Completamente paradójico. Hombre
serio, honrado, sencillo, afable. Una brillante foja de servicios castrenses y
de guerra. Pero, íntimamente, enemigo del militarismo. Como del caudillaje, los
personalismos y del mismísimo presidencialismo. Sin embargo, Presidente de la
República del Perú en dos oportunidades: de 1822 a 1823 y entre 1827 a 1829.
Nunca buscó el poder. Lo llevaron a él de la mano de otros. Con el apoyo de los
liberales de aquella época. No parecía político, ni le gustaba esta actividad. Los que lo admiraban lo calificaban de tenaz.
Nada más y nada menos que Bolívar se lo dijo. Sin embargo, sus enemigos le insultaban
como cobarde total. Capaz de encontrar todo lo grande y lo bello. Así
consideraba a la nacionalidad peruana de nacimiento, ganada a pulso y batallas
de por medio en que se jugó por entero la existencia. Un ser de intensos
sufrimientos a lo largo de parte de su convulsionada vida. Eso sí siempre: sin
ambición, sin astucia y sin insidia. Paradójico, definitivamente, en los
extremos de sus vivencias totales.
Para la elección del primer
mandatario del Perú de aquella época de la república primigenia, el Presidente
de la Constituyente de 1828, Francisco Javier de Luna Pizarro, presentó la candidatura del Mariscal
José Domingo de La Mar y Cortázar,
cuyos partidarios se hicieron notar porque usaban un distintivo colorado. El
militar estaba ausente y fuera del país. Nada había hecho para conseguir tal
distinción. Tan sólo lo escogieron por méritos propios. Por el ejemplo que
acumuló.
El oficial de alta graduación resultó
favorecido por el Congreso al acumularse 58 votos a su favor. Su rival, Andrés
de Santa Cruz, obtuvo 29 adhesiones. En carta particular a Antonio Gutiérrez de
la la Fuente, el candidato vencido calificó la elección de “brusco y sorpresivo
ataque igual al que pueden hacer a un
caminante desarmado unos bandoleros de oficio”.
José de la Mar con la banda presidencial.
caminante desarmado unos bandoleros de oficio”.
José de la Mar con la banda presidencial.
SAN MARTIN
Por su parte, el Libertador José
de San Martin envió sus mejores deseos al nuevo Presidente y ofreció sus
servicios si alguna vez la independencia
es amenazada. Fue elegido Vicepresidente de la República, Manuel Salazar
y Baquijano, quien como La Mar había integrado la Junta Gubernativa de 1822,
disuelta por el motín de Santa Cruz.
Esta designación parlamentaria de corte
enteramente democrático resultó, desde 1821 liberados del yugo español, la
cuarta elección presidencial. Propiamente, la segunda hecha por el Congreso Nacional.
Al escogerlo, Luna Pizarro fue
leal a un viejo afecto. Leal a su doctrina liberal y leal a su temperamento.
Con el alto oficial en el gobierno se alejaban por completo los peligros del
caudillaje, del personalismo y del presidencialismo.
Pero debe considerarse, según
Basadre, como negativo que el boliviano no
fuera elegido. Había en Santa Cruz aptitudes administrativas singulares
y eran convenientes. Pero el hecho concreto es que quedó postergado.
RIVALES
No era su único rival. El Prefecto
del Cusco, Agustín Gamarra, aliado al de
Arequipa, Gutiérrez de La Fuente, no vio con agrado esta elección. Urubamba y
Quispicanchis, provincias del Cusco, se negaron a prestar el juramento de
obediencia al Congreso.
La Mar ejercía el cargo de Jefe Político y Militar
de Guayaquil. Cuando fue sorprendido con la
noticia de que se le había conferido la Primera Magistratura del Perú.
El designado se dirigió al Congreso por medio de una carta para agradecer esta
distinción y subrayó que se embarcaba para viajar a Lima, con el fin de hacer
ver las razones que le asistían para no aceptarla.
