Estos son algunos de los
acontecimientos primordiales de la Segunda Guerra Mundial. Entre Junio y
Septiembre de 1940. Las primeras operaciones en la frontera egipcia. La tensión que, en 1935-1936, había originado la
agresión italiana a Etiopía provocó, por primera vez, en el Estado Mayor
Italiano la preocupación por una solución concreta de conflicto con Francia e
Inglaterra. En el transcurso de los cuatro años siguientes, los italianos
mantuvieron en Africa unas posiciones estrictamente defensivas, hasta que
Mussolini, movido por la ilusión de una inminente invasión de Inglaterra por
parte de Alemania, aceleró los preparativos para la ofensiva en Egipto
.
.
Mussolini ilusionado
En ocasión de un curso de altos
estudios militares que se desarrolló en Roma, en la época del conflicto
italo-etíope, el segundo jefe del Estado Mayor del Ejército afirmó categóricamente al concluir un examen sobre la situación estratégica general
que “la decisión de un futuro conflicto contra Francia e Inglaterra, en el que
se viese envuelta también Italia, tendría lugar en África del Norte. De ello se
desprendía, lógicamente que era necesario empezar a organizar aquella colonia
en forma adecuada, enviando unidades bien equipadas, aptas para la guerra
moderna en el desierto y capacitadas para alcanzar rápidamente objetivos
decisivos.
Hasta 1935 sólo se había
mantenido en Libia alrededor de 20 mil hombres, los suficientes para las
exigencias de la seguridad interna. Pero no se había previsto ningún dispositivo
defensivo en las fronteras ni organización logística alguna proporcionada a las
fuerzas. Durante la tensión que produjo la guerra de Etiopía se aumentó
considerablemente el número de hombres. Pero hasta enero de 1937, no llegó a
afrontarse el problema de la preparación militar de África septentrional. Así,
poco después, en el mes de abril, se decidió la creación de un Mando Superior
de las fuerzas armadas, que disponía de dos Cuerpos de Ejército y cuatro
divisiones, con un total de 60 mil hombres.
Ejercito italiano con 60 mil hombres en el desierto
A la vez se inició la
organización defensiva de las fronteras. En 1938 se decidió organizar un Cuerpo
Expedicionario (otros dos cuerpos de ejército y cuatro divisiones) que se
enviaría desde la metrópoli como refuerzo en caso de necesidad. Con ello parecía
que se había hecho bastante para potenciar aquel sector norteafricano en
sentido cuantitativo. Pero cualitativamente hablando, este esfuerzo no era
válido en relación a las exigencias de
la guerra moderna en aquel ambiente
geográfico y táctico, que ofrece un terreno ideal para la maniobra de
unidades motorizadas y acorazadas.
A este respecto la situación era
crítica, porque no había suficientes medios motorizados. En cuanto a vehículos
acorazados,el ejército africano disponía solamente de carros ligeros de tres
toneladas armados con una única ametralladora y vulnerables al tiro de
cualquier arma superior al fusil. En Julio de 1940, ya iniciada la guerra, se
recibieron 70 vehículos medios, de once toneladas, armados con un pequeño cañón
de 37 mm., que en aquel momento podían compararse, sin desmerecer, con el
material similar que poseían los británicos.
Pero, por desgracia, pronto revelaron serias
dificultades mecánicas al ser empleados en el desierto. Por otra parte, un
gravísimo defecto de la organización estribaba en la casi absoluta ausencia de
defensa antiaérea y en la carencia total de armas contracarros, circunstancia
que, ya en aquellos tiempos, hacía casi inútil cualquier dispositivo de
defensa. En aviación había una amplia gama de material, pero en gran parte
anticuado y, a menudo, inutilizable a causa de las continuas averías.
En 1938 los planes de operaciones
preveían por una parte, la posibilidad de adoptar una actividad defensiva en la
frontera tunecina, con objeto de asegurar la cobertura de Trípoli frente a un
adversario considerado más fuerte, y por otra parte, acumular importantes
efectivos en la frontera con Egipto en previsión de poder lanzar una
arrolladora ofensiva, cuyos objetivos excesivamente ambiciosos como luego se
vio, tenían como meta Alejandría.
