miércoles, 9 de enero de 2013

COMPARACION DE LAS FUERZAS ACORAZADAS

En la Segunda Guerra Mundial, las tripulaciones británicas podían competir perfectamente con las alemanas, pero los defectuosos planes franceses dieron a los alemanes una ventaja definitiva, sobre las fuerzas acorazadas de sus enemigos. La coraza más ligera de de los carros alemanes era el precio pagado para conseguir otras ventajas, que les permitieron obtener mejor posición en la escala de valores, a pesar de la superior potencia de los medios aliados considerados individualmente. El empleo en masa de los “Panzer” era un procedimiento que los Aliados no supieron considerar.
El carro de combate estaba destinado a ser el factor decisivo en la inminente campaña. Los carros  alemanes no eran más numerosos, ni siquiera más eficaces que los de los Aliados, pero los alemanes supieron utilizarlos con más inteligencia.

Aunque en Noviembre de 1918, el fin de la Primera Guerra Mundial parecía simbolizar, de una forma explícita, una completa victoria de los Aliados y una derrota definitiva del Ejército alemán, en realidad no era así. En los últimos meses de la guerra, los alemanes estaban todavía retirándose en buen orden hacia sus fronteras. Es más comenzaban incluso a estabilizar el frente. En efecto los Ejércitos aliados, a consecuencia de las bajas experimentadas y de las dificultades cada vez mayores con que se enfrentaban para mantener el abastecimiento de sectores cada vez más distantes de las bases,estaba reduciendo su empuje ofensivo.
PROGRESOS LENTOS Y DEBILES
Se hacía cada vez más difícil llevar al frente aquellas armas que habían demostrado ser decisivas (artillería y carros de combate) y mantenerlas después en condiciones de poder combatir en masa y de modo continuo. Por otra parte, si faltaban estas armas, una cortina relativamente débil de ametralladores bastaba para retardar y contener el avance de la infantería y de la caballería durante el tiempo suficiente para establecer en la retaguardia sucesivas líneas de defensa. Por ello, a principios de noviembre de 1918, los progresos de los Aliados se hacían cada vez más lentos y débiles.
Pero los acontecimientos decisivos del conflicto tuvieron lugar, en agosto y en septiembre, cuando las derrotas experimentadas por los alemanes pusieron de relieve el fracaso de su ofensiva y el desgaste que la guerra había ocasionado en el país y en el Ejército. La más decisiva de estas derrotas fue la del  18 de Agosto de 1918 en Amiens, cuando 430 carros de combate ingleses-unidos a la infantería y caballería- rompieron las líneas alemanas, convenciendo al General Ludendorff, que entonces dirigía todo el aparato bélico alemán, de que aquella guerra  debía terminar. Los carros de combate ingleses no habían llegado mucho más allá de las defensas  avanzadas alemanas, pero un empleo tan masivo asestó a los soldados alemanes y a sus jefes un golpe muy duro, del  que no habían logrado reponerse.

General Ludendorff

ESTRATEGIA
Los carros de combate de 1918 no eran lo suficientemente veloces ni seguros para permitir, después de haber roto las líneas enemigas, una penetración en profundidad hasta alcanzar posiciones tácticas situadas en la retaguardia. Pero los que se estaban construyendo por aquel entonces, y que tenían que entrar en acción en 1919, habían sido proyectados precisamente para poder efectuar este tipo de acciones. Los planes de los Aliados que habrían de llevarse a cabo el citado año, se basaban en este tipo de estrategia.
A estos nuevos medios, más veloces y seguros, los alemanes sólo podrían oponer su artillería de campaña, cierto número de piezas contracarros, ligeras e ineficaces y los pocos y toscos carros de combate que poseían.