El Congreso, en sesión del 7
de de Agosto de 1827, acordó, a pedido
de Luna Pizarro, nombrar una comisión de su seno que debía dirigirse al Callao
el día de su arribo, con la misión de manifestarle que no aceptaba la dimisión
y que debía prestar el juramento respectivo. Vencidos ya sus escrúpulos, entró
a Lima de incognito y se hizo cargo del
Gobierno, después de desembarcar en el puerto de Chancay y así huir de los
festejos que prepararon su llegada.
El día que tomó posesión del poder,
22 de Agosto, fueron estentóreas las manifestaciones públicas y, según relató
un periódico, una serie interminable de
danzas nacionales no cesaban de recorrer las calles de Lima. Los balcones
estaban entapizados, ondeando
banderas con los colores nacionales en las azoteas y las puertas de
infinidad de casas capitalinas.
Cabe destacar que, en actitud honesta y desinteresada, pagó de su
peculio los gastos del baile en Palacio de Gobierno para celebrar este
acontecimiento y no permitió que los abone el erario nacional.
PERUANO
Por otro lado, mucho se dijo, sobre todo sus
adversarios, que no era auténticamente peruano. En efecto, había nacido en Cuenca, territorio actual del Ecuador. Sus
padres: Marcos de la Mar, funcionario
español administrador de las Cajas Reales y la criolla Josefa Cortázar, quienes
residían en Guayaquil y estaban muy ligados a la aristocracia de esa ciudad.
Según ley del Congreso del 12 de
Febrero de 1825, a todos los individuos que habían servido en la campaña del
Perú desde el 6 de Febrero de 1824 hasta el día de la victoria de Ayacucho, se les
otorgó la calidad de peruanos de nacimiento.
Una resolución legislativa
especial, del 15 de Febrero, mencionó su nombre entre los comprendidos en ese
honor. Estuvo a partir de ese momento en
condiciones legítimas y constitucionales de ser elegido como presidente. No
había vuelta que darle.
Busto del insigne peruano.
Busto del insigne peruano.
RECOMPENSADO
En la
ceremonia del juramento de la nueva Constitución, ocho meses después de haber
iniciado su nuevo gobierno, consideró ser “el peruano más feliz y altamente
recompensado”. Al tomar posesión de su cargo dirigió una circular a los
prefectos para pedirles sus ideas y autorizarles a que suspendieran la ejecución
de cualquier providencia que les pareciera perjudicial, exponiendo francamente
sus necesidades. Un nuevo estilo de gobierno.
Como Gamarra y Santa Cruz, fue un
militar español en su juventud. A corta edad viajó a Madrid en compañía de su
tío, Ignacio Cortázar, después Oidor de la Audiencia de Bogotá y Regente de la
de Quito. Había nacido el 12 de Mayo de 1778.
Ingresó al Colegio de Nobles y, rotas
las hostilidades entre España y Francia, participó en la campaña del Rosellón, llegando
al grado de Capitán. Al empezar la guerra de la Independencia española, tenía el grado de coronel. Le tocó combatir
en el sitio de Zaragoza. Luego luchó a
las órdenes del General Black en Valencia, hasta la rendición de este ejército
en 1812.
Prisionero en la ciudad de Dijón,
pudo fugarse a Suiza, gracias a la
protección de un noble francés. Pasó más
tarde a Italia y de allí a España, a donde llegó en Junio de 1814. Tres años después, fue
enviado al Perú como Subinspector del Virreinato y Gobernador del Callao.
Actuó en la primera etapa de la
guerra de la Independencia peruana en las filas del Ejército Realista. Pero al
rendirse los castillos del Callao, no obstante de ostentar el grado de
Brigadier, juzgó terminados sus compromisos con España y aceptó el despacho de
General que le dio San Martin.
GRATITUD
Tal era la confianza ganada en el bando
patriota que presidió la Junta Gubernativa creada al instalarse el primer
Congreso Constituyente. Como premio a sus campañas de guerra, le regalaron la hacienda Ocucaje, ubicada en
el valle de Ica, que la devolvió a su dueño
de nacionalidad española.
El
verdadero problema que el
Gobierno de La Mar afrontó fue de carácter internacional. Ya uno de sus actos
iniciales había sido la orden para que volvieran al escalafón los militares
peruanos destituidos por Bolívar.
