignoras porque eres de piedra/Todo lo ignoras porque es otro el día/ Todo lo ignoras porque otro es el rio/ Y sigue  siendo así  todavía. Un tercer verso resumido:   Y yo me moriré porque no me basto/Pero tu vives, Machu Picchu./ Piedra que se está en su alto./Piedra que me representa./Piedra que se está gastando.
 Frecuentó las tertulias literarias del poeta José María Eguren, a quien admiró de sobremanera.  Y las que organizó el pensador  José Carlos Mariátegui.  En 1931 entró a trabajar en el departamento legal del Banco Agrícola del Perú, donde permaneció pocos años.
Hay muchas versiones sobre su seudónimo. Hasta se dijo que se lo escogieron unos amigos e intelectuales, a manera de impacto. Pero lo cierto es que el propio poeta, en una entrevista a un periódico, contó  que “se cambió el nombre cogiendo el de un mono, Martin y asociándolo al del primer hombre, Adán”. Estas fueron exactamente sus palabras.
Lo hizo, dijo, para pertenecer a un grupo del poeta Eguren  formado por intelectuales de la clase media baja y en el cual, pensó, no le darían cabida por su origen supuestamente aristocrático y adinerado, adjudicado a su verdadero nombre.
Por su parte Mariátegui en el colofón de “La Casa de Cartón” habla de ello y confirma lo dicho por el autor cuando afirma:Su seudónimo, según él, reconcilia el Génesis con la teoría darwiniana. Por ello, su primer nombre es asociado al mono”.


Su obra cumbre.

SERVILLETAS
 Cuando cayó hondamente en el vértigo de una profunda crisis emocional que lo llevó a una vida de autodestrucción por el alcohol, solía escribir en servilletas o pedazos de papel con una caligrafía temblorosa. La protección de algunos amigos salvó parte de esos materiales heterogéneos de valor.
 En 1935, sufrió un primer internamiento en el Sanatorio de Magdalena. Dos años después, su residencia en casas de salud se hizo más frecuente. En el Hospital Larco Herrera,  finalizó su libro “De lo Barroco en el Perú”, convertida en su tesis doctoral en Letras.
A esta reclusión siguieron otras en el mismo nosocomio. De 1943 a 1946 y de  1947 a 1949. Hasta que alrededor de 15 años después fue internado, definitivamente, en una clínica particular, que sólo abandonó en marzo de 1983.
 Luego volvió a alojarse en el  Larco Herrera, y a partir del año siguiente en el albergue Canevaro, que acabaría siendo la última morada del poeta. Lo que  calcularon sus amigos, impresionantemente, es que el intelectual pasó cuatro décadas de su vida en los sanatorios. 
OBRAS
 Cuando no estaba en los establecimientos de salud, el poeta solía morar y dormir en diferentes hoteluchos del centro de Lima. Nada cómodos ni nada lujosos. Entre ellos el de nombre  “El Comercio”, ubicado en los bajos del mítico e intelectual Bar Palermo de la Avenida La Colmena.
En cuanto a su vida intelectual, las distinciones que mereció justificadamente y en galardón a su creación fueron: el Premio Nacional de Fomento a la Cultura en el área de poesía y el Premio Nacional de Cultura de Literatura.  En 1956, lo eligieron miembro de la Academia Peruana de la Lengua.
Entre sus principales obras figuraron los poemarios La Rosa de la Espinela” (1939), Travesía de Extramares” (1950), “Escrito a Ciegas” (1961), “La Mano Desasida” (1964), La Piedra Absoluta (1966) y “Diario de Poeta” (1975).
Una buena parte de su obra se encuentra desperdigada en diarios y revistas. Como por ejemplo algunos fragmentos del poema "Aloysius Acker", dividido en partes por el autor que incluso quiso destruirlo, los trabajos "Autores del primer siglo de la Literatura Peruana" (1939), "Una primitiva bibliografía amazónica" (1942), el romance "La campana Catalina" y el poemario "Mi Darío".
Hace varias décadas, bajo el cuidado de Ricardo Silva-Santisteban, se publicaron dos volúmenes que comprenden casi toda su producción literaria: Obra Poética” (1980) y Obras en Prosa (1982). Sin embargo, faltó rescatar la gran cantidad de manuscritos inéditos que se encuentran en la colección de papeles personales, depositados en la Pontificia Universidad Católica
Luis Alberto Sánchez sostiene que la obra de Martín Adán se ubica con claridad en una actitud que cuestiona abiertamente la tradición literaria y representa, al mismo tiempo, un caso radical de marginalidad o exilio interior en las letras peruanas.
 Desde “La Casa de Cartón”  su temprana novela poemática, escrita entre los 14 y 17 años del autor, dejó traslucir un apego por la experimentación vanguardista. Sin abandonar nunca su aspiración antiliteraria. Su poesía se caracterizó por un hermetismo místico a su búsqueda del absoluto y a la angustia con que el poeta expresó la incapacidad del lenguaje para aprehender el misterio de la existencia.

