Tras el hundimiento del Hood
y la fuga del Prince of Wales, la atmósfera a bordo del Bismarck, en mayo de
1941, era exultante. La eficaz defensa contra los aviones del Victorius y el
hecho de haber logrado desorientar a los cruceros que lo seguían, acrecentaron
todavía más esta sensación de triunfo entre los hombres de la tripulación.
Sin embargo, el Almirante Lutjens
consideró oportuno cortar un poco las alas a aquella exagerada alegría y puesto
que aquel domingo coincidía con su cumpleaños, poco antes del medio día habló, brevemente,
a sus hombres.
En un sobrio lenguaje
militar, les agradeció las felicitaciones que le habían presentado y después
pasó a exponer sus puntos de vista. Tras haber elogiado el magnífico espíritu
de disciplina y del sentido del deber, que acababan de dar tan buenos frutos,
hizo observar que lo peor aún estaba por llegar, puesto que cada una de las
unidades de la Escuadra inglesa había recibido la orden de “ajusticiar” al
navío que acaba de hundir al Hood.
El Bismarck
.
El Bismarck
.
VENCER
O MORIR
Por lo tanto, ahora se
trataba de “vencer o morir”. Pero antes de irse a pique, el Bismarck haría que
le precedieran al fondo del océano, un buen número de buques enemigos.
Con estas palabras, el
Almirante intentaba evitar que la tripulación se abandonase a una excesiva
confianza y que, por el contrario, adoptara una actitud mental más realista.
Conducta ésta quizá no demasiado afortunada. Pues lo cierto es que destruyó el
buen espíritu que reinaba, difundiéndose entonces entre la tripulación una
sensación de desaliento, que pronto alcanzó a todos los niveles, desde el más
alto al más bajo.
Por lo que respecta a los
oficiales, cuanto más examinaban la situación en que se encontraba el Bismarck,
más profundo era su pesimismo. Los más veteranos, hablando con sus colegas más
jóvenes, decían explícitamente que ya no creían en la existencia de un “camino
de salida”.
DESCONFIANZA
Los suboficiales, por su
parte, se presentaban en sus puestos de servicio con los chalecos salvavidas,
aunque estaba prohibido llevarlos sobre el uniforme habitual. Los marineros
empezaron a murmurar, a desconfiar y a cumplir sus tareas con menos entusiasmo
y hasta con descuido.
Frente a esta conducta de la
tripulación, los oficiales superiores decidieron adoptar una actitud de
firmeza. Hablaron con sus hombres, dándoles a entender la diferencia que existe
entre el orgullo por el éxito alcanzado y la capacidad de valorar los términos
de la situación. Con ello lograron elevar un poco la moral.
No se sabe si el tono del
mensaje de Lûtjens se debió simplemente a una desgraciada elección de las
palabras o si, en cambio, exponía con franqueza su personal escepticismo
respecto a la situación táctica del Bismarck. Sin embargo, no puede descartarse
la idea de que el Almirante,que conocía a fondo la situación política alemana
intuyera, de alguna forma, que el fin de Alemania era inevitable y que aún más
breve seria la existencia de su navío. Lo cierto es que muy pronto en el
Bismarck la atmósfera se hizo tensa.
APARECE
UN HIDROAVION
En el transcurso de las
treinta horas siguientes, el acorazado continuó navegando a toda velocidad
rumbo a la costa francesa, sin que los
ingleses tuvieran conocimiento de su posición o de sus intenciones.
Pero el lunes por la mañana,
a las 10.30, el Bismarck avistó un hidroavión inglés en un jirón de cielo
sereno y abrió fuego contra el aparato. El hidroavión desapareció rápidamente
entre las nubes. Pero el Bismarck-que tal vez hubiera podido evitar su
identificación gracias a una segunda chimenea fingida y al hecho de conocer las
señales inglesas- había traicionado su identidad y posición al disparar
inútilmente contra el aparato.
Desde ese momento era obvio
que el enemigo atacaría desde el aire y que los aviones procederían del Ark
Royal, el portaviones inglés con base en Gibraltar. El día transcurrió en una
sucesión de continuos y rápidos cálculos, a fin de establecer la probable
posición del citado portaaviones.
Finalmente a las 20.45 sonó
la alarma aérea. Los aviones del Ark Royal llevaron a cabo dos ataques con
torpedos, apareciendo por todas partes, entre las nubes, y lanzándose en
picada sobre los alemanes.
