Cuando la Odontología no había
ganado la importancia de hoy, el barbero era un sacamuelas, habilidoso y
resuelto, capaz de descolmillar a un elefante, con el juego de sus muñecas, en
las cuales confiaba muchísimo, pues para él la ciencia de la dentistería, era cuestión,
sobre todo, de pulso y de maña.
Pero no sólo fue sacamuelas
nuestro héroe, sino curandero y sangrador. Manejaba con destreza, a maravilla,
las lancetas de punta de espina, hoja de olivo y pico de gorrión y, desde
luego, tuvo a gala su título concedido por el grave Protomedicado colonial.
Dice don Ricardo Palma en su
graciosa Querella de los Barberos, no saberse a punto flojo, desde cuando hubo
barberos en Lima, pero es fácil suponer trajeron los Conquistadores, en su
sequito resonante, algún alfajeme, sabio en alisar las abundosas cabelleras y
las peludas caras de los audaces, y en veces crudelísimas, derrumbadores de un
imperio.
Una peluqueria de Lima antigua
Una peluqueria de Lima antigua
DIFERENCIAS
Hay distinciones. Entre un
barbero, rapabarbas o rapistas y peluquero, pues esta última denominación,
solía darse específicamente a los hacedores de pelucas, bucles y moños, usadas
mucho an taño. En la antigua Grecia como en Roma solamente usaron barbas los
filósofos.
El 18 de enero de 1538, el
Cabildo de Lima compuesto por Francisco Chávez, Teniente Gobernador, Juan de
Barbarán, Alcalde, Nicolás de Ribera y Crisóstomo de Ontiveros, regidores, en
presencia del Escribano de su Majestad, dio licencia a Juan López, barbero para
que cure en las cosas de cirugías y se le recomendó si hubiera de curar cosa de
importancia mucha, se hiciera acompañar de personas de experiencia
Este Juan López debe haber sido,
sin posible duda, uno de los primeros barberos curanderiles de la ciudad
naciente. Así consta en la página 141
del primer libro de los Cabildos de Lima. ¿Quién se atrevería a poner en tela
de juicio el hecho, en otras ocasiones irreverentes, de haberle sobado, aquel
Juan López, ¿las barbas a Pizarro?
En muy viejos libros de cuentas
de hospitales, hemos podido recoger algunas noticias históricas, demostrativas
de la importancia y hasta relativamente de señorío gozado por los barberos. En
su profesión daban las manos a médicos, un únicamente a los llamados de latín,
sino a los de simple y socorrido romance y muy especialmente a los cirujanos
muchos de los cuales eran a la vez barberos, pues no dejaban este oficio por el
de la cirugía. La legislación española deslindó, con seriedad, los campos de
unos y otros.
Una mas moderna
Una mas moderna
SUELDOS
En el Hospital de Santa Ana en
1558,-es decir cuando habían transcurrido unos 30 años desde la fundación de la
ciudad- el barbero cobraba sueldo a la par del cirujano. Consta en viejísimas
cuentas correspondientes a aquel año, era el barbero don Gabriel de Colmenares,
y recibía doce pesos de a nueve reales por cada mes.
En el Hospital de San Diego y San
Andrés, fue barbero en 1606, un tal don Baltazar de Abrego y en 1662 un don
Pedro Torres, quien ganaba ciento ochenta pesos anuales, soldada acrecida en
1747 a doscientos cincuenta pesos, para los oficios de barbero y sangrador. No
está demás advertir para atar cabos de comparación, las circunstancias de ganar
el médico quinientos pesos, el pomposamente titulado Unador Mayor y el pobre
jeringuero apenas cuarentiocho.
Ya al comenzar el siglo XIX se
inicia la decadencia barberil, pero siempre tuvo el rapista gran significación,
dentro de la constante e irremisible relatividad de las humanas cosas. Al
promediar el siglo, la Facultad de Medicina nominada poco antes simplemente
Escuela, interviene y comienza a ser muy severa en la expedición de títulos de
sangrador, porque fue pródigo en dados el Protomédico.
El barbero figura en las cuentas de 1860, uniendo sus
menesteres a los muy menores de topiquero, con una renta de sólo veinte pesos
mensuales. ¡Y no era tan poco, dado la gran baratura de la vida por aquellos
tiempos!
La belleza de las casas del jiron Moquegua en el centro de Lima
La belleza de las casas del jiron Moquegua en el centro de Lima
SANGRIA
La sangría, es sabido, fue
merecedora de predilecciones por nuestros ascendientes, al punto de escribirse
tratados tan jugosos y originales, como el del doctor Navarro, quien dedicó una
obra sobre tal arte al Señor Virrey, Marqués de Mancera, obra en la cual, entre
enrevesamientos y donosuras, burlase de quienes opinan no debe sangrarse en días de conjunción u
oposición de la luna.
