jueves, 31 de enero de 2013

CONQUISTA DEL FUERTE DE EBEN-EMAEL


En las primeras horas del 10 de Mayo de 1940, Alemania invadió los Países Bajos. Uno de los primeros y decisivos éxitos de la Wehrmacht fue la conquista del fuerte de Eben-Emael,  considerado como la obra fortificada más poderosa del mundo. Nadie había podido sospechar que para la conquista de este fuerte se emplearían planeadores, aunque eran bien conocidas las posibilidades de las tropas aerotransportadas y de los paracaidistas. Habría sido prudente y en realidad, bastante sencillo, colocar obstáculos en las partes más elevadas del fuerte para impedir o prevenir este tipo de aterrizaje. Se cursaron órdenes en tal sentido, pero cuando el enemigo atacó todavía no se habían llevado a cabo. Este fue un brillante éxito alemán.
Como fortificación más septentrional de Lieja, Eben-Emael se encontraba en una situación excepcional: dominaba el canal Alberto. Las carreteras que conducían a Occidente desde Maastricht y, sobre todo, los dos altos puentes de vital importancia que atravesaban el canal en Vroenhoven y Weltwezelt.
Las obras de defensa que se extendían a lo largo de unos 700 metros de Este a Oeste y 900 metros de Norte a  Sur, estaban constituídas por un impenetrable conjunto de posiciones artilleras y de infantería, emplazadas de modo que pudieran apoyarse entre sí y con una defensa exterior cuidadosamente construida en todo su perímetro. A lo largo del lado nororiental, una abrupta escarpa de 40 metros sobre el canal garantizaba la seguridad más absoluta.
En la parte noroccidental se habían elevado las aguas del río Jeker a su nivel máximo mediante obras de ingeniería, a las que para mayor seguridad, se les había añadido una trinchera elevada. Al oeste y al sur, donde el terreno circundante estaba casi al mismo nivel de las fortificaciones, éstas se habían protegido con amplias zanjas y con muros de 4 metros de altura como mínimo.

Los soldados con cascos y armamentos en plena lucha

En 1940  la posibilidad de una rápida ruptura del frente por el Ejército alemán entre Roermond y Lieja,  dependía del hecho de poder neutralizar rápidamente estas defensas fronterrizas. Por esta razón era imprescindible apoderarse de los puentes sobre el Canal Alberto antes de que sufrieran daños y poner fuera de combate a Eben-Emael.
Teniendo en cuenta los preparativos del Ejército belga, no sería posible conseguir ninguno de estos objetivos empleando sistemas de guerra ortodoxos, ni siquiera recurriendo a las tropas paracaidistas. Por lo tanto, el mando alemán decidió utilizar planeadores de transporte capaces de acercarse a las posiciones enemigas de un modo silencioso e invisible a la media luz del  alba. Como hasta entonces no se habían empleado nunca en tal amplia escala como medio de combate, tendrían a su favor  el importante “factor sorpresa”.
Pero para que este factor sorpresa fuera efectivo era indispensable que los planeadores  aterrizaran en el mismo instante en que el Ejército alemán comenzará  a cruzar la frontera. Por lo tanto, el Ejército debía establecer el momento de su ataque adaptándose a las exigencias, y sólo después de mucho insistir consintió en dar la prioridad a un medio tan poco conocido y hasta entonces nunca experimentado.
Ante todo, existía el peligro de que la misión fracasara si los atacantes experimentaban grandes pérdidas durante el despegue, el vuelo, el aterrizaje y, sobre todo, durante el período crítico en que las tropas aerotransportadas se encontrasen dentro del alcance de las armas de la infantería enemiga. No obstante, este periodo crítico podía reducirse, empleando frenos aerodinámicos y paracaídas de frenaje. Además, con planeadores que poseían un ángulo de plano mínimo de 1:12, soltándose a una cota de 2,000 metros y a una distancia de 24 kilómetros del objetivo,  un piloto experto podía aterrizar dentro de un radio de 20 metros de un punto preestablecido.