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Frente a su casa en Barranco.

AMIGOS
Sus amigos, en distintos años, fueron los escritores Emilio Adolfo Westphalen, Estuardo Núñez, Coello Mendoza y el librero Juan Mejía Baca, en una época Director de la Biblioteca Nacional, que le guardó infinidad de manuscritos y lo acompañó como amigo fiel en sus soledades de ofuscación. Conversaba mucho con Mariátegui, aunque no compartía, en lo más mínimo, sus ideas socialistas. Los unía la cultura y la literatura. No la política.
HABILIDAD
“La Casa de Cartón” es la primera obra que escribió, aunque algunos  consideran que redactó versos antes de dicha pieza literaria. Pero que nunca se publicaron. La empezó muy jovencito y muestra a un Martín Adán naciente.
A pesar de su publicidad, sólo salió en edición privada con dedicación personal, para algunos de los amigos del autor.  Llevó, eso sí, nada más y nada menos que el prólogo del afamado escritor Luis Alberto Sánchez y el colofón del eminente intelectual José Carlos Mariátegui.
Para los críticos, el libro es una pequeña obra maestra de ironía. Finura de observación e invención verbal.  El mismo Martín no la consideró una novela, sino una serie de estampas del Barranco de su niñez.
Ellos dicen que allí no hay personajes ni diálogos. Sólo descripciones y una manifestación de su gran habilidad para describir paisajes y situaciones, manifestando la facilidad con que emplea los sinónimos y su vasto lenguaje.
Sostienen que el autor inauguró la renovación estética, la misma, que acentúa en sus Antisonetos. Su obra famosa sonríe surrealistamente de la vida provinciana, de la limeña, del balneario, de las viejas criollas, de los tranvías con su contradictoria carga de rutina y fuga.
También subrayan que esta pieza es un medio para describir la época, la política y hasta la religión de una manera crítica, distante y hasta burlona. Se trata de un recorrido por su infancia, tiempos de colegio, los primeros amores. Todo visto desde un punto de vista crítico.


Caricatura.
RAMON
Los entendidos subrayan que es una pequeña obra maestra de ironía, finura de observación e invención verbal en que aparece, la espuma de una infancia sencilla y el confuso alborear de una adolescencia sabia.
Esta etapa de la vida está allí sin falsedades con muchas sinceridades. Arropados en lirismo de buena salud y en centelleos anarquistas, de clara y destinada ironía. En feliz torneo de imágenes. La ternura y el humor se confunden a veces o pugnan en otras.
Lo cierto, de acuerdo a esos criterios, que es una de las mejores obras de la narrativa peruana de esa época y que destaca por su evocación del balneario de Barranco, con una trama apenas esbozada, que transcurre a través de cuadros de las vivencias y reflexiones de un joven.
Un nombre recurrente en esta obra es Ramón. Tal vez se refiera a él mismo pues él es Ramón Rafael De la Fuente Benavides, aunque muy pocos conocían su identidad completa, El autor siempre se presentaba como Rafael y nunca utilizó la otra denominación. Algunos de sus biógrafos consideran que la omitió debido a la distancia que tenía con la familia de su padre, puesto que Ramón era el nombre de su abuelo paterno.
LE ESCRIBEN
El resto de su obra está formada por su poesía. Ésta retratada por la gran profundidad de su reflexión filosófica, que suele hundirse en los misterios de lo eterno y lo trascendente, expresada a través de una sucesión de imágenes y metáforas.
Entre las que aparece siempre la rosa,  un carácter hermético y las claves simbólicas. Lo cierto es que mezcló en sus poemas un uso novedoso del lenguaje, con el cultivo de las formas poéticas tradicionales. Como el soneto. El tema de la realidad y la identidad es también común en su poesía.
Cuentan sus biógrafos que una de sus creaciones poéticas se dio e hizo efectiva, cuando Celia Peschero–colaboradora del escritor Jorge Luis Borges– escribió a Martín Adán la carta que sigue: Martín Adán: ¿El motivo de esta carta? Además del simplemente afectuoso, que es el más importante, este otro: pedirle a usted datos sobre su propia vida, si es posible, contados con toda la sal que usted sabe poner en cuanto dice y escribe, porque he ofrecido un artículo sobre usted en La Nación...
Luego añade: … “Yo recién comienzo a publicar allí y quiero escribir un artículo humano, en el que se sienta su sangre y su piel... Sé que todo este asunto puede resultarle muy fastidioso. Pero en nombre de la simpatía que nos unió en cuanto nos conocimos, en nombre del cariño que yo le tengo, en nombre de mi profunda admiración por usted, por favor acceda a mis ruegos. Deje usted de lado toda su bohemia o vuélquela íntegra en lo que me escriba y... hábleme de usted. ¿Lo hará?” A lo cual Martin Adán respondió con un gran poema que tituló: "Escrito a Ciegas".

