martes, 2 de junio de 2020

AMAT: MAS ALLA DE LA PERRICHOLI

Que el Virrey Amat fue varón laborioso y muy entendido en achaques de gobernante, es cosa por todos sabida y repetida. Fue también hombre de buen gusto y cuidadoso del progreso humano, como lo dicen las crónicas de su tiempo y lo revelan los expedientes sobre materias diversas existentes en nuestro Archivo Nacional. Entre los menesteres que más lo absorbieron y preocuparon, los del cuidado, policía y abastecimiento de la ciudad están en primera línea.
Fue Amat gobernante de carácter ajeno a compadrerías y aún cuando después a su viaje a España se le acusara de muy negociante e interesado, es un hecho que se le puede calificar entre los virreyes más celosos de su cargo y entre los más capacitados por los dones de la inteligencia y de la voluntad.
Mucha hombrada tuvo y mostró energía y actividad extraordinarias.
Acabo con no pocos privilegios, no vaciló cuando la expulsión de los jesuitas, le metió el resuello, como se dice vulgarmente, al muy ilustre señor Carbajal y Vargas, Duque de San Carlos, a quien quitó la ganga de ser el Correo Mayor de las Indias y procuró poner en orden la Administración Pública.
Pocos personajes de la Colonia en el siglo XVIII se prestan más para el comentario y para la leyenda y es explicable que nuestro Palma recogiera de los tiempos de este Virrey varias tradiciones. Hay una, llena de gracia, sobre los robos frecuentes sufridos por el vecindario de Lima y la manera enérgica con que Amat reprimió a los caídos en la trampa habilísima por el propio Virrey tendida.

El virrey Manuel Amat, el noble borbónico
El Virrey Amat: el noble borbónico

INCIDENCIAS
En un expediente por mí leído en el Archivo Nacional, hace algún tiempo, aparecen variadísimas y pintorescas incidencias sobre la vigilancia de la ciudad y la solicitud de Amat para dar garantías a Lima, infestada por ladrones los cuales se metían en las casas, dejando maniatados a los moradores varones y con graves insultos expresión entonces usada para los desmayos de las mujeres.
En 1,770 Amat dictó una orden a los Alcaldes del Crimen para rondar la ciudad acompañados de un sargento y cuatro cabos sin perjuicio de las rondas las cuales deberían hacer también los llamados alcaldes ordinarios en los barrios cuya demarcación y clasificación fueron también obra de Amat.
Parece que a los señores Alcaldes de la Corte, y así también se les llamaba, no les hizo gracia tal medida la cual les obligaba a caminar de noche, en tiempos de mal alumbrado y peor pavimento, desvelados y en peligro. Uno de ellos, don Alfonso Carrión y Morcillo, Decano y hombre de campanillas, reclamó de la ordenanza y se fue de queja hasta el mismísimo Rey.
Aquella orden obligaba a los señores Alcaldes de Corte, cuyo cargo correspondería hoy a los señores miembros del Tribunal Correccional a presentarse en el Palacio por turno riguroso a recibir órdenes para después pasar a la guardia a tomar el sargento y cabos, con quienes debían realizar las rondas nocturnas
Lima era en las noches una ciudad oscura y peligrosa. No había otro alumbrado aparte el impuesto por el propio Amat a los propietarios para que en las puertas de sus casas mantuvieran candiles durante la primera noche y el de los faroles de las esquinas mantenidos a costo y cuidado de los pulperos.

