La costumbre de celebrar el
nacimiento de Cristo tuvo en Lima características propias y ya van
desapareciendo, quedando débiles rezagos de los días de la “Nochebuena”
castiza, de la novela de aguinaldo, de todo aquel encanto colorido y hogareño
en buena ley, transformado por el cosmopolitismo creciente, robando, así, a
nuestras fiestas de Navidad sus matices peculiares.
Puede afirmarse: desde que recién
llegados los españoles al Perú se inició el culto de la Navidad. Apenas fundada
Lima, se alzaron en el mes de diciembre
de 1535 los altarcitos para adorar el sagrado misterio del Nacimiento del
Señor.
En el capítulo 9, acción 4 del
concilio presidido por Santo Toribio de Mogrovejo, se señalan las fiestas de
guardar para indios y españoles y entre ellas están consideradas la
Navidad y la Epifanía.
Dato interesante es el que nos
muestra, ya desde 1582, se prohibía a
las mujeres fuesen a las procesiones y ceremonias rituales con los rostros
cubiertos. Parece haber sido que antaño, la preocupación era diferente a la de
hoy.
Se predicaba afanosa y
contundentemente todo lo contrario. Antes afanosas las mujeres se desatapaban,
ahora para que se tapen, aunque no faltan contraventoras y no, precisamente del
rostro.
Festejos de Navidad en la Lima antigua.
Festejos de Navidad en la Lima antigua.
EL LIBRO
En el archivo arzobispal he podido ver el
libro sobre los arzobispos y sus ordenanzas sinodales escrito por un
famoso paisano mío, el canónigo Bermúdez, autor de una historia de Santa Rosa,
y en aquel manuscrito de elegantes rasgos caligráficos, he leído en la
“Consueta” de las ordenanzas de Santo Toribio, el capítulo titulado: “Quanto se
ha de tañer la hora y a qué hora”.
Allí dice textualmente: A
maitines se tañera una hora y la noche de Navidad se repicará con todas las
campanas desde las once de la noche hasta las doce, con mucha solemnidad”.
Desde entonces las campanas se echaban a vuelo y el bullicio de las broncíneas
lenguas de la ciudad naciente, anunciaba el regocijo de los fieles por el
advenimiento del Niño Rey de Reyes.
En aquel manuscrito se hace
constar desde 1583 eran los padres franciscanos quienes debían decir los
sermones de Navidad y de la Fiesta de los Reyes Magos. Por algo el hermoso
templo está bajo la advocación del Niño Jesús.
En los sinodales del Arzobispo
Lobo Guerrero también se alude a aquellas fiestas obligatorias en la ciudad y
en el campo para indios y españoles. La de Navidad duraba en Lima antigua, tres
días de los cuales dos eran de guardar. Un viejo verso lo confirma: Arre
borriquito/Vamos a Belén/ Que mañana es fiesta,/ Pasado también.
ANTECESORES
En los primeros tiempos, sin embargo,
nuestros antecesores no pudieron divertirse mucho, porque la vida no era tan
fácil como lo fue después. Aquellas mesas colmadas, aquellas sabrosas viandas,
aquellos vinos, aguardientes, horchatas y licores con tanta fama para el
sibaritismo limeño, no pudieron ofrecerse desde los primeros días, aunque muy
pronto después Lima, con su profusión de
huertos y chácaras, en las cuales prendieron los ricos brotes de los frutos
arribados de España, pudiese poner esuelas al paladar.
No en vano el Padre Cobo habla en
su Historia de la Fundación de Lima de los “buenos bastimentos de la ciudad”.
Al comienzo, repito, las cosas no fueron tan fáciles. El vino se dio por
primera vez en 1560, en una estancia llamada Marcahuasi, cerca del Cusco y el
afortunado mortal, o sea el Noé entre nosotros, fue un tal Pedro Cacalla, quien se ganó dos barras de
plata de trescientos ducados cada una, ofrecidas por el Emperador Carlos V, al
primero capaz de obtener en el Perú el confortante jugo.
Era tan caro el vino, que en 1554
no podía conseguirse una arroba sino pagando por ella trescientos y aún
quinientos ducados, por lo cual apenas podía usarse, con parsimonia, para darlo
a enfermos muy necesitados y para el servicio del culto.
