Intelectual peruano de grandes alcances
y especialidades que vivió entre 1839 y 1895. Satírico y feroz critico de otros
escritores. Maestro universitario y profesor de griego en San Marcos. Poeta, historiador, amante del criollismo.
Diplomático consistente y de tareas de negociación complicadas que lograba
éxitos. Viajero empedernido y estudioso de la lengua castellana, con grandes
alcances en la búsqueda infatigable del fortalecimiento de la cultura
universal.
Todo y esto y mucho más fue parte
de la controvertida personalidad de Pedro
Paz Soldán y Unanue más conocido por su seudónimo Juan de Arona. Era nieto del prócer de la Independencia y destacado
médico Hipólito Unanue, quien llegó a ser toda una figura de la República. El
descendiente, un exponente valioso del humanismo peruano durante la
consolidación del Siglo XIX.
Hijo de Pedro Paz Soldán Ureta y
de Francisca Unanue. De su antepasado el galeno, heredó la hacienda San Juan de
Arona y de aquí sacó el apelativo por el cual lo conocieron todos, haciéndose
evidentemente famoso. Lo mismo ocurrió con la biblioteca del abuelo que pasó a
sus manos y la utilizó al máximo como instrumento de consulta. Por su parte el
fundo, de gran producción agrícola, está ubicado hasta ahora intacto y
conservado a la usanza de la época pasada en el valle limeño de Cañete.
Formó parte de una familia
erudita. En efecto su tío Mateo Paz Soldán,
gran conocedor del suelo nacional, escribió un libro valioso como parte de un concienzudo estudio titulado
“Geografía del Perú”, publicado en 1860 por otro estudioso notable como fue el
otro pariente suyo del mismo grado de consanguinidad llamado Mariano Felipe Paz
Soldán.
Juan de Arona.
Juan de Arona.
HISTORIADOR
Este último un famoso historiador
autor de diversas obras de importancia como la primera historia peruana de la
Guerra del Pacífico y el Atlas del Perú,
también el primero en su género. Fue Canciller de la República (1857) y
Ministro de Justicia dos veces. Entre 1869-1870 y 1878-1879
Juan de Arona estudió en el
convictorio carolino donde precisamente se educaron una pléyade de jóvenes
de origen aristocrático. Por aquel
entonces, su familia se trasladó a Cañete por las convulsiones políticas de la
capital.
Allí el joven se nutrió de valiosas lecturas, sobre todo de los
clásicos. La etapa más tranquila de su vida, según sus biógrafos como Jorge
Villarán Pasquél que lo estudió a profundidad e incluso hizo, sobre su existencia,
una tesis doctoral de Letras.
En la citada provincia limeña permaneció
un buen tiempo, salvo esporádicos viajes a Arequipa de donde eran oriundos sus
parientes e Iquique, hasta que a los 18 años residió 12 meses en el puerto
chileno de Valparaíso. En abril de 1859 se embarcó hacia Europa, la más larga y
provechosa de sus travesías que siempre recordó por sus inefables funciones e inagotables
enseñanzas.
EN EUROPA
Llegó a Londres y se dirigió a
París. Luego ingresó por vía terrestre a España visitando San Sebastián,
Bilbao, Valladolid y Madrid. En este país estuvo seis meses y, por encargo del
escritor Felipe Pardo y Aliaga, alternó con literatos reconocidos como Bretón
de los Herreros y Ventura de la Vega, antiguos compañeros del colegio San Mateo
donde estudió el famoso autor costumbrista.
Arona, en esta oportunidad, tuvo
su primer contacto con la Real Academia de la Lengua Española donde, a
instancias de los Herreros, Pardo y Aliaga es designado miembro correspondiente
de la institución madrileña.
Posteriormente, siguió un extenso
periplo por otras tierras extranjeras que lo lleva por Francia e Italia. De
allí partió hacia Egipto, logrando visitar Alejandría, el Cairo, Damasco y
Estambul. Asimismo pasó por Grecia, nuevamente a Italia y recaló otra vez en
Francia. Retornó al Perú a comienzos de 1863, año que publicó su primer libro
de poemas románticos bajo el título de “Ruinas”.
Creó una serie de poesías
descriptivas que sacó a luz en 1867 como “Cuadros
y Episodios Peruanos”, donde defiende el uso de los peruanismos. Incluso
los tachados de chabacanos. Era enemigo de introducir los hispanismos que los
consideraba de muy mal gusto. Incluyó en su publicación un índice de los
términos nacionales. Con la advertencia de publicar un repertorio lexicográfico
completo que, dicho de paso, fue una realidad años después.
AMARGURA
Arona resultó ser hombre de
carácter atrabiliario y díscolo con una constante de mostrar interés por los
temas del lenguaje. Por eso es que en varios de sus poemas satíricos destiló
una buena proporción de amargura con respecto a la situación que, según él,
estaba el idioma castellano.
A pesar de los excesos, el merito
del estudioso de la lengua es haber encontrado una posición de estudio de los
peruanismos de la época. Los entendía como aquellas voces que realmente lo son
por ser derivadas del quechua o, como decía él, corrompidas del español o
inventadas por los criollos.
Consideraba como propias aquellas muy castizas
que aluden a objetos o costumbres tan generales entre nosotros y tan poco
comunes en España. Todo esto es parte de los peruanismos, según Arona. Dentro
de este contexto de conceptos publicó su diccionario que, realmente, contribuyó
al idioma.
Para un experto en estas lides
como Enrique Carrión Ordoñez, esta obra de Arona es más bien un conjunto de cuadros literarios
que una verdadera colección lexicográfica, si bien abunda la información filológica y es innegable que fue
el precursor del análisis de los americanismos.