En ese
momento, el Libertador representaba para el Perú problemas en el norte y en el
sur. Ello no obstante, el Congreso, al disponer que le fuera comunicada por el Poder Ejecutivo la noticia
de su instalación y las del acuerdo adoptado a cerca de la Constitución
boliviana y las elecciones de Presidente y Vicepresidente, expresó la gratitud
nacional por los servicios que el Libertador prestó a la causa de la
independencia nacional.
GUAYAQUIL
Convenientemente
decidido por la causa patriota y por convicción propia, el militar viajó a
Guayaquil. Allí en esta ciudad lo designaron en 1822 Comandante General de
dicha provincia. Consiguió la capitulación del comandante realista Villegas y
la entrega para el Perú de tres buques: las fragatas “Prueba” y “Venganza.
Además de la corbeta Alejandro. En premio a tales servicios, el Supremo
Delegado Torre Tagle lo reconoció como Gran Mariscal, el 22 de marzo de 1822.
Elegido
diputado por la provincia de Huaylas, concurrió a la instalación del Primer
Congreso Constituyente del Perú y fue elevado a la Presidencia de la Suprema
Junta Gubernativa del Perú, cuerpo colegiado creado por los diputados para
suceder al Protectorado de San Martín. Los otros integrantes del flamante
organismo fueron: Felipe Antonio Alvarado y Manuel Salazar y Baquijano.
En la Batalla de Ayacucho comandó la División Peruana.
En la Batalla de Ayacucho comandó la División Peruana.
Continuando
con el plan que dejó San Martín, organizó la primera expedición a puertos
intermedios contra los realistas que aun resistían en el sur. Pero dicha
campaña fracasó y se le culpó por ello.
Todo ello
hizo que el descontento contra la Junta fuera general y por eso se consideró
necesario establecer un gobierno unitario con un solo mandatario. El 26 de
Febrero de 1823, los generales del Ejército acantonados en las cercanías de
Lima tomaron prisionero a La Mar y obligaron al Congreso a designar como
Presidente de la República a José de la Riva Agüero. En la práctica, lo que
ocurrió fue el primer golpe militar en la Historia del Perú.
MATRIMONIO
Puesto en
libertad, La Mar se dirigió a Chile y después a Guayaquil donde contrajo
matrimonio con Josefa Rocafuerte de familias guayaquileñas cuyo hermano,
Vicente Rocafuerte, llegó a ser Presidente de Ecuador.
Bolívar lo nombró General en Jefe de la División
Peruana del Ejercito Unido Libertador del Perú, el 26 de Enero de 1824, con la
finalidad de reorganizar las fuerzas patriotas en Trujillo. Lo hizo a cabalidad
Luchó en las Batallas de Junín y Ayacucho con una
división especial peruana en este último enfrentamiento. Convenció a Sucre de vencer a los realistas en
Ayacucho, el 9 de Diciembre de 1824, donde su división, la Legión Peruana,
sufrió el más rudo ataque del enemigo. Sin embargo, el grupo, con valentía y decisión indomable, reaccionó a tiempo y finalmente fue el factor determinante para
el triunfo contra los españoles.
Integró
el Consejo de Gobierno instituido por Bolívar que se hizo cargo del Poder
Ejecutivo peruano, durante la estadía del Libertador en el Alto Perú. La
investidura la asumió el 5 de Enero de 1826. Por estos tiempos falleció su esposa Josefa.
No habían hijos de por medio.
PRESUPUESTO
Un hecho
saltante de su segundo gobierno fue el primer esbozo de
presupuesto presentado al Congreso por el Ministro de Hacienda, José de Morales
y Ugalde, con una relación de ingresos y egresos durante el año 1827. Los
gastos sobrepasaron los cinco millones de pesos. Mientras que los sectores de
Guerra y Marina absorbieron casi dos
millones y medio
Durante
este periodo gubernamental, la Constitución Liberal de 1828 se aprobó en
reemplazo de la Vitalicia de Bolívar. La Carta Magna terminó con ciertos
rezagos colonialistas como empleos hereditarios, mayorazgos, vinculaciones y
privilegios.
