En un principio esta novedad se limitó a la conocida como
ópera seria. Es decir, la que abordaba asuntos históricos, caballerescos,
bíblicos o mitológicos tratados con la libertad fantasiosa y el gusto propio de
la época.
Hay que matizar en lo que
respecta al renglón de la Biblia, pues los dramas que se inspiraron en las
Escrituras no se representaron en su tiempo y pertenecen al campo del oratorio
sacro o las Pasiones.
Tal es el caso de la música de
Juan Sebastián Bach, Heinrich Schütz, Philipp Telemann y otros, aunque en la
actualidad se suelen llevar a las tablas, dado su intenso contenido dramático y
la sucesión de escenas propiamente dichas que ofrecen.
Los argumentos mitológicos, obvio
es decirlo, implican narraciones y seres legendarios. Pero el barroco, aún
cuando encara la opera histórica, lo hace con una anchura de embrollos,
arbitrios y ocurrencias ingeniosas, que convierten la historia en un ramo de la
literatura legendaria.
LO EXOTICO
A ello hay que agregar que junto
a los memorables y supuestos héroes de Grecia, Roma, el Oriente asirio o persa,
el antiguo Egipto y otros lugares históricos, aparecen las complacencias
barrocas por lo exótico: chinerías, turquerías
y las poblaciones indígenas y de negros aportadas por el descubrimiento
y conquista de América.
En cuanto a las óperas de tema
caballeresco, se suelen remontar al ciclo mítico del Rey Arturo y los
Caballeros de la Mesa Redonda, así como a las expediciones de los cruzados, entreverados
con encuentros esotéricos: magos y magas, hechiceros y hechiceras, grutas
encantadas, islas felices y la necesaria aparición de musulmanes fieros y
sanguinarios.
Las fuentes son las novelas de caballería pasados por los poemas cortesanos barrocos de tal materia, principalmente los italianos de Tasso, Ariosto, Boiardo y Dolce. La creciente complejidad de estas historias dio lugar al uso de maquinarias y trucos escénicos que representaban naufragios, incendios, erupciones volcánicas, tempestades, apariciones de divinidades benéficas o demonios maléficos en medio del fuego o en pleno cielo, ciudades fantásticas, cuevas encantadas, jardines seductores y demás aparatos teatrales.
Listos para gozar de la opera en un teatro de renombre.
Las fuentes son las novelas de caballería pasados por los poemas cortesanos barrocos de tal materia, principalmente los italianos de Tasso, Ariosto, Boiardo y Dolce. La creciente complejidad de estas historias dio lugar al uso de maquinarias y trucos escénicos que representaban naufragios, incendios, erupciones volcánicas, tempestades, apariciones de divinidades benéficas o demonios maléficos en medio del fuego o en pleno cielo, ciudades fantásticas, cuevas encantadas, jardines seductores y demás aparatos teatrales.
Listos para gozar de la opera en un teatro de renombre.
MODIFICACION DE TECNICAS
La vida barroca se caracterizó
por ser histriónica en sí misma. Los jardines parecían escenografías de verdura
y flora. Los juegos de agua, coreografías liquidas. Las fachadas de iglesias y
palacios, remates de gigantescos salones.
Habitualmente se empleaba la
arquitectura efímera para celebrar, en calles y plazas, las coronaciones,
batallas triunfales y bodas regias con arcos y estatuas de cartón, piedra y
madera, destinadas a ser destruidas como en una fiesta, incluidos los
cenotafios de grandes personajes. Los reyes y la nobleza participaban como
actores en funciones espectaculares.
En ocasiones, los cortesanos eran
invitados a presenciar combates fluviales fingidos como asimismo guerras
verdaderas, incluido el asedio a una fortaleza o ciudad amurallada, siempre
claro está, a prudente distancia.
Así, el barroco mezclaba la vida del
espectáculo con el espectáculo de la vida y la muerte, que es el revés lúgubre
de esta cultura, las postrimerías y las danzas macabras. La pintura de la época
nos muestra a los poderosos de este mundo y del otro, todos ataviados con
complejos y suntuosos trajes de ceremonia palaciegos, como seres de una gran
ópera.
La expansión operística obligó a
modificar las técnicas teatrales. Comenzaron a construir teatros adecuados al
género de moda, a partir desde los dispuestos por las cortes: Versalles y su
Rey Sol, el Teatro Olímpico de Vicenza, obra primorosa del gran Andrea
Palladio.
REPRESENTACIONES AL AIRE LIBRE
Asinmismo, la Sala Cuvilliés de
Munich, la de los Margraves de de Bayreuth debida a un especialista, Galli-Bibiena,
autor asimismo del Académico de Mantua y reorganizador del Palazzo della
Pilotta de Parma, las cuales fijaron un modelo de bombonera suntuosa y
plenamente abiertas a toda clase de público, a contar desde la Fenice
veneciana. Las obras mayores pueden ser el de
Drottningholm (Suecia) de Adelcrantz y, acabando el siglo XVIII, el San
Carlos de Lisboa, que lo es de José da Costa e Silva.
