domingo, 31 de julio de 2016

EL CRIMEN COMO SISTEMA POLITICO

El doctor José Figueroa Alcorta asume la Presidencia de la República, a raíz del  fallecimiento  de Manuel Quintana y, desde las primeras jornadas, debe afrontar una intensa crisis de carácter político y social. Los conflictos obreros se suceden sin solución de continuidad. El anarquismo en pleno auge, bajo la influencia del pensamiento allá lejanamente en Europa del  dirigente extremista italiano Enrico Malatesta, interfiere en el  movimiento laboral argentino con sus métodos violentos de lucha e instituye el crimen como sistema.
La ciudad de Buenos Aires vive horas de terror bajo la impresión de los atentados dinamiteros que alarman a la población. Una bomba estalla en la plataforma delantera de un tranvía, causando víctimas inocentes.
El propio Presidente de la República recibe en su domicilio particular un cajón de fruta en el que se hallaba oculta una máquina infernal que no estalla por milagro. La policía reprime con energía estos atentados y trata de detener la ola de violencia, lo que ocasiona represalias por parte de los anarquistas quienes ensangrientan las calles de dicha capital.
Al mediodía, en plena vía pública, es asesinado el  Jefe de la Policía, Coronel Ramón L. Falcón. Lo mismo pasa con su secretario, el joven Lartigau. En este clima de violencia se están realizando los preparativos para la magna celebración del Centenario, en medio de la inquietud y la zozobra generales.


José Figueroa Alcorta asediado por el anarquismo

ANARQUISMO
No hay duda de que la prédica anarquista y sus métodos sangrientos de lucha tienen un fácil caldo de cultivo en los conflictos obreros, cuya gravedad había sido prevista por estadistas ilustres como Joaquín González, quien hacía cuatro años había presentado a la consideración del Congreso la Ley Nacional de Trabajo, verdadero código de ejemplar legislación en la materia.
Pero los conflictos entre el capital y el trabajo no se encaraban por entonces con un sentido moderno de la justicia social, que por otra parte no podía imponerse sino por etapas de sucesiva experiencia  reformista.
Con todo, el problema social no sólo no sería encarado a fundo por Figueroa Alcorta, sino que subsistiría agravándose, hasta el año 1919, en que tuvo su expresión más aguda y sangrienta con la “semana trágica”. Entretanto, el problema político constituía motivo de permanente inquietud y hondas preocupaciones  para el Gobierno.
En 1906 había muerto Bernardo de Irigoyen y Carlos Pellegrini, quienes al frente de la Coalición, apoyaban  a Figuera Alcorta y le facilitaron el desarrollo de su gestión inicial. Fallecidos estos dos ilustres ciudadanos y deshecha prácticamente la Coalición, el Gobierno quedó sin colaboración y asimismo sin compromiso de carácter político.


Las condecoraciones del Presidente.

EL CONGRESO
Por otras ´parte, Figueroa Alcorta alentaba la sana inspiración cívica de terminar con la política personalista tradicional  de costumbres vernáculas, creando las condiciones propicias que permitirían, años más tarde, a Roque Sáenz Peña realizar la trascendental reforma instrumentada en la ley que lleva su nombre.
El Congreso no tarda en  reaccionar contra las inspiraciones del Presidente de la República e inicia las hostilidades, que llegan hasta negarle al Poder Ejecutivo la sanción del Presupuesto. Ante el riesgo de la paralización administrativa, el Presidente asume una posición enérgica y en un gesto, censurado a su hora como un arranque dictatorial, clausura el Congreso con gran despliegue de fuerzas policiales y promulga el presupuesto por decreto, salvando la crisis.
Mientras tanto la Unión Cívica Radical, fracasada la experiencia de 1905, practica con dignidad insobornable la abstención electoral. No tarda en advertirse dentro del partido la puja de los impacientes, quienes sostienen que la política de Hipólito Irigoyen es suicida para los intereses vitales de esa agrupación partidaria, hasta constituir la llamada tendencia antihipolitista que lucha abiertamente contra la conducta del caudillo y sus tendencias absorbentes y exclusivistas.
En 1907 Hipólito Irigoyen tiene una entrevista con Figueroa Alcorta para solicitarle que terminen las persecuciones a los radicales que no cesaban desde 1905, circunstancia que aprovecha el Presidente para tratar de convencer al líder de la necesidad de que la Unión Cívica Radical abandone la abstención infecunda y se decida a participar en el gobierno para robustecer la salud física y moral de las instituciones.


La poblacion trabajadora vivia en conventillos.

OTRA ENTREVISTA
El tema vuelve a abordarse en una segunda entrevista que se realiza en 1908, pero el caudillo dará una nueva prueba de intransigencia, sosteniendo que la Unión Cívica Radical sólo debe llegar al poder  por la decisión del pueblo clara y libremente expresada en las urnas.
La tendencia antihipolitista aprovecha la oportunidad para acentuar las críticas a la jefatura del partido, sosteniendo que Irigoyen comete un gran error histórico. Pero como su tarea de persuasión resulta inoperante, resuelve adoptar la responsabilidad y correr el riesgo de una actitud decidida.
En diciembre de 1909, ante la proximidad de la reunión de la convención nacional del partido, figuras como Roberto M. Ortiz, Arturo Goyeneche y Leopoldo Melo suscriben un enérgico manifiesto en el que después de criticar las orientaciones personalistas de Irigoyen, renuncian a la Unión Cívica Radical.
La convención nacional se reúne días más tarde y superando esta  crisis interna, resuelve la abstención electoral en los comicios presidenciales. Entretanto, figuras ilustres del pasado cívico argentino habían desaparecido. Entre ellos Mitre, Pellegrini y Bernardo de Irigoyen. Con ellos se extinguía una etapa en la evolución de las costumbres políticas.
SAENZ PEÑA
Un núcleo de devotos de la memoria del General Mitre proclama la candidatura de Guillermo Ascencio Udaondo, pero comprendiendo que sus posibilidades electorales eran problemáticas, abandonan la lucha en sus jornadas iníciales.
Una coalición ocasional de partidos ungió entonces el nombre de Roque Sáenz Peña, quien llevando como compañero de fórmula a Victorino de la Plaza, triunfa sin oposición en las elecciones de renovación presidencial.

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