Gutiérrez defiende un poco la
oratoria recargada y lisonjera de la época, atribuyéndola más a las propias
características deseos tiempos y no a deficiencias espirituales y servilonas de
sus autores. Y así es. La perspectiva en la cual hoy nos colocamos introduce en
nuestro juicio, elementos que ayer no existía, y, por eso, sin quererlo,
incorporamos nuestra actualidad a algo ya desaparecido o inactual, por lo cual
muchas veces somos injustos e ingenuos: Porque pedimos para el ayer posiciones
ideológicas y sentimentales de hoy. De ahí la dificultad de hacer historia en el
verdadero sentido de la palabra.
Pero aparte de esas generalizaciones
más o menos acertadas, no se ha hecho todavía la reconstrucción exacta de una
de esas ceremonias en las cuales el boato preciosista, barroco de la Lima de
entonces ponía una intensa nota de color. Lima era una capital de gran
importancia para la época. Multiplicidad de asuntos distraían la atención de
las gentes o incidían en todos los aspectos del vivir, reaccionando unos sobre
oros. Es natural, por ello fuera la vida universitaria informada por el lujo,
la riqueza y la cortesanía de la existencia capitalina.
ACONTECIMIENTOS
Los recibimientos de los señores
virreyes fueron, tal vez, los acontecimientos universitarios de mayor pompa de
la época, especialmente en el siglo XVIII, sin duda, el más suntuoso del Virreinato,
cuando aún los terremotos de fines de aquel siglo (1687) y de principios del
XVIII (1746), especialmente este último, no habían echado por tierra muchas
edificaciones y desmedrado no pocas fortunas.
La extensión del Virreinato no
había sufrido los recortes desmenuzadores de un triste y,a veces, trágico
después. Y los espíritus no tenían oras preocupaciones que la lealtad al Rey,
el temor de Dios y el afán de seguir los usos y costumbres de la Corte, a la
distancia aún más resplandeciente de la realidad.
La leyenda de la Lima
dieciochesca se ha esfumado un tanto, por otra de la pícara aventura de Amat
con la criolla Perricholi, La visión del siglo XVII es, sin duda, como lo
demuestran los auténticos de la época, el más rico y de más acusado carácter de
nuestra vida virreinal.
Canonizaciones de santos,
controversias religiosas sobre el dogma de la Inmaculada Concepción, disputas
entre Arzobispos y Virreyes, grandes mascaradas estudiantiles, profusión de
actos solemnes y de fiestas, autos y procesiones, magníficas cabalgatas, vistosos
escuadrones, toros, cañas, encamisadas, volatines y comedias. El cuadro
resaltante en el minucioso Diario de Mugaburu y en los documentos de varias
clases de aquel siglo, nos lo muestra en todo su esplendor.
Lima del siglo XVII
Lima del siglo XVII
ABOGADOS
Buscando noticias sobre los abogados
de Lima encontré un buen día en un viejo libro de “Razones de los grados
mayores y menores”, comenzado el 3 de Julio de 1660, el acta de recibimiento
del Conde de Lemos lo cual me permite hacer la reconstrucción fidedigna de una
de las más típicas ceremonias de la Lima Colonial
Bastaría, si se tratara
simplemente de presentar el hecho, con copiar las actas pertinentes. Pero el
estilo y su difícil ortografía las harían penosas para el lector, el cual
necesitaría, además, ciertas explicaciones, por lo cual bien vale la pena
aprovechar la preciosa fuente y ponga el cronista de hoy tal cual dato y
comentarios marginales establecedores y relevantes de la relumbradora y
entonada fiesta de la Real y Pontifica Universidad de Lima ofrendada al Conde
de Lemos.
Los documentos están a fojas
76,77 y 78 y sus reversos de un libro forrado, en pergamino en cuya primera
página, rota y casi ilegible ya por las muchas manchas de color morado tal cual
se adivinan mucho más de ser vistas siguientes palabras:
Razones de los grados maiores y menores que se han dado en efta RI
Universidad de San >Marcos desde 3 de Julio 1660 en que fue secretario
el Ss San (Sebastián digo yo) Mateos de Robles.
Un trozo ilegible. Después: Franc de la cueba. Y abajo Don Luis Zegarra de
Guzmán, San Mateo de Robles.