La fiesta ocurría tanto en el
escenario como en el resto del edificio. Pintores, decoradores, arquitectos de
estructuras, inventores de maquinarias para ruidos y demás efectos sonoros y
luminosos, circularon por las principales ciudades europeas.
A ello se sumaron las representaciones al aire
libre que utilizaban, como parte de las decoraciones, las alamedas, estanques y
monumentos de los jardines palaciegos. En el Retiro madrileño y en los canales
y verduras de Aranjuez, tenemos buenos y elocuentes ejemplos de aquellos
montajes.
La estructura musical y literaria
de la ópera barroca es siempre la misma. Puede decirse que todas las óperas del
período son una sola y misma obra. A menudo arias y oberturas de una de ellas
pasaban a otras.
OBERTURA
La obertura o sinfonía, como su nombre lo
indica, es una pieza instrumental que sirve para abrir el espectáculo y es la
señal para que el público se calle la boca y preste atención a las acciones que
seguirán.
La italiana comienza con un
movimiento rápido y festivo. La francesa con un lento y solemne. Un bastonero,
con tres golpes de su báculo o un tamborillero con un redoble, indicaban la
apertura de la función. No había director de orquesta y su rol era llenado por
el primer violín o por el propio compositor.
Los números de la ópera barroca
son cerrados, es decir que empiezan cada uno-normalmente arias a veces un dúo,
eventualmente una marcha, una pastoral o un coro- y se terminan, dejando una
solución de continuidad para los recitativos, acompañados por el clave o
acompañante por las cuerdas, de modo que puedan desgajarse de los demás
números, sin que importe la tonalidad precedente o subsiguiente.
El recitativo acompañamiento es más expresivo
y sirve para subrayar la intención de las palabras, protagonistas en estos
casos. La verdadera acción está en ellos, pues el aria detiene el curso de la
intriga con comentarios o reflexiones del personaje.
Una trama de la opera Turandot de Puccini.
Una trama de la opera Turandot de Puccini.
ARIA
El nudo musical de la ópera
barroca es del aria, que empieza con una introducción orquestal, anuncio de la
melodía que va a cantar el solista. Consta de tres secciones: una decisiva,
seguida de otra con un movimiento más lento y una repetición de la primera, el
llamado da capo, que significa “desde el comienzo” y que da lugar a variaciones
y adornos, normalmente improvisados según las habilidades del cantante.
Estas virguerías no estaban escritas
y en la actualidad se opta por leer la partitura tal como la redactó el compositor
o añadiendo florilegios que, respetando el estilo, permitan evocar las
improvisaciones de la época. El aria detiene la acción, según se dijo, lo cual
da al conjunto de una estructura intermitente, que avanza y se detiene
continuamente.
Las arias barrocas admiten una
larga clasificación: aria di sortita (el personaje se presenta y se define), aria de caza, aria de
comparación o de contraste anterior (donde el personaje explaya sus
contradicciones anímicas), de ensueño, fúnebre, de furor, de celos, de
encantamiento, de risa, de invocación, a las sombras o fantasmas, de tempestad,
de venganza, de toilette Idonde la dama pertinente se mira en un espejo y
exalta su belleza), etc.
El coro aparece en contadas
ocasiones y, en los dramas intimistas, ni siquiera existe. Los conjuntos son
muy escasos. Salvo en la ópera francesa, no hay ballets y ellos funcionan como
entremés decorativo o exótico para el lucimiento de bailarinas y bailarines más
famosos.
Un teatro de España
Un teatro de España
OPERA BUFA
Tras la ópera seria ingresa en la
escena la ópera bufa. Si bien en el barroco la mezcla de lo grave y lo cómico (los
graciosos de la comedia clásica española) se da con cierta frecuencia, el campo
operístico se divide en dos. El bufo también es de origen italiano y data de
fines del siglo XVII. Se inicio con algunas piezas ligeras de Mazzocchio
Marazzoli y se consolidó, sobre todo, a partir de Nápoles , utilizando el
dialecto local, a contar desde La Cilla de Fagioli (1706).
En oposición al género serio,
saca a escena unos personajes contemporáneos, callejeros y vulgares y cuenta
con especialistas: Orefice, de Mauro, Falco, Riccio y otros. Se le debe la introducción frecuente de conjuntos (dúos,
tríos, cuartetos), que perdurarán en épocas posteriores.
Al principio, el bufo era un
entremés breve que servía de relax entre acto y acto de una obra mayor. Luego
fue cobrando autonomía en manos de músicos
más o menos formados como Alessandro Scarlatti, Vinci, Porpora, Leo, etc.
