El atolón de Wake era de una
importancia capital en la estrategia americana. La isla situada al norte de las
Marshall y al este de las islas Marianas y de las de Bonin, constituía un serio
obstáculo a la expansión japonesa. En Diciembre de 1941, la reducida guarnición
de marines americanos consiguió infligir a los japoneses pérdidas muy
superiores a lo que era posible prever, teniendo en cuenta sus exiguos
efectivos: rechazó el único ataque anfibio frustrado durante el curso del
conflicto en el Pacífico y, por primera vez, después de la guerra ruso-japonesa
de 1904-1905, se echó a pique una unidad de guerra nipona.
El Almirante Kimmel,
desafortunado comandante de la Pacific Fleet en
Pearl Harbor, había predicho que, al estallar la guerra, una de las
primeras operaciones japonesas estaría dirigida contra el atolón de Wake. Y,
actuando en consecuencia, las primeras tropas defensivas habían empezado a
llegar allí en Agosto de 1941.
No obstante en Noviembre, cuando ya todas las
armas de la defensa estaban en sus respectivos emplazamientos, había menos de
400 marines para utilizarlas. Además de disponer únicamente de un tercio de la
guarnición prevista, el atolón de Wake carecía de muchas otras cosas. Parte de
las instalaciones de tiro no habían llegado todavía. Los radares destinados al
islote se hallaban aún en Pearl Harbor a la espera de ser embarcados. Tampoco
había minas, ni alambre de espino, ni cobertizos para proteger los aviones.
El atolón de Wake.
El atolón de Wake.
CAZAS
El 4 de Diciembre, sin embargo,
llegaron los cazas. Doce nuevos Grumman Wildcat del 211° Escuadrón de Marines
(VMF211), procedentes del portaaviones Enterprise aterrizaron en la isla.
Con los recién llegados el total
de los marines presentes, entre fuerzas de tierra y de aviación, se elevó a 449. El mando de la defensa de tierra y de
aviación, se elevó a 449. El mando de la defensa de tierra fue asignado al
Comandante James P. S. Devereux, y al frente del VMF-211 se hallaba el
Comandante S. Putnam. El Comandante del
atolón, a quien el 28 de Noviembre sustituyera a Devereux, era el
Capitán de Fragata W. S. Cunningham.
Wake era la única base del Pacífico en donde se
estaban realizando preparativos de guerra. En efecto, un día antes de que
Putnam condujera sus aparatos Wildcat a Wake, el Contralmirante japonés
Kajioka, cuya insignia ondeaba en el crucero Yuhari, llevó una formación de
cruceros destructores, unidades de transporte y submarinos, frente a Roi-Namur,
en la gran laguna de Kwajalein, donde fondeó.
La misión de Kajioka era apoderarse del atolón
de Wake, apoyado ´por la 24 escuadrilla
de aviones con base en tierra. Cuando las posiciones americanas hubieran sido
convenientemente bombardeadas, Kajioka desembarcaría para ocupar el islote.
INFORME
A las 6.50 del 8 de Diciembre
llegó a Wake, desde Hawai, un informe que decía que los japoneses estaban
atacando Pearl Harbor y el aeródromo de Hickham. Pocos minutos después sonó la
alarma para los marines. Los soldados se precipitaron fuera con sus cascos y
fusiles, mientras los vehículos blindados se dirigían a sus posiciones
brincando sobre el terreno coralino.
Hacia el mediodía cayó sobre el
atolón de Wake un inmenso aguacero. Mientras los Wildcat realizaban su vuelo de
reconocimiento hacia el Norte, 36 bombarderos japoneses llegaron procedentes
del Sur. El primero en divisarlos fue el oficial que mandaba una batería antiaérea,
quien por medio de un teléfono de campaña, dio a sus hombres la orden de abrir
fuego inmediatamente.
La máxima violencia del ataque se
centró en la pista de aterrizaje. Siete cazas americanos fueron incendiados o
quedaron destruidos. El fuego acabó con las ya escasas reservas de material,
piezas de repuesto y manuales de instrucción de los defensores. Las instalaciones
de radio para el enlace tierra-aire quedaron asimismo inutilizadas. De los 55
hombres, entre oficiales y tropa, que se encontraban en tierra en el momento
del ataque, el VMF-211 registró 23 muertos (incluidos 3 pilotos) y 11 heridos.
Más tarde un piloto japonés
escribió: “Todos los pilotos sonreíamos satisfechos. Cada uno de nuestros
aviones inclinaba sus alas como diciendo: “¡Banzai!” Y tenían razón al sentirse
satisfechos pues su éxito podía
considerarse casi completo. Dos tercios de los cazas disponibles en el atolón
de Wake acababan de ser destruidos, las instalaciones militares americanas
experimentaron muy graves daños y en
cambio ellos estaban de regreso a sus bases sin haber sufrido ninguna pérdida.