Asimismo
se abolió la tortura, las penas infamantes y sólo hubo pena de muerte en los
casos de homicidio calificado. Estableció la elección indirecta del
Presidente y el Vicepresidente de la República para un periodo de cuatro años,
inmediatamente renovable. Cámaras de Diputados y de Senadores, cuya renovación se
haría cada dos años por tercios y mitades.
Una
realidad resultó el Consejo del Estado
al que se le encargó la misión de observar y asesorar al Poder Ejecutivo.
Igualmente la creación de las juntas departamentales, como medio de atenuar las
tendencias federalistas.
Retrato a carbón y tinta del Presidente.
Retrato a carbón y tinta del Presidente.
FACULTADES
La Carta
Magna autorizó al Presidente la
posibilidad de suspender las garantías constitucionales e investirse de
facultades extraordinarias por un tiempo determinado, con cargo de informar al
Congreso a cerca de las medidas tomadas.
También se fomentó la industria, la educación, la realización de
estadísticas, la civilización de los indígenas y el apoyo a la inmigración.
La guerra
a que se lanzó no tuvo éxito. Sin embargo al lado de las turbulencias y pecados
que después imperaron, purificada por el infortunio y el destierro, resultó
engrandecida. Su gloria ha quedado sin fervores y sin envidias, sin apasionados
detractores, gloria pálida que sugiere respeto y quizás también piedad, según
Basadre.
Antimilitarista
de alma, depuesto ya una vez por la guarnición de Lima, hubo de apelar al
ejército para solventar las querellas surgidas con la Gran Colombia. En el
proceso de definición de la nacionalidad peruana, constreñida antes dentro de
los vastos planes del Libertador Bolívar.
Las
relaciones del Perú con la Gran Colombia se deterioraron debido en parte a las
diferencias fronterizas. La Mar reclamaba Guayaquil. Mientras que Bolívar
pretendía las provincias enteramente peruanas de Tumbes, Jaén y Maynas.
Los
hechos se agravaron por razones políticas. Estaba por finalizar la influencia
bolivariana. Lo mismo que la Constitución Vitalicia. Hechos que enfurecían a
Bolívar, pues veía que su proyecto federativo se desmoronaba. Más aún cuando se
hizo efectiva la ocupación peruana de Bolivia en 1828, tras la expulsión de Antonio José de Sucre.
LA GUERRA
El
conflicto con la Gran Colombia comenzó con una guerra de papel entre ambos
estados. Por intermedio de la prensa se hicieron mutuas provocaciones e
injurias. El Perú expulsó de Lima al diplomático colombiano Cristóbal Armero,
mientras que en Bogotá no se recibió al similar peruano, Jose Villa,
alcanzándole su pasaporte para que se
retire
Bolívar
declaró la guerra al Perú el 3 de Julio de 1828. La Mar aceptó el reto y
movilizó el Ejército y la Marina peruana
contra el enemigo. Hubo un bloqueo de la costa del Océano Pacífico gran
colombiano y se ocupó el puerto de Guayaquil. Además de la provincia de Loja en
el sur.
Otra
división del Ejército peruano, al mando del mariscal Agustín Gamarra, marchó
desde el sur con el propósito de auxiliar a la Mar. Ambos mariscales,
con 4 mil 500 hombres, planearon ocupar la
ciudad de Cuenca.
Mientras
que el Libertador no pudo ir en persona al escenario de los hechos debido a la
rebelión de los generales José Maria Obando e Hilario López, por lo que ordenó
al Mariscal Sucre organice la defensa del sur de Colombia.
El vencedor de Ayacucho, que hasta hace poco
había sido Presidente de Bolivia, organizó un ejército con veteranos de la
Independencia. Entre ellos contó con el General Juan José Flores, futuro
presidente del Ecuador.
TARQUI
La Mar y
Gamarra no coordinaron bien sus movimientos. Por su parte Sucre, actuando con
habilidad en la madrugada del 13 de Febrero de 1829, sorprendió al parque de
artillería peruano en el pueblo de Saraguro y lo destrozó por completo.
