En el golpe de mano de Noviembre
del año 1860 contra Castilla intervinieron hombres de mucho peso y de
probadísimo valor y a pesar de lo bien combinado del plan y del arrojo de
muchos de los comprometidos, fracasó la intentona.
La razón del complot
revolucionario estribaba en el descontento de los liberales por el cambio de
frente de Castilla, y en él estuvieron entre otros-casi nadie- José Gálvez, a
quien se sindicó como Jefe: Miguel Grau, los Alarco, Ricardo Palma, Manuel
Marcos Salazar, Pedro José Saavedra y muchos más.
Castilla demostró tener grandeza
de alma, desoyendo las voces calumniosas y canallescas, que en estos casos
nunca faltan contra hombres que habían probado su patriotismo, que luego
confirmaron en forma culminante y no quiso aceptar las dimisiones que por
delicadeza presentaron de sus cargos diplomáticos los hermanos de Gálvez, Pedro
y Manuel María.
Ellos se acababan de recibirse de
abogados, precisamente el día de la revolución. La reserva se mantuvo de forma
estricta. En este golpe de estado hubo una serie de incidentes pintorescos y
entre los que más valor sereno demostraron estuvo Pedro José Saavedra, que
atravesó la Plaza de la Merced, de la calle de Jesús Nazarenos a Lescano entre
un diluvio de balas y como le preguntaron por qué se había expuesto tanto,
contestó: “¡Cómo no lo iba a hacer, si en la esquina me miraba don José!”
Ramon Castilla un politico exzcepcional
Ramon Castilla un politico exzcepcional
MIEDO
Un ardiente admirador del General
Cáceres puso el siguiente letrero en una de las calles de Lima: “El General
Cáceres nunca tuvo miedo”. Un estudiante probablemente en el mes de diciembre
añadió abajo: “Porque nunca dio examen”.
El General Zuloaga tuvo, cuando
era Coronel, un asistente apellidado Puco, moreno él y dicharachero y gracioso
como pocos. Tenía Puco la costumbre de hablar de tú a cualquiera y cuentan que
en una ocasión de servir afablemente a su jefe le preguntó:
-¿Tomarás café o tomarás té?
-Tomaré café contestó el Coronel
Zuloaga, viendo que se le daba a escoger. Pero incontinente, Puco le dijo:
-Pues tomarás té, porque no hay
café…
Que el General La Cotera, fue hombre de probadísimo valor
personal y de gran arrogancia, es cosa por todos sabida. Pero quizás no sepan
muchos es un acto suyo cuando el pronunciamiento del batallón “Guardia Peruana”
en 1879, en momentos que La Puerta estaba encargado del mando como
Vicepresidente y La Cotera desempeñaba la cartera de Guerra.
DISPARO
Las crónicas de esos días
describen el valor enorme que reveló La Cotera, pero naturalmente no pueden
consignar todos los detalles. Entre ellos hay uno particularmente expresivo.
Un señor-cuyo nombre no
mencionaremos- disparó contra Cotera, desde el balcón del Club de la Unión que
da a la plaza, cinco tiros. El bravo general no lo veía. Volvió La Cotera,
sentó su caballo frente al balcón y encarándose con quien supuso que le había
disparado le gritó, sin intentar siquiera hacer uso de su arma: ¡“Miserable! Te
desprecio”.
Cuando el Contralmirante Montero
era jefe de la división de Arica en la época de la guerra, fue a recibir a Grau
que tenía menos graduación que él y que acababa de llegar con el Huáscar.
Bajaron juntos a tierra y Montero dio el brazo a su gran paisano y amigo.
Grau, que era hombre disciplinado
y respetuoso quiso ceder el sitio, de honor diremos, a Montero, más éste con su
habitual modo cariñosamente, le dijo: No, Miguel, hoy te toca a ti”.
