La profesión de profeta está
desprestigiada hoy y las brujas de Macbeth no vienen ya a leer el porvenir en
las entrañas humeantes. Debe excusas preliminares, pues, quien como yo pretendía leer claros destinos
en la humareda de tanta sangre moza. ¡Cuál va a ser, después de esta loca
vendimia, el vino nuevo?
Adivinar la embriaguez del pasado
mañana, fue durante meses, es hoy mismo, un juego inocente de literatos con
vagares. Hubo Alcestes de la Academia Francesa que anunciaron el futuro nublado
de un París expiatorio y sin frivolidad. Hubo más simpáticos agoreros que sostuvieron
la perenne victoria de la sonrisa.
Para nosotros tal examen del
futuro literario no es sólo frívolo empeño. Puesto que por un siglo delirante,
la literatura francesa ha guiado al mundo parece oportuno examinar el
itinerario probable de nuestro guía.
Ya algunos lúcidos analistas-Remy
de Gourmont fue uno de ellos- advirtieron que la guerra trocaba los valores
literarios. Escritores de infantería, dragones del Regimiento de Pegaso como
Rostand o Barrés-sin que pretenda ¡Dios Santo! compararlos- se fatigaron cuando
llegó para Francia la hora de la gran ofensiva lírica.
Y hubo polemistas de artillería
gruesa que no sirvieron cuando fue necesario movilizar también las
inteligencias. La circular del ministro de la guerra pudo aplicarse a las
letras. También ha sido preciso “rejuvenecer los cuadros”.
La Literatura se expresa en libros.
La Literatura se expresa en libros.
EXITOS
Por el advenimiento de dos
literatos casi desconocidos hasta ayer ¿podrá inducirse acaso lo que van a ser
las letras de apresguerre? No me atrevería a asegurarlo. Gaspard, de Rene Benjamín, el último “Premio
Goncourt”, y l’Arrét sur La Marne, del encumbrado lírico Porché, son los dos
éxitos recientes y exclusivos de literatura bélica.
A ellos convendría agregar “los
tres poemas” de Claudel, un joven también, en el sentido que tiene esta palabra en la ribera
izquierda de París. Si no me engaño, se advierte en casi todos ellos, junto al
lirismo de muchedumbre inaugurado en días próximos a la guerra por el
unanimismo de Romains o el simultaneismo de Barzun, un renacimiento del habla
popular, una fresca irrupción de giros plebeyos que son renuevo y suculencia.
Sin quererlo, alquitarando y
depurando una lengua, los escritores la empobrecemos siempre o la decoramos con
despojos óptimos de las otras sin volver al acervo rústico. Pero las lenguas
tienen su destino. Las abundancias románticas reverdecieron aquí siempre cuando
la literatura amenazaba sequedad
Y esta vez no será preciso que
venga un hombre de Ginebra. Gran maestro y tesorero del idioma es el pueblo. En
las trincheras no se crea sólo una Francia, sino un lenguaje nuevo.
HABLAR
Al elogiar el carácter universal
de la lengua francesa, decía Rivarol de la nuestra que rehúye la simplicidad de
la charla familiar y que Carlos V tuvo razón de reservar el español para los
días de solemnidad, para las plegarias porque ningún otro idioma se presta
mejor a hablar con Dios. A hablar con Dios, no con los hombres.
Acaso exageraba un tanto Rivarol.
Pero este acento familiar, cordial y humano es para nosotros el mérito mejor de
la literatura de Francia. No soportan largo espacio los oropeles ni el
rostandismo decorativo o dengoso, muy semejante a esa pintura marcial que
presentaba las batallas y su goyesco horror como escenas elegantes de montería.
De esta guerra se ha dicho con
razón que es la más sincera de todas. El gran poeta que hace falta
escandalosamente y que vendrá porque las hondas crisis engendran almas
epónimas, no ha de cantar sin duda escenas decorativas ni siquiera como el
abuelo Hugo, el pomposo egoísmo de un protagonista. En la tragedia moderna
todos pueden serlo.
El coro entero está ahora en las
colinas de Verdún, como en la cima antigua, sonriendo con las entrañas
desgarradas. Literatura de muchedumbre y por lo mismo literatura simplificada, pudiera ser la
de mañana.
Un feroz estadístico aseguraba
recientemente que en las trincheras nadie pide “tajadas de vida”, sino los
simples libros en donde estén contadas amenas aventuras o eternas crisis. Se
lleva a cabo allí una cura de verdad.
Rene Benjamín autor de Gaspard
Rene Benjamín autor de Gaspard
VISION
La visión de la vida es más
directa y nítida, más elevada también. Hay que leer la sobria, la admirable
descripción de un ataque a la bayoneta por Henri Massis, para comprender la
surgente de idealismo en las almas cuando la sangre y la pólvora, bajo la noche
profanada, mezclan su hedor terrible.
Sólo que se preguntan ya cuerdos
augures si los mejores espectadores de la tragedia querrán contarla, si las
hondas emociones hallarán claras palabras ¿Recordáis un lindo símbolo de Wilde?