Y si del vino pasamos al azúcar, veremos ocurría otro
tanto. El Cabildo de Lima dictó en 1542, siendo alcaldes don Francisco de Godoy
y don Francisco Rodríguez, una curiosa ordenanza, por lo cual prohibía hacer confitura,
“por ser regalo ajeno a la templanza”.
Misa de Gallo en la Iglesia capitalina de la Merced (1912)
Misa de Gallo en la Iglesia capitalina de la Merced (1912)
MULTA
La amarga regla imponía 5 pesos
de multa con decomiso de la confitura a los desobedientes por la primera vez y
destierro perpetuo por la segunda, “por cuanto de hacerse confitura viene daño
a la república y se hacen los hombres ociosos y vagabundos, pues habiendo
venido mucha azúcar para cosas necesarias y enfermos, la habían gastado en
confituras”.
No fueron muy propicios para el
desarrollo a las gollorías aquellos tiempos de tan seca sobriedad, y tal vez,
en tanto prohibición y dificultad, escondiese el secreto de las tentaciones
causantes de una Lima esencialmente mazamorrera y gulusmeadoira.
Pero no se detuvieron allí las
cosas. El segundo marqués de Cañete, Andrés Hurtado de Mendoza, prohibió el 28
de Julio de 1568 hacer y vender chicha de maíz cocido o remojado y fijó severos
castigos para la ebriedad.
Precisa aceptar entonces fueron
las primeras fiestas de Navidad muy tristes, ya que el vino era cosa de sacra regalía,
la confitura costaba, como la política, un destierro y la chicha, más tarde con
el nombre de “Orines del Niño” no podía hacerse. Pero prohibir ciertas cosas es
como escribir en el mar.
REPOSTERIA
Poco tiempo después, no sólo
había vino en abundancia, sino se inventaba el aguardiente, la chicha se hacía
de todas clases y colores y en cuanto a dulces, hasta las monjiles manos se
encargaron, en sus ocios sacros de
enriquecer con sabrosísimas combinaciones la repostería limeña.
Valga por tratarse de
prohibiciones, un aparte revelador de la fuerza< para sus caprichos de la
mujer. Prelados y virreyes se afanaron para que las mujeres no emplearan la
coquetería misteriosa de los mantos y rebozos y éstos duraron hasta la primera
mitad del siglo XIX, desafiando penas y amenazas, entre las cuales no era
pequeña la que prohibía, cuando anduviesen cubiertas, de hablar con los
caballeros y ni aún les hicieran señas, con castigo para el caballero de
“pérdida de la espada y de la daga”, lo cual habría de dolerles mucho a ellos,
por lo tremendo de la ofensa, y no menos a ellas, porque perder armas, era también
no poder hacer ni siquiera una morisqueta.
Tanto más si se tiene en cuenta
eran maestras en las artes dolosas y donosas del sonreír y del mirar, como lo
apunta una muy curiosa carta publicada en el antiguo “Mercurio Peruano”, sobre
los gestos de una “tapada”, en la cual epístola se afirma con la más
circunspecta gravedad: “las tapadas” tenían hasta 25 modos de reír y más de 40
de mirar”.
Parece nos fuéramos desviando,
por más mucho nos plazca escribir desordenadamente cuando se trata de evocar,
ya que los recuerdos de cosas viejas tienen una pintoresca tiranía de venir a
su gusto, sin aparente concierto.
Los niños adorando al Niño en el nacimiento pascual casero.
Los niños adorando al Niño en el nacimiento pascual casero.
COSTUMBRE
Decíamos sobre la costumbre de
los nacimientos, debe ser muy vieja en Lima, porque muy antigua es en España,
donde hasta el presente se conserva. Los llaman allá “Belenes” y de la
coloreada fusión llena de anacronismos y paradojas con los cuales están hechos,
debe venir la aceptación de la frase “se armó un belén” para indicar hubo lio,
enredo y laberinto.
En Barcelona observé en las tiendas llaman
también “belenes” a los nacimientos. Pero los catalanes usan además la palabra
“pesebres”, con lo cual se les conoce en Rosellón y Mallorca. En todos los
tiempos se han dedicado a labrar y esculpir las figuras típicas de los
nacimientos muy grandes artistas, entre los cuales uno de los más notables, ha
sido Amadeu, de quien se conserva un maravilloso “pesebre” en la parroquia de
San Francisco de Paula, de la ciudad condal.