Moneda conmemorativa de la ocupacion de la isla.
Moneda conmemorativa de la ocupacion de la isla.
METODICOS
Metódicos en extremo, los
bombarderos japoneses volvieron al día siguiente, hacia las 11.45. Pero esta
vez los pilotos nipones no tuvieron ocasión de sonreír demasiado. Antes de que
sus aviones pudieran descargar las bombas, los cuatro cazas de Putnam que aún
estaban en condiciones de volar, cayeron de improviso sobre las formaciones
enemigas. Un bombardero fue alcanzado y abatido. Luego las baterías abrieron intenso fuego. Otro
bombardero se desintegró y los otros se alejaron dejando una estela de humo. No
obstante y a pesar del fuego antiaéreo, los bombarderos japoneses atacaron de
nuevo el atolón, causando incendios y destrozos. Pero esta vez sólo 14 de ellos
pudieron regresar a duras penas a su base.
Aunque la defensa antiaérea y los
cazas americanos siguieron combatiendo con gran eficacia (otros tres
bombarderos nipones fueron derribados el tercer día), el Almirante Kajioka se
sentía satisfecho por los daños causados hasta aquel momento de las defensas de
Wake. El reconocimiento aéreo descubrió muchos edificios destruidos,
explosiones, grandes incendios e innumerables cráteres. Todo parecía haber sido
arrasado.
A LA MAR
Así pues el 9 de Diciembre la
formación naval japonesa se hizo a la mar para ocupar el atolón. Llegadas al
mismo antes del amanecer del 11 de
Diciembre, las fuerzas japonesas ocuparon sus puestos en las lanchas de
desembarco y al despuntar el día el buque insignia de Kajioka, otros dos
cruceros y seis destructores iniciaron el bombardeo. Acercándose cada vez más a
la costa, los japoneses lanzaron sobre Wake una gran cantidad de proyectiles,
sin que se produjera reacción alguna por parte americana.
A las 6.15, tras un bombardeo que
duró 45 minutos, el Comandante Devereux juzgó que había llegado el momento. Los japoneses ya se habían adentrado lo
suficiente en el campo de acción de sus cañones y, sin esperar más, dio la
orden de abrir fuego. La primera en
hacer blanco fue la batería de Peacock Point. El buque insignia de Kajioka
resultó alcanzado en la línea de flotación por dos proyectiles de 127 mm, que
perforaron el casco y explotaron. Y mientras por los boquetes abiertos empezaba
a salir fuego y humo, otra salva alcanzó al navío un poco más a popa que la
anterior. Perdiendo velocidad, el crucero Yubari se alejó del lugar protegido
por una cortina de humo que un destructor
trazó oportunamente a su alrededor.
En el otro extremo del atolón, la
batería de 127 mm de la isla Wilkes seguía los movimientos de los tres destructores.
Después de ser alcanzado el Yubari, estas unidades se acercaron disparando
hacia la costa. Cerca de la escolera el Hayate que iba al frente del pequeño
grupo, quedó situado paralelamente a la costa. Y a menos de 4 mil metros como se
hallaba, el costado de la unidad japonesa presentaba un blanco verdaderamente
tentador para una batería cuyos telémetros habían sido destruidos durante el
bombardeo.
El mapa del historico lugar
El mapa del historico lugar
FUEGO
Calculando a ojo la distancia, el
jefe de batería ordenó abrir fuego. A la
tercera salva, el Hayate fue sacudido por una violenta explosión y apenas
disipados el humo y la cortina de agua provocados por la misma, los artilleros
americanos pudieron comprobar que el buque había quedado fuera de combate y que
se hundía rápidamente. Sin embargo, la tripulación logró vararlo. Fue aquel el
primer buque de guerra japonés destruido en el recién iniciado conflicto.
Luego, naturalmente, tras la recuperación norteamericana se hundirían
muchísimos más. Hasta la total destrucción de la soberbia Flota Imperial.
La batería abrió fuego de nuevo
sobre el segundo buque de la formación, que asimismo fue alcanzado por un
cortina de humo. Los artilleros americanos lograron alcanzar todavía a otros
cruceros, a un transporte que se apresuraba a izar a bordo algunos lanchones y
a dos destructores más. Alrededor de las 7 Kajioka se vio obligado a retirarse.
Llegó entonces el momento de que interviniera la aviación. Los cuatro cazas de Putnam
habían despegado al amanecer para interceptar la llegada de posibles aviones de
escolta de las unidades atacantes. Estos cazas llevan inclusive bombas por si
se daba el caso que los cazas japoneses
no intervinieran. Al ver a Kajioka en franca retirada.