Cúpula del Fuerte Eben- Emael

La mision de expulgar Eben-Emael y ocupar los puentes del Canal Alberto se encomendó al destacamento de tropas de asalto “Koch” formada en Hindelscheim en Noviembre de 1939, bajo las órdenes del Capitán Koch. La unidad estaba constituida por la primera compañía del Primer Regimiento de Paracaidistas, el destacamento de zapadores paracaidistas de la Divisón Aerotransportada 7, la unidad de planeadores de treansporte, un destacamento de balizaje y reflectores y una pequeña unidad del campo de aviación. A estos contigentes se añadía una unidad de Ju 52 destinada a efectuar el arrastre. La misión de la compañía de paracaidistas era apoderarse de los puentes de Vroenhoven de Welwzeft  y de Canne. El ataque a la fortaleza de Eben-Emael  se encomendó al destacamento de zapadores de asalto.
Durante seis meses se había concedido a esta operación una prioridad absoluta. El secreto era cuestión vital, puesto que el éxito-más aún la supervivencia- dependía del hecho de sorprender al enemigo. A todos se informó de ello y a veces tuvieron que someterse a especiales y drásticas medidas: el adiestramiento, los detalles del equipo, los procedimientos tácticos y el objetivo tenían que mantenerse en un secreto absoluto.
Algunos no supieron el nombre de la fortaleza hasta después de haberla tomado. No se concedió a nadie licencia alguna y se prohibió entrar en contacto con individuos de otras unidades. El destacamento cambió continuamente de localidad, bajo diversos nombres  supuestos y se suspendieron todos los distintivos de paracaidista y los uniformes. Hasta las prácticas con los planeadores en la zona de Hildesheim, se realizaron a escala muy reducida. Los planeadores se desmontaron después, se transportaron a Colonia y se montaron de nuevo en hangares rodeados de alambrados y vigilados.
Asignaron a la misión 11 planeadores y a continuación, cuando el plan llegó a una fase de elaboración más avanzada fue necesario subdividir el destacamento en 11 pelotones de 7-8 hombres cada uno. Cada pelotón tenía que apoderarse de las plataformas de artillería o de dos casamatas y estar preparado, además, para sustituir a cualquier otro que hubiese quedado fuera de combate.

Mapa con la ubicación de la fortaleza Eben-Emael

El día X se aplazó varias veces, pero esto no influyó en la moral ya que todo el tiempo los alemanes aprendían y experimentaban nuevos procedimientos técnicos. Además de los lanzallamas y de las escalas de asalto desmontables, el equipo incluía 2.5 toneladas de explosivos. Se trataba especialmente de cargas huecas que se usarían por primera vez en Eben-Emael para hacer saltar los “bunkers”. 
Asimismo los hombres del destacamento de asalto tenían en dotación las siguientes armas: seis fusiles ametralladoras, fusiles automáticos, granadas de mano, pistolas, granadas fumígenas,  útiles de trabajo y una radio. Un último hallazgo, que indica lo cuidadosamente que se había preparado esta operación, detrás del canal Alberto, numerosos muñecos vestidos de uniforme. Como se había previsto, esto creo gran confusión en las manos belgas.
Después de seis meses de reclusión, resultó una liberación escuchar la señal de alarma en las primeras horas de la tarde del 9 de Mayo. De acuerdo con lo previsto, el destacamento de asalto “Koch” se reunió en los aérodromos de Colonia-Ostheim y de Colonia-Butzweilerhof y cuando cayó la noche, los aviones encargados de efectuar el remolque de los planeadores salieron a la pista, se engancharon estos últimos y cada uno ocupó su puesto.
El  despegue se realizó a las 4.30 horas. El momento se había elegido con toda precisión para que lo grupos de asalto aterrizaran simultáneamente a las 5.25 en los puentes y en Eben-Emael, cinco minutos después de que el Ejército cruzara la frontera. Los planeadores despegaron en la oscuridad más absoluta e iniciaron su viaje nocturno, una empresa realmente extraordinaria.
Entre una ligera neblina, a través de la cual apenas se podían divisar los contornos de las fortificaciones, nueve planeadores aterrizaron en el fuerte Eben-Emael. Dos se habían perdido durante el  vuelo. Cuando se acercaban entraron en acción las ametralladoras antiaéreas, pero en cuanto tomaron tierra, los pelotones se lanzaron al ataque al mando del segundo jefe que sustituyó temporalmente al comandante del destacamento.
Todos los hombres habían sido perfectamente adiestrados para la consecución de sus misiones específicas y para la realización de las órdenes que, dada la exiguidad numérica del destacamento era necesario ejecutar del modo más escrupuloso. Después de un estudio preventivo de la acción, basado en fotografías  aéreas y en un mapa en relieve de la zona realizado a escala, el ataque inicial debía limitarse a las instalaciones centrales. Primero, era preciso destruir todas las armas de infantería y las ametralladoras antiaéreas que se hallasen al descubierto. Después, las piezas de artillería, sobre todo las que estaban orientadas en dirección norte.