El Mariscal Balbo, gobernador y
general en jefe de las tropas en Africa del Norte, se percataba de la
insuficiencia de los medios puestos a su disposición y pedía más refuerzos. El
Jefe del Estado Mayor del Ejercito General Pariani estaba de acuerdo con él: en
Africa del Norte se necesitan por lo menos unas 18 divisiones, seis para la
defensa y 12, motorizables para la ofensiva. Pero no se iba más allá de este
reconocimiento platónico y no se hacía nada para aumentar el nivel operativo de
las unidades.
Mariscal Balbo
En enero de 1939, Mussolini
intervino para calmar estos ardores ofensivos y dispuso que en el frenter
líbico, tanto del Este como del Oeste,la actitud adecuada debía ser
absolutamente defensiva. Pero en Junio, tras una visita del General
Badoglio,Jefe del Estado Mayor General, se vislumbró un atisbo de esperanza:
reconociendo como insatisfactorio, en su conjunto, el estado de preaparación
militar de la colonia, dejo entrever la posibilidad de “disponer” el envío de
mayores efectivos ante una eventual ofensiva.
General Badoglio
Al estallar la guerra y en el
periodo de la no beligerancia se realizó el previsto traslado de las cuatro
divisiones metropolitanas de refuerzo a las que se unieron, sucesivamente,
otras cuatro divisiones más de camisas negras, con características casi
idénticas. A su vez, las tropas indígenas fueron reagrupadas en dos divisiones.
De esta manera, el Mando Superior disponía de un conjunto de 14 divisiones que
siguiendo las directivas impartidas por el Estado Mayor del Ejército, adoptaron
de inmediato el siguiente despliegue: un ejército constituido con Tres Cuerpos
de Ejército y nueve divisiones, en el sector Oeste, considerado el más
peligroso. Un ejército formado por dos cuerpos y cinco divisiones en el sector
oriental, y una agrupación de fuerzas especiales en el frente sahariano.
Sin embargo, tras esta fachada
prometedora, la situación del material y de los abastecimientos distaba mucho
de ser brillante y se creía que no alcanzarían un cierto nivel satisfactorio
antes de la primavera siguiente. Los trabajos para la fortificación de las
zonas fronterizas estaban aún muy retrasados y las instalaciones carecían,en
amplia medida, del adecuado armamento. A pesar detodo, el Mariscal Balbo
insistía en sus planes de invadir Egipto, para lo cual deseaba disponer de
13 divisiones, de las que dos habrían de
ser acorazadas y otras dos aerotransportadas. Badoglio no estaba de acuerdo con
ello. Pero Balbo insistió y encontró eco en el nuevo Jefe de Estado Mayor del
Ejército, Mariscal Graziani que había sustituído al General Pariani,el cual, en
diciembre de 1939, le autorizó para iniciar el estudio de un plan ofensivo que
debía “aplicarse en caso excepcional”.
En visperas de la intervención
italiana, el 31 de Marzo de 1940, Mussolini volvió a insistir en sus órdenes de
que se mantuviese una actitud estrictamente defensiva. La proporción de fuerzas
de los dos adversarios en el norte de Africa fue apreciada de la siguiente
manera en una reunión de los Jefes de Estado Mayor, celebrada el 6 de Mayo de 1940:
italianos 130 mil hombres, franceses (Marruecos, Argelia y Tunez) 314 mil,
angloegipcios 100 mil. Además debía tenerse en cuenta la presencia potencial de
las tropas francesas del General Weygand, en Siria con 200 mil hombres y las
inglesas del General Wavell en Oriente Medio. El General Weygand a la sazón,
aún no había sido llamado para sustituir a Gamelin. Con la llegada de 80 mil hombres más, ya en camino, y con la
asignaciónde otra división, se tendría un total de unos 200 mil hombres, la
mitad aproximadamente del total de los adversarios. No era desde luego, lo que
se necesitaba. Pero se consideraba suficiente para la acción defensiva.
General Weygand
La Aviación disponía de unos 70
aparatos de bombardeo, otros tantos de caza y 15 de reconocimiento. Como se ve,
ahora y siempre, el único aspecto del problema tenido en cuenta era el
cuantitativo, mientras se mantenía constantemente en el olvido el aspecto
fundamental o sea el de calidad del material. El 11 de mayo Balbo escribió
directamente a Mussolini acerca de todo ello.
Sus peticiones no obtuvieron
buena acogida en Roma dentro del marco
de la situación general. El 2 de Junio se ordenó el traslado de una división
acorazada de Albania y Libia. Pero después por haberse producido una serie de
complicaciones, ya no se hizo nada más, y en consecuencia, las cosas siguieron
igual que antes y con muchísimos problemas sin resolver.
