LA VIDA POLITICA DE JAVIER DIEZ CANSECO
Muy lamentable que la salud del
Congresista, Javier Diez Canseco
Cisneros, se haya agravado por completo debido al cáncer que padece entre el
cólon y el páncreas. Figura indiscutible de la política nacional que ha sabido ganarse un
espacio, aunque equivocado y completamente errado, en sus posiciones que
lindaron en el ultraje ideológico. Ojalá,
lo decimos muy sinceramente, el parlamentario
pueda recuperarse de este trance.
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Pero, eso sí, cabe precisar que el líder socialista fue persistente
en lo que pregonó y siempre se mantuvo en una línea, que para él y los que lo
siguen, fue la acertada. Hacer eso como
modelo de consecuencia ya es un merito que merece destacarse.
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Diez Canseco debutó en las lides políticas a mediados de los años
60 cuando fue captado por la dirigencia de Vanguardia
Revolucionaria, un partido marxista nuevo de ideas truculentas cuyos principales
dirigentes eran: Ricardo Letts Colmenares,
Edmundo Murrugara y Ricardo Napurí, de origen trotskista.
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Los jerarcas del partido, como
estrategia y táctica, habían comenzado por desarrollar un plan para captar cuadros de la propia burguesía con miras a que, precisamente, se radicalicen y se conviertan en revolucionarios. Uno de los concientizados fue Diez Canseco.
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Tal labor se cumplió al interior
de la Universidad Católica donde la troika dirigencial se metió a la mala y de
forma engañosa no, precisamente, para estudiar. Sino, entre otros objetivos, para soliviantar a
los estudiantes y sacar del poder a los
seguidores de la Democracia Cristiana representada en aquel entonces por Henry Pease, el actual canciller Rafael
Roncagliolo, José María
“Chema” Salcedo y otros jóvenes politizados.
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Por aquella época, Javier era un conspicuo representante de la clase alta de
la sociedad limeña. Con infinidad de privilegios Había estudiado en el
exclusivo Colegio Santa Maria de los padres Marianistas e integró la
promoción 1964 de dicho plantel donde precisamente, en años anteriores, se
había educado Letts.
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Ingresó a la Católica al año
siguiente con miras a estudiar Letras y Derecho, con el tercer puesto en la
lista de postulantes. El primero lo ocupó el demócrata cristiano, Javier Blancas Bustamante, proveniente
del Colegio La Inmaculada, quien posteriormente sería Diputado, Ministro de
Trabajo y de Justicia del primer
gobierno de Alan García entre 1985 y
1990
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En aquel entonces el padre de
Javier, Santiago Diez Canseco, tenía
una posición expectante en el campo financiero. Era el Gerente General del Banco Popular del Perú de propiedad de
la familia Prado, considerada-por muchos años- la más rica del Perú.
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A los 16 años, el muchacho recibió un regalo impresionante de parte de
su padre que, dicho sea de paso, pocos jóvenes podían conseguir: un modernismo y nuevo automóvil de dos puertas de marca Chevrolet
tipo Malibú, super sport, color guinda Qué tal carrazo. Lo usó muchos años. Incluso cuando
ya era marxista convicto y confeso.
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Diez Canseco pasó, desafortunadamente, una infancia de enfermedad. La poliomelitis lo atacó siendo aún muy pequeño y le causó un serio
desperfecto en una de las piernas. A partir de ese momento, el tuvo que
caminar con fierros para efectivamente poder desplazarse y por eso hasta ahora renguea.
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Los niños tan crueles en su
proceder, aprovechándose de forma poco misericordiosa incluso de los males que
a cualquiera le puede venir, lo bautizaron
con el mote de cojo, apelativo que lo ha acompañado toda la vida y que Diez
Canseco no le quedó otra de aceptarlo sin problema. Aunque intuimos que, en
determinado momento, le debió fastidiar.