Una fuerza combinada de tanques en plena guerra

El General Ludendorff, desde un principio, había rechazado la idea del carro, porque consideraba improbable que estos vehículos, lentos y pesados, pudieran resultar eficaces  instrumentos de guerra. Además, puesto que cuando a un ejército se le ofrecen nuevos medios es necesario un largo periodo de tiempo para que los soldados aprendan a mantenerlos en estado de eficacia y a utilizarlos de modo más apropiado, sería imposible anular en unos cuantos meses la ventaja que los Aliados habían adquirido en dos años.
SIN CLARIDAD
La Primera Guerra Mundial terminó, por lo tanto, en un momento en que la victoria en el campo de la batalla y los elementos que la habían determinado aún no se veían claramente. No obstante, muchos alemanes estaban convencidos de que el empleo de los carros de combate, por sorpresa, en unidades potentes y en los lugares más inesperados, fue una de las causas de su derrota. El General Von Kuhl, que había sido oficial del Estado Mayor del Grupo de Ejército atacado y derrotado en Amiens, escribió, diez años después de aquella batalla, que el elemento más importante y decisivo del factor sorpresa que aprovecharon los aliados había sido el empleo de los carros de combate.
Pero precisamente los Aliados no se habían convencido de ello y dominados por la inercia originada por el agotamiento, dejaron que su iniciativa se estancara en los procedimientos de 1918. Por lo que respecta  a los franceses durante más de 20 años persistieron en una concepción que destinaba a los carros de combate a desempeñar el simple papel de complemento de la infantería o a sustituir a la caballería en la exploración.Y no pudiendo imaginar que un día se verían obligados a combatir en su propio suelo en una guerra basada en el empleo de grandes masas de carros,  los organizaron en batallones, casi todos destinados a actuar en pequeños grupos agregados a las divisiones de infantería. 
INVESTIGACION
A partir de 1932 y basándose en las divisiones de caballería existentes, el Ejército francés desarrolló cierta actividad de investigación y de experimentación. Fundándose en los resultados de tales experimentos se constituyeron tres divisiones motorizadas-otra estaría en fase de creación en Mayo de 1940-, cada una con 220 carros de combate, cierto número de autoblindados y una brigada de infantería.  Pero los franceses no supieron emplear adecuadamente este nuevo tipo de unidades, sólo porque la  vieja doctrina de empleo de la caballería imponía que ésta debía utilizarse diseminada a lo largo del frente, en misión de cobertura o de vanguardia.
Fue tras la destrucción del Ejército polaco, en Septiembre de 1939, debida en gran parte a la  acción combinada de los carros de combate y la aviación, cuando los franceses comenzaron apresuradamente a crear cuatro nuevas divisiones, dotadas de medios acorazados más pesados y con contigentes de infantería proporcionalmente inferiores a los carros de combate. No se trataba todavía de verdaderas divisiones acorazadas: según sus planes,  su misión sería la de abrir brecha en las líneas enemigas por las que pudiesen pasar otras unidades convencionales.
No estaban concebidas todavía como unidades equilibradas y autosuficientes capaces de avanzar en profundidad en territorio enemigo para destruir los centros claves y logísticos, operación que constituye la esencia de la capacidad operativa de las grandes unidades acorazadas.
DORMIDOS SOBRE SUS LAURELES
Los ingleses no cayeron en el mismo error que los franceses: pero el país que en 1918 se jactaba de haber ganado la guerra se había dormido sobre sus laureles.  Las elevadas pérdidas en carros experimentadas en los últimos meses de la Primera Guerra  Mundial, constituyeron una formidable arma dialéctica para los que sostenían que esta maquina no podía sustituir al caballo como elemento base de un arma móvil y decisiva.  Además, el elevado costo de fabricación y mantenimiento de los carros de combate fue otra formidable persuasión en contra de una expansión ulterior de los mismos
A pesar de todo, en Inglaterra se consiguieron notables progresos. El descubrimiento de que los carros de combate y los autoblindados pemitían mantener el orden, de un modo menos costoso y más eficaz, en las zonas más turbulentas del  Imperio, hizo que se activaran las tareas de investigación y experimentación en este campo.  La tenacidad de unos pocos hombres entusiastas llegó a proyectar “la idea del carro de combate”, más allá de los límites del empleo táctico e introducirla en el campo de la estrategia.
Estos hombres proyectaron y adiestraron unidades de carros de combate verdaderamente únicas  tanto por la novedad de su concepción como por su eficacia técnica. A fines de 1934, el General  Hobart, en su calidad de comandante de la primera brigada de carros, hizo hincapié en lo que Broad y Pile ya habían demostrado en años anteriores: esto es, que con un gran avance en profundidad, una fuerza móvil compuesta por carros de combate, podía poner en condiciones de franca inferioridad a fuerzas enemigas muy superiores.
EXPERTOS
 Se demostró asimismo que los carros de combate podían superar en importancia a la mejor infantería existente. Y quienes así lo afirmaban no eran soñadores, sino soldados expertos que basaban sus ideas en la amarga experiencia  adquirida en los cuatro sangrientos años de la guerra anterior. Eran hombres que muchas  veces no podían disimular su impaciencia frente a la actitud de aquellos que no podían o no querían comprender la realidad y que, en su proeza mental, no conseguían adaptarse al ritmo impuesto por las nuevas formas mecanizadas.
Un tanque alemán en combate