La situación concreta tal y como se presentaba al romperse las
hostilidades indujo a Balbo a reforzar su ejército oriental, el 10 a expensas del
occidental, el 5. Tenía la intención de cruzar la frontera cuanto antes para
ocupar el talud de Sollum, pero el convencimiento de su propia debilidad le
obligaba a refrenarse y a no correr
riesgos de ninguna clase que pudieran debilitar sus ya débiles efectivos.
Basándose en las experiencias
adquiridas en los primeros encuentros con las fuerzas motorizadas británicas,
el 20 de Julio escribia a Badoglio: “…nuestros carros, viejos y armados tan
sólo con ametralladoras, están anticuadísimos. Las ametralladoras de los
blindados ingleses los acribilllan, y las balas atraviesan con facilidad la
coraza… El material contracarro es anticuado… y el moderno está falto del
municionamiento adecuado. Así, el combate es la lucha de la carne contra el
hierro…”
El mismo día le llegó de Roma la
autorización para invadir Egipto, y la promesa de que recibiría el material que
le faltaba. Pero entonces se percataron de que Balbo siempre había silenciado el
precio de sus planes: le faltaban mil camiones, cien vehículos anfibios,
baterías antiaéreas y contracarro, carros medios y material de radio
transmisiones. Animado por su exuberante fantasía, propuso ocupar Túnez y
aprovisionarse sur le champ. El 25 de Julio le llegó la promesa formal
de Badoglio de que recibiría los pertrechos pedidos, incluída la aviación
(…cuando tengas los 70 carros medios dominarás la situación. El mando inglés ha
demostrado estar falto de iniciativas…Sigue adelante con los estudios para la
ofensiva… El Duce está enárdecido…”) Entre tanto, se había firmado el armisticio con Francia. Túnez permanecía fiel al gobierno de Vichy y Balbo podía así sacar
del Ejército los medios que necestiaba para reforzar el 10. “…Haz todo lo
posible por estar preparado para el 15 de Julio”, le escribía Badoglio el 28 de
Junio. Pero la misma noche, Balbo caía trágicamente en Tobruk, abatido su avión
por un error de nuestra defensa antiaérea, cuando éstre regresaba de un vuelo
de reconocimiento.
Los cañones listos para disparar
El nuevo Comandante en Jefe
Graziani, se apresuró a realizar un profundo análisis de la herencia que le
había tocado en suerte, al término del cual no parecía estar muy satisfecho.
Renovó la urgente petición de material, hecha ya por Balbo, y subrayó, una vez
más, la insuficiencia de la aviación que Italia habia destacado en Africa del
Norte.
Graziani, Comandante en Jefe
Badoglio insistía para que la
ofensiva se desencadenara el 15 de Julio, simultáneamente con una presumible
acción germana contra las Islas Británicas. Por lo tanto debía contar tan sólo
con el material que ya tenía y le instaba a que le comunicara telegráficamente
lo que consideraba más indispensable, lo cual le sería enviado junto con los
carros medios. En su mensaje Badoglio recurrió, incluso, a la lisonja
persuasiva con el fin de despertar los antiguos impetus del valeroso jefe “… ha
superado en Somalia enormes dificultades. Las superará ahora…Asegúremelo”. Pero
Graziani no cedió “… Mándeme el material que le he pedido. Me es indispensable.
Entonces atacaré”.
El 4 de Julio reunió a sus
oficiales y les expuso su propio concepto operativo en relación con la orden
recibida: avanzar a lo largo de la linea costera, teniendo como objetivo
Sollum. Se decidía más tarde si luego proseguirían (siempre y cuando el
enemigo no opusiera una firme resistencia) o bien se detendrían para
reorganizarse en la nueva linea con vistas a una fase posterior. Mientras tanto
se esperaba que llegaran los medios solicitados, sobre todo los camiones, sin
los cuales era imposible pensar en ningún tipo de maniobra sobre aquellas
interminables extensiones por las que deberían avanzar.