Cuando el General Mitre vino a
Lima gobernaba Castilla, quien dio en honor del ilustre desterrado argentino un
paseo a Amancaes. A la hora de escoger los caballos, presentaron al Mariscal, entre
otros, uno muy hermoso, pero de mucho brío y nervioso y como alguien observara
que era de peligro, dijo Castilla: “Que brío, ni que brío: se trata de un
general y general gaucho por añadidura.
El caballo apenas fue montado por
Mitre dio un corcovo y arrojó al huésped en pleno patio de Palacio, ante el
bullicioso comentario de toda la concurrencia. Parece que Mitre no perdonó
nunca a Castilla ni al Perú la criollada de nuestro Mariscal.
Mitre no congenió al parecer con el Perú
Mitre no congenió al parecer con el Perú
EXAGERACIONES
En materia de exageraciones,
pocas más graciosas que la de Joaquín Suarez La Croix refiriéndose a un prólogo
escrito por el Comandante Montani, a no sé qué obra de carácter
histórico-militar que había escrito.
Leyó el prólogo Montani a su
amigo y éste después de escucharlo, se fue a “La Prensa” y ante un grupo de amigos
dijo: “Me acaba de leer Alejandro Montani, un prólogo, que juntó a la historia
de César Cantú, resulta un telegrama…”
En una comida que le dieron, hace
algún un tiempo, a Hernán Bellido hubo una discusión entre un Capitán del
Ejército y el poeta José Carlos Chirif, agriándose los ánimos, al punto que el
capitán sulfurado y un tanto agresivo por las libaciones, le dijo a Chirif: “Fíjese
usted que tengo tres galones”, y Chirif sin inmutarse y cuadrándose se limitó a
decir: ¿Y cuántos litros tiene un galón?
El General Castilla tenía un medio segurísimo de saber
cuando un soldado de la sierra se le iba a desertar. Según él cuando la
nostalgia indígena era ya incontenible, el indio se ponía a cantar a media voz
o a silbar aires de su terruño. Por eso en cuanto escuchaba a algún recluta
entonar un huaynito o un yaraví, ordenaba que se le diera veinticinco látigos,
porque, como él decía, indio que silba aires de su tierra, desertor seguro.
AYUDANTE
Tenía Ramón Castilla entre sus
ayudantes uno especialmente listo y algo petulante, que en cierta ocasión se resintió
con el Mariscal, porque no le había confiado una difícil comisión, llegando a
decir en son de reproche: “¡Si yo tengo manos para todo!”
Pasaron los años y en la segunda
administración del Mariscal, llegó una noche de tertulia a casa del Mariscal el
ayudante de marras, hecho ya todo un coronelazo y le dijo con alarmada voz al
Presidente: “Señor, en Plumeros en casa de Gálvez, están reunidos ahora mismo
los conspiradores”
El General en voz alta, le contestó
y muy tranquilo: “Pues ahora mismo también, vaya usted y tráigamelos a todos
del pescuezo”, y como observara el Coronel que eran muchos, Castilla se lo
quedó mirando sonriente y le dijo: “¿No habíamos quedado en que usted tiene
manos para todo?”
Tres peruanos llegaron a alcanzar
la alta clase de Capitanes Generales en España en los siglos XVII y XVIII y
ellos fueron Vásquez de Acuña, Marqués de Casa-Fuerte, Avellaneda, Marqués de
Valdecañas y Pedro Corveto.
En una de las administraciones de
Castilla fue este invitado a examinar el Seminario y asistió con su Gabinete.
Cuando se presentó el primer alumno, le pasaron la tabla, que así llamábase
entonces el programa y Castilla con entonada voz preguntó: ¿Qué es Psicología?.
El Ministro de Educación le susurró
alarmado: “Mi General en griego se dice Psicología, a lo que Castilla en voz
alta replicó: ¿Psi? Pues el Gobierno no está obligado a saber griego. A ver
joven: ¿Qué es Psicología?
Dibujo caricaturesco de los politicos de la época
Dibujo caricaturesco de los politicos de la época
MONTONERA
Al General Morales Bermúdez le
hacían las visitas de su antecesor y protector el General Cáceres la misma
gracia que al pupilo las del tutor, pero como no podía excusarse de recibirlo
cuentan que, después de desahogarse a la criolla, daba un golpe sobre la mesa,
y decía suelto de huesos al anunciante: “Que dentre”.