La Perricholi, la amante del Virrey Amat
La Perricholi,su amante peruana

FLORETEO
Carrión válido de su condición de Decano y sostenido en el lecho de quien ejercía en Madrid igual decanato no salía de ronda, se acogió a la prerrogativa. Pero Amat no aceptó razones y con un informe elevó al Soberano la queja del malhumorado Alcalde la cual tenía algunas reticencias para el Virrey, como se advierte en ella y en los proveídos trasuntadores un floreteo de cargos y descargos curiosos
Alude Carrión a la influencia por ciertos personales subalternos sobre el Virrey. Descárgase éste afirmando con dureza que él sabe hacer las cosas por sí mismo, Hay un tiquismiquis menudo, en el cual el quisquilloso Amat dice textualmente: “los decretos que sobre ese particular se han estampado a más de ser míos y de mi letra los borradores, como lo ha visto esta parte y ninguno de mi Asesor porque en asunto de buen gobierno no los necesito ni para influjo.
El Rey dio la razón a Amat, Carrión y Morcillo se vio desairado y los señores oidores de la Sala del Crimen obligados a salir de ronda por las noches.  Confirmando así la colorinesca costumbre de las rondas durante mucho tiempo.
Pero por mucho que se rondase, los ladrones seguían haciendo de las suyas y en 1772 recrudeció la ladronería en Lima. El Fiscal del Crimen, un señor Rueda, hizo, escandalizado, la denuncia y en ella aludió a la falta de rondas, porque según parece con pretextos de enfermedad y otros, los señores alcaldes descuidaron la vigilancia.

Archivo:Municipalidad de Tomaykichwa, Virrey Amat y la Perricholi ...
Los dos imaginados en una estatua.

EXPLICACIONES
Amat pidió informes al jefe de sus guardias y a los comandantes y uno de éstos, Simón Calvo, informó diciendo que el que el 1°.15,18, 28 de enero y 31 de marzo de 1772, sólo había concurrido por su guardia el Alcalde don Juan Joseph de la Puente Ibáñez y los otros dos no lo habían hecho. Amat pidió explicaciones a los remisos y así se formó el pintoresco expediente por esta crónica glosado.
Don Manuel Antonio de Borda era uno de los alcaldes referidos, dijo que por su salud no había podido dedicarse mucho a las rondas y en el sentido recargado de la época alude a los insultos sufridos y los testifica con dictámenes de profesionales de renombre y valimento de don Cosme Bueno y de don Martín D’Elgart.
 Añade tener excesiva labor, alude a su despacho en la sala del crimen, a sus menesteres como vigilante del ramo de distribución de pesos y medidas y tratando la cuestión misma de las rondas, declara con energía no ser posible a los Ministros de la Sala del Crimen “estén hasta el cuarto de alba, desvelados, con agitaciones y fatigas cruzando la ciudad de canto a cavo”
En su interesantísimo informe, Borda agrega un dato valioso de la época. Juzga un poco inútiles las rondas porque según él los robos no se hacían por las calles, sino por los interiores y corrales, como acaba de ocurrir con el muy escandaloso sufrido por la señora doña María de Perales. Los amigos de lo ajeno descolgábanse de la vecindad por los techos. De allí ese gran temor persistente en los hogares limeños, a los rugidos sospechosos de lo alto y con eco pávido en la frase alarmante tan repetida de antaño, de ¡Pasos en el techo…! 
IMPUNIDAD
En el informe de Borda se lleva de encuentro al Fiscal Rueda, a quien zahiere, diciendo de él: en vez de estar haciendo denuncias contra los alcaldes de Corte, debería ocuparse más en cosas de su propio ministerio para que no quedasen impunes y sin castigos los delitos. El dictamen médico acompañado habla de una enfermedad prolija y peligrosa en sitio corporal cuyo nombre, aunque castizo no quiero estamparlo.
Otro de los Alcaldes, don Juan José de la Puente Ibáñez, quien obtuvo el título de Marqués de Corpa algún tiempo después y de seguir un expediente por haber renunciado al título su tía doña Nicolasa Ibáñez, Marquesa de Torre Blanca, afirmó haber él cumplido con hacer sus rondas y presento el testimonio del Receptor don Antonio Tamayo. Advierte dejo de hacer los 8 días por la muerte de su hermano don Lorenzo, mientras guardaba el duelo “y se evacuaban las funciones funerales”.
El aludido Ibáñez dice con picardía e ingenuidad-no cabría dilucidar entre ambas- que en las varias veces estuvieron en palacio no pudieron recibir órdenes directas del Excelentísimo señor Virrey, por no haberse recogido éste de la “diversión de la comedia donde se hallaba”. Alude así, alas recogidas aficiones teatrales del galante Virrey quien se desmerecía por todo lo trascendente a farsas, tramoyas y tablados. Sabido es ya existía el Teatro en el mismo lugar donde hoy está el Segura.

Pintura del virrey Amat y la Perricholi, de Francisco González ...
Otra pintura de lo mismo.