Este era un pescador, un pescador que viera a las sirenas.
Las viera seguramente pues
contaba, a su regreso de las riberas, el rielas de las escamas de plata y el
don letal del campo. Pero un día en realidad vio a las sirenas y aquella tarde
no supo decir palabras. Como el propio pescador, afligidos de realidad, ebrios
de canto fúnebre, tal vez los mejores espectadores querían callar.
Pero otra vez un malicioso
oráculo sugiere que harán bien porque pronto no se prestará a escucharlos el
gran público. La burguesía, ha dicho últimamente Julien Benda, sentirá la
náusea de cuanto le hable de la guerra y por otra parte tachará de insulso a
cuanto no se ocupe en ella.
COMENTARIOS
Parece pues, probable, que
cesarán pronto los comentarios de la guerra. Pero ésta habrá removido las almas
y las letras. Y al inducir cuál será la futura orientación, cada sectario
acomoda ya el porvenir a su deseo y esperanza-
Los reaccionarios, los
conservadores de la tradición francesa, dicen: Será la abolición de todo
romanticismo. Ved cuán homéricamente cuentan estos soldados sus proezas. La
victoria del Marne pudiera figurar en la Ilíada: tiene armonía y corte
clásicos.
La magnitud del lirismo no estará
en la hinchazón de las palabras, sino en la grandiosa verdad del escenario.
Pero esta guerra no revolucionará las letras. “La sintaxis francesa es
incorruptible”, como aseguraba el sutil ironista y contaremos hechos
desmesurados con palabras medidas.
Pero otros amargamente niegan.
-No será el reino del espíritu
crítico, sino del turbio lirismo; la literatura subjetiva va a suplantar, mas
violentamente, que nunca a la literatura de observación. Nadie sabrá
emanciparse de las pasiones humanas, verlas de altura para juzgarlas y
describirlas. Esa linda ecuanimidad, esa armonía espiritual de nuestros grandes
clásicos, van a sufrir completo ocaso. Amaga en el horizonte un nuevo
romanticismo.
Henri Massis: gran escritor
Henri Massis: gran escritor
DIVISA
¿Quién tiene razón? Tal vez ambos
a medias. Semejante cataclismo no puede dejar indemne a un pueblo ni sería
bueno que fuera así. Pasará el diluvio de tres cincuenta en donde cada cual
contará su guerra. Fluctuat nec mergitur, la simbólica divisa de París, pudiera
serlo también de una literatura que en las peores tormentas halló su rama de
olivo.
Parece natural que después de las
sublimes luchas, ésta no tenga el dejo amargo y veraz de las vendimias
naturalistas. El naturalismo fue sin duda una literatura de vencimiento.
Esperemos jubilosamente los salmos de una literatura de victoria. Será bueno
vivir cuando la amenaza de un sombrío feudalismo haya acabado.
Y recordad la suculencia de las
vides en campos de osario maduradas. Omar Khayán tendrá más de una vez razón.
¡Con qué fieles y patéticos ojos contemplarán la primavera estos adolescentes
que, en desfiguradas campiñas, vieron derrochar cada día tanta buena gavilla de hombres
Tendrán sentido de Lázaro quienes
tan cerca estuvieron de la agonía., Al salir de la sepultura de las trincheras
deslumbrados aún por este don fugaz y pingüe de la vida, aprenderán a amarla
desgarradoramente, según el consejo antiguo, como si fueran a morir cada
mañana.
París: cuna de vida del autor de esta nota.
París: cuna de vida del autor de esta nota.
GUERRA
Esta guerra pudiera señalar el
renuevo de los valores ideales. Si nada parece confirmar los amagos románticos,
en cambio si veo llegar-y sea tal renacimiento bienvenido- algo de ese
romanticismo moral que atribuyó Renán exclusivamente a las razas celtas, ese
desinterés caballeresco, ese idealismo
operante que no desdeña la realidad, sino la acepta como la tierra negra
para la estatua divina.
Tal es cuando presumo cada vez
que me acerco, con agitado corazón de coribante, a escuchar la voz que sale del
abismo. Probablemente acierta apenas mi esperanza como esas sibilas del
vaticinio vulgar que, por las calles de París en los primeros días de enero,
nos prometen un año feliz y amor eterno.
Pero el mayor encanto de las
profesías es que no lleguen a cumplirse. No valdría la pena de vivir, si el
futuro no fuera siempre una sorpresa y un deslumbramiento. París, Marzo de
1916. (Editado, resumido y condensado del libro “Obras
Escogidas de Ventura García Calderón”, destacado intelectual peruano que, con sus
estudios, rescata los orígenes culturales de este país. Nació por un azar
patriótico en Paris, retornó al Perú donde estudió. Posteriormente volvió a
Francia en 1905 salvo cortos intervalos por aquí, Rio de Janeiro y Bruselas
hasta 1959 en que murió, siempre habitante de la ciudad luz)
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