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Los planes y metas del muchacho eran el de ser un abogado de renombre
con el triunfo asegurado de por sí sobre todo por los contactos y relaciones
que tenia, precisamente, en el seno de una sociedad de privilegios y de
injusticias.
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Con esas miras, comenzó a practicar en uno de
los bufetes de letrados mas connotados de Lima: el Estudio Cisneros,
cuyos principales propietarios, los hermanos Manuel y Máximo Cisneros Sánchez eran sus tíos carnales, hermanos de su
madre. El primero Canciller del gobierno conservador de Prado y el segundo
Presidente de la poderosa línea comercial de aviación, Aerolíneas Peruanas (APSA)
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Todo iba muy pero muy bien.
Triunfos en los estudios. Prácticas pre profesionales
en un lugar estratégico. Vacaciones en el exclusivísimo Ancón y su Yacht Club.
Los viajes constantes a Estados Unidos. La vida por completo asegurada
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Fiestas, bailes, carnavales, diversiones mil,
frivolidad constante. Privilegios en el verano apachurrante. Full playa. En el
invierno, la serie implacable de descansos campestres, con impresionante casa de
campo en Chaclacayo. Montar a caballo, parrillas de rica y variada carne.
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Todo a a la mano y a su disposición permanente
Amistades infinitas de niños y jóvenes de ambos sexos. Lindos, bellos,
blanquitos, también morenitos pero todos platudos. Es decir con respaldo
económico. Que felicidad. Nada les faltaba. Frivolidad total. Que tal
existencia. Javier Diez Canseco, un
joven bacán de la sociedad limeña.
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Pero se metió de lleno la
política y las ideas de avanzada lo ganaron por completo. De un triz, su vida
cambió cuando, precisamente, se casó muy joven con Carmen “Camsi” Montero Checa, su compañera de estudios en la
Facultad de Letras. Una simpática muchacha de familias de renombre con mucho dinero por ser dueños de tierras
tanto en Lambayeque como en Piura. ¿Quién
no desearía tal porvenir asegurado?
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El primero que ni lo anheló ni se
lo propuso fue Diez Canseco. Al menos sus decisiones de vida lo demuestran. Salió
inmediatamente de la Facultad de Derecho y se inscribió para ser salvador del mundo en la Facultad de
Ciencias Sociales, consiguiendo el título profesional de Sociólogo Allí
recalaron muchos “niñitos bien que se portaban mal”.
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Para que no queden dudas, había
que proletarizarse al máximo. Entonces
Javier y Camsi decidieron vivir en un pueblo joven. Lo hicieron convencidos
de que era necesidad de vida y de ideología. Allí estuvieron en los sectores
empobrecidos de Cerro de Pasco y otros lugares paupérrimos del país. La vida
dura y el ejemplo total, decía la joven pareja. ¡Que se la jugaron, si que se
la jugaron!
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Antes llegó a ser Presidente de
la Federación de Estudiantes de la Pontificia Universidad Católica de Lima
(FEPUC) reemplazando a “Chema” Salcedo, el último de los social cristianos que detentó el
poder estudiantil. Llegó la hora de los ultras por muchos años más.
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Diez Canseco se dedicó de cuerpo entero al complot completamente convencido de
que la huelga era un arma de entera necesidad. La lucha de clases y la violencia, elementos que debían cumplirse de todas maneras.
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Las tomas de tierras, en cualquier forma, lo más
justo. Las expropiaciones de los medios de producción que vengan de todas
maneras. El anhelo total era la
revolución. Nada con la propiedad privada. Nada con el orden establecido. A
cambiar la sociedad, a como de lugar. En esas actitudes estuvo y en ellas se
perfeccionó. Lo demás eran costumbres burguesas que, a como de lugar, había que
aniquilar.
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Debutó en las labores
parlamentarias en la Asamblea Constituyente de 1978 a 1979, la que presidió el
líder máximo del Apra, Víctor Raúl Haya
de la Torre. Allí fue uno de los diputados más jóvenes conjuntamente con el
aprista Alan García, con quien se conocían como rivales desde las
aulas universitarias y siempre en posiciones enteramente contrarias.