RECTOR
El Rector de la Universidad, en
ese año, 1660 pertenecía a una nobilísima familia de Salvatierra de Tormes, en
Salamanca. Sus padres radicaron en Lima a principios del siglo XVII y fueron el
capitán don Arnao Zegarra de Guzmán Medrano y doña Francisca Arias Vásquez.
Zegarra de Guzmán había nacido en Lima, donde murió en 1681, después de haber
sido Medio Racionero del Coro metropolitano en 1649, racionero en 1655, juez
adjunto de arzobispado en 1675,
maestreescuela en 1677, arcedíano en 1678 y Rector de la Universidad como queda
dicho en 1860, según lo apunta nuestro más notable linajista Luis Varela
Orbegoso (Clovis) en sus nutridos y valiosos “Apuntes para la historia de la
sociedad colonial” tomo 1°, página 106.
Que el canónigo Guzmán debió ser
persona principalísima y además aficionada a la rumbosidad, lo demuestra el
párrafo del Diario de Mugaburu en el cual, al describir los toros corridos en
honor de Santa Rosa, en la Plazuela de Santa Ana, dice, el Señor Virrey Conde
de Lemos y la señora Virreina y todos los señores Oidores los vieron desde el
balcón de aquel canónigo, quien amén de agasajar a sus ilustres visitantes,
echó muda platas de la bien acuñada a la plaza. Sería tanta según el solícito
cronista: …al punto repicaron las campanas de mi Señora Santa Ana por la plata
que echó al canónigo que lo tuvieron todos a gran fineza.
Según rezan las actas, el 24 de
Enero de 1668, se hizo la publicación del certamen poético. A las 4 de la
tarde, salió la comitiva de la Universidad. Iban delante los atabales y
chirimías de la ciudad con sus ropones carmesíes guarnecidos de franjas
plateadas y los estudiantes de los colegios mayores con sus hopas y becas
azules, verdes, rojas y pardas.
Otra vista de aquella época.
Otra vista de aquella época.
CARTEL
Detrás muy galán, el bedel mayor,
en medio del bedel menor y del alguacil de la Universidad. El cartel o certamen
como dice el acta, iba en un bastidor cubierto por una tela de seda azul
celeste claveteada con “tachuelas doradas” coronado con un gran rosa y
sostenido por una áurea y gran vara. Escoltando el certamen iba el secretario
de la Universidad. Lo era entonces don Lorenzo de Mora y Castillo, jinete en un
potro lúcidamente enjaezado.
La Universidad estaba en esa
época donde hoy se alza el Palacio Legislativo, La Comitiva tomo por la acera
del Tribunal del Santo Oficio-hoy Biblioteca y en parte museo- y calle abajo
siguió hasta la esquina del colegio de los Jesuitas, -hoy San Pedro-, bajó por
la cuadra donde más tarde se edificaría el Palacio de Torre Tagle y por la
calle hasta hoy llamado Bodegones enfiló a la Plaza Mayor, pasando por la
Iglesia Metropolitana, Casas Arzobispales y Real Palacio.
Durante el paso de la pintoresca
procesión, balcones y ventanas se llenaron, seguramente de bellas mujeres
lujosamente ataviadas. De los corredores del Cabildo pendía “un paño grande con
puntas de plata”, donde se fijó el certamen el cual señalaba doce asuntos a los
poetas. SE hicieron los pregones, resanaron los roncos atabales y las agudas
chirimías y terminó el desfile con el dorado y lento caer de la tarde cuando
las campanas resonantes llamaban a la oración.
Y para constar por siempre, el
Rector de la Universidad y lo era entonces el doctor don Andrés Billela, caballero
de la Orden de Santiago, del Consejo de su Majestad y su Oidor más antiguo y
jubilado de la Real Audiencia de Lima, mandó su asentara “razón de haber pasado
así” lo cual certificó el señor secretario don Lorenzo de Mora y Castillo en el
viejo libro por mis ojos visto.
La belleza de la ciudad fundada por Pizarro.
La belleza de la ciudad fundada por Pizarro.
El 31 de enero, es decir, pasada
apenas una semana, se presentaron al concurso 160 composiciones sobre los doce
asuntos señalados amén de otros “muchos versos aventureros”, lo cual revela
había no sólo multiplicidad de líricos cultores, sino cierta liberalidad por
cuanto se admitía y premiaban poesías fuera de las condiciones señaladas en el
certamen.
