La catástrofe de Alpatacal empañó
el brillo de las fiestas del 9 de Julio de 1927
en la Argentina. Una delegación de cadetes chilenos venía a Buenos Aires
para asociarse al júbilo del pueblo de ese país. Había salido de Mendoza el 7
de ese mes a la 1 de la madrugada y el tren en que viajaba al llegar, antes de
entrar en la estación, debía esperar las señales de vía libre, mientras otro
tren que procedía de la capital haría lo propio para entrar por el desvío a la
vía número 2 y dejar paso al que
conducía a los cadetes.
Este convoy corría a 60 kilómetros por hora y no detuvo la marcha
porque no había luz roja. De pronto, en la oscuridad de la noche, se encontró
con el tren que procedía de Buenos Aires. Eran las 4.45 de la madrugada. El
choque fue espantoso. Las dos locomotoras quedaron destruidas. La mayoría de
los cadetes estaban entregados al reposo
al producirse el choque.
Cuando salieron de la sorpresa,
el incendio de los vagones había transformado los restos del tren en una enorme
hoguera. El intenso frío y la oscuridad hacían más dramática la situación al
dificultar el salvamento de los heridos que, además, era difícil localizar.
Con las primeras luces del alba,
la escena se presentó con todos sus espantosos detalles. El saldo fue terrible:
21 muertos y 51 heridos. Los restos de los muertos llevados a Mendoza fueron
velados y luego trasladados a Chile.
La destrucción fue total.
La destrucción fue total.
AFECTO
Los sobrevivientes siguieron
viaje a Buenos Aires donde el pueblo les testimonió su afecto llevándolos en
andas y haciéndolos objeto, durante su estadía en la capital federal, de las
más amplias demostraciones de simpatía. Uno
de los tremendos accidentes.
Aquí viene el otro. Eran las 19.30, hora
internacional del día 25 de Octubre de 1927, cuando los telegrafistas de todos
los buques que navegaban por el Atlántico, a no muchos kilómetros de la costa
brasilera, recogían el patético mensaje:
“Del Principessa Mafalda a todos:
S.O.S.”. El barco se hundía hacia el fondo del mar por fallas técnicas que ni
siquiera fueron precisadas. Todo era desesperación y nada se podía hacer para
evitarlo
A bordo del
Formose, del Alhena y el Empire Star, que habían visto pasar al
Principessa Mafalda, recogen el llamado.
Los barcos que se hallan cerca acuden a toda marcha en señal evidente de
solidaridad.
Los periódicos informan sobre la tragedia
Los periódicos informan sobre la tragedia
El mundo asistía a otra tragedia
del mar. Los buques de auxilio llegaron a tiempo para salvar a numerosos
pasajeros que la nave conducía a Río de Janeiro, Montevideo y Buenos Aires.
Pero muchos otros se hundieron en el abismo marítimo.
El auxilio no alcanzó para todos
y en este siniestro, que tuvo honda repercusión, perecieron unas 300 personas,
muchas de ellas residentes en Buenos Aires. Luego los relatos de los sobrevivientes
fueron tremendos. Patéticos relatos que se hicieron conb el gesto horrorizado
aún por el recuerdo de la terrible tragedia, que enluto a muchas familias de
inmigrantes italianos.
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