Esta preferencia de la sangría
llevo a algunos escritores a loar a las pulgas “tan perseguidas de las mujeres,
aborrecidas de los hombres y sacudidas de los perros,” y tal se lee, medio en
burlas, medio en veras, en el curioso Diario de Lima, de 1790, en un
artículo donde se hace imposible la vida
y recomienda usar, en todo tiempo, la lanceta y aún aquellos animáculos
llamados tal vez por sus hábitos chupadores, sanguijuelas, a las cuales, según
el autor, pueden reemplazar eficazmente las pulgas, acostumbradas a nutrirse de
la parte inflamable de la sangre.
Curándose la mayor parte de las
dolencias, por medio de la sangría, los Fígaros, sangradores de consuno, gozaban
del prestigio acompañador, muy generalmente, de todos los curanderos, y como
los médicos mismos, les otorgaban una gran beligerancia en los hogares,
pudieron, durante mucho tiempo aprovechar tan ventajosa situación.
Las barberías tuvieron, por tal
causa, mucho de magia y brujería. En las talladas consolas, en los llamativos
escaparates, se hacinaban transparentes frascos con sanguijuelas, con Culebras
conservadas en alcohol, con fetos de extravagantes modalidades.
Personajes de antaño.
Personajes de antaño.
BOTICAS
Algo por el estilo hubo en
algunas boticas. El aposento estaba colmado de cosas macabras y rarísimas con
los cuales alternaban una calavera con una alegoría patriótica o un peluquín
con un colmillo enorme.
En medio del desorden marañoso y pintoresco
con un colmillo enorme. Allí aparecía el rapabarbas, afilador, peluquero,
sangrador y sacamuelas, imponían su pontificado con la aureola de lo misterioso,
siempre ganador de almas simples y candorosas.
Los barberos formaron en los días
coloniales, uno de los más lúcidos gremios. En 1626 se permitieron protestar
por una Ordenanza del Arzobispo Gonzalo de Ocampo, en la cual se prohibía
afeitar los días domingos y no satisfechos con haber formado gran tremolina y
escándalo en la Plaza Mayor, se presentaron ante el Cabildo y como fuera
desechada su reclamación, se fueron de queja ante la Real Audiencia y hasta interpusieron
recurso de fuerza, admitido, y a mayores hubiese llegado el lío, a no haber
fallecido violentamente su Ilustrísima
La tradición ha conservado ha
conservado el nombre del caudillo de los rapabarbas rebelados. José Ortiz se
llamaba, según afirma don Ricardo Palma, de quien fue peluquero don Celso
Bazán, quien por descañonar al tradicionista insigne, ha ganado una especie de
inmortalidad, como la de López, Colmenares, Torres, Abrego, a quienes he
tenido, a honra, presentar a mis lectores en esta croniquilla
Barberías con encanto.
.
Barberías con encanto.
.
CRIMEN
Otro peluquero, con lugar en la
historia, es Genaro Rivera, barbero en la época bolivariana, quien declaró en
la causa seguida por el asesinato de Monteagudo y reconoció el puñal homicida,
porque días antes, le había sido llevado a afilar por el negro asesino.
Por razón de tal juicio, se sabía
existían 83 barberos en la Lima de 1826. Otro barbero notable de los primeros
días republicanos, fue uno apellidado Irujo, quien acompañó a Gamarra a
Bolivia, estuvo en la tragedia de Ingavi, fue peluquero en el Colegio de Guadalupe
y terminó de portero en el Palacio de Justicia.
Como la profesión no daba para
enriquecimientos, el rapista acudió a una serie de recursos, como curar,
extraer raigones, fabricar postizos, vender secretos de naturaleza, afilar y
hasta hacer juguetes.
Parlachín oropelero, embelecador
y argumentista, tenía suelta y filuda la lengua y aturdía al cliente con
preguntas y parrafadas enteras sobre personajes políticos, quienes, reservados,
por lo general con todos, eran confidenciales con sus rasuradores, sin duda por
aquellos de ni barbero mudo, ni cantor sesudo. Ahora son muchísimos más
discretos
El peluquero antiguo era amo de
su barrio y usufructuaba de mayor importancia, ganándole al pulpero. Ideaba
remedios para evitar la caspa, para teñir el cabello, para espantar las moscas
y ofrecía botes de pomadas con menjunjes por él. Solamente conocidos y los
hijos las heredaban como legados preciadísimos.
Un diseño de negro; sillas de barbería.
Un diseño de negro; sillas de barbería.
CHISMES
Gran orgullo era frecuentar
mansiones de potentados, con quienes departían. Fue un peluquero quien burla
burlando transmitió la profecía de Monseñor Urueta y Castrillón sobre la
Presidencia de don Manuel ardo, contada por mí en uno de los tomitos de
“Nuestra Pequeña Historia. Yo tendré la mitra, cuando la Banda presidencial
esté en casa de Felipe Pardo y Aliaga. Y fue así con el correr de los años.