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Por
supuesto que, en actitud radical, se negó a firmar la Carta Magna de 1979.
Muchos años después, el 2011, con Humala candidato y Presidente electo, estuvo
entre aquellos que abogaron por la restauración de los efectos jurídicos de esa
constitución. Actitudes contradictorias y de conveniencia típicas de los
ultras.
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García y Diez Canseco formaron
la nueva generación de políticos que evidentemente destacaban a partir de dicha
constituyente. El uno a la punta izquierda. El otro defendiendo el orden establecido con atisbos de enarbolar
una posición social demócrata. Por aquellos años, polemizaron innumerables oportunidades.
Incluso en la televisión.
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Con garra, con
decisión. Pero siempre defendiendo posiciones contrarias. Alan era presidenciable. Javier estaba a la altura. El primero
lo consiguió Mientras que al otro nunca le llegó la oportunidad. Felizmente, por
el bien del país.
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Si aguantamos a García con tanto fracaso y
sufrimiento económico aunque después en su segundo periodo se reivindicó, ya era el colmo que lo hubiéramos hecho con
Diez Canseco. El Perú, hasta ahora, no ha tenido la oportunidad de contar con un
mandatario socialista elegido por el pueblo.
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Fue diputado y senador varias
veces y hay que reconocerle que con constancia y tesón, sin variar, mantuvo sus
posiciones que el creyó justas. Aunque con sus actitudes tan radicales y su ideología tan equivocada,
precisamente, lo que le hacía era daño
al pueblo.
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Pasó por ese mal congénito que
tienen las izquierdas de dividirse a cada rato. El ingresó en esa vorágine y
para muchos que lo critican incluso propició las divergencias en su afán de ser
el primero con ambición desenfrenada. Cierto es que estuvo en Vanguardia muchos
años.
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Hizo lo mismo en las alianzas de grupúsculos marxistoides de
la Unidad Democrático Popular (UDP) y en el Partido Unificado Mariateguista (PUM).
En el propio frente de Izquierda Unida
que contribuyó con sus actitudes individualistas y de caudillaje a destruirla,
sin mirar que era una alternativa de poder. Hasta que recaló en el Partido
Socialista donde se mantiene hasta ahora.
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Muchas
veces triunfó electoralmente pero también perdió estrepitosamente cuando
sacó, en una oportunidad, menos del 1%
de los votos. El dirigente se divorcio de su primera esposa y se casó con su secretaria
en el Congreso de la República, Liliana
Panizo.
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Fue un entusiasta seguidor de Humala como expresión del antisistema
tanto en las elecciones del 2006 como las
del 2011 y, acoplado en las listas del Nacionalismo, llegó otra vez al
parlamento. Al poco tiempo, la izquierda fue defenestrada del gobierno y el
congresista pasó a la oposición.
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Recientemente, lo acusaron a mansalva por, supuestamente, haber presentado un proyecto
de ley que beneficiaría a su primera
esposa y a una de sus hijas en la venta de acciones de la bolsa.
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La incriminación allí está latente y con
efectos de castigo. El parlamentario
niega cualquier intervención dolosa o corrupta. Pero sus acusadores persisten
y hasta han conseguido suspenderlo por un tiempo de sus actividades
parlamentarias. En tales condiciones vino la enfermedad y ahora se encuentra
luchando contra el flagelo del cáncer. Lo último, evidentemente, penoso.
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Mientras tanto tan sólo nos queda señalar que en una democracia se necesita
políticos como Diez Canseco, a pesar de su insistencia por errar. En la diversidad, el pluralismo y la
divergencia está, precisamente, el éxito de este sistema de gobierno imperfecto
pero, evidentemente, el más adecuado para todos los tiempos. No hay otro. (Noé)