GARUA
Puente se refiere también a enfermedades, habla de la crudeza del invierno y de la humedad del ambiente, con lo cual vemos que no es de hoy, como algunos creen el tremendo friecito de agosto y la no menos molesta acuosidad de los meses mediados del año envolvente de nuestra ciudad con ese manto neblinoso y goteante como para llamar la atención de los viajeros, aquella garúa o llovizna de la cual hablan Jorge Juan Casimiro y Ulloa lo cual hizo exclamar a cierto hijo de nuestra tierra, que Lima era una ciudad hidráulica.
Tanto Puente como Borda afirman que los cabos y sargentos no sirven casi para nada, no embargante estar muy bien armados, porque no conocen debidamente la ciudad y preconizan las rondas se hagan con los ministros de vara y los porteros quienes, por su baja extracción y calidad, son conocedores de los lugares donde suelen esconderse los malhechores.
El otro Alcalde y decano el cual era, como ya se ha dicho, don Alfonso Carrión y Morcillo, el mismo de la protesta de las órdenes policiales de Amat e ido de la queja hasta la Corte, se disculpa, a su vez, con las enfermedades asegura padecer.
Le había acometido “una gran fluxión a las piernas de que en breve le resultó una grave y prolija enfermedad como fue principio de parálisis. En aquella todas las enfermedades aparecían como graves y prolijas. Se advierte a Carrión lleno de ocupaciones y preocupaciones. Estaba de convalecencia en el pueblito de la Magdalena. >Por lo visto éste fue escogido desde muy antiguo, como lugar sano y de reposo. 
LADRONES
Carrión quien, no obstante, la igualdad del nombre no debe ser el mismo del más o menos 1,770 venido por encargo del Rey a arreglar la cuestión de los correos y estafetas desde Buenos Aires hasta Lima, cumplía muchas funciones. Alcalde del Crimen, miembro de la Junta de Temporalidades, creada después de la expulsión de los jesuitas, comisionado para la dirección y vigilancia de la limpia y compostura del camino al Callao
Es curioso. Mientras se decían lindezas entre el Fiscal y los Alcaldes, Borda, especialmente, y se deslizaban en la información reticencias e ironías entre el Virrey y los Oidores, los ladrones hacían de las suyas. Una cuadrilla muy bien organizada desvalijó por entero la casa de la señora Perales, poniendo espanto en los moradores de la ciudad, por la audacia y monto de la tremenda hazaña. Parece no había trancas, cerrojos, ni imágenes milagrosas en los portones y postigos para limpiar de sustos, fríos sudores, castañeteos de dientes y erizamientos de pelambreras a los vecinos de la ciudad asustadiza
Y aquí viene lo bueno o, por mejor decir, la esencia de lo malo. Se descubrió con la intervención del propio Amat, quien puso toda su energía y halló la causa del misterio de los asaltos a las casas. El expediente ya citado nos ha permitido confirmar plenamente la linda tradición de Palma: “Rudamente, pulidamente, mañosamente. El incomparable ingenio del tradicionalista pura gracia y fantasía extraordinarias en el relato.