En Cataluña fue mucha tal
afición. Entiendo hasta llegó a haber una sociedad de “pesebristas”. En el Perú
los admirables artistas anónimos de Huancayo, de Huamanga y del Cuzco-el doctor
Aurelio Gamarra Hernández posee uno maravilloso- supieron hacer en trapo y en
piedra y en cedro o roble admirables representaciones de típicas figuras
indígenas y criollas.
La costumbre de cantar
villancicos y de bailar delante del
altarcito del Nacimiento está
revelada en el famoso proceso seguido por la Inquisición de Lima a esa mujer
extraña, vesánica seguramente llamada Angela Carranza.
COPLA
Entre las extravagancias místicas
por ella relatada hay una sobre la noche de Navidad. Dijo haber bailado en el
portal de Belén y el Señor “perecía de risa” al verla bailar. El padre Castillo
llamado “el ciego de la Merced”, refirIéndose al celebérrimo orador Alonso
Messía improvisó esta copla: Cuando la Virgen María/Al Niño Dios arrullaba,/la
comunidad cantaba/ Y el padre Alonso… Mecía.
Ya en el siglo XVI se cantaban
villancicos en Lima. Tan aficionada fue desde sus comienzos a los cantares y a
principios del siglo XVII se importaron los muy notables de Alvarez Gato, uno
de los mejores copleros de la España del siglo XVI. Seguramente un relacionado
suyo vivió en Lima y dio su segundo apellido a una cuadra, cerca de San Pedro de hoy.
Fueron muchos los nacimientos
famosos en Lima. Los padres Betlemitas o Barbones llegados en los días del
Conde de Lemos, tuvieron uno verdaderamente admirable y de mucha figurería, en
una quinta de las afueras.
En los días republicanos fue de
propiedad del General Raygada. La esposa del general, doña Juana Oyarzabal y
de la Canal, prima hermana de una de mis bisabuelas doña Carmen de Maíz y de la
Canal, conservó la costumbre de hacer anualmente un gran nacimiento el cual
ocupaba todo un cuarto de la Quinta.. Notables también fueron los de las casas
de Ejercicios, en los cuales se hacían las famosas novelas de aguinaldo,
representándose lúcidos entremeses la víspera de Navidad.
El saludo comercial por el fin de año.
El saludo comercial por el fin de año.
FIESTAS
Todo el mes de diciembre y parte
del de enero, eran de fiestas en Lima. El 7 comenzaban las ceremonias en
homenaje a la Purísima Concepción. El 13, día de Santa Lucía, se sembraban los
“triguitos” indispensables de todo nacimiento. El 15 comenzaba la novena del
aguinaldo, para lo cual, en 1713 concedió indulgencias el Arzobispo Escandón.
El 24, 25 y 26 eran las festividades propias de la Navidad. El 28
se conmemoraba la Degollación de los
Santos Inocentes. El 1° de enero se celebraba la Circuncisión. El 5 se paseaba
con gran solemnidad el Estandarte de la ciudad. El 6 era la Fiesta de Reyes,
con paseo de alcaldes y cabalgatas a las lomas de Amancaes.
Las novenas y misas de aguinaldo
eran de lo más pintoresco. En casi todos los hogares limeños se hacían y
rezaban oraciones alusivas y se recitaban versos a la Virgen, a San José y al
Niño. A San José se le decían coplas de este sabor: Por mandato superior/
Fuiste a Egipto “sin resuello”/Porque Herodes a degüello/Toco con grande furor.
La misa de aguinaldo era
animadísima. Los muchachos llevaban pitos, matracas, y en el templo lucían sus
habilidades de fonética zoológica, imitando el canto del gallo, el rebuzno y el
mugido. Hasta zamacueca se tocaba en aquella misa bulliciosa y primitiva,
mientras repicaban alocadamente las campanas y tronaban por todas partes los
cohetones.
LA VISPERA
El 24 por la noche terminaban las
novenas por las casas y se descubría el nacimiento. Se invitaba a todas las
relaciones familiares, comenzándose con oraciones y actos de contrición y
terminándose al son del arpa o del clavecino, según la clase y proporciones de
los dueños de casa, con los bailes, desde los más recatados y finos, hasta
aquellos de los cuales se decía “no eran como para estrados serios”.