Un torpedo hizo blanco en el
centro del buque, pero sin provocar daños. En cambio el segundo averió los
timones en forma irreparable, bloqueando el de estribor en un ángulo de 15
grados. A partir de este momento, el Bismarck ya no pudo ser gobernado.
El buque en primero plano.
El buque en primero plano.
SACUDON
Este torpedo, que había
estallado junto a los timones, sacudió el buque de tal forma que el casco
sufrió una violenta vibración. Incluso en la sala de maquinas, las planchas del
puente volaron por los aires. Poco después, el agua irrumpió en la sala a
través de las escotillas de las escaleras del lado izquierdo y nubes de vapor y
humo saturaron el recinto, hasta que se consiguió disiparlas mediante la
ventilación artificial.
Los compartimentos situados
en la popa empezaron a inundarse. No obstante, los hombres que en ellos se
encontraban pudieron ser salvados. En cuanto a los carpinteros y el personal de
reparaciones, ellos lograron abrirse paso hacia aquel lugar.
Pero la mar gruesa hacía
cabecear el buque de una forma tan violenta que resultó casi imposible mantener
el equilibrio en el agua que se precipitaba a través de la apertura de la
puerta estancada.
Entre tanto, se estaban
considerando y estudiando todos los posibles sistemas capaces de devolver al
navío, aunque fuera temporalmente, su capacidad de maniobra. El Comandante del
buque, Capitán de Navio Lindemann, recibía los informes del Jefe de Maquinas,
Lehmann, quien se hallaba en contacto ininterumpido con las escuadras de
reparación y de socorro.
TIMON
AVERIADO
Reinaba una intensa
actividad, todos hablaban, gesticulaban y en un determinado momento, el propio
Jefe de Maquinas abandonó la cabina, se alejó e hizo un gesto de renuncia. Sin embargo, poco
después, los técnicos lograron poner en funcionamiento el timón auxiliar
Pero el timón averiado no se
movía un milímetro. El estado del mar hacia imposible cualquier intento de
cortarlo con sierras submarinas. Por otra parte, la idea de cortar el timón por
debajo, mediante el empleo de cargas explosivas, fue rechazada a causa
de la proximidad de las hélices. Por lo tanto, puesto que el timón averiado era
inamovible, todo intento de emplear el auxiliar fue abandonado por considerarlo
superfluo.
Pese a todos los esfuerzos
que se hicieron para intentar dirigir el
buque mediante las hélices, no se consiguió ningún resultado positivo, pues se
vió que era imposible mantenerlo en ruta hacia el Sudeste. Por lo tanto, fue
preciso poner proa, a velocidad reducida, precisamente hacia donde se
encontraba el enemigo.
Navegando
Navegando
POSIBILIDADES
El navío era de sólida
construcción y tal vez el timón averiado se habría podido arrancar de la popa
mediante explosivos y sin dañar las hélices. Pero los oficiales responsables no
quisieron correr este riesgo. Ni tampoco intentaron colocar un flotador para
estabilizar la ruta. Cuesta aceptar que, con tres hélices en condiciones de
impulsar el Bismarck a 28 nudos, no quedara alternativa que la de ir derechos
hacia el enemigo a velocidad reducida.
En el transcurso de aquella
noche, los destructores ingleses aparecieron una vez más aproximándose para
lanzar sus torpedos. Más el fuego de los cañones del Bismarck fue tan eficaz
que ninguno de los buques atacantes logró hacer blanco ni una sola vez.
Pero a las 8.45 se inició un
enérgico ataque coordinado de todos los buques ingleses. Había empezado el
último combate del Bismarck. Dos minutos después, el acorazado alemán respondió
al fuego de los navios británicos y su tercera salva centró al Rodney. Esta
precisión no podía durar mucho, dada la continua lucha contra el mar y contra
un enemigo enormemente superior que ya atacaba en tres direcciones, el fuego
del Bismarck forzosamente había de empeorar.
Efecto de los ataques.
Efecto de los ataques.
DESTROZOS
Al poco rato de iniciada la
batalla, la estación de tiro que se encontraba a la
altura del palo de la proa, fue destrozada. A las 9 y dos minutos, las torres
de proa, con su armamentro principal quedaron fuera de combate. Otro proyectil
destruyó el puesto director de tiro de proa, y el de popa siguió la misma
suerte inmediatamente despues, lo que constituyó el fin de las instalaciones de
dirección de tiro.