La Perricholi y el virrey Amat - YouTube
Lima en tiempos del Virreinato

LABOR
El astuto y tesonero Amat ante la frecuencia de los robos, la ineficacia de las rondas y el malestar de la ciudad entera se propuso dar con la clave y encargó al Alcalde ordinario de Lima, Tomás Muñoz y Oyague, una labor especial. En la pesquisa se descubrió a individuos del Ejército metidos en tan sucia pecorea. Amat entonces se avocó al conocimiento de la causa, sacándola de la vía ordinaria y procedió con vertiginosa celeridad. A los 11 días había terminado el proceso.
Resultó ser el Jefe de la Cuadrilla el subteniente del Regimiento de Córdova Juan Francisco Pulido y formaban parte de ella el Teniente José Manuel Martínez de Ruda, los soldados Francisco Vallejo, Jacinto La Calle, Miguel Pérez y Félix Bejarano. Fueron ahorcados.  Las cabezas de los militares fueron expuestas en el torreón del Castillo del Callao y en una de las portadas la de los paisanos.
Entre las receptoras de robos de la gavilla se contaba Leonorcita Michel, mocita por Palma descrita con su inimitable maestría para pintar mujeres. La raparon, la hicieron pasar tres veces por la horca, le aplicaron una buena azotaina y la desterraron a Valdivia, con la pena de no unirse a su marido el cual se encontraba en ese lugar.
Otra fue Catalina Bañón, desterrada la isla de Juan Fernández y a una tal María Olivitos, menos culpable, sin duda, que las anteriores la condenaron a vivir por siempre en el hospital para negros de San Bartolomé.
El juego de la ronda y ladrones se transformó en el alcanzado por el cronista. De esta época, sin lugar a dudas, porque en este tiempo se afirmaron tales rondas. Había otras cuadrillas y Amat estuvo resuelto a terminar con ellas para lo cual se formaron otros cuerpos. 
MINISTROS
El Fiscal terminó por reconocer era necesario utilizar a los alguaciles y porteros y, por fin, en un Real Acuerdo al cual concurrieron, presididos por Amat, Gaspar de Urquiza Ibáñez, el Conde de Sierabella, el doctor Pedro de Echeyers y Zurita, Manuel de Mansilla, amén del Fiscal Rueda, se crearon las plazas de 8 ministros de vara para, con un sueldo de 200 pesos al año, acompañaran a los alcaldes de Corte en sus nocturnas excursiones.
Los alcaldes de cortes estuvieron mortificados con Amat. Pero las rondas continuaron y la ciudad sabía que, desde las diez de la noche, los Alcaldes del Crimen, por turno, recorrían la ciudad. Se vivió así hasta que se creó por Avilés la institución de los serenos, a los cuales sostenía el vecindario. Se llamaron después encapados, celadores cachacos, inspectores, huairuros. De allí nació la contribución del serenazgo. El iniciador fue Vicente Salinas, Alcalde del barrio de Monserrat. Fue el propio Amat que dividió la ciudad en barrios, cada cual con su alcalde. El Virrey también estableció el alumbrado público hasta entonces incipiente
Quedo así asentado el servicio de las rondas. Los alcaldes iban todas las noches a Palacio a recoger los soldados para que los acompañasen con los llamados ministros de vara y cuando no encontraban al Virrey se entendían con su famoso Mayordomo, el conocidísimo Jaime Palmer, catalán como su amo y de toda la confianza de éste quien le dejó entre múltiples beneficios una bellísima casa en la que se escondían muchos secretos de la galante aventura con Miquita Villegas.

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Otra foto de aquella época.

REGALIAS
Mucho hizo Amat por la ciudad, por su ornato y su comunidad. Imaginó una Lima versallesca. Atendió con energía grande todas las solicitaciones de un buen gobierno. Fue celosísimo en materia de regalías de la Corona. Contribuyó a la convalecencia de la ciudad tan rudamente azotada por el terremoto de 1746 y dejó para la leyenda el veneno fragante y pícaro de un amor de aventura.
De regreso a Barcelona, edificó en una de las Ramblas un Palacio el cual hasta ahora es uno de los de mayor gracia en la ciudad condal. Su estilo trae evocación de la Lima de la Quinta del Pradoi y de la finca de Copacabana. Esta fue la verdadera casa de la Perricholi después de sus amoríos con Amat.
Hasta no hace mucho hay junto a la suntuosa mansión de Amat un rótulo llamativo en grandes letras que dice: “A la Virreina del Perú. El transeúnte de aquellas hermosas vías barcelonesas tan peculiares y rumorosas, no se detiene a pensar en el significado de aquel letrero comercial sobreviviente a su razón de ser, pero para el peruano que lo ve, tiene un sentido de admirable evocación, porque es trasunto de la lima dieciochesca.
Amat, ya muy viejo, hizo elevar ese suntuoso palacio con mucho del estilo de algunas construcciones limeñas de la misma época y como un don Juan envejecido, allí terminó sus días arrullado por el amor de una sobrina a quien fascinó seguramente con cuentos y leyendas de las Indias remotas. Se nos ocurre pensar si en sus charlas de viejo le asaltaría cuantas veces, la agridulce añoranza de la Perricholi. (Páginas seleccionadas de las "Obras Completas" que pertenecen como autor al consagrado escritor y político, José Gálvez Barrenechea).

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