A LAS 8.15 de la mañana del 6 de
Agosto de 1945 se relampagueó la bomba atómica sobre Hiroshima. Desde el
acorazado en que regresaba a Estados Unidos el Presidente Truman hizo al mundo
el sensacional anuncio. Desde la misma ciudad víctima, ninguna comunicación era
posible, pues Hiroshima, población de 343 mil
habitantes, quedó, en esencia, destruida.
Hace 16 horas-decía el mensaje-un
avión norteamericano lanzó una bomba en Hiroshima, importante base militar
japonesa. Esa bomba tenía más potencia que 20 mil toneladas de trinitrotolueno
y es dos mil veces más poderosa que la británica Grand Slam, la mayor bomba
utilizada en la historia de la guerra con anterioridad.
Los japoneses comenzaron la
guerra desde el aire en Pearl Harbour.
Se les ha pagado ya con creces y aún no ha llegado el fin. Se ha logrado
sujetar la potencia máxima del universo. La fuerza, de la cual el sol toma su
potencia, ha sido desatada contra los que llevaron la guerra al Extremo
Oriente. En tan breve anuncio se daba cuenta al mundo de un acontecimiento
trascendental de la centuria.
Truman volvía a su país de la
reunión de Postdam, lugar en que se celebró la última conferencia de los cuatro
grandes. En Europa, la guerra había cesado. Sólo quedaba el Imperio Japonés por
dominar.
La gran explosion de Hiroshima que destruyó todo.
La gran explosion de Hiroshima que destruyó todo.
CONSECUENCIAS
El estupor, que produjo el
conocimiento de los efectos destructores del nuevo proyectil, fue inconmensurable
y aumentó a medida que los detalles de la explosión se divulgaron por doquier. Una
sola bomba, en pocos instantes, había borrado del mapa una ciudad populosa,
extensa, acabando con cualquier señal de vida en un radio que se extendía a
seis kilómetros a la redonda.
En Tokio, la voluntad de
inquebrantable resistencia comenzó a flaquear y el derrumbe sobrevino
inmediatamente cuando se dejó caer sobre Nagasaki el segundo proyectil atómico.
A las 9 del día 2 de Septiembre de 1945, a bordo del acorazado Missouri,
anclado en la Bahía de Tokio, se realizó la ceremonia de la rendición.
El General Mac Arthur, Jefe
Supremo Aliado en ese acto, formuló esta declaración¨”Nos hemos reunido aquí
los representantes de las grandes potencias combatientes, para finalizar el
acuerdo solemne mediante el cual la paz pueda ser restaurada. Los problemas
relativos a las ideologías opuestas y a los diferentes ideales políticos, han
sido ya resueltos en el campo de batalla del mundo entero y, por lo tanto, no
hemos de entrar en su estudio y discusión”
A continuación agregó: “ No nos
corresponde en nuestro carácter de representantes de la mayoría de los pueblos
del universo, reunirnos aquí con ánimo de desconfianza, mala fe o rencor. Por el contrario, tanto vencedores
como vencidos, debemos elevarnos a las alturas de la dignidad propia de los
fines sagrados que hemos de acometer”.
Mapa de los dos lugares japoneses.
Mapa de los dos lugares japoneses.
CONFIANZA
Finalizó con las siguientes
palabras: “Tengo la confianza más plena y así confía la humanidad entera, en
que a partir de esta ceremonia, surgirá un mundo mejor, nacido de las sangrientas
batallas pasadas. Un mundo basado en la buena fe y la comprensión. Un mundo
dedicado a elevar la dignidad humana y al logro de las más fervientes
aspiraciones: la libertad la tolerancia y la justicia.
A su vez la proclama de Mikado decía: “Ordeno a todo mi pueblo que cese
inmediatamente las hostilidades, que rinda sus armas y que cumpla todas las
disposiciones del acta de capitulación y las órdenes generales consiguientes
emanadas del cuartel general imperial
japonés.
La Segunda Guerra Mundial
terminó. Un mundo esperanzado tendía su mirada hacia el futuro. En tanto, ni un
atisbo de vida quedaba en el lugar donde relampagueó la bomba atómica. Un silencio
terrible se cernía sobre las ruinas, símbolo y signo quizás de la nueva era que
iniciaba el mundo en Hiroshima que, por tremenda ironía, fue de ahí a
convertirse en campo de estudios para futuros experimentos.
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