En la época de la República los
nacimientos en las casas sonaron en rumbo y prestigio. En los últimos días
coloniales había comenzado a iniciarse cierta vida nocturna. Los virreyes Amat, Guirior y Croix se preocuparon mucho
del alumbrado, vigilancia y aseo de la ciudad, facilitando así las tertulias
después de los clásicos toques del ángelus y del cubrefuego.
Como las costumbres sobrevivieron
casi por entero, puede decirse hasta 1895, año marcador del comienzo de una
evolución decisiva, no es muy lejano lo relatado en esta crónica. Ocurrió con
los nacimientos lo mismo que con tantas otras costumbres.
Se detuvieron en el tiempo con una lentitud muy grande y aunque
hoy nos parecen muy remotas, sin embargo, a quienes podemos recordar la vida de
hace ocho o diez lustros nos sorprende a cada paso hallar una perfecta
consonancia entre lo dicho por los papeles antañones y lo guardado en nuestra
memoria.
Papa Noel antiguo
Papa Noel antiguo
ESPECIALISTAS
Desde los primeros tiempos hubo
especialistas en armar nacimientos y con ellos nació una industria
originalísima, obra de artistas anónimos y humildes. Hacían con madera, piedra
de Huamanga y trapo figuritas netamente nacionales, para los nacimientos. Eran
estos el conglomerado más pintoresco y sin orden inimaginable.
Un buen nacimiento debía tener además del Misterio, o sea el portal
con la Virgen, San José, el Niño, la mula y el buey, una serie de figuras y de
pasajes peculiares. La anunciación, los pastores, dos grupos de Reyes Magos,
unos muy bien montados con un sequito, a veces de llamas de oro y plata, y otros, ya en la actitud de la
adoración. La casa de Pilatos y el Palacio de Herodes, la degollación de los
inocentes, la huída a Egipto, el sacrificio de Abraham, la disputa en el
templo, el árbol del bien y del mal, el arca de Noé, etc.
Junto con los personajes y
escenas bíblicas trabucabánse las más modernas figuras y los más genuinos
personajes o personillas de la ciudad: la jazminera, la vendedora de tamales,
el aguador, el bizcochero, el panadero, el bullidor vendedor de helados, la
planchadora de los pañales del Niño, toreros, indios mercachifles, lagunas con
patitos y hasta minúsculos ferrocarriles de cuerda.
LUJO
Nacimientos lujosos hubo en Lima
en los cuales se permitieron figurar escenas de acontecimientos notables
ocurridos en Lima. Hubo uno muy antiguo con la entrada triunfal de Orbegoso a
Lima y quien estas líneas escribe, alcanzó también a ver la escena de la
entrada del caudillo Piérola por Cocharcas.
El ingenio picante de limeños y limeñas llegó a caricaturizar a
empingorotados personajes. El General Vivanco figuró en no pocos y hasta un comerciante
Calzado, famoso por un alto sombrero
plomo de su peculiar uso, alcanzo cierta forma
de inmortalidad, porque aún después de desaparecido del escenario de la
vida, figurando en su gracioso indumento en los nacimientos limenses. Santiago
“El Volador” era otro de los personajes.
La literatura, el dibujo y hasta
los títeres influyeron en tiempos de La República en los nacimientos. El poeta
dramático y satírico Manuel Ascencio Segura, el acuarelista Pancho Fierro y el
titiritero “Ño Valdivieso” colaboraron muchas veces en estas obras de fin de
año y no fueron pocas veces animadas revistas, de lo ocurrido de lo más notable
de enero a diciembre.
Casi todas esas cosas se han ido
para no volver. Ya no hay la costumbre de visitar nacimientos, como se
recorrían los templos el día de Jueves Santo. En las casas grandes se invitaba
a los amigos y relacionados para ver el
nacimiento y había baile, cena y diversión de lujo.
El Nacimiento de Jesús.
El Nacimiento de Jesús.
