Se lucha a muerte. Pero en esta
tierra de ideólogos, algunos empiezan a perdonar. No veamos allí sino una
convulsión, tal vez la última, de ese idealismo generoso y peligroso que la
Gran Revolución dejó como un fermento de inquietud humanitaria y mística.
“No es la Alemania de Goethe la
que nos odia”, se murmuraba aquí al principio. Pero la Alemania intelectual se
asociaba pronto al bombardeo de Reims. Antoine ha contado hace poco una frase de
Hauptman que fue su cordial amigo en los tiempos del Teatro Libre. El
dramaturgo alemán que iba más tarde a renegar de su mesaniasmo, decíale
entonces como un fariseo sentimental
Un alba de fraternidad se
levantará y habremos sido como soldados que se abrazan en el valle nocturno
antes del sol. Antoine creyó. Francia también. ¡Como dudar! Desde la revolución,
con breves pausas, esta es la fábrica mundial de ideas avanzadas y de
explosivos, la patria del “evangelio tricolor”, decía Heine.
El anarquista español, el
nihilista ruso, el polaco soñador de la ideal Varsovia, todos tuvieron aquí su
hogar. Cerebro del mundo, presidio suelto del mundo, casa de todos, fue Paris.
Era su gloria. Vimos a rusos enflaquecidos por Siberia y el amor al prójimo:
vimos a mujeres con gorrito de astrakán y ojos soberbios que preparaban
dulcemente, evangélicamente, la explosión de la Santa Rusia.
Escenas de la guerra.
Escenas de la guerra.
RESTAURACION
En humildes fondas del barrio
latino, en torno de un pilar sabroso, algunos hombres cetrinos organizaban la
caída de un tirano rojo, mientras los reyes desterrados de Alphonse Daudet
disponían, por el contrario, una restauración desde París.
Y no puedo olvidar a esos
asiáticos silenciosos de mi barrio con americana y oliendo a opio, un poco
ridículos, un poco santos, que iban a ser, en Pekín, los mártires de una
República sin coletas. Se infiltraba así un amor de redención universal que tuvo
en Zola su quinto evangelista.
París era Jerusalén y era
Cosmópolis. Los soñadores, los desesperados, los perseguidos vinieron aquí a
beber Ajenjo y fue la hora en que Juáres aconsejaba a los hombres el abrazo y a
las naciones el desarme. Tanta belleza no podía ser verdad ni predicada sin
incidentes.
¿Recordáis el asunto Dreyfus?
Salieron a luz, crispadamente, los dos semblantes de Francia. Ambas actitudes
eran sinceras hasta el odio, hasta la muerte. Conflicto de tragedia antigua y
perenne, el más hondo problema de conciencia que un pueblo se planteara jamás.
Alphonse Daudet creía en la resauracion de Paris.
Alphonse Daudet creía en la resauracion de Paris.
PREGUNTA
¿Vale más que para salvarse de
una guerra probable se condene a un hombre, aunque puede ser inocente o que
perezca un mundo, pero que triunfe la justicia? Para algunos el rencor a
Dreyfus fue sobre todo aversión a la raza nómade, peligrosa que bajo ningún
cielo quiso instalar su definitivo campamento.
Para los otros, el comandante era
también un símbolo. Un partidario le llamo seriamente “el nuevo Cristo”.
Hombres sinceros como ese ardiente Péguy que tan católica y soberbiamente ha
muerto, eran frenéticos partidarios del reo. Lo más singular es que casi todos
los soñadores cosmopolitas estuvieran del lado de Dreyfus, y casi todos los
patriotas en contra de él.
Por primera vez, estos veían el
peligro de amar. A favor del evangelismo, de la misión libertadora, se
desquiciaba el ejército, se abdicaba en favor de Alemania, se convertía a
Francia en una encrucijada universal donde podría elevarse un Calvario. ¿No ha dicho
un utópico exasperado que este pueblo debiera ser el Cristo de las naciones,
morir para propagar eternamente la abolición generosa de las fronteras?
La gente de París en los años 40.
La gente de París en los años 40.
ILUMINADOS
La guerra actual parece dar una
respuesta acerba a estas candideces del iluminado. Pero los iluminados
continúan. Romain Rolland con el grupo barcelonés de Los amigos de la unidad
moral de Europa declara hoy que “ningún país debiera pasar de un gobierno a
otro sin el consentimiento explícito desu pueblo” Esto quiere decir-y así lo
interpretan ya los buenos entendedores de Francia- que para acercarse Alsacia y
Lorena, después de una vitoria, es necesario un plebiscito en donde la
prolífica Alemania vencería.
¡ A esto se llega Dios Santo!. Es
hermoso que Buda conceda por sobrehumana caridad un brazo al tigre que tiene
hambre. Pero en los pueblos del budismo se llama “hacer el primo”. “En
general-ha dicho un gran español- una nación simpática es una nación que marcha
mal”. Antes que ser simpática, Francia debiera procurar la fortaleza en tierra
y mar.
El símbolo de Grecia-de Grecia
que pereció por desprecio a las armas- es oportuno aún. La cordura, la suprema
razón necesitan como Minerva, caso y lanza. Y por esto, los más republicanos de
los hombres deben alabar a los actuales reaccionarios de Francia qaue, enfrente
de los perdones apresurados, de las generosidades suicidas, más allá del bien y
del socialismo, están creando la doctrina del odio. (Editado, resumido y condensado del libro “Obras Escogidas
de Ventura García Calderón”, destacado intelectual peruano que, con sus estudios, rescata los
orígenes culturales de este país. Nació por un azar patriótico en Paris,
retornó al Perú donde estudió. Posteriormente volvió a Francia en 1905 salvo
cortos intervalos por aquí, Rio de Janeiro y Bruselas hasta 1959 en que murió,
siempre habitante de la ciudad luz)
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