El General Hobart, que divulgaba sus ideas empleando un lenguaje que no respetaba los convencionalismos  manifestaba claramente que no estaría dispuesto a tolerar que la rapidez de acción, derivada del empleo de los carros de combate, fuese retrasada por unidades de artillería, caballería o infantería incapaces de adaptarse a sus maquinas o al ritmo que éstas imponían.  Y con su insistencia sobre la necesidad de una maniobra extremadamente rápida y eficiente, asustó a sus colegas de mentalidad tradicional. Hasta tal punto que fue así que se produjo un movimiento de reacción contrario por parte de los jefes de la antigua escuela. Los elementos tradicionalistas ejercieron una acción retardada sobre todo el progreso ulterior en este campo y además se aseguraron el apoyo de algunos influyentes políticos.
Resultado de todo ello fue que cuando en Mayo de 1940 se produjo el choque con los alemanes, sólo unas pocas unidades de carros tenía la suficiente preparación y experiencia para enfrentarse con los problemas teóricos concernientes al nuevo tipo de guerra mecanizada.
APOYO DE HITLER
En Alemania, al principio, los militares tradicionales expresaron las mismas tendencias conservadoras. Pero con la  llegada de Hitler al poder la atmósfera política se convirtió en la antítesis de la que existía en Inglaterra.
Inmediatamente después de haber anulado las restricciones impuestas por el Tratado de Versalles, Hitler prestó todo su apoyo a los que habían dedicado sus estudios y experiencias a los carros de combate. Estos generales (Guderian, Thoma, Lutz, Brauchitsch, Blomberg y Reichenau) recibieron carta blanca para hacer realidad sus ideas. Tenían imaginación y capacidad intuitiva  una acentuada tendencia a atribuir  la más elevada eficacia estratégica y psicológica a los golpes descargados en profundidad  así como entusiasmo y rapidez de decisión  todas las cualidades requeridas por la naturaleza de las operaciones bélicas con fuerzas acorazadas.
Reconocían honradamente que mucho de lo que sabían lo habían aprendido estudiando y a veces copiando lo que en un principio hicieron los ingleses. Se dice que después de un ejercicio de fuerzas acorazadas realizadas antes de la guerra y que resultó un éxito total, Guderian brindó con una copa de champan a la salud de Hobart.

