jueves, 30 de agosto de 2018

LAS VATICINADORAS


Se dicen que van a condenarlas, se dice que las inofensivas comerciantes de buenaventura no podrán ejercer en París su profesión liberal. Y no lo creo. Son perennes como la credulidad humana y son necesarias como la esperanza.
Desde hace pocos años aumenta considerablemente su mercado. ¿En cuál barrio de París no hay profetisas? Que digo, si por las calles, en los primeros días del año, hay mujeres vendadas que, junto a lámparas de acetileno, pronostican por un franco la fortuna inminente y el amor de todas las mujeres guapas.
Amor, esperanza de amor eterno es lo que va allí a buscar de preferencia. Ha sido y es aún el primer rito de la aventura amorosa. ¡Qué enamorado no se dejó arrastrar a esos pisitos casi clandestinos que ostentan en la puerta una tarjeta de misterioso nombre!
Los hay sencillos como oficinas de bolsitas, los hay más complicados con atributos de cábala. Las señas de las vaticinadoras las habéis hallado en la cuarta plana de los periódicos o en la hoja suelta de un “camelot” del bulevar. Y por supuesto, los hombres no van allí nunca solos. Los acompaña alguna gentilísima, porque todas las mujeres bonitas de París, creen en signos y en presagios constantes del caprichoso demiurgo que nos gobierna
La vaticinadora nos recibe con voz mimosa en un cuarto oscuro decorado con búhos. Trae barajas de todos tamaños y cafeteras para leer el destino de la pareja en la espuma tornasol del café. Sus manos tienen la pericia de los gurrupiés de los casinos.

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Garcia Calderón el autor de esta nota.

TAROT
Y van saliendo espadas o bastos-porque el tarot es sólo la baraja española-, espadas y bastos que son fortuna y reyes de copas que son, si no me engaño, el mejor signo. Para leer el destino en el café es necesario dejar colgando en un cabello la sortija dilecta. ¡Cuántos corazones se quedan retenidos por ese cabello rubio!
Naturalmente- por algo somos generosos- el pronóstico invariable es amor eterno que dura a veces menos que las rosas. Pero los miserables corazones salen aliviados como de la gruta de Lourdes
Y no penséis que sólo son las postulantes del vaticinio esas nanas enharinadas, esas musetas pálidas sobrevivientes de la antigua bohemia, o las modistillas en espera del príncipe fabuloso. Son, por supuesto, las mejores clientas. Pero el gran mundo va allí lo mismo que el mundo a medias, continuando así las mejores tradiciones de Francia.
Recordaréis que Josefina de Beauharnais, aquella lánguida criolla a quien Napoleón, italianizando su cariño, llamaba “mío dolce amore”, puso de moda a la Beauchamp, una famosa pitonisa de la rue de Tournon. Y la señora de Pompadour iba también a averiguar por las cartas si el corazón de su rey podía ser mudable.
Era natural que con la guerra creciera el número de sibilas. ¡Hay tantas angustias álgidas, tantos corazones obstinados! Un funcionario encargado de anunciar a las familias los “muertos en el campo
de honor” me ha contado esas desgarradoras comedias de la esperanza.

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El tarot

TAL VEZ…
Cuando va a anunciar a una mujer que su hombre ha muerto, no le dan crédito a menudo. Tal vez es un error administrativo o sólo está prisionero. Quizás, tal vez, pudiera ser… Entre la certidumbre del funcionario y la ilusiona de cualquier vaticinadora, eligen ésta. Los hombres siempre fueron así. ¡Cómo no han de serlo esas crédulas mujeres desventuradas!!
Y alguna vez, en efecto, no se equivocan. Esa “voz del corazón” que nos hace sonreír como un adorable becquerianismo de mujer sentimental, no siempre es engañoso presentimiento. Ha ocurrido que, al presentarse el funcionario a anunciar una muerte, halla al difunto vivo y recién llegado de las trincheras. Por eso no sin razón responden las sibilas desprestigiadas cuando se les echa en cara sus engaños:
-En todo caso hacemos obra caritativa porque damos ilusión a quien iba a perderla y obra patriótica porque siempre anunciamos la victoria. ¡Cómo privar al público de su más tónica esperanza!

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Estas mujeres podrían ser las vaticinadoras modernas en París.

MATERNALES
Y, ciertamente, estas sibilas modernas no quieren como las antiguas sembrar espantos. Son maternales, sólo anuncian larga vida y amor perenne. ¡Cómo culparlas si son tan breves los años y los amores!
Cuando más se le podría reprochar la mentira. Pero estas misma es bondadosa, utilísima. “He puesto fin-dice el Prometeo de Esquilo- a los terrores que el porvenir inspira a los humanos, haciendo vivir en sus almas esperanzas ciegas” Ellas también han vendado al cruel amor, han enjugado rostros lívidos.
En vez de multarlas, de encarcelarlas, yo quisiera que el gobierno francés fundara con ellas una Cruz roja espiritual para las almas desesperadas. (Editado, resumido y condensado del libro “Obras Escogidas de Ventura García Calderón”, destacado intelectual peruano que, con sus estudios, rescata los orígenes culturales de este país. Nació por un azar patriótico en Paris, retornó al Perú donde estudió. Posteriormente volvió a Francia en 1905 salvo cortos intervalos por aquí, Rio de Janeiro y Bruselas hasta 1959 en que murió, siempre habitante de la ciudad luz)

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