Aumentó el número de sus personajes y constituyó
un espectáculo aparte, con cantantes especializados, que ponían especial
cuidado en la dicción, de modo que los espectadores entendieran claramente el
texto.
De vuelta se impuso la ópera seria, dando
lugar a la ópera semiseria o drama jocoso. Aún “Don Giovanni” de Mozart, obra
maestra si las hay, se subtitula, justamente, dramma giocoso. En España se dio
una variante local del bufo, la tonadilla escénica, cuyo mayor exponente es
Blas de la Serna (1751-1816).
Escena de una opera montada con una escenografía completa
LIBRETISTAS
LIBRETISTAS
En el código de la ópera barroca
hay que incluir la formación de escritores especializados en sus libretos. Los
famosos libretistas que seguirán su curso durante los siglos XVIII y XIX. Si
bien, como es de rigor, el texto a cantar nace con la ópera cuando Octavio
Rinuccini escribe las palabras de Dafne en 1594.
No tuvo al principio estructura teatral, sino
que siguió las huellas de poemas pastoriles como los de Tasso o Guarini. Pero
ya Agostino Manni, versificador de la Rappressentazioni di Anima e di Corpo
para Emilio de Cavalieri, compone en plan escénico, esbozando escenas y actos.
El cardenal Rospigliosi, en un
curioso texto cómico, Chi soffri speri (1639) cobró conciencia de estar
haciendo un libreto para la música de Marazzoli y los decorados del gran arquitecto
Bernini. Con todo, los dos primeros libretistas profesionales son Apostolo Zeno
(1688-1750) y Pietro Metastasio (1698-1782).
Ellos escribieron libretos con
independencia de los músicos, de manera que varios compositores podían valerse
de un mismo texto. El italiano se impuso como lengua internacional de la ópera
y se difundió por las cortes de Europa y, más tarde, por los teatros
comerciales.
La Scala el centro principal de la lírica en el siglo XIX
La Scala el centro principal de la lírica en el siglo XIX
NACE EL CANTANTE
El tamaño de las salas y las
exigencias del canto florido barroco impusieron una reforma en la vocalidad,
basada en la escuela napolitana. Nació el cantante de ópera, que ya no era de
iglesia o de salón.
Aparecieron asi las inaugurales sopranos, mujeres que podían
actuar en los teatros y que estaban excluidas de las liturgias, donde eran sustituidas
por los castrados . Se creó el título de primera donna o diva, que perdura
hasta hoy. Se recuerda a las primeras:
Vittoria Archilei, Francesca Caccini, Adriana Basile y su hija Laura Baroni.
El respeto de los músicos por
tales señoras se extendió a los poetas y Milton escribió unos versos en
homenaje a la Baroni. Las dos principales divas del barroco fueron la parmesana
Francesca Cuzzoni y la veneciana Faustina Bordoni, mujer del músico Hasse.
Instruidas en materia musical, ampliaron su
técnica hasta desarrollar un brillante registro agudo, cuyo extremo era el
célebre cuarto do natural. Circularon por toda Europa y fueron honradas y
ricamente pagadas por su novedoso arte.
Caricatura de una soprano
Caricatura de una soprano
EL MAS FAMOSO
En cuanto a los castrados, la
Iglesia admitió su existencia entre 1539 y 1922, cuando murió el último de
ellos, Alessandro Moreschi, del que se
guardan testimonios discográficos. Tuvieron papeles en la ópera desde
Monteverdi hasta Rossini, pasando por Gluck y Mozart. El más famoso de ellos
fue Carlo Broschi (1705-1782) llamado Farinelli. Su canto sirvió en la corte
española para aplacar los ataques epilépticos de Felipe V y Fernando VI, lo
cual le proveyó de cierta influencia política
Monteverdi con papeles importantes en la opera
Monteverdi con papeles importantes en la opera
En Italia, cuna de la opera, se
dieron compositores como Luigi Rossi,
Michelangelo Rossi, Pier Francesco Cavalli, y Alessandro Scarlatti. Culmina el
aporte Giovanni Battista Pergolesi (1710-1778), autor de una obra bufa
magistral, La Serva Padrona, con dos personajes cantados y un tercero, que
narra .la historia de la criada que acaba apoderándose del señor por medio de su titánica exigencia amorosa.
Compositores de variado género
como Baldassarre Galuppi y Antonio Vivaldi (1678-1741) también se asomaron con
éxito al escenario. El segundo de extendida popularidad actual por sus
conciertos y series para orquesta compuso 47 óperas de variadísimo asunto,
incluida Montezuma, de supuesto ambiente mexicano, cuya música se extravió pero
fue reconstruida, según el libreto conservado de Giusti con músicas de otras
partituras suyas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario