jueves, 10 de diciembre de 2015

LUCIANO CISNEROS POETA

Entre los hombres públicos del Perú que hemos conocido, Luciano Cisneros fue uno de los que más simpática impresión nos ha dejado. Afable siempre, con una maravillosa  generosidad espiritual en aptitud de darse evangélicamente al prójimo, tuvo para todos, grandes y chicos, viejos y niños, la frase acogedora y justa, la oportuna advertencia envuelta en la fina sonrisa sin dogmatismos cerrados, ni magistrales docencias.
Menudo, sonriente, fue la esencia de la cortesía, del buen tono y del humor amable. Como maestro fue incomparable en su bondad, en su ciencia, en su don expresivo. Los que escucharon sus lecciones no olvidarán nunca aquella leve, como insinuada forma de explicar que todos comprendían y vivirá siempre en el recuerdo de muy pocos que sobreviven al maestro, la elegancia espontanea de la frase sencilla, clara, sin enrevesamientos ni presunciones, que hacían del catedrático una figura excepcional.
Quienes oyeron sus arengas patrióticas, sus discursos académicos, sus defensas en el foro, sus arrebatos parlamentarios, conservan la memoria de un orador único, múltiple tan grande en el arranque de la plazuela, como fino en el brindis camaraderil, como certero y vigoroso en el alegato jurídico.
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Luciano Cisneros toda una eminencia de valor.

CUALIDADES
Tuvo del orador las calidades excelsas: la voz argentina, la cabeza entonada, el ademan elegante y sobrio y el don supremo de la oportunidad. Conversador único, lleno de ética gracia, benévolo y atento, sabía escuchar, cosa difícil en nuestro medio de monologadores que se oyen a sí propios siguiendo el hilo de su pensamiento sin atender, suspendiendo solo su disertación, ante la advertencia del interpelante, o para atenderle y contestarle, sino para tomar alientos y continuar la interrumpida perorata.
Don Luciano no era de tal clase de tipos. Escuchaba, respondía y matizaba su conversación con los argumentos y las observaciones de su interlocutor, dueño de la sugerencia que podía insinuarlo el contertulio. Esto lo conocieron cuantos le trataron.
Pero no todos sabían de Cisneros la facilidad del improvisador en verso. Poeta de ocasión, poeta humorista, mezclando a veces la amargura y el gracejo, tuvo espontaneidades de versador  finísimo que nos place recoger aquí en esta pálida remembranza de su figura ilustre.
¿Quién no ha conocido a don Luciano? ¿Quién no repetía alguna de sus frases felices, de sus ocurrencias, de sus anécdotas. ¿Quién no recordaba tal o cual respuesta oportuna? Don Luciano, como lo llamaban todos, fue en nuestro medio una figura peculiarísima, inconfundible, popular y aristócrata a la vez. 
PRESTIGIO
Desde que fue estudiante se destacó entre sus compañeros. Discípulo de los predilectos de Herrera, tuvo en el histórico San Carlos de las evocaciones románticas, un prestigio excepcional, que fue creciendo, con el correr de los años.
Nació el año treintaitantos, ya en el 56 era maestro y como ocurrió con muchos de los mejores estudiantes de Herrera, se le opuso en sus doctrinas, conservando la veneración y el respeto al gran conductor.
Como Pedro Gálvez que en 1849 contradijo al prelado insigne su doctrina de la soberanía de la inteligencia, así Cisneros en sus lecciones de Derecho Público, mantuvo la doctrina de la soberanía popular, pero el liberalismo de Cisneros, fue liberalismo menos avanzado y menos fogoso que el de los Gálvez.
En 1859, Cisneros ingresa al Congreso y con Casós el ardiente tribuno se enfrenta  a Castilla, defiende ardorosamente la Constitución de 1856 y llega en un juvenil arresto de valor cívico, a sumarse a los que pidieron la vacancia de la presidencia.
Ya se vislumbraba al parlamentario avezado que todo lo traía resuelto y aprendido, al orador elegante y florido, al opositor de raza, idealista y soñador, dispuesto siempre al mejoramiento y la renovación.
OPOSICION
Es admirable ver, como la mayor parte de los hombres de carácter intelectual se opusieron a Castilla del segundo periodo: Ureta, Tejeda, Pacheco, Casós, Cisneros, Novoa, Ulloa, Rivas, Palma, Saavedra. Sus razones tendrían, que no es el caso rememorar ahora. Cisneros fue con Casós una de las figuras del desleído Congreso del 59, que más brillantemente se destacó.
El año 1863, Cisneros es una gran personalidad universitaria. Maestro popularísimo, querido por sus discípulos, atrae a su cátedra a los más selectos espíritus. Sus lecciones se cuentan como éxitos resonantes. Se comentan en las calles, se repiten sus frases, se imitan sus actitudes.
Va creciendo a la vez el crédito del abogado incomparable, la fortuna le sonríe, lo disputan los comicios y los salones a la vez.  Es en esos tiempos de reformas en la enseñanza que se iniciaron en 1856 y se afirmaron luego con Pardo el setentaitantos, cuando Cisneros consolida su prestigio.
En el año 63 Cisneros pronuncia en la Universidad, la vieja universidad, que es hoy la Cámara de Diputados, un discurso sobre la reforma y el valor de la ciencia y la necesidad de la justicia. Un público caldeado coreó con entusiasmo las cláusulas ardorosas del maestro.

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El primero de izquierda a derecha con otros parlamentarios

DISCURSO
Con su clásico ademán comenzó así:  “Las glorias que se apoyan en la fuerza son como los relámpagos de un cielo ennegrecido”.  Y el auditorio lo interrumpió con una clamorosa ovación que se hizo más alta cuando hablando de la justicia y de la ciencia, sintetizó el pensamiento central de su discurso así: “la ciencia hace descender la justicia desde sus alturas inmortales, para familiarizarnos con ella en todos los actos de la vida”
Y los espíritus sesudos grabaron en su memoria el sentencioso consejo final, al referirse a las reformas proyectadas: “No pidamos a la universidad regeneradora lo que sólo el tiempo puede concedernos: no nos adelantemos a la acción lenta y segura de las ideas: no nos dejemos llevar de un celo imprudente que comprometería el porvenir científico del país”
Tal era Cisneros. El ardor, la retórica, el buen sentido y el don oportuno en una sola pieza. En su multiplicidad elegante, sus dotes de improvisador, tenían la suprema distinción de un dominio consciente y por ello, sin duda, era admirable siempre. Cualquiera que fuese el tema que escogiese o la ocasión en que hablase.
Cuando la cuestión de México, en que nuestro espíritu americanista, se alzó protestando de la intervención europea en aquel país hermano, Cisneros era el orador obligado y espontáneo y en las veladas teatrales, cuando el público advertía la presencia del maestro y pedía para su regalo espiritual que hablase, ya se podía afirmar que los oyentes quedaban suspendidos del áureo hilo que la magia del tribuno desenvolvía en una como prestidigitación de la palabra.


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Su hermano Luis Benjamín otro gran intelectual.

ORADOR
Sólido en la cátedra, dialéctico en el foro, eficaz en el parlamento, arrebatador en la plaza pública, florido en la academia, ocurrente en la sobremesa familiar. Cisneros era el tipo de hombre expresivo por excelencia. Un orador eminente.
Como orador forense aún se recuerdan sus informes en las causas celebres: la de la herencia del alma, la del Naranjal y sus luminosísimas oraciones defendiendo a Miguel Grau cuando la cuestión Ticker, ante el Consejo de Guerra que en el Callao presidió el Gran Mariscal La Fuente, sonadísima cuestión de disciplina que produjo sensación y revuelo.
Y ya que hablamos del orador forensem hay una anécdota que pinta como ninguna el aticismo de Cisneros. Acababa de recibirse de abogado Manuel Vicente Villarán, este Villarán que conserva y acrecienta día a día los prestigios de su estirpeprivilegiada, y la primera vez que tuvo que informar ante la Corte, se encontró con que abogado e la parte contraria era nada menos que don Luciano Cisneros. 
EXITOS
Muy joven Villarán tuvo timidez explicable de enfrentarse al insigne orador y expuso sus temores a don Luis Felipe, quien con su proverbial serenIdad dijo a su hijo que no tuviera reparo alguno. Villarán produjo su informe y cuál sería su asombro al ver que Cisneros se ponía de pie y con elegantísimo ademán se refería al novel abogado haciendo como exordio de su discurso, la más viva recomendación del joven colega ante el Tribunal.
Entre los éxitos de Cisneros ante la Corte, se cuenta uno extraordinario, que muestra su poder de sugestión. Hubo un incendio en Lima y fue acusado de incendiario, por su vecino, un modesto comerciante. El acusador que era el danmificado, pues su establecimiento sufrió las consecuencias del siniestro, tenía todas las pruebas aparentes.
Se había encontrado una mecha de telas que él no vendía y lo hacía su vecino. Don Luciano Cisneros, abogado del presunto incendiario, tomó sus datos y supo que el acusador era hombre católico, apostólico y romano de aquellos que se arrodillan cuando pasa el Santísimo, que se descubren ante todos los sacerdotes, que se persignan frente a todas las iglesias.
El juicio continuó su curso hasta el día de la vista. Un público enorme llenaba la sala. Don Luciano pasó rápidamente sobre el aspecto legal de la pruebas y encaró con brío el aspecto moral. Hablo de la conciencia, del premio, del castigo, de la justicia trascendental de Dios, del paraíso de los buenos y del infierno de los malos.

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Uno de sus descendientes: el periodista Nico Cisneros.

CONFESION
Pintó con vivos caracteres el purpúreo horror de las llamas, el anhelar desesperado de los precitos debatiéndose en el eterno suplicio y describió la desolada inquietud constante de la familia del engañador que acusaba, siendo a la vez criminal y verdugo.
Y de tal modo habló y tal poder de sugestión se produjo, que el acusador, que era el propio incendiario, no pudo contenerse y alzándose de su asiento pidió al Tribunal que suspendiese la vista y atribulado se confesó autor del incendio y de la grave imputación que había hecho a su vecino. Y como ésta hay muchas anécdotas que pintan a don Luciano.
¿Y dónde está el Cisneros poeta. Paciencia que ya llega. El año 1868 Cisneros formo parte como Ministro de Justicia de aquel estrupendo gabinete de Balta, que sólo tiene par con el de Prado del 66 y fue a Arequipa como comisionado del gobierno para adoptar todas las medidas después del espantoso terremoto de aquel año.
Y a propósito la fecha es también interesante a nuestra evocación porque marca la salida de Cisneros de la Universidad y el ingreso de otro gran cerebro: Luiis Felipe Villarán, que sucedió a Cisneros en la cátedra de Derecho Natural, que aunque a algunos les asombre, se llamó en 1866 Derecho Filosófico, y decimos esto para que no se crea que es modernismo lo de la Filosofía del Derecho y que los antiguos no sabían también de los terminajos del día
RENUNCIA
A su regreso de Arequipa, Cisneros renunció al  ministerio por razones de delicadeza, que le honran y recibió una nota de don Pedro Gálvez, modelo de gentileza, en que se le expresaba el sentimiento del gobierno por su apartamiento.
Mucho se ha hablado y se habla de la oposición de Cisneros a don Manuel Pardo y a la verdad, Cisneros fue el líder, como se dice hoy, del grupo parlamentario, que atacaba la política del civilismo, naciente y pujante. Pero de ser justos debemos decir hoy que han pasado los resquemores ardorosos de aquellas campañas que Cisneros fue un enemigo nhoble y caballeresco.
Pero antes advirtamos que Cisneros que era amigo de Pardo y casi su vecino, pues vivía en San Antonio en la casa que hace esquina con la Trinidad, juró en 1868 el cargo de Ministro con el mismo sombrero de picos y la misma faja que lo había hecho don Manuel ern 1866 en el gabinete de don José Gálvez. ¡Cosa curiosa! El primer ministerio en que figuró Pardo fue formado por un Gálvez, don José. Y el primer gabinete en que figuró Piérola, fue formado por otro Gálvez, don Pedro.
Y respecto de la casa de Cisneros en San Antonio, no está además para satisfacer curiosos. Que digamos allí mismo, en la ventana de reja donde vivió el celebre potentado don Dionisio Derteano, se hizo el famoso Contrato Dreyffus, que tanta pluma ha movido y tanto comentario y cuestión ha suscitado.

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La Lima antigua que vivió Cisneros.

CAMPAÑA
La campaña política de Cisneros fue desesperante para el gobierno de entonces, al punto de que Francisco Rosas atacó despiadadamente con saña, la figura de Cisneros que aunque más elocuente y más fino que su rival, no tenía el empuje arrollador de aquel formidable político que muchas veces traspasó con su fogosidad imperativa, los límites de la cortesía en que usualmente se mueven los debates parlamentarios.
Que Cisneros fue un enemigo del guante-blanco lo prueban estas anécdotas. Retirado ya del  gobierno de Balta don Luciano, como no había perdido la amistad del presidente, solía visitarlo y a su regreso desu viaje al interior, fue a retribuir el saludo que el Jefe de Estado le hiciera por intermedio de uno de sus edecanes.
Balta preguntó a Cisneros por el estado de la opinión y Cisneros no tuvo inconveniente en manifestarle que era favorable a Pardo y que ello se debía en gran parte a las malas autoridades, a lo que replicó Balta que no eran ciertas las imputaciones que se hacían a sus corifeos y que de todas maneras él no estaba dispuesto a entregar el poder a Pardo a quien calificó con dureza.
Cisneros defendió finalmente al caballero, por más que no perteneciese al grupo político de quien después sería blanco de los ataques de su oratoria. Allí quedo el asunto pero cual sería la sorpresa de Cisneros cuando un día al entrar al Banco Hipotecario se encontró con don Manuel quien le agradeció la defensa que ante Balta había hecho de su persona.
FUERZA
Nadie había escuchado la conversación, salvo algún edecán curioso, que estaba en el cuarto inmediato, lo que dio a Cisneros la medida de la fuerza del jefe del civilismo, que en el propio palacio tenía elementos que le enteraran de lo más intimo y secreto.
A este respecto conversaban una noche en el teatro José Araníbar, los vocales León y Sanchez y Ricardo Aranda. Hablaban de la situación política que parecía complicarse con la candidatura de Arenas, a quien había traspasado sus elementos Echenique, dijo Araníbar: “Todo es inútil porque hasta los edecanes son pardistas”. Y Pardo debió considerar amigo leal a Cisneros, cuando el año 1876 en que disputaba Cisneros en dualidad una curul, dijo: Luciano debe entrar”
No está demás que recordemos que Cisneros formó parte de l comisión parlamentaria que saludó a Pardo después del atentado que se cometió en el portal cuando iba con su edecán el Comandante Manuel de los Reyes Santa María que por su presencia de ánimo en tal momento se ganó las presillas de Coronel. Precisamente el día del atentado, Cisneros pronunciaba un discurso contra el Gobierno en la sonada cuestión de los sargentos del Pichincha.
Don Luciano escribió discursos que fueron dichos por otras personas. Una vez en que se trataba de una gran fiesta que debía presidir un personaje que no era hombre de discursos, ni de letras, un joven entusiasta, activo, inteligente, secretario del personaje, olvidó hacerle el discurso y como ya no tuviera tiempo para ponerse a hacerlo, porque en realidad él era quien tenía que ocuparse de todos los detalles y arreglos de la fiesta, pidió a Cisneros le hiciera el favor de escribirle la volástica de un discurso para el gran acto.

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Otra foto de la época.

DIPLOMATICO
Accedió Cisneros con la condición de que el favorecido ignorase quien era el verdadero autor. Se realizó la fiesta y nuestro héroe pronunció la oración. Entre los concurrentes estaba Cisneros que no pudo evitar la consabida felicitación al señor de marras quien la recibió muy campante y agradeciendo el cumplimiento añadió “Y eso que no ha habido casi tiempo para hacerlo”…
Don Luciano fue un acogedor, gracioso y benévolo poeta. Después de sus campañas políticas, de sus éxitos forenses, don Luciano fue a Italia como Ministro Plenipotenciario del Perú y allí parece que se atendió una diabetes incipiente que comenzaba a molestarle.
De regreso de Europa, don Luciano que había abandonado sus tareas universitarias y políticas abrió sus salones donde lucia su gala incomparable la hermosa limeña Josefa Raygada y Oyarzábal. Don Luciano que no era un  adonis, sostenía siempre con inimitable gracia una personalísima teoría sobre el buen gusto de los feos. El matrimonio de Cisneros con Pepita Raygada fue un estupendo acontecimiento social. Vivía entonces Cisneros en San Antonio, csó en la Iglesia de la Trinidad y hacía algún tiempo que había enviudado de su primera esposa Clodomira Mur. 
GENEROSO
Socialmente Luciano Cisneros fue maravilloso Tenía legitimo talento, cultura e ingenio. Con los jóvenes era generoso y acogedor, sin estiramientos.. Con las damas conversaba con galanura, y era decidor de cosas amables para los niños porque les decía invariablemente jóvenes y les daba beligerancia.
Don Luciano era hermano de Luis Benjamín. Ambos con dotes poéticos. Si el coronado bardo de “Aurora Amor” los prodigo en el verso, don Luciano los derramó a raudales en la prosa, pero el uno como el otro, saltaron a voces del definido campo de sus vocaciones y en sus escarceos por las sendas vecinales, probaron sus alas y vertieron sus aramos y sus trinos.
Humorista y gracioso, don Luciano Cisneros tuvo una estupenda facilidad del versificador. Improvisaba cuartetas y letrillas. Su libre espontaneidad se revelaba dominadora. Una de las letrillas mas sabrosas de don Luciano, es la que improvisó ya achacoso, con motivo de la piadosa amabilidad de las gentes que le preguntaban por su salud y le decían siempre que tenía mejor semblante.
Conociéndose enfermo, sintiendo cada día más cerca la figura de la muerte, don Luciano tan burlón y tan fino improvisó lo siguiente: Mi semblante es de retama/ mis carnes son de bandera/y el panteón a voces clama/ por mi enjuta calavera;/pero es de ley y rigor,/viendo mi esqueleto humano,/el decirme:/ “Don Luciano/el semblante está mejor…/ Pero a pesar de mi mal/el rumor sigue en crescendo/y siento que va subiendo/las gradas del tribunal/no siendo ya de extrañar/que el dia menos pensado/me digan:/ Señor doctor/ su pleito esta ya ganado/porque visto usted de lado/ tiene el semblante mejor…
ROCAMBOR
En otra ocasión, ganó en el Club Nacional 50 soles al rocambor a un conocido caballero. Como eran los felices tiempos que no había billetes y no era cosa que cualquiera tuviese en los bolsillos tantos soles juntos, se acostumbraba dejar el dinero en la cantina para que se le entregase o enviase al ganancioso.
Pasaron las clásicas 24 horas y don Luciano se acercó a la cantina y preguntó si no le habían dejado algún encarguito. Nada. Al día siguiente tampoco. Entonces pidió papel y pluma y envió al amigo perdidoso este billete:
Deuda que por olvidada/ni se agradece ni abona,/ es una deuda tan mona/que de deuda pasa a nada;/ de que no pase se trata;/ y el remedio es muy sencillo:/coloque usted en mi bolsillo/ 50 soles de plata.

DATOS PERSONALES
NACIMIENTO: 1832- Huánuco-Perú
FALLECIMIENTO: 20 de Abril de 1906-Lima-Perú
PADRES: Roberto Benjamin  Cisneros y Nicolasa Cisneros
PROFESIONES: Abogado, jurista, diplomático, poeta.
ALMA MATER: Convictorio de San Carlos.

CUBILLAS
Y que los impromptus en boca de don Luciano, eran cosa corriente y moliente, lo demuestran los versos que dijo a Cubillas, el célebre pastelero de Bejarano. Cubillas que llegó a tener como su bizcochero, el colombiano, todos los caracteres de una institución en Lima, solía obsequiar de cuando en cuando a algunos de sus clientes ya el sabrosísimo pan de dulce de Semana Santa, ya las empanadas untuosas, ya los suavísimos bizcochuelos. Nadie habrá olvidado aquella pastelería única en que hasta el pan sabía a gloria.
Quien probó los alfajores de Cubillas, de seguro tiene en revolución las pupilas hasta ahora. En aquellos tiempos, especialmente en la temporada de verano, todas las personas de buena posición, solían ir a la esquina de Bejarano, camino obligado a la estación del tren inglés y compraban ya los piononos, ya los panetones, ya las galletitas de dieta, ya los alfajores, ya los come y calla.
Un día envió a don Luciano un bizcochuelo y sea que en su casa olvidaron decirlo o que el miso no recordara el obsequio, el hecho es que se pasaron algunos días, sin que Cubillas recibiera la frase amable de agradecimiento que un hombre tan fino como Cisneros no olvidaba nunca para quien le hacía atención. No pudo contenerse Cubillas y le preguntó por el bizcochuelo, y al acto don Luciano, le dijo con toda la sal que se fue con él:
Cubillas: el bizcochuelo/tan excelente ha salido,/que comiéndolo he creído/comer un manjar del cielo./ Por eso mi paladar/que sabe lo que es sabroso/gracias se apresura a dar/ al amigo generoso;/ más gracias a condición/de que el reloj imitando/como el reloj siga dando/ golpes de repetición.


Chosica de esa época.

CABADA
Entre los amigos de Cisneros se encontró siempre Eulogio Cabada, un cumplido y gentil caballero, que después de haber tenido una gran fortuna, vino a menos como suele decirse, pero sin que jamás descompusiera la línea de su hidalgo señorío. La confianza entre ambos era ilimitada. En cierta ocasión, Cabada ganó, ya en su decadencia, un pleito por valor de algunos miles de soles, de los que ofreciÓ abonar por concepto de honorarios, 800 a su amigo Cisneros. Como una broma don Luciano dijo a Cabada lo siguiente:
Antes que contrarios vientos/ quiten el cetro a tu mano/ haz que tu amigo Luciano/muerda aquellos 800/ Si haz de hacerlo, se ligero,/porque después de lo hab lado/ tan delicioso bocado/urge para fin de enero/y estando así cancelada/tu deuda tendrá derecho/ para decir satisfecho/ ¡Qué caballero es Cabada!
Cabada rió de la ocurrencia, copio cuidadosamente los versos que enseñaba siempre a sus amigos y naturalmente cumplió con su ofrecimiento, como correspondía a su distinción, que eran los tiempos en que un ofrecimiento era cosa muy seria y una deuda, sagrada cosa también. Ahora… Bueno ahora el que debe optar por un camino: resentirse.
CHOSICA
Muy amigo suyo fue el doctor Eduardo Sánchez Concha a quien con motivo de su cumpleaños y aludiendo a la pasión que por Chosica tenía dedicó esta graciosa improvisación: Con Chosica o sin Chosica/con semblante bueno o malo/ hoy la suerte te adjudica/ 50 años de regalo/Con el regaklito goza,/con tu esposa y tus 5 hijos/que en ti con los ojos fijos/hacen tu vida dichosa…/Que mas pides a la suerte/Esculapio Botijon?/Si en lid diaria con la muerte/desde tu feliz rincón/en renombre vas creciendo/ y buenos soles canchando,/deja que el tiempo volando/vaya la vejez trayendo/Y si fe a los caballeros/otorgas como es forzoso/guarda los votos sinceros/que por verte aún mas dichoso/hace tu amigo Cisneros.
Lo admirable de estas improvisaciones era la espontaneidad y la ninguna presunción con que las hacía. Hablaba en verso, cuando se le antojaba, y jamás se jactó de ello, ni al hacerlo creyó que tenía mérito lo que para él era tan fácil.
Ocurrente en sus cosas, andan por ahí muchas de sus frases. A un caballero que siempre estuvo al borde de hacer algo, que ocasionalmente y por poco tiempo, fue ministro, que casi llegó a vocal y que se pasó la vida siempre en vísperas, le decía con gracia : palo encebado.
Una vez, un curioso le preguntó por qué se le había ocurrido tal símil y don Luciano con mucha gracia le respondió: No ha visto usted el juego del palo ensebado en que un muchacho está ya para ganarse el premio, derrepente se resbala y cae y vuelve a comenzar y vuelve a caer y está casi siempre en la meta de sus deseos. Pues así ha sido fulano.

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Dibujo del palo ensebado: nunca alcanzas lo que te propones.

VIEJECITA
Tal era Cisneros poeta y hombre de mundo. Si hubiese tenido un poco más de ambición y de espíritu de continuidad, hubiera llegado a insospechadas cumbres. Murió apenas siendo Vocal de la Corte Superior.
El cronista recordará siempre con melancolía  aquella hermosa mansión de la Botica de San Pedro, donde la señora Oyarzábal, la viuda del General Raygada-la más linda viejecita que recuerda, era como un hada de los niños, a los que deslumbraba con uno de los más bonitos nacimientos que guarda memoria y a los que regalaba con dulces sabrosos y suavísimas pastas, cuidadadosamente envueltas en papeles de oro y plata.
Allí doña Pepa derramando bondad por los ojos inmensamente bellos, imponía el suave imperialismo de su figura de reina. Y donde don Luciano ágil y alegre, facilitaba el recuerdo de Cambises y de Ciro, doraba el horror de la Gramática y hacía encantadora hasta la Geografía. 
¿Por qué no decirlo? Aquellos tiempos que se fueron con sus alegrías y hasta con sus miserias, se nos antojan mejores y el nudo que se hace en nuestra garganta, al rememorarlos nos dice más elocuentemente ue todas las palabras, que el dulce dolor de recordar, siempre es muy bello y tiene la fecundidad nutricia de hacernos un poco mejores de lo que somos. (Páginas seleccionadas de las "Obras Completas" que pertenecen como autor al consagrado escritor y político, José Gálvez Barrenechea.

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