VUELO
Putnam dirigió su Widcat en un
arriesgado vuelo en picado a través del intenso fuego de barreras y atacó a los
cruceros. Apenas descargadas las bombas, los pilotos se dirigieron a Wake para
repostar. La segunda oleada fue aún más fructífera.
El Capitán Henri T. Elrod alcanzó el destructor Kisaragi, que llevaba sobre su
cubierta numerosas cargas de profundidad. Al ser alcanzado, la explosión que se
produjo pareció que iba a arrancar de cuajo las alas del Grumman Widcat de
Elrod. Luego el Kisaragi desapareció en un instante bajo las aguas.
Los cañones y los pocos aviones
que aún quedaban en la base de Wake habían conseguido rechazar un ataque
anfibio, hundir dos buques de guerra, averiar otros siete y causar a los
japoneses la pérdida de casi 700 hombres (casi todos ellos resultaron muertos).
Los marines tan sólo tuvieron cuatro heridos. Pero en cambio, tuvieron que lamentar
una pérdida muy sensible: dos de los valiosos aparatos Wildcat, tras haber sido
alcanzados por el fuego enemigo se vieron obligados a realizar un aterrizaje
forzoso y quedaron inutilizados.
Los días que siguieron a este
ataque fueron casi todos iguales para los defensores de Wake. Cada día sufrían
una nueva incursión aérea. Pero los cazas contrarrestaban todos los ataques y
los cañones no dejaron de responder el fuego enemigo, aún cuando quedaban
únicamente en servicio una central de tiro y un telémetro de cota. Según el
propio Putnam, alrededor de la maltrecha pista de aterrizaje los técnicos
realizaron en aquella ocasión un trabajo verdaderamente excepcional, casi
milagroso.
Bandera no oficial de la isla.
Bandera no oficial de la isla.
RECURSOS
Con una abrumadora falta de material y pese a
la total carencia del equipo más indispensable, consiguieron realizar todos los
trabajos de reparación y de sustitución. Otro informe decía a este respecto:
“Hubo que desmontar y reconstruir casi todos los motores… realmente faltó muy
poco para que fuesen de nuevo creados de la nada”.
No obstante, los recursos
del atolón de Wake se estaban agotando.
El 17 de Diciembre su comandante informó a Pearl Harbor que más de la mitad de
los medios de transporte y del utillaje
de reparaciones había sido destruido, que la gasolina se estaba agotando, que
todas las oficinas y almacenes se hallaban atrasados y que la moral de la
aviación civil era muy baja,
Pero, entre tanto, de Pearl Harbor
había salido una formación, al mando del Contralmirante F.J. Fletcher,
destinada a socorrer la guarnición de Wake. Comprendía el portaaviones
Saratoga, que llevaba a bordo un considerable número de aviones y un nuevo
escuadrón para Wake tres cruceros armados con cañones de 203 mm y nueve destructores.
La navegación, sin embargo, de estas unidades era bastante lenta a causa de que el único buque
de apoyo que las acompañaba era un viejo navío de la Primera Guerra Mundial que
sólo podía desarrollar una velocidad máxima de 12 nudos.
FORMACION
El 22 de diciembre la formación
de socorro se hallaba a 515 millas del atolón. Más por desgracia, al efectuar
las operaciones de abastecimiento, Fletcher navegó un día entero en dirección
Norte, en lugar de hacerlo hacia el Oeste, camino de su objetivo. El 23 después
de rectificar su rumbo en dirección a
Wake, la formación se encontraba a 425 millas de la isla. Pero entonces era ya
demasiado tarde para actuar y se ordenó a Fletcher que volviera atrás.
El Alto Mando ignoraba que al este de Wake se encontraban
en aquellos momentos cuatro cruceros japoneses sin apoyo aéreo (como lo
estuvieron el Repulse y el Prince of Wales, pero las unidades japonesas
tuvieron más suerte que las inglesas), los cuales habrían constituido un
magnífico objetivo para los aparatos del portaaviones Saratoga. Si los norteamericanos
hubieran tenido conocimiento de este hecho demostrando entonces un poco más de
decisión, en lugar de estar tan preocupados por los abastecimientos, no cabe
duda que la historia del atolón de Wake habría sido muy distinta.
Aviones destruidos en el enfrentamiento.
Aviones destruidos en el enfrentamiento.