POETA
En sus poemas hay dolor y
desesperación no obstante de que no había razones para ello, como dice el
estudioso Villarán. Sobre todo porque su vida se desenvolvía en un hogar feliz
con una economía solida y estable, en un
ambiente rural cañetano de plena belleza y sobre todo de tranquilidad.
Arona contrajo matrimonio en 1867
con Cipriana Valle Riestra y dos años después publicó el semanario “Saeta”, periódico
de tan sólo dos meses de duración. Como parte de su producción literaria,
estrenó la obra de su creación denominada “Más
Menos y Ni Más Ni Menos”, sainete cómico en verso en un acto sobre las vivencias
de la Lima de aquel entonces.
Colaboró con una serie de
revistas literarias y siguió escribiendo poesía copiosamente. Sus actividades
las alternaba como profesor de la Facultad de Letras de San Marcos y en el
Colegio Nacional “Nuestra Señora de Guadalupe”.
Con el correr de los años, Arona
tenía una numerosa familia por mantener y pasó por una fuerte crisis económica,
en vista de que perdió la propiedad de la hacienda del mismo nombre y se vio
envuelto en una serie de deudas por dinero que gastó desordenadamente.
AGRESIVIDAD
Para palear el temporal
y cubrir sus necesidades y las de su prole, ingresó al Cuerpo Diplomático de la
Cancillería del Perú. En 1879, año que precisamente se desató la Guerra con
Chile, se desempeñó como Encargado de
Negocios en ese país. Lo comisionaron asimismo, con el mismo cargo, en Buenos
Aires (Argentina). En ambos puestos se caracterizó por ser un agudo negociador
y un profundo conocedor del Perú, sus
problemas y posibilidades.
En este último país comenzó a
editar su “Diccionario de Peruanismos” que completó
en Lima en 1883. Siguió por completo dedicado a escribir poemas de diversa
índole. Dejo de hacerlo a propósito de la muerte de su esposa en 1886. Lo
afectó por completo. Pero felizmente, a los pocos meses, se recuperó y continuó
en el ejercicio de las letras.
La agresividad de su carácter
aumentó de un momento a otro, según señala su biógrafo Villarán. Lo que lo ofuscó
por entero y lo hizo cometer una serie de desaciertos. Uno de ellos está
relacionado a un hecho en sí importante cuando se inauguró la Academia Peruana
de la Lengua correspondiente a la española
En efecto, el escritor se negó
por un buen tiempo a participar en cualquier reunión de esta índole empecinado
por la cólera, pero sin decir razones específicas. Tan sólo se oponía a rajatabla
e pesar de que podía aportar. Capricho total.
OPOSICION
Cuando le dio la gana de intervenir y lo hizo
irresponsablemente, tan sólo se dedicó a atacar a figuras consagradas de la Literatura peruana.
Como Ricardo Palma y Clorinda Matto de
Turner. Arona se hacía de enemigos con mucha facilidad y hallaba, por sus actitudes
incoherentes, rechazos implacables. Hasta se dijo de él que era el conflicto en
persona.
El primer Director de la Academia
de la Lengua, prestigiada desde sus inicios, fue Francisco García Calderón. El tradicionalista
Palma deseaba que tal cargo sea ocupado por Monseñor José Antonio Roca y
Boloña.
Ricardo Palma.
Arona armó un escándalo de padre y señor mío, oponiéndose tajantemente a tal nombramiento No le perdonaba al sacerdote que, en un concurso literario, éste había considerado un poema suyo en segundo lugar. Sus odios eran más importantes que la razón y la propia realidad. Lo cierto es que Roca y Boloña no pudo ser designado. El escritor satisfecho, indebidamente, de haberse impuesto.
Ricardo Palma.
Arona armó un escándalo de padre y señor mío, oponiéndose tajantemente a tal nombramiento No le perdonaba al sacerdote que, en un concurso literario, éste había considerado un poema suyo en segundo lugar. Sus odios eran más importantes que la razón y la propia realidad. Lo cierto es que Roca y Boloña no pudo ser designado. El escritor satisfecho, indebidamente, de haberse impuesto.
Sin embargo según los críticos de su obra,
como Alberto Tauro del Pino, el intelectual era leal a la verdad en cuanto se
refiere a su país y sus gentes. No dejando de destacar su profundo
nacionalismo. Hay, eso sí, otros que incluso ni siquiera le dan valor específico
de pensador.
Pero lo que sí reconocen tirios y troyanos es
su vena satírica en su producción literaria como reconocida aptitud limeña,
aunque el autor refunfuñaba constantemente, en voz baja, de diversos aspectos
de la vida. Nada le satisfacía y ello que era anormal formaba parte de su
pasivo y sus defectos.
En el fondo lo que tenía, quién lo creyese,
era una inseguridad de su propia valía. Con ello y con su consabido malgenio se
la pasó atacando hasta el final de su vida a sus colegas, muriendo el 3 de Enero de 1895. Genio y figura hasta la
sepultura. (Noé)
Una bien estructurada biografía del primer autor de un Diccionario de Peruanismos con el seudónimo de Juan de Arona, aunque su verdero nombre fuera el de Pedro Paz Soldán y Unánue, como bien señala Noé.
ResponderEliminarMuy interesante. Una pregunta, ¿saben tal vez quién escribió el texto acerca de la vida y obre de Juan de Arona, publicado en 1867? Yo lo tengo, pero lamentablemente no aparece el nombre del autor, solo sus iniciales en goticas muy difíciles de identificar. (Ah, una cosita: cambien la imprudente "e" por la "i", en "palear"). ¡Un abrazo!
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