A
continuación, el mismo Sucre, al frente de un ejército de 4 mil 500 hombres,
acorraló y derrotó a una división de vanguardia del ejército peruano, integrada
por unos mil soldados, en el lugar denominado Portete de Tarqui, cerca de
Cuenca, el 27 de Febrero de 1829.
Dicha
división se hallaba aislada del grueso de su ejército y pese a que poco después
acudieron en su auxilio fuerzas al mando de La Mar y Gamarra, éstas no pudieron
restablecer la batalla y optaron por retirarse en posiciones defensivas. Por su
parte, los colombianos fueron rechazados
por los Húsares del Perú.
Tarqui
fue un revés para el Perú, pero no una derrota decisiva. Cada ejército quedó
dueño de su terreno y esperaban que al día siguiente se reinicie la lucha y se
libre la batalla definitiva. No obstante, el imaginario ecuatoriano considera a la batalla Portete de
Tarqui como un definitivo triunfo y se ha consagrado el 27 de Febrero como el
Día del Ejército de ese país. Nada congruente. Si poco real, desde el punto de
vista histórico.
Mariscal Agustín Gamarra.
Mariscal Agustín Gamarra.
CONVENIO
Los
peruanos recuerdan legítimamente el valor desplegado por sus soldados, que en
número reducido en una proporción de uno a cuatro, resistieron vigorosamente el
ataque masivo del ejército colombiano
hasta sucumbir gloriosamente.
La Mar,
viendo que su situación era insostenible porque se le acababan las municiones
y no podía maniobrar en ese territorio
tan accidentado, aceptó negociar con el adversario. El 28 de Febrero se firmó
el Convenio de Girón por el cual se estableció el retiro de las tropas peruanas
del territorio colombiano que ocupó. A su vez, los rivales reconocieron
implícitamente como peruanas a las provincias de Tumbes, Jaén y Maynas
Pero
sucedió que Sucre, inexplicablemente, redactó el parte de guerra y el decreto
de premios expedido para los vencedores de Tarqui, teniendo expresiones que
fueron consideradas falsas y ofensivas.
Por
ejemplo, mandó que en el campo de combate se erigiera una columna en la que se
leía en letras de oro lo siguiente: “El ejército peruano de ocho mil soldados
que invadió la tierra de sus libertadores fue vencido por cuatro mil bravos de
Colombia, el 27 de Febrero de 1829”.
La Mar protestó
en carta que dirigió a Sucre. Aclaró que el ejército peruano sólo sumaba cuatro
mil quinientos hombres y no esa cifra notoriamente abultada. Que en Tarqui sólo
fue derrotada una parte del Ejército.
Que en vano se esperó el ataque final de los colombianos, el mismo que nunca
vino ni ocurrió.
CONTRIBUCION
También
señaló la valiosa y decisiva contribución peruana en las batallas de Junín y
Ayacucho como respuesta al reproche de que el Perú se mostraba desagradecido a
sus libertadores. Remarcó que los colombianos actuaron con salvajismo y
fusilando a buen número de los prisioneros, enrolando a la fuerza a otro grupo
de cautivos.
Por las
razones expuestas, La Mar decidió suspender el Convenio de Girón hasta que se
retiraran los agravios y corrigieran los excesos. Aunque Bolívar calificó de
“quejas de vieja” las observaciones.
Para
cualquier testigo neutral, era innegable que le asistía toda la razón al
Presidente del Perú que estaba dispuesto a continuar la guerra. Pero fue
depuesto y tuvo que salir del país. Gamarra, ya asentado en el poder, arregló
un armisticio con la Gran Colombia y finalmente firmó el Tratado de Paz con
aquel país.
En la
noche del 7 de Junio de 1829, una comisión de jefes fue a las habitaciones de
La Mar con una carta de Gamarra en que le pedía su dimisión. Ellos lo
despertaron y a renglón seguido el agraviado mandó a llamar al golpista.
Recuerdo al mandatario en una estampilla.