JARANA
En los hogares pobres las gentes sencillas
acoger solían ese sacro día a todos cuanto quisieran ver el nacimiento y se
ponía a la puerta un platillo para recibir las limosnas para los “orines del
Niño” y después de las canciones de los Villancicos, de los bailes, de las
pallas-indios disfrazados abigarradamente- se hacía con arpa y cajón una jarana
de esas de “rompe y raja” con zamacueca, agua de nieve, Punto y don Mateo, tres
bailes como para decir aquello de: Así de repica punto/sacando lances al
viento…
En los nacimientos populares se
divertían todos desde el 24 de diciembre hasta el día de Reyes y se armaban jolgorios grandes
en los cuales se bailaban desde el fandango colonial ya muy modificado, hasta
las boleras y tiranas de tiempos muy remotos y después el cascabelillo, el
maicillo, el mis-mis, el negrito, el chocolatito, la cachucha, el valse de
aguas, el paso de la sirenita, el ondú floreado, la polka raspada y la polka de
cajón
Al clarear, a golpe de cajón, las
niñas llenas de claveles y jazmines tejían en la alfombra con la gracia de sus
pies diminutos los criollos arabescos de la “moza mala”. Frezier visitador de
Lima muy a comienzos del siglo XVIII recogió y grabó en su libro junto a un
cantar de tipo místico un zapateo airoso y rítmico en el cual ya apunta la
gracia de la Marinera.
Eran los tiempos del buen
aguardiente de uva, producidos en Motocachi, Pisco y Locumba y de las riquísimas
chichas de maíz morado, de jora y de pan de Guatemala, en los cuales se
brindaba en verso y los mozos se decían en rimados duelos, dimes y diretes
intencionados e ingeniosos.
Celebraciones en la calle.
Celebraciones en la calle.
PADRINOS
De aquellos días es el verso: Ven aquí
quitapesares,/alivio de mis congojas/nacido entre verdes hojas/y exprimido
entre lagares./Tu que quitas los pesares/de aquel gran médico Baco/dame la
mano, que saco/ para marchar viento en popa/esta saludable copa/con que mis
penas aplaco.
Las fiestas de Navidad y de Reyes
estaban de acuerdo con el dicho popular: Los tres reyes del Oriente/Vino, chicha
y aguardiente. La jarana era de las gordas el día de la bajada de los Reyes,
con los padrinos nombrados con anticipación.
Ellos obsequiaban algo para el
nacimiento que iba a venir o corrían con el gasto de la fiesta en los hogares
pobres. El ultimo día la zambra y el bullicio subían de punto y hasta de
contrapunto y en presencia del sagrado
misterio los mozos malos hacían de las suyas y había riñas y cuestiones por
miraditas o sonrisitas de menos de alguna coquetuela y solían a resonar aquello
criollamente bravío de: Los rincones para los gatos/y las esquinas para los
guapos/. A la calle se iban exaltados armándose zalagarda y marimorena
menudeadora de golpes y palabras gruesas hasta la llegada de la policía
Todo eso ya no es. Apenas si en
una u otra casa de las muy conservadoras, se conserva un pálido trasunto de las
viejas costumbres. Lima ha cambiado en medio siglo de una manera prodigiosa.
Antes las fiestas de Navidad y de los Reyes eran de lo más coloreado y
algarero.
La pileta arreglada por las fiestas.
La pileta arreglada por las fiestas.
YA NO…
Ya no son los reyes barbados
y solemnes los portadores de juguetes a
los niños. Ya no el Rey blanco, el rey cholo y el rey negro. Ahora son Santa
Claus o Papa Noel. Ya no la cena con tamales, empanada, dulce de convento,
chicha morada y aguardiente legítimo. Ahora el champaña. Antes el ondú
paspié circunflejo. Ahora el fox, el
tango, el jazz, la rumba y hasta el mambo.
La distante envuelve en halos de
poesía todas las cosas y no hay nada tan magnificador como el recuerdo limando
y puliendo cuanto hubo de ingrato en el ayer, pero de todas maneras, debemos
convenir en el hecho: los cronistas del mañana encontrarán menos personalidad
en los recuerdos de este prosaico presente, tan extranjerizante y descolorido.
El cronista del futuro no hallará
en el hoy un tan rico venero del folklore netamente limeño, como ha sido el de ayer. Aunque tal vez encuentre
poesía también en estas cosas. Con nostalgia añoradora me complazco en rememorarlas
de cuando en cuando. (Páginas
seleccionadas de las "Obras Completas" que pertenecen como autor al
consagrado escritor y político, José Gálvez Barrenechea.)
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