Las barberías eran manantial
inagotable de noticias y de chismes. Como aderezaban postizos, algunos fueron
mimados por damas linajudas, Irujo, engreído, relataba dabanle una onza de oro
por peinar a la señora de Federico Basadre y otras en la en las casas del
Mariscal Gutiérrezde la Fuente y de la familia de la señora Codesido
Tales barberos, con facilidades
para entrar en solariegas casonas ewn horas mañaneras, sabían mil y un detalles de la vida hogareña de las
grandes familias. Abobaban a su clientela pobre con fabulosas relaciones de la
rumbosidad pródiga de de señores de copete, de aquellos de quienes decíase,
aplicándose un viejísimo refrán: “A las barbas con dineros honra hacen los caballeros. Pero no repetían el
otro: “Barbero, o loco parlero. No pocas veces atrevíanse a discutir
reputaciones de médicos, atribuyéndose los éxitos superiores de los físicos,
sus utilizadores en no pocos mednestorosos curativos. Y olvidaban lo de “a malas lenguas, grandes tijeras”.
El barbero afilador y sacamuelas
ha desaparecido casi por completo. Tal
vez en provincias quede alguno de ellos,.como el paso famoso papa rellena de la
cuadra antigua de las Nazarenas, convencido de su prestancia, al punto de creer
se bamabolear´+ia el Estado, sin él. Y era a la verdad, simpatiquiísima.
Una silla de ahora de hace pocos años.
Una silla de ahora de hace pocos años.
IMPLEMENTOS
La barbería de otrora tenía una
pieza con dos sillones incómodos frente a dos espejos, semiquemados. En las
vidrieras o escaparates había monos disecados, rizos, bucles, pelucas, jabones,
pomitos, con burdos letreros, con anuncios de pomadas para los callos, para la
piel, para el cabello, para los chupos y no faltaban algunas con juguetes
baratísimos, como la de Tejada, “La Moda Elegante, en la cuadra de San Carlos
La decoración interior era el más
genuino gusto criollo. Muy rara aquello sin el grabado del Presidente o caudillo
de la devoción del propietario. Las paredes eran exposición de oleografías
colorinescas y de alegorías exaltadoras del patriotismo. Todo ello ha
desparecido en las peluquerías modernas sencillas y cómodas, aunque conservan
algo de la vieja Romana del Diablo, pues si en ellas o hay curanderismo, se
lustra calzado, se venden corbatas, perfumes y otras chucherías
Hubo en Lima, ya hace algún
tiempo, un peluquero llegado a los 100 años, el cual había tenido bajo sus
manos sobadoras, las caras más o menos peludas de los últimos virreyes. Su
tienda estaba en la última cuadra de “Las Descalzas”. Extraía muelas y
practicaba sangrías. Representaba el clasicismo barberil. Su nombre era Miguel
Madiaga. Murió en su ley y en su actividad.
Los fígaros extranjeros hicieron
competencia en determinado momento. Estos introdujeron novedades y presentaron
sus establecimientos con la más confortable higiene. Llegaron perfumes
novísimos, instrumentos de primera y se anunció el reinado de fricciones y
masajes.
Una peluquería de los años 50 en Lince
Una peluquería de los años 50 en Lince
CHINITOS
Con la aparición de chinitos en
la República, apareció un nuevo ritual. Suave de maneras deslizante, sabio en
sobriedades, paradójicamente expresivo. Laborioso por poco precio. El barbero chino
acaparó clientela e introdujo la limpieza de orejas, llegando algunos a lograr
resonantes y esparcidas reputaciones
Los peluqueros nacionales irrumpieron
como expertos en su arte y sus establecimientos poseían maravillas como el
masaje vibratorio, la fricción, la voluptuosidad epidérmica. Con el frío y el
calor alternativos, los complejos afeites.
Entre las peculiaridades
relativamente modernas, la del peluquero de Club, es una de las otras
características. El primero con tal título fue Casimiro Reyes, en el Club
Nacional. Después en los otros centros, como el de la Unión, el Casino, los
círculos militares y navales han proseguido, como en la Sociedad de Ingenieros.
Aunque remotamente hubo
peinadores para las damas, sobre todo cuando reinaban los complicados y
aparatosos moños y marimoñas de las señoronas de antaño, puede considerarse
como resurrección, el peluquero de señoras.
Una diferencia sustancial. Antes
iban a los hogares. Hoy las damas van a las peluquerías. Hay en estos
establecimientos aparatos para arreglar las cabelleras, para teñírselas, para
ondularlas. Y allí se lustran las uñas y hay ungüentos para la tez, como para
la frase de “mírame y no toques”. (Páginas
seleccionadas de las "Obras Completas" que pertenecen como autor al
consagrado escritor y político, José Gálvez Barrenechea).
No hay comentarios:
Publicar un comentario