El plan fue expuesto a Roma y
Badoglio no estuvo de acuerdo. El 15 de Julio comunicó a Graziani que no valía la pena moverse por tan poca cosa. Era preferible esperar la llegada del tan
deseado material para actuar en profundidad con una maniobra de largo alcance.Un
conboy que transportaba la mayoría del material pedido debía llegar el 27 de
Julio y así el ataque podía desencadenarse el 3 o 4 de agosto. Pero
sobrevinieron otros retrasos y se pensó en aplazarlo para el 15 de Agosto,
hasta que por fin se dio al Mariscal Graziani plena libertad de decisión. Nuevamente
se recurrió a la lisonja, esta vez por parte del Duce, en carta del 26 de
Julio, para vencer su presunta resistencia: “… Pronostico y estoy en lo cierto
que tras haber hecho de yunque durante una semana (se alude a los molestos
golpes de mano de los ingleses contra la estática organización defensiva),
podremos hacer de martillo a no tardar…” Martillo que empuñado por su firme
brazo, seguramente, ha de asestar golpes decisivos al enemigo…”
Pero entonces se produjo un hecho
espectacular. Una carta de Graziani, con fecha del 29 de Julio, reveló a Roma
que sus perentorias exigencias eran tan
sólo un subterfugio para aplazar la acción ofensiva quequerían imponerle y que,
en realidad, el no tenía intención de llevarla a cabo,al menos durante el
verano: “…En esa época del año, tal acción debe considerarse irrealizable a
causa del medio físico y topográfico…”En efecto entonces las temperaturas eran
máximas y el agua escasísima. Había una única dirección de ataque,entre el mar y
el desierto, con la consiguiente imposibilidad de maniobrar en el
campo estratégico y muy limitado en el campo táctico de tal manera que “… la
acción sólo puede llevarse adelante y con grandes dificultades, una vez
terminada la estación cálida… Esto es, hacia fines de Octubre.
Apremios para organizar la defensiva
Nunca se habían planteado con anterioridad dificultades de tal naturaleza ante los repetidos apremios de
organizar la ofensiva. Graziani fue llamado a Roma el 5 de Agosto, y tras un
vivo intercambio de opiniones se tomó la decisión de emprender una ofensiva de
objetivos limitados, con el fin de aligerar la molesta presión británica sobre
la frontera cirenaica y para asegurarse al mismo tiempo una base desde la que
dar un paso posterior hacia el desierto oriental, más allá del talud de Sollum.
Y también para levantar el ánimo de las tropas, bastante abatido por la
prolongada inactividad.
Pero otra vez prevalecieron las
implicancias de índole político sobre las razones militares. Mussolini no quería
verse sorprendido por la victoria definitiva de los alemanes que juzgaba
inminente, sin haber intentado por lo menos conseguir un éxito para nuestras
armas. El día 19 de Agosto escribía a Graziani: “La invasión de Gran Bretaña
está decidida y se ultiman los preparativos finales para su ejecución. Quizá se
efectúe dentro de una semana o quizá dentro de un mes. Pues bien. Usted atacará
el día en que el primer pelotón de soldados alemanes pise suelo inglés. Le repito una vez más que no hay objetivos
territoriales. Que no se trata de avanzar sobre Alejandría ni sobre Sollum. Tan
sólo le pido que ataque a las fuerzas inglesas que tiene en frente. Asumo por
entero la responsabilidad personal de eta decisión mia…”
Graziani dio seguridades respecto
al cumplimiento de las órdenes recibidas y en seguida impartió las suyas al
jefe del Ejército 10, General Berti: debía estar dispuesto a entrar en acción a
partir del 27 de Agosto con el Cuerpo de Ejército XXI y el grupo de divisiones
libias. El objetivo de la primera fase lo constituía el talud de Sollum, y en
caso de resultado favorable explotaría al máximo el éxito alcanzado
dirigiéndose a Sidi elBarrani, adentrándose por lo tanto en territorio egipcio.
Saliendo del mar para luchar en el desierto
Al planear la ofensiva, las
fuerzas adversarias que se situaban
enfrente habían sido evaluadas en tres divisiones, una de ellas acorazada, además
del omnipresente y valioso Camel Corps (unidad a camello) de enorme e
indiscutible importancia. El terreno por donde se avanzaría determinaba más o
menos, la maniobra en perspectiva: el talud de Sollum, abrupto y quebrado en
toda su extensión, sólo podía ser superado por unidades motorizadas a través de
dos pasos: al norte, el de Sollum y Halfaya, a los que seguían las
correspondientes carreteras no asfaltadas y de trazado en extremo irregular, y
al Sur la pista para camiones de Bir Sofati. Originariamente, la acción que
debía emprenderse consistía en enviar el
Cuerpo de Ejército XXI metropolitano, con dos divisiones en línea y otra en
reserva, a lo largo de la franja costera y confiar al grupo de divisiones
libias completadas con la agrupación Maletti, más móvil, un amplio movimiento
envolvente por la derecha.