Recuerdo al mandatario en una estampilla.
PAITA
El
cusqueño se negó a ir y el Presidente fue obligado a montar inmediatamente en
una mula que lo arrojó de la silla una vez. Lo obligaron, por la fuerza, a irse
rumbo al norte. Exactamente al puerto piurano de Paita. Casi enfermo, andando
toda la noche y al día siguiente hasta ocultarse por completo el sol. Sin
probar ningún alimento.
Gamarra
lo derrocó aduciendo que el artículo 85 de la Constitución, según el cual el
Presidente del Perú debe ser peruano de nacimiento y como no era su caso, tenía
que dimitir. Craso error. Por completo se olvidaba que si poseía, de acuerdo a
ley, la condición de peruano que se exigía por haber peleado en la Batalla de
Ayacucho. Lo de Gamarra era un pretexto
y un ardid de la peor especie.
La frase
entonces usada por Gamarra en una proclama: “No más extranjeros”, no más”,
expresó su afán por representar un
espíritu peruanista que, a sus ojos, no
contrastaba con su actitud antiguerrera.
En la
madrugada del 9, La Mar, el Coronel Pedro Bermúdez, Jefe del Estado Mayor del
Ejército y un pequeño número de esclavos, fueron embarcados en Paita con una
escolta de cazadores del batallón Pichincha, en una pequeña goleta aunque en el
puerto existía un barco grande norteamericano pronto a darse a la vela a Chile.
El 23 de Junio
llegaron a Punta Arenas en Costa Rica, tras un viaje casi sin provisiones. Tan
sólo con arroz, galletas y camotes.
Cuenta, en carta a Luna Pizarro, que los sencillos habitantes del puerto de
Paita vertían lágrimas, viendo en qué condiciones se fue el Presidente. Ahora
bien, felizmente en este golpe de estado no se derramó una gota de sangre ni se
persiguió a nadie más.
Cuando presidió la Junta Gubernativa.
Cuando presidió la Junta Gubernativa.
EN CARTAGO
El escaso
vecindario de Punta Arenas vio, con sorpresa, llegar a la goleta peruana
Mercedes, conduciendo al Presidente y su comitiva. El Gobierno de Costa Rica se
esforzó en atender a su inesperado huésped. Los diputados cedieron sus dietas
para la recepción de bienvenida que se cumplió en San José.
Después
de su festejado arribo, radicó en
Cartago que quizá le recordó su tierra natal, Cuenca, por su relativa altura y
sus añejas costumbres. Su vida fue allí de recogimiento y de amargura. Viudo
y sin hijos envió poder a Lima para casarse con su sobrina
carnal, Angela Elizalde. Pero nunca, por
una razón u otra, pudo hacerlo. Ella murió en olor a santidad. La amortajaron
como a las vírgenes: de blanco y con palmas.
El
Presidente no tuvo, pues, cerca a nadie de su familia. El abatimiento más que
la edad fue minando su salud. Aparte de sus seis esclavos, no contó sino con la
asistencia del Coronel Bermúdez. Falleció el 11 o 12 de octubre de 1830. Poco
tiempo antes había sido asesinado Sucre. Y poco tiempo después, moría Bolívar.
ENTIERRO
La
ceremonia de su entierro conmovió a
Cartago y el ataúd fue llevado en hombros de los seis esclavos. Lo que excitaba
mayor curiosidad, por no decir admiración, era
no solamente el nunca visto aparato militar, sino también el soberbio
caballo de batalla que el general había traído del Perú, ataviado con
brillantes arreos e insignias militares del finado y conducido ante el féretro
por vistosos jinetes.
Para
aumento de novedad y formando parte del numeroso acompañamiento, el inseparable
compañero de La Mar cuando salía a pie o a caballo y que siempre estaba a su
lado: el chivo del Cuzco. Lo llamaban así
al carnero traído desde tierras lejanas
por el general. Hermoso ejemplar de raza que no se sabe por qué razón o
capricho formaba parte de la comitiva
del célebre personaje.