 
Helicóptero para destruir acorazados

GANABAN TERRENO
 No prestaban mucha atención a los franceses, ni siquiera a De Gaulle, quien por aquel entonces acababa de publicar un breve ensayo sobre El Ejército del futuro.  En 1936 los alemanes estaban ganando rápidamente terreno tanto por el número como por la calidad de los medios,  mientras que en el campo de las organizaciones y de la aplicación de criterios modernos tenían ya una clara ventaja sobre ingleses y franceses.
Desde el principio concentraron los medios acorazados en divisiones especiales constituidas por un equilibrado conjunto de contingentes de las diversas armas: carros de combate, artillería, infantería, ingenieros y servicios. Nunca se tomó en consideración la idea francesa  e inglesa de disponer de carros de combate “de  infantería” ni la doctrina referente a su uso. Los carros apoyados por su artillería e infantería actuarían como una fuerza estratégica dirigida contra los puntos más débiles del enemigo, precediendo al grueso de la infantería, más lenta por naturaleza.
Este ejército de carros de combate, que el 9 de Mayo, contaba con 10 divisiones acorazadas, era ya rico en experiencias. Además de los intensos ejercicios realizados en Alemania en tiempo de paz, los completaron después en la incruenta ocupación de Austria, en 1938, y de Checoslovaquia en 1939. En el curso de los rápidos y largos avances a través de aquellos países,  aún sin verse obligados a combatir, los alemanes sacaron valiosas experiencias en el campo de la organización. Así, en Septiembre de 1939, cuando comenzó la verdadera actividad bélica, todo el aparato organizador funcionó magníficamente y las divisiones acorazadas derrotaron al anticuado Ejército polaco en pocos días, demostrando que la calidad de las fuerzas mecanizadas y bien especializadas podía dar cuenta fácilmente de la cantidad de los grandes ejércitos tradicionales de reclutas.
POLONIA
 La campaña de Polonia confirmó lo que se sabía desde hacía tiempo: con su pesado fuego de apoyo, el arma aérea, actuando en estrecha colaboración con los carros de combate, constituía un complemento eficaz para las unidades que operaban en profundidad en territorio enemigo.  En efecto, la aviación vino a sustituir a la artillería pesada.
La situación de las fuerzas acorazadas adversarias, el día 9 de Mayo de 1940, puede resumirse así:  los franceses inmersos aún en una  técnica de 20 años atrás y con un elemento humano sin experiencia alguna en cuanto a las modernas condiciones del combate, cooperaban con fuerzas inglesas cuyas técnicas, si bien estaban bastante más modernizadas, no las sabían poner en práctica de una manera adecuada.
 En realidad, fue precisamente esta falta de experiencia lo que repercutió negativamente en la capacidad combativa de los Aliados. Sus unidades acorazadas, tanto por motivos de política y doctrina como por falta de carros, no tuvieron la posibilidad de ejercitarse. Tampoco existía una estrecha cooperación con la aviación en la zona inmediatamente a vanguardia del frente. En una palabra, se trataba de una orquesta sin partitura. 
LIMITADO EMPLEO
Al limitado empleo que hacían de sus carros de combate se unió la incapacidad de los mandos aliados de prever los ataques alemanes y adoptar medidas estratégicas adecuadas para neutralizarlos. A pesar de las advertencias de unos pocos, los más estaban sinceramente convencidos de que ciertos terrenos eran, por naturaleza, prohibitivos a los carros y que otros podrían llegar a serlo mediante obstrucciones de cemento y acero.

Imagen cercana de un cañón