Estaba previsto que las
divisiones metropolitanas avanzaran a pie (lo que en aquella estación del año
ya representaba un esfuerzo considerable), mientras que las unidades libias
contarían con el número suficiente de vehículos para su transporte. Pero en la
fecha establecida, este material tan neceaario aún no había llegado de Italia,
por lo que el Comandante decidió modificar su plan y dirigirse, por la
izquierda y a caballo de la vía de comunicación costera, hacia el objetivo Buq
Buq-Sidi el-Barrani. La divisiones libias con la infantería a pie irían en primera
línea y luego, la Agrupación Maletti en una dirección más meridional, protegiendo
el flanco derecho y neutralizando posibles amenazas de envolvimiento que podría
oponer el adversario a lo largo de la progresión.
Al amanecer del día 13 de
Septiembre, el dispositivo de ataque se puso finamente en movimiento con mucha
diligencia por parte de todos. Después de tanto discutir proyectos, más o menos
ambiciosos, en lso que no se habían descartado objetivos como Alejandría y el
Canal de Suez, la primera ofensiva en Egipto recordaba mucho el parto de los
montes, que dan a luz el consabido ratoncillo. Los ingleses, bajo el empuje del
ataque, ejecutaron una brillante acción defensiva con frecuentes repliegues y
sin empeñarse nunca en combates de cierta consistencia. De este modo sus
pérdidas fueron insignificantes y sus unidades, a pesar de la imperiosa retirada,
continuaban intactas.
En cambio, las columnas atacantes
chocaron con grandes dificultades en el descenso de los taludes de Sollum y de
Halfaya, al verse obligados a señirse a la carretera. Además los ingleses provocaban continuas e importantes interrupciones, sobre todo con minas, arma de enorme eficacia y
aún no demasiado conocida por entonces. La artillería, por su parte, llevaba a cabo
potentes concentraciones de fuego, y por si todo eso no fuera suficiente se
sucedían continuamente los bombardeos aéreos.
Africa del Norte
La Agrupación Maletti vio su
marcha muy entorpecida en gran parte a causa de la escasa aptitud de los
vehículos disponibles para operar en el terreno accidentado y arenoso que debía atravesar También con toda probabilidad, el enorme calor reinante determinó el
funcionamiento anómalo de los motores no
preparados para ello. Tampoco hay que excluir la influencia negativa de la
escasa preparación, ya que aquella era la primera experiencia de una columna
motorizada en una maniobra de cierta envergadura. El caso es que el avance de
la Agrupación se vio pronto frenado por lo que no pudo desempeñar su papel como
ala en movimiento del dispositivo de ataque
que se le había asignado en el plan de operaciones. En consecuencia, los destacamentos
constituidos por compactas formaciones prácticamente inmóviles estuvieron
expuestos a un severo castigo por parte de las formaciones de la RAF.
No obstante, tras varios combates
poco encarnizados con la retaguardia enemiga, se alcanzó el objetivo de Sidi
el-Barrani el 16 de Septiembre. En los días que siguieron, los reconocimientos señalaban terreno completamente libre
por todo el perímetro y en una profundidad de unos 30 kilómetros. Pero Graziani,
considerando el alcanzado ya al limite del primer salto, decidió establecerse
en las posiciones ocupadas para esperar el material que debía llegar de la metrópoli (y que todavía no había llegado), reorganizar las unidades, adelantar
el despliegue logístico y restablecer de nuevo las comunicaciones por carretera
con la retaguardia.
Tánques en el Africa
Las perdidas italianas, algo
inferiores a las anunciadas por los ingleses,
sumaron 120 muertos y 410 heridos.
La operación había proporcionado
una excelente base para el lanzamiento de posteriores ataques. Más para que todo el esfuerzo realizado rindiera
el debido fruto era preciso desencadenar sin mayor delación otro golpe, para el
que desgraciadamente no estaban preparados en absoluto. Se había buscado por encima de todo, una clara
demostración de fuerza, que Roma deseaba por evidentes razones de prestigio especial
de cara al aliado alemán. Pero lejos de conseguirlo, habíase revelado al
enemigo los modestos límites de las posibilidades operativas de Italia. (Editado,
condensado y resumido de la Revista Asi fue la Segunda Guerra Mundial)
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