Durante cierto tiempo, las
torres posteriores siguieron disparando. Pero alrededor de las 10, los cañones
del Bismarck fueron, definitivamente, reducidos al silencio. Por los conductos
de la ventilación bajaba agua. Evidentemente, las salvas enemigas estaban
cayendo muy cerca del buque, inundando los puentes.
Al cabo de poco tiempo
empezó a penetrar entre los ventiladores un humo rojo amarillento. Todos, a
bordo, se pusieron caretas antigases. Era, evidente, que en alguna parte, se
había declarado un incendio importante.
El fragor del combate se fue
haciendo cada vez más irregular, hasta cesar del todo, dando paso entonces a
una serie de esporádicas explosiones. Incluso el telégrafo del puente de mando
dejó de sonar.
No hay nada que hacer.
No hay nada que hacer.
PREPARACION
Las tres salas de maquinas
estaban llenas de humo, que procedía de la sala de calderas. Pero,
afortundamente, ninguna granada había perforado aún la coraza que protegía
dichas maquinas y los generadores eléctricos
Hacia las l0.15 de la
mañana, el jefe de maquinas ordenó la preparación del buque para el
hundimiento. Inmediatamente toda la instalación para la transmisión de órdenes,
dejó de funcionar.
La sala de turbinas estaba
funcionando todavía lentamente. La siguiente orden que se cumplió fue conectar
las cargas explosivas. Todos abandonaron la sala y, al poco tiempo, los puentes
interiores saltaron por los aires de un modo perfecto.
Después reinó una extraña
paz parecida a una tarde festiva de un puerto. Sólo rompía el silencio el
fragor de las explosiones bajo cubierta de las cargas de demolición que
actuaban. Por todas partes se levaban penachos de humo y se veía el resplandor
rojio de numerosos incendios.
Un numeroso grupo de
marineros en popa, que no habían recibido instrucciones, no tenían idea de lo
que iban a hacer. Los exhortaron a la
calma y el orden. El portillo metálico de la escotilla que llevaba a los
puentes superiores había quedado bloqueado y semicerrado.
SE
NECESITABA RAPIDEZ
Los hombres que llevaban las
caretas antigas y los chalecos salvavidas sólo odian salir lentamente y con
grandes dificultades. Se les dio la orden de tirar el ya completamente inútil
equipo de combate y de deshinchar los chalecos salvavidas. Asi las operaciones
de salida se desarrollaron de una forma mucho más rápida.
Algunos aspirantes y más de
100 suboficiales y marineros se reunían entre las dos torres posteriores. Pero
en el centro del navío flotaba una densa cortina de humo que impedía ver lo que sucedía en proa. Sólo el
palo mayor surgía entre la espesa humareda. La bandera ondeaba todavía en el
mástil de popa y los tubos de los cañones destacaban oscuros, contra el cielo.
Uno de ellos destrozado por una explosión.
Entre tanto, el buque si iba
hundiendo considerblemente. Los hombres que quedaban tomaron algunas medidas
propias de la situación: permanecer cerca del agua, mantener la calma, no desalentarse
y ser prudentes en el curso del interrogatorio a los que le sometería el
enemigo si caían prisioneros. Hasta que se abandonó el buque
El hundimiento
.
El hundimiento
.
EL
HUNDIMIENTO
Inmediatamente, el navio
escoró hacia babor. El tracanil se ocultó bajo la superficie del agua y, en
cambio, emergió la aleta estabilizadora. Tras una dramática pausa, el Bismarck
dio la vuelta y se pudo observar el
casco que no había sido dañado por los torpedos. Después, lentamente, la proa
se levantó y, de popa, el Bismarck se hundió en los abismos.
Un crucero inglés se aproximó.
Se trataba del Dorsetshire, que se acercó a los restos del naufragio y se
detuvo para recoger a los sobrevivientes. Unos 85 hombres, de los 400 que
estaban en el agua, fueron puestos a salvo. El buque se alejó a toda maquina,
dejando en el agua a varios porque creyeron que los alemanes podrían aparecer y atacar. Solo
temor. Nadie había por allí.
Más tarde el destructor
Maori recogió a los hombres. Al cabo de dos días, muchos hombres fueron
salvados por un barco metereológico alemán y por un crucero español. De los
2,200 marineros del Bismarck, 115 sobrevivieron. De cien oficiales, solamente
dos de ellos. La derrota de los alemanes era una realidad. (Sacado, editado, resumido y condensado de la Revista “Así Fue la
Segunda Guerra Mundial”)
Lo que finalmente quedó.
Lo que finalmente quedó.
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