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El texto, impecable. El poeta, de los mejores.
RESPUESTA
Una parte de la respuesta del poeta a su interlocutora fue la siguiente: ¿Quieres tu saber de mi vida?/Yo solo sé de mi paso,/De mi peso,/De mi tristeza y de mi zapato/Por qué preguntas quien soy,/A dónde voy?.../ Porqué sabes harto/Lo del poeta, el duro/ Y sensible volumen de ser mi humano…/ Si nací lo recuerdo el año/ Aquel de quien no me acuerdo/Porque vivo, porque me mato./ Mi ángel no es el de la guarda/mi ángel es del hartazgo y retazo.
Finaliza diciéndole a  Peschero:  ¿Sabes de los puertos encallados/Del furor y del desembarcar/ y del cetáceo con mojadísimo uniforme/Que no nada y cae ya?/¿Sabes de la ciudad tanta,/Que no parece ciudad,/ sino un cadáver disgregado,/Innumerable e infinitesimal?/Tú no sabes nada;/Tú no sabes sino preguntar/Tú no sabes sino sabiduría/ Pero sabiduría no es estar/Sin noción de nada, sino proseguir o seguir/A pie hacia el ya.
Una respuesta dura, respuesta tajante. Cáustica, muy cáustica y evidente frustrante para quien, efectivamente, quería una semblanza del autor. La argentina fracasó como muchos otros periodistas cuando querían entrevistarlo. Adán prefería, por completo, el anonimato. Pero, por lo menos, sacó un poema impecable. 


Tapa de otro de sus libros
DESGARRANTE
Por otro lado, sin duda, la dirección poética de Martín Adán en “La mano desasida” difería sustancialmente de la adoptada por el chileno Pablo Neruda en su poema a Machupichu: desde una visión narcisista, el peruano, cuando trato este tema de las ruinas, no se propuso convocar al hombre desvalido para redimirle, sino convocarse a sí mismo, con sus dudas y sus certezas, a través de la invocación a la piedra
 “¿Qué palabra simple y precisa inventaré para hablarte Mi Piedra?”, se pregunta. Con esta invocación, Machu Picchu se convierte en símbolo principal del soliloquio del poeta, y en el gran escenario desde donde Adán proyecta una espiral de preguntas y contradicciones sobre la muerte, la Creación, Dios, o el propio yo identificado con dicha naturaleza incaica.
Se recuerda que Martín Adán parte de un vanguardismo tardío a finales de los años veinte, a través del cual trata de poetizar las sensaciones de extrañamiento que le produce la transformación vertiginosa de la ciudad de Lima. Un vanguardismo efímero que no va más allá de los primeros poemas y de “La casa de cartón”, donde la crítica social penetra a través de la ironía y la nostalgia.
 Sin embargo, a partir de los años treinta, la poesía de Adán cierra la ventana al mundo exterior y clausura lo social para forjar un hermetismo que penetra hacia dentro, conduciendo su creación hacia esa trascendencia existencial en la que La mano desasida es sin duda el poema cardinal.
Poeta de la condición humana desgarrante. Poeta de exageraciones corporales e intelectuales que, efectivamente, persistió en la búsqueda del saber, en medio de los efluvios de lo espirituoso que lo perdió corporalmente. Pero no lo aniquiló en la dulce travesía del escribir con pasión y brillantez. Martín Adán figura egregia de las letras peruanas. (Noé)

1 comentario:

  1. Que hombre, que poeta. Que tal genio. Me ha impresionado este articulo. Me ha impresionado Martín Adán. De la locura a la genialidad y por allí el alcoholismo. Hombre de polendas con sus obras. Hombre de valor con lo que hizo en su vida cuasi trágica. Casi incomprensible. Vale la pena leer esto... (Carlos Pérez Ayala)

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