Su
acompañante Bermúdez se casó en Costa Rica y volvió al Perú gracias a una ley
de amnistía en 1831. No pasó mucho tiempo y fue nombrado Ministro de Guerra de
su enemigo y perseguidor, Gamarra.
Con lo cual, según algunos, violó toda lealtad
póstuma para con su jefe y compañero de destierro. Este hecho contribuyó a la
debilidad de su candidatura presidencial posteriormente. Junto con Gutiérrez de
La Fuente volvió a Costa Rica en 1835 y permaneció allí hasta dos años después.
CODICIA
El
cadáver de La Mar fue exhumado por orden del Presidente centroamericano Morazán
que había recibido ese encargo de Bermúdez en Lima en 1841. El historiador costarricense
Iglesias, que lo vio entonces, halló restos descarnados y en confusa mezcla con
los destrozos del rico uniforme y bordados de oro afiligranado.
Una
sublevación popular derribó a Morazán y el cadáver quedó en poder de un oficial
salvadoreño, siendo objeto de la codicia de otros interesados porque era
guardado en una urna de oro.
Gracias a
las gestiones de la señora Francisca Otoya, vecina de Paita y esposa de un
alemán avecinado en Costa Rica, salieron los restos del territorio de esa
república en 1844. Muy posible es que la señora Otoya los habría guardado tres
años, pues al Cementerio de Lima llegaron el 4 de Marzo de 1834. Fueron repatriados
después de una curiosa controversia entre el gobierno peruano y el ecuatoriano
que quiso recogerlos.
Resultó un hombre serio, sencillo y afable. Poseía
una brillante foja de servicios que se iniciaba con las campañas hechas en
España contra la invasión napoleónica y con el grado de Mariscal de Campo que
obtuvo en el ejército español. Incluida la Batalla de Ayacucho, en cuyo comando
tuvo intervención eficaz.
CARACTERISTICAS
Pero íntimamente
no era militarista. Por eso, precisamente, los liberales lo llevaron dos veces
al poder que obtuvo así por la falta de las características que en otros se
convirtió en la única justificación para alcanzarlo. Incluso se decía que aceptó
la alta magistratura con repugnancia. “Hasta el nombre de Presidente me asusta”,
había escrito en 1826.
Sus
enemigos afirmaron que era un cobarde denodado. Bolívar lo definió mejor que
nadie al llamarlo “el más tenaz y el más tímido de los hombres, capaz de todo
lo grande y lo bello y al mismo tiempo incapaz de quererlo hacer”.
Al lado
de su falta de ambición, de astucia y de insidia, había quizá una enfermedad crónica. Acaso su rostro alimonado y sus ojos color
caramelo claro ocultaban una afección hepática y una tenaz depresión nerviosa.
Representó
dos cosas paradojales: un Ejecutivo de base parlamentaria y moderado en lo
interno, con una ilusión expansionista en la frontera norte. En la convulsión
de la política peruana, sus virtudes resultaron
defectos. Sus enemigos pudieron capturarlo en su alcoba gracias a la
sencillez de su vida. Los consejeros lo dominaron merced a su tolerancia. Resultó un privilegio tenerlo como contenedor
o contrincante. Un hombre descollante de la Historia del Perú. No obstante sus
paradojas en todo orden de cosas. (Edgardo
de Noriega)
Muy interesante y precisa semblanza. Gracias por compartirlo. También instituyó que mi región Tacna sea considerada como Ciudad Heroica de Tacna, con fecha 26 de mayo de 1828. Fdo. José de La Mar Presidente del Perú
ResponderEliminarInteresante, aunque mucha repetición de lo escrito por Basadre, casi literalmente. Repite sin mayor análisis lo que para mí es un error de Basadre, creer que La Mar tenía una "ilusión expansionista". No habían ninguna intención expansionista en La Mar. No pretendió jamás arrebatar a otro país su territorio para incorporarlo al nuestro. No son fundadas esas pretensiones de algunos escritores. Lo que sí pudo haber soñado es en independizar lo que hoy es Ecuador separándolo de la Gran Colombia, lo que al final sucedió.
ResponderEliminarbuena información , me sirvió de mucho
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