En esos días, como ahora y como
siempre, no dejaban de existir espíritus libres. Los independientes de aquella
hora loaron también, a su manera, al Excelentísimo Señor Virrey. El Jurado
estuvo compuesto por el Rector Billela, el Oidor jubilado don Sebastián de
Alarcón, el Oidor en ejercicio don Francisco Sarmiento de Mendoza, el Fiscal de
la Real Audiencia don Diego de Baeza, y don Lorenzo de Mora Castillo, quien actuó
como Secretario de la Junta para la graduación de los versos en honor del
Virrey Conde de Lemos.
Los jueces graduaron 36 de los
escritos para el certamen y nuevo de los denominados los aventureros. La
reunión se realizó en la morada del señor Billela. Los asistentes fueron
obsequiados con colación, chicha y agua fría y cada uno de ellos recibió, por
vía de premio, tres doblones de oro.
PREMIOS
Las 36 composiciones premiadas
formaban una copiosa cosecha retórica de todas las clases de la poesía de la
época: canciones, décimas reales, con glosas de redondillas, versos hexámetros,
quintillas de donaire terminadas con un título de comedia, epigramas, liras,
sonetos rematados en ecos, estrofas de arcaicos latinos, coplas de ciego con el
último pie quebrado.
Toda la gama artificiosa estaba
allí para revelar la pulcra solicitud de los maestros de poética y el afanoso aprovechamiento de estudiantes y
doctores quienes gastaban su ingenio en la complicada alquimia de combinar los
más sutiles conceptos con las más extravagantes imágenes. ¿Cómo sería ahora?
Debe conjeturarse además del
interés en rendir pleitesía al Conde de Lemos, quien ya gozaba de una gran
reputación, la cantidad de las composiciones enviadas porque debió despertar
una gran curiosidad en Lima, pues rara sería la familia de cierta importancia
no tuviese algún deudo o relacionado entre los concurrentes.
Además la vida en Lima era antaño
sumamente aparatosa, lo cual, como bien ha advertido José de la Riva Agüero,
debía contribuir a acrecentar lo hinchado y campanudo del ambiente literario y
al repetirse tanto, debió hacernos un grave daño espiritual.
En estos tiempos se comía muy
temprano. Se realizó el anunciado recibimiento del Conde de Lemos. No lo dice el
acta, pero el tránsito del Virrey hasta la Universidad debió corresponder en
opulencia a la famosa entrada a Lima, cuando el pavimento de algunas calles
ostentó relucientes barras.
La Catedral de Lima: siempre imponente, siempre bella
La Catedral de Lima: siempre imponente, siempre bella
COLORIDO
Una salida del Virrey era en Lima
de antaño un cuadro de colorido extraordinario. Los balcones adornados con
paños riquísimos franjeados de oro y plata se llenaban de mujeres galanas
luciendo lo más costoso de sus vestimentas y alhajas.
El gentío se apretaba en las
calles para gozar con el paso de los séquitos resonantes. Uniformados
encarnados y con ellos guardias de a pie y de a caballo escoltante. Las
carrozas de gala. Autoridades, oidores, regidores, alcaldes. Los gentiles
hombres llenos de ricas plumajerías con lanzones y togados. Un cortejo
multicolor de pajes y lacayos.
El pueblo gris vitoreando y
siguiendo la deslumbradora procesión, mientras los atabales y las chirimías
golpeaba los aires, repicaban los campanarios y los cohetes ponían la nota
moruna de su estruendo vistoso.
Así debió ir el Conde de Lemos el
4 de Febrero de 1668 a la Universidad de Lima, aunque como consta en el acta,
por estar achacoso lo hizo en silla de manos. En la puerta de la docta cosa lo
recibieron el alguacil y los bedeles con sus mazas, precediendo al Rector y a
los maestros de claustro.
BEATON
El virrey que era beatón se hizo
conducir a la capilla donde oró muy contritamente. Pasearon luego todos por el
claustro. En el Salón General se sentó el Virrey en el estrado y el Rector le
rindió homenaje, luego de leer un discurso con pronunciaciones en latín y
romances determinados. Por supuesto que aludió a su erudición, acierto,
cristiandad y justicia.
Uno de los estudiantes, escogido especialmente,
habló sobre los premios del certamen, tras recordar unos versos latinos y unas
octavas en idioma castellano. Prosiguió con otros, introduciendo una carta del
dios Apolo en la cual ordenaba se leyesen los doce asuntos del certamen
poético.
