La faceta poco conocida de Violeta Correa de Belaúnde fue el periodismo. La esposa del Presidente estudió esa profesión y la ejerció en el diario La Prensa, allá por los años 50, antes de dedicarse por entero a la política.
Ella tenía originalidad, chispa y cultura para escribir. Conocía mucho de las costumbres de la sociedad peruana y redondeaba sus notas con tremenda originalidad y mucho humor. Realmente deleitó a los lectores con crónicas en las que daba a conocer lo que fue Lima la antigua, sobre todo en su desenvolvimiento social.
Especialmente hemos seleccionado para los cibernautas, la columna “Nuestros tiempos” aparecida en ese periódico el 26 de febrero de 1956 donde Violeta con el seudónimo de Misia Francisca, relata, con mucha gracia y salero, los famosos carnavales limeños.
En el Perú, los carnavales eran todo un suceso de alegría y esparcimiento. Se paralizaba por completo cualquier actividad y había tres días feriados de celebraciones. La gente jugaba y mojaba con el agua a cada rato y en cualquier sitio. Se organizaban, almuerzos reuniones, fiestas por todo lado y a toda hora. Con brindis, disfraces, comparsas, desfiles, reinados, serpentinas y chisguetes en tubos de vidrio que lanzaban con éter loción perfumada.
A finales de los 50, si no nos equivocamos, las fiestas fueron prohibidas y los feriados, por supuesto desaparecieron, sobre todo por los excesos y accidentes que se registraban A partir de esa fecha ocurre lo que todos vemos en la actualidad. Ni la sombra de lo que fue antes
He aquí el artículo:
Los carnavales también han cambiado con el tiempo. Creo que bailes como los de hace más de cincuenta años, no volveremos a tener. En ellos, los hombres conservaban para con las mujeres, la cortesía usual en aquella época y en cambio nosotras los fastidiábamos a conciencia. Reinaban la coquetería, la lisura de entonces, según me cuentan bastante distinta a la de ahora, la pica-pica, las serpentinas, los célebres chisguetes de Roger & Gallet comprados en la peluquería de Guillón y el alegre espíritu de todos. Recuerdo un baile en el casino de Chorrillos poco después del novecientos en el que uno de mis puntos fue el simpático Oscar Miró Quesada. Todos mis amigos me creyeron enferma y además Daniel, yendo contra sus costumbres estaba como un perrito faldero tras de mi por lo que, conociéndolo, nadie se podía imaginar que se trataba de su esposa. Menos cuando leían las serpentinas que de un lado a otro me mandaba y que decían: ¿Te acuerdas de lo que me ofreciste? ¿Piensas en mi?, Te quiero, te adoro y todo lo demás. Jamás hubieran sabido de quien se trataba, pero al final de la fiesta cuando nos retratábamos, noté ciertos cuchicheos entre mis amigos y el orgullo pudo más. Ante la idea de que pudieran pensar de que Daniel me engañaba, me descubrí causando la desilusión y sorpresa generales. Un comentario menos para el día siguiente.
Con Ernesto cambiaron para mi los carnavales porque el no era fiestero. Pero mis hijos daban siempre en los domingos de carnaval un gran almuerzo y con el pretexto de controlar a las chicas lo llevaba a los sitios a los que con ellas nos habían invitado.
En el almuerzo de mi casa se desarrollaban unos verdaderos combates. Todos terminaban completamente empapados y pintados de todos los colores. Después del juego se servía el almuerzo y la fiesta duraba hasta por la noche, ya todos elegantes o disfrazados.
En unos carnavales estuvimos invitados a un almuerzo que daban unos amigos de mis hijos en La Punta y recuerdo que me hizo mucha gracia ver a las muchachas que empujaban al agua a los muchachos vestidos de pantalón de franela blanca, como se usaban entonces, impecables y con los bolsillos llenos de billetes.
De ellos recuerdo a Jesús Alberto Asín, Carlos José Salas y Víctor Eguiguren, quien ya enamoraba a Maricucha Hercelles.
Hoy nos tapan un ojo con chisguetes de éter, nos echan pintura con lata y todo, las mujeres van a las tinas como si fueran costales de papas y las sacan a bailar con una simple señal.
De todos modos, ayer como hoy, los carnavales siempre son los carnavales y es curioso que en ellos mediante caretas y disfraces cada uno haga lo que quiera y viva como es, mientras que en el resto del año se aparenta ser distinto y se hace a ocultas lo que en los carnavales las máscaras lo permiten. Será todo lo pagano que quieran, pero tiene su verdad porque a la vida la hemos más pagana aún. Alvaro se va a poner furioso cuando lea esto pero como me ha provocado después de tanto pensar en los carnavales juro como que me llamo Francisca, que este año lo mojo a pesar de la sotana.
viernes, 9 de julio de 2010
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Que buena pluma la de Violeta Correa. Queremos pedirle a los responsables de este blog publiquen más artículos de esta periodista. Realmente que nos ha sorprendido mucho su nota. No conociamos nada de ella en este campo. Juan Arróspide y Pedro Luján.
ResponderEliminarProfesor Noriega: He sido alumno suyo del curso Periodismo Institucional en la Universidad Tecnológica. Me ha gustado mucho la nota de los carnavales de Violeta Correa. Estamos haciendo una investigación sobre este personaje de la historia política. Un pedido adicional que a nombre de todos sus alumnos, le pido: publique otra nota de Misia Francisca.
ResponderEliminarRealmente que he quedado encantada con la pluma de Violeta Correa. Por eso mismo quisiera hacer un pedido directo a los responsables de este blog. Publique, si fueran tan amables, otra columna de tan iustre periodista. Juanita Flores
ResponderEliminarVioleta Correa una mujer y periodista ejemplar, también me gustaría más notas sobre la Misia Francisca
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