DESTRUCTORES
El 21 de Diciembre Kajioka zarpó
nuevamente de Roi. Está vez tenía a su disposición nuevos cruceros y
destructores, así como un batallón de tropas de desembarco, llegado
apresuradamente de Saipán. Disponía, además, de dos portaaviones: el Soryu y el
Hiryu. Las fuerzas de desembarco iban a bordo de dos viejos destructores, cuya
misión era alcanzar las costas de Wake a cualquier precio. Los japoneses tenían a su favor otro factor
importantísimo: Kajioka sabía que la guarnición de la isla no disponía ya de
ningún avión, puesto que el último fue derribado el 22 de Diciembre durante una
desesperada lucha con los aparatos Zero y los bombarderos en picado de los
portaaviones.
El día 23, inmediatamente después
de la medianoche y en medio de una violenta tempestad, los japoneses se
dispusieron en perfecta formación frente a la costa meridional de Wake. Algunos
de los medios de desembarco debían flanquear el rápido avance de los
destructores hasta las playas. Por otra parte, cierto número de hombres
penetraría entonces a la laguna con
lanchas neumáticas para infiltrarse después entre las línea enemigas. A una
señal convenida, todos se dirigieron hacia la costa y los destructores vararon
en ella,
De pronto un reflector iluminó la
superficie del mar y las ametralladoras abrieron fuego. El único cañón americano
que podía disparar sobre los destructores varados en la playa se encontraba muy
cerca de la pista.
Crucero japonés.
Crucero japonés.
GRANADAS
Y aunque sus servidores eran una curiosa
mezcla de marines y civiles, lograron hacerlo funcionar y quince granadas
cayeron sobre el destructor más próximo. Mientras los soldados japoneses
intentaban ponerse a salvo, el buque de defensores pudo ver a mucho soldados
japoneses que saltaban a tierra desde el otro buque, así como desde algunas de las lanchas de desembarco alineadas en la
playa.
Al amanecer habían desembarcado
por los menos mil japoneses, los cuales, combatiendo entre la maleza y los
arrecifes del extremo meridional de las isla, lograron llegar hasta el
aeródromo y ocuparlo. Pero se vieron forzados a detener su avance ante el
perímetro defendido por los sobrevivientes del escuadrón 211 que, según una
tradición de su cuerpo, después de la pérdida
de su último avión se habían reorganizado en una pequeña unidad de
infantería. Al norte de la pista, Devereux defendía un frente algo precario que
atravesaba el otro extremo de la isla. Pero era difícil saber cuánto tiempo
podría resistir, con aquel reducido grupo de 450 hombres, al ímpetu de
centenares de japoneses. Entre tanto, el sol ya había salido y los bombarderos
en picado y los cruceros comenzaron a bombardear la isla, con lo que la
situación de los norteamericanos se hizo más angustiosa todavía.
Devereux se dirigió a Cunningham
(que por razones desconocidas no había informado a los marines que una formación naval iba en
ayuda de la guarnición de la isla) para
averiguar si por lo menos sería posible esperar la llegada de alguna ayuda.
Como la respuesta fue negativa, Devereux informó de la gravedad de la situación
y en consecuencia Cunningham decidió la
rendición. Tristemente, enarbolando una bandera blanca, Devereux se encaminó
hacia las líneas japonesas.
Civiles capturados en Wake
Civiles capturados en Wake
RESISTENCIA
No disponiendo ya de radar, con
sólo la mitad de los hombres precisos para poder utilizar los cañones y privado
de toda infantería de reserva, del atolón de Wake no podía hacer otra cosa que
rendirse cuando sus cazas ya no estuvieron en condiciones de disputarle al
enemigo el dominio del espacio aéreo. Pero el hecho de que este puñado de
marines lograse resistir más de dos semanas, hundiendo nueve buques japoneses,
derribando 21 aviones y combatiendo hasta el último instante con fusiles y bayonetas,
tuvo por lo menos la virtud de infundir valor y decisión a todos los norteamericanos.
Fue, en efecto, un envidiable ejemplo que dieron, no sólo al resto de las
Fuerzas Armadas de los Estados Unidos sino a toda la nación, en unos momentos
cruciales en los que todo parecía irremisiblemente perdido y s combatía sin
esperanza y sin fe, agobiados todos bajo el signo inexorable de la fatalidad.
Ya en 1942 y en el transcurso de una
conferencia de prensa, al comentar un periodista el hecho de que en otros
sectores norteamericanos no había sido tan brillante como en Wake, preguntó al
comandante en jefe de los marines cómo podía explicar la intrépida y tenaz
resistencia ofrecida en el atolón.
La respuesta fue rápida y
enérgica como un disparo: “Y bien: ¿Qué otra cosa podía esperarse de los
marines? (Editado, resumido y condensado de la
Revista “Así fue la Segunda Guerra Mundial”)
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