Se creía que las fuerzas mecanizadas no lograrían atravesar los estrechos pasos, los bosques y los valles de las Ardenas. Que la linea Maginot sería impenetrable y que su prolongación a lo largo de la frontera belga, el recurso de las inundaciones y la existencia de vastas zonas de centros urbanos constituían grandes obstáculos para la acción de los carros de combate.
Por ello, los Aliados no habían preparado un plan detallado para un contraataque  de carros en aquellas zonas por ellos calificadas como prohibitivas. Los mejores y mas móviles contingentes acorazados del Ejército francés estaban desplegados de una manera que no permitiría lanzar una contraofensiva súbita y violenta, aunque su doctrina estratégica hubiese previsto este tipo de maniobra.  La previsible y probable consecuencia sería que las divisiones mecanizadas ligeras y las nuevas divisiones de carros podrían lanzarse contra unidades enemigas superiores de un  modo fragmentario, llegando por tanto a encontrarse en inferioridad numérica.
MAESTROS
A sus adversarios, los alemanes, no les faltaban conocimientos teóricos, equipo, instrucción y experiencia. Eran maestros en aquella nueva técnica de guerra que llevaba al campo de batalla la rapidez y la movilidad. Combinando movilidad, potencia y sorpresa, estaban en situación de dar a sus acciones ofensivas un ímpetu totalmente nuevo. La fuerza de choque de las divisiones acorazadas alemanas ni siquiera podía compararse a aquella otra basada en el empleo de la caballería e infantería, a la que todavía seguían fieles los Aliados: con la amplia y extraordinaria eficacia de los nuevos sistemas, los alemanes habían introducido en la estrategia bélica una nueva dimensión.
Y sin embargo, el balance cuantitativo de las fuerzas era favorable a los Aliados: tenían más carros de combate y, en muchos casos, hasta eran superiores técnicamente a los alemanes. En sus diez divisiones acorazadas los alemanes solamente tenían 627 buenos carros, del tipo denominado Mark III y IV dotados, respectivamente, de cañones de 37 y 75 mm protegidos por una coraza cuyo espesor no superaba los 30 mm. Los restantes 2060 carros tenían corazas muy débiles y cañón de 30 mm, aunque 381 de ellos eran los excelentes T-38 ligeros, checoslovacos, con un cañón de 37 mm.
Además de los 2,687 carros de combate encuadrados en las divisiones acorazadas, los alemanes disponían de otros  800 de reserva, casi todos ligeros. Contra este despliegue, los franceses podían oponer unos 3,000, de los cuales 500 figuraban en unidades en fases de creación y cierto número de carros más viejos de reserva. 
 De los 3,000 carros, 1,292 estaban encuadrados en las divisiones mecanizadas ligeras y en las nuevas divisiones acorazadas. Los restantes se hallaban repartidos entre las unidades de infantería. A este número hay que añadir los elementos ingleses: en Mayo había en Francia 210 carros ligeros en los regimientos acorazados ligeros y 100 carros en la primera brigada del Ejército. Otros 174 carros ligeros y 156 nuevos rápidos pertenecientes a la división acorazada, estaban dispuestos para atravesar el canal de la Mancha en cuanto que se iniciasen los combates. Si hubieran querido, los Aliados habrían podido oponer nada menos que 3,600 carros a los 3,000 alemanes.
En conjunto, la calidad de los carros de combate que poseían ambas partes era aproximadamente la misma. El mejor carro francés, el Char B, disponía de un excelente cañón de 47 mm montado en una torreta con un sector de tiro de 360º y otro de 75 mm en la tronera con sector de tiro limitado. También el Somua de 20 toneladas, tenía un cañón de 47 mm y además era bastante veloz. El espesor de la coraza de estos carros oscilaba entre 40 y 60 mm, mientras que la de los alemanes no pasaba de los 30 mm. Había 800 carros de este nuevo tipo, pero incluso los que eran más viejos podían competir perfectamente con los carros  ligeros alemanes.