La trinchera en la montaña que cruza el canal Alberto

La rapidez era de una importancia vital. Por cuanto todo lo que no se consiguiese hacer en los primeros 60 minutos después imposible por la creciente eficacia de la defensa enemiga. Lo primero que se capturó fue la posición antiaérea número 1. Los ocupantes de la casamata 2 opusieron cierta resistencia, pero en seguida se los redujo al silencio. En los primeros diez  minutos,  los pelotones atacaron con éxito absoluto nueve obras ocupadas y defendidas, si bien la 7 comenzó más tarde a hacer fuego desde la cúpula enterrada.
Se colocaron cargas en siete de las cúpulas acorazadas, cinco de las cuales estallaron con éxito total. Se destruyeron  nueve cañones de 75 mm en tres casamatas, mientras que en la obra 8 se inutilizaron por completo dos cañones gemelos.
La misión final en Eben-Emael era irrumpir en los accesos fortificados y efectuar el ataque en la parte subterránea del fuerte, manteniéndose en las posiciones conquistadas hasta la llegada de refuerzos. Tras unas horas de ligeros combates, se consiguió localizar los accesos y penetrar en las organizaciones ya capturadas. Pero entonces las baterìas belgas comenzaron a batir las posiciones contrarias, mientras la infantería lanzaba contra los alemanes repetidos ataques
Durante la tarde y la noche explotaron grandes cargas en el fondo de los pozos de salida bajo las instalaciones 3, 4 y 6. Cada pozo tenía unos 40 metros de profundidad y estaba defendido por obstáculos formados por carriles y sacos: las explosiones resultaban muy aparatosas en aquellas estrechas galerías.
Mientras tanto, las unidades de asalto aterrizadas en Vroenhoven y Veltwezelt cumplieron con éxito su misión. Se apoderaron de los puentes intactos y, con la ayuda de ametralladoras, los defendieron eficazmente.
Pero en Canne, los belgas habían conseguido volar el puente. En esa zona los paracaidistas alemanes se vieron obligados a sostener duros combates durante todo el día. Lo que impidió atravesar el canal a un batallón de zapadores que se había enviado en ayuda.
Los intentos de atravesarlos en botes de goma eran prácticamente irrealizables a causa del fuego de la posición artillera 15, situada junto al Canal. Después de muchos esfuerzos se conseguió neutralizar parcialmente esta posición, colocando cargas explosivas a fin de bloquear, con humo y tierra, las troneras de la cúpula de observación.


       Entrada principal al fuerte
    
A las 7 del día 11 de Mayo, un pelotón avanzado de zapadores, al mando del sargento Portsteffen, después de cruzar en un bote de goma el canal frente a la posición artillera 14, llegó finalmente al fuerte. En seguida aquellos hombres silenciaron la citada posición. Así quedaba libre el camino y todo el batallón de zapadores pudo entrar en el fuerte A mediodía, otras tropas consiguieron trepar por la escarpa occidental.  Las últimas posiciones belgas dejaron de hacer fuego. La guarnición había capitulado.
Según fuentes belgas, en el momento del ataque al fuerte sólo se encontraban 750 de los 1200 hombres que constituían su guarnición. Al parecer el 15% estaba de permiso y los restantes acantonados en los pueblos vecinos. Muchos llegaron más tarde.
Los belgas tuvieron 23 muertos y 59 heridos, en tanto que de los 85 zapadores alemanes que entraron en acción el 10 de Mayo, 6 resultaron muertos y 15 heridos, sin contar las heridas recibidas por algunos al momento del aterrizaje.
En la historia militar, el asalto de Eben-Emael fue el primer ataque de zapadores de asalto realizado desde el aire. Su éxito se debió a la eficacia y entusiasmo de estos soldados paracaidistas, a las nuevas armas y a los sistemas de transporte empleados, a la minuciosa preparación, a la participación de la Luftwaffe y a una organización de mando sencilla y funcional.  (Tomado, editado, condensado y resumido de la revista “Asi fue la Segunda Guerra Mundial")

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