Era, después de cenar, en un salón
francés. Mujeres guapas, hombres feos que enseñan ciencias graves. Se discutía
sobre la guerra, naturalmente. ¡Un año aún, dos años?. “Hasta acabar con
ellos”, decía con adorable ferocidad una gentilísima que era “madrina” de
soldados. Todos hablábamos de cañones y de obuses con la elocuente
incompetencia que nos distingue a los paisanos. Observé que los arcos de Reims
y los “pasteles de La Tour preocupaban casi tanto como el avance hacia el Rin.
¡Raza de artistas, en verdad! Se
habló del advenimiento de una Francia regenerada y expurgada que se pudiera
consagrar al Corazón de Jesús, como el Ecuador. Dos madamas anunciaron
severamente, para después de la guerra, la abolición del lujo y la crisis
hugonota de la sonrisa. Entonces un anciano maestro que profesa elegantemente
en la Sorbona, volvió a nosotros los ojos claros para decirnos.
-¡Dios mío, padecemos una
epidemia de moralismo!. Hombres implacables nos prometen que Francia está en
camino de redimirse y Maurice Donnay aseguraba hace poco que muestras mujeres
serían modelos de virtud, mañana. Aunque el entienda de frivolidades mejor que nadie
por haber confesado a tan galantes parisienses antaño, me atrevo a asegurar que se equivoca.
La suma de virtud y de vicio
continuará siendo la misma y tal vez es bueno que sea así. Estos urgentes
reaccionarios me recuerdan un apólogo antiguo. Cuando el telescopio era una
novedad-cuenta un ingenioso autor del siglo XVIII- un fraile y una dama
contemplaban la luna hinchada y próxima en el vidrio.
Ventura Garcia Calderón: el autor de la nota.
Ventura Garcia Calderón: el autor de la nota.
SOMBRAS
“Si no me engaño-dijo la señora-
vislumbro allí dos sombras que se juntan, sin duda dos enamorados”. “Oh no
-replicó el fraile- esas sombras sólo son campanarios de catedral”. Temo que
nuestros virtuosos escritores vean siempre el futuro como el fraile del cuento…
El presente por lo menos los está
desmintiendo cada día. Nuestras ambulancias, nuestros hospitales, son a la vez
el compendio de las más santas abnegaciones de mujer y los mejores salones de
flirt
Personas bien informadas me
aseguran que aquellos soldados que practican asiáticos vicios, los coloniales,
los “civilizados” de la novela de Claude Farrére, se están batiendo como
grognards de Napoleón.
Acabo de leer en los periódicos
la carta de un apache de París conmovedora, admirable. Los joyeux, los delincuentes de ayer. Los
antiguos galeotes de Cayena, se sacrifican tan ardiente y maravillosamente como
el católico Peguy.
SALVACION
No hablemos, pues, de babilonias
redimidas, no digamos que la guerra nos purifica. El santo y el bandido
continuarán ejerciendo su santidad y su truhanería. No pretendamos hacer de la
humanidad una Tebaida.
Por lo demás, nada nos valiera en
este instante haber sido un pueblo morigerado. “El dios de los
ejércitos-observaba un filósofo ironista. Apoya siempre a quien tiene mejor
artillería”… Y ved cómo lo que parecía un vicio nuestro, es precisamente lo que
puede salvarnos.
Merced a nuestra frivolidad tan
censurada, a nuestra invencible sonrisa, ganaremos. Si es cierto que la
victoria corresponde a quien soporta un cuarto de hora más, nos la dará esta
legendaria ligereza de Francia a la que sólo falta mejor nombre para ser
alabada como virtud cardinal en el mundo
Muchos no supieron recordar
con que despectiva serenidad entregaba su cuello al verdugo cualquier
marquesita de Versalles, ayer empolvada y casquivana…Morir cuando se ha
conocido la vida muelle y regalada de París, parece más difícil, en verdad, que marcharse de la Tebaida al
Paraíso.
Paris, la capital europea que prefirió García Calderón.
Paris, la capital europea que prefirió García Calderón.
DICHO
Alcibíades que era una especie de
dAnunzio más jovial, decía, cuando le elogiaban el valor de los espartanos:
“Por qué va a sorprendernos? Tan infeliz vida llevan que deben tener prisa de
morir”. Pero los que no sintieron esta premura, los que estuvieron sólo
avezados a la pagana fiesta y al ferviente rito de la mujer, don hoy su vida
con descarada elegancia. Y este es el
milagro francés el de Marne, el de
Carency, el de todos los días.
Concertadme estas razones. No las
sabe concertar siempre el mundo. ¿Qué le haremos? Nos perjudicaron el champaña
y las novelas adulterinas. Era el primero el símbolo de una inconstante
exuberancia que se exhala en burbujas. Eran las segundas… ya conocen ustedes el
error de nuestra franqueza sin
reticencias.
Aquí vinieron los solteros del universo a
hallar pareja. “Aquel París” decían los adolescentes afiebrados, leyendo
clandestinamente novelas parisienses… editadas, como todos saben en Berlín por
la sencilla razón que la imprenta era más barata.
“¡Aquella Citeres”! Y el mundo
nos sentenció a desdén perpetuo, comprando caros nuestros pretendidos vicios,
sin embargo…Y he aquí que la actual energía francesa asombra a todo el mundo…
Alcibíades.
Alcibíades.
FRANQUEZA
Pero los moralistas de aquende y
allende continúan. Todo lo explican porque la Francia se regenera. Hasta el día
que nos decidamos a disociar ideas y repetirnos que la franqueza en el amor no
excluyó temeridad en la muerte.
“Aún aquellos de entre nosotros cuya vida no fue ejemplar,
han adquirido, al morir por la patria, el derecho de ser juzgados sólo por este
finj”, decía el viejo Tucídides. Y ¿no es cierto que tenemos parecido con los
griegos?
Hemos vivido y viviremos huyendo de tiranías: Monarca,
Iglesia o Moral, nos da lo mismo. Y cada vez que sea preciso, sabremos también
morir con un bello gesto”. Cayó un instante el maestro y, como temiera haber
fatigado, sonrió:
¡Un pueblo incorregible, amigos míos, el menos
cuerdo de los pueblos! Elevaremos todavía estatuas a Napoleón, más nunca
erigiremos, como nuestros amigos los holandeses, un monumento al pescador que
descubrió la manera de salar el arenque… Paris
1915. (Editado, resumido y
condensado del libro “Obras Escogidas de Ventura García Calderón”, destacado intelectual
peruano que, con sus estudios, rescata los orígenes culturales de este país.
Nació por un azar patriótico en Paris, retornó al Perú donde estudió.
Posteriormente volvió a Francia en 1905 salvo cortos intervalos por aquí, Rio
de Janeiro y Bruselas hasta 1959 en que murió, siempre habitante de la ciudad
luz)
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