Tanks B1 bis (Toulal) zu Stonne.jpg
Un Char B

APTOS
 Los 384 carros ligeros ingleses se habrían visto, sin duda alguna, en graves dificultades en un encuentro frontal, ya que sus proyectiles no podían perforar las corazas alemanas. No obstante gracias a su velocidad y a sus reducidas dimensiones, eran muy aptos para misiones de exploración: los 100 carros de dotación a la infantería, 23 de los cuales eran del nuevo tipo Matilda, estaban protegidos por una coraza de gran espesor (hasta los 70 mm), y, por lo tanto, eran prácticamente invulnerables a los cañones de los carros alemanes. Además, el cañón de 37 mm, montado sobre los carros rápidos con protección ligera de la división acorazada y sobre los Matilda, era un arma cuyos proyectiles podían perforar la coraza de cualquier vehículo acorazado alemán.
Pero mientras los carros ingleses y alemanes habían sido proyectados (con una sola excepción) con torretas con capacidad suficiente para dos o tres hombres, en la torreta de los franceses sólo cabía uno, el cual tenía que desempeñar al mismo tiempo las misiones de jefe de carro, cargador y apuntador. A veces hasta mandar una unidad táctica de carros. La única excepción inglesa era el Mark I, de dotación a la infantería, que presentaba dificilísimos problemas de eficiencia en combate y de mando.
Este detalle técnico permitía que las tripulaciones alemanas y casi todas las inglesas, pudiesen constituir, dentro de la organización general de las fuerzas acorazadas a las que pertenecían, verdaderas escuadras de combate.  Asimismo ofreció también a los alemanes una notable ventaja en lo referente a los encuentros directos con las unidades francesas, compensando la circunstancia de que la mayoría de sus carros eran vulnerables a los cañones de los carros enemigos, mientras que sus proyectiles no podían perforar la coraza de gran parte de los carros acorazados aliados.
ESTRECHO CONTACTO
La importancia del  mando y de la dirección de las tropas se hace más evidente al soldado en cuyo ambiente militar se estima necesario que los generales permanezcan en primera línea, en estrecho contacto o a distancias medias con los carros de combate más avanzados. Los alemanes aplicaban este método mucho más que los Aliados. Los franceses siguiendo los esquemas de 1918 mantenían sus puestos de mando en las posiciones retrasadas y no contaban con un sistema de enlace adecuado.  Este hecho unido a la separación existente entre el jefe de carro y el resto de la tripulación, no podía dejar de influir negativamente en la moral de las unidades francesas (hecho confirmado con numerosas pruebas obtenidas por carristas ingleses que más tarde, en el curso de la guerra, tuvieron ocasión de operar  con los franceses).
 Los ingleses afirmaban que, cuando se encontraban frente a carros alemanes, los franceses eran tan cautos que llegaban a quedar casi paralizados, con un exagerado temor hacia el enemigo debido a las duras lecciones que los franceses sufrieron en los primeros encuentros. Si  bien el 9 de Mayo ambos contendientes estaban igualados respecto a la moral de las fuerzas,  una semana después los  defectos que se cubrieron en el sistema de organización y de mando, así como en los procedimientos tácticos de los aliados, hicieron que el platillo de la balanza se inclinase a favor de los alemanes.
APLASTANTE SUPERIORIDAD
La aplastante superioridad alemana con relación a los Aliados era la lógica consecuencia de su firme intención de aprovechar unidades interarmas, bien coordinadas y potentes, lanzándolas a la batalla en los puntos críticos y poniendo al frente de ellas a hombres dotados de inteligencia y decisión, entusiastas de lo que hacían.
 Hombres de la talla y del talento de Guderian y Reinhardt mandaban sus Cuerpos de Ejército acorazado (y Rommel una de las divisiones) permaneciendo en primera línea. Por parte de los Aliados, ninguno de los generales de 1,940 tenía suficiente conocimiento del nuevo tipo de guerra, y con una falta de visión absoluta, a los hombres que más habían estudiado los nuevos problemas, se los había destinado a cargos en los cuales se despreciaba totalmente su capacidad.
Asi,  Martel mandaba una división de infantería.  A Broad, Pile y Lindsay se les había confiado deliberadamente, dicen algunos, misiones que no tenían relación alguna con las fuerzas acorazadas.  Hobart incluso había sido eliminado del servicio activo, aunque luego lo admitieron de nuevo.  De Gaulle todavía estaba reuniendo una división de carros de combate flamante, pero sin experiencia.
Admitamos además que con hombres como éstos era difícil convivir. Habían adoptado el sistema de hablar claramente frente a una tradición familiar ya superada. Habían comprendido también que era absolutamente necesario abandonar cuanto antes esta regla ya caduca, cualesquiera que fuesen las repercusiones inmediatas en el terreno personal, y que todo era válido para todos los ejércitos.  Los más débiles cedieron frente a los “intereses militares constituidos”.
MORAL Y SUERTE
  Quienes como Hobart tuvieron el coraje de enfrentarse a ellos con decisión,  pero sin que les favoreciese la suerte, fueron alejados. Los que fueron más afortunados y pudieron hacer acto de presencia en el campo de batalla, combatieron y vencieron a la cabeza de sus unidades acorazadas.
En 1940 la moral y la suerte estaban de parte de los alemanes. Por eso triunfaron. Casi ninguno de los mandos de las fuerzas acorazadas francesas estaban a la altura de su misión. Los ingleses encontrándose en condiciones de absoluta inferioridad numérica, no estuvieron en situación de aportar una contribución decisiva.
Recurriendo a una imagen medio eval, podríamos describir ambos contendientes del siguiente modo:  el día 9 de Mayo de 1940, en un extremo de la palestra se encontraba el viejo rey, muy experto, pero tal vez un poco reblandecido ya por los años y la alegre vida de la corte, montando un poderoso caballo de batalla, protegido por una armadura muy gruesa y pesada, por un escudo de una robustez nunca conocida y blandiendo una pesada hacha de guerra. En el extremo opuesto, se hallaba un joven audaz y agresivo con una coraza menos pesada y montado en un corcel más ligero y por lo tanto, más fácil de guiar.
 Este joven guerrero basaba todas sus esperanzas de victoria en su agilidad y en su lanza, cuya punta había sido templada y aguzada por un procedimiento totalmente nuevo. Pero si esta lanza no conseguía  el escudo de su adversario y perforar rápidamente su coraza-o peor aún, si la lanza se rompía en el choque-, el belicoso joven sucumbiría fatalmente bajo el peso y la fuerza de su contrincante.  Hitler se lo jugaba todo a una sola carta: una rápida victoria obtenida por los 2000,.000 jóvenes  bien dispuestos y muy bien adiestrados,  de sus fuerzas acorazadas y motorizadas.
Numéricamente, como ya se ha dicho, los Aliados eran superiores a los alemanes. Por la calidad de sus equipos militares, eran absolutamente iguales. Pero en su utilización estratégica y táctica eran totalmente inferiores (Sacado, editado, resumido y condensado de la Revista “ Así Fue la Segunda Guerra Mundial)

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