También se le entregó al Virrey
una imagen de la Purísima y Limpísima Concepción de oro, la cual al reverso tenía
un crucifijo con sus esmaltes. La autoridad se puso el regalo al cuello con
“mucho agrado, según dijo en voz alta,
El licenciado Ascencio Pérez de
Lizardi, quien había sido Fiscal en el Jurado, leyó los versos premiados,
habiéndose hecho a cada obra una cuarteta con estimación. Después se
distribuyeron los premios, todos de plata, entre los vencedores.
Para los versos retumbantes-que
buen calificativo- hubo nueve premios en moneda contante y sonante: tres
doblones de oro a cada uno de los cuatro primeros y dos doblones a cada uno de
los cinco restantes.
La hermosura capitalina
La hermosura capitalina
DIARIO
El acta con las firmas de don
Andrés Billela y de don Lorenzo de Mora Castillo, termina a fojas 78 vuelta del
libro referido y a continuación corre el asiento del grado de Bachiller en
Artes de don Hernando Ruiz de Vargas, natural del puerto del Callao.
El Diario de Lima (1640-1694) de
Mugaburu, tan minucioso en todo, no trae, sin embargo, noticia del recibimiento
del Conde de Lemos en la Universidad. Si anota que el 4 de Febrero de 1668 salió
del Callao el señor Marqués de Naval Morquende nombrado Gobernador del reino de
Chile, llevando 400 soldados “todos mozos y bien lucidos”
Ese olvido de Mugaburu quien
probablemente no estuvo ese día en Lima, da mayor importancia a otros hechos.
Otros virreyes si citan de modo especial el recibimiento en la Universidad y hablando
la oración panegírica, de los premios del certamen y de la ceremonia tan
especial
Los documentos existentes
demuestran haberse recibido al Conde de Lemos tres meses después de la llegada de
éste el 9 de noviembre de 1667, cuando las salvas de artillería y el repicar de
las campanas anunciaron la entrada de la nave virreinal.
FLORES
El Conde saltó a tierra el 10 de
noviembre. Desde las 5 de la mañana de aquel día la muralla del puerto estaba
llena de hombres y mujeres al punto de parecer-dice Mugaburu- un jardín de
flores según la variedad de mantillas y vestidos muy costosos que se hicieron
para el propósito, así de hombres y mujeres, lo que jamás se ha visto otro
tanto en entradas de virreyes”
A tan distinguida autoridad, en
el Callao, se le entrego en una salvilla las llaves del puerto y un bastón con
extremos de oro y muchos diamantes con gran valor.
El Conde de Lemos vino de
incognito del Callao a Lima, comió en palacio, lo vio todo y a las 4 de la
tarde se volvió al puerto donde se estuvo tomando providencias de buen gobierno
y recibiendo pleitesías.
A los pocos días con un traje muy
rico de una tela columbina bordada de oro hizo su entrada a Lima, donde con
palio, fue recibido por Virrey, con el suntuoso ceremonial de estilo, mientras a
la Virreina “de todas las ventanas le echaban flores y rosas”.
Un balcón tipicamente colonial que daba vuelta a la esquina.
Un balcón tipicamente colonial que daba vuelta a la esquina.
LA GOBERNADORA
Este Virrey austero y un tanto sombrío,
dejó en nuestra historia la nota galante y fragante de una virreina
gobernadora, quien mando a echar bandos ya contra los franceses ya sobre los
mercachifles, ora reglamentado la venta de la era, ora anunciando-cosa grave
para una mujer- que el Señor Conde de Lemos “había mandado cortar la cabeza y
hacer cuartos a Jusephe de Salcedo”.
Murió el Conde el 6 de diciembre
de 1672 después de haber gobernado cinco años y quince días. Lo embalsamaron y
en una cama de brocados “lo pusieron en cuerpo muy galán, calzado de botas y
espuelas, con su bastón de capitán general, con un sombrero de color y sus
plumas que parecían un San Jorge.
La Virreina viuda no
pudo irse a España-sin duda por el temor a los piratas frecuentadores de
nuestras aguas en el siglo XV. Hasta el 11 de junio de 1675. Lo hizo en la
capitana nao de una armada fuerte y numerosa con partida a Panamá y llevaba la
suma, fabulosa por lo enorme para la época, de 22 millones de pesos. (Páginas seleccionadas de las "Obras
Completas" que pertenecen como autor al consagrado escritor y político,
José Gálvez Barrenechea.
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