El argentino Francisco de Paula
Otero que fue General y prócer de la Independencia, formó con grandes esfuerzos
en el departamento de Junín una montonera. Hombre activo, enérgico, valiente,
contribuyó con eficacia y denuedo a la obra de la libertad, pero no era militar
y se improvisó de tal para cooperar a la lucha con los godos.
Refiérese que en cierta ocasión,
en Tarma, hallóse con que tenía reclutados más nombres de los que en esa época
formaban una compañía y no sabiendo cómo llamarlos y pareciéndolo poco
arengarlos como compañía, les grito estentóreamente: “¡Compañón marchen!”
Había en Pacasmayo, no hace
muchos años, un peluquero llamado Cedrón, hombre parlanchín y decidor, que
había acaparado la mejor clientela, considerándosele como el mejor monda de cocos
y rapabarbas de toda la circunscripción.
CABALLERO
Entró un día al establecimiento
un caballero bien portado, entrado en años ya, de continente severo y reposado.
Cedrón solícito y dicharachero comenzó a atenderlo. Fijóse, el caballero en un
retrato colocado sobre el espejo central. Era del General Cáceres, arrogante en
su figura enhiesta.
Picóle la curiosidad el retrato y
dirigiéndose al Fígaro, le preguntó: ¡Parece que es usted partidario de ese
militar? Oir esto Cedrón y declarar su devoción resuelta por el héroe de la
Breña fue todo uno y entusiasmándose dijo de su partidarismo, de las campañas
en que al lado de Cáceres estuvo tanto
contra los chilenos, como contra el cholito flojo del General Iglesias.
Parece que esta última frase
interesó sobremanera al cliente, quien comenzó a interrogar a Cedrón minuciosamente
quedando el pobre don Miguel cual digan dueñas, pues Cedrón no c reía ni en lo
de San Pablo ni en lo del Morro Solar y mareado por su propia incontenible
charla, llegó a afirmar que él, con sus propios ojos le había visto correr más
de una vez
Concluyó de servir al sonriente y
afable caballero y sacó este de su monedero una libra de oro y la entregó al
rapabarbas, que buscó afanosamente vuelto.
Pero el cliente con sencillez le dijo: que no se preocupara y guardase
el vuelto como un obsequio por la sabrosa charla que tanto le había distraído.
Abrió tamaños ojos Cedrón que no esperaba tanta rumbosidad y quiso conocer el
nombre del generoso señor.
Iglesias y el corte de pelo.
Iglesias y el corte de pelo.
IGLESIAS
Muy tranquilo entonces, dijo
éste:
-Guarde eso, mi amigo, en
recuerdo del cholito flojo del General Iglesias”
Cedrón casi cae de rodillas, se
rectificó, se enredó y según dicen personas que presenciaron la escena, poco
faltó para que dijera a Iglesias el bendita sea tu pureza…
Cuando la revolución contra
Echenique, el General Mendiburu aconsejaba atacar a Castilla, antes de que éste
se reuniese con San Román, de quien Mendiburu tenía alto concepto como militar
y por fin, después de muchas meditaciones, el brillante y poderoso ejército de
Echenique salió en dirección a Jauja, donde se aseguraba se encontraban los
castillistas.
Y así fue en efecto. Pero con
asombro de todos, ni Echenique atacó a Castilla, ni éste a aquel. Mientras uno
mandó preparar rancho, el otro ordenó lavar los rifles. Y de la noche a la
mañana, sin que se llegará a saber el motivo, las tropas del Gobierno
regresaron a marchas forzadas hasta Lima, dando lugar a que Castilla,
adelantándose a Cáceres en lo del huaripampeo, se uniese a San Román y ganase
por estas unión la batalla de la Palma. Pues bien: los limeños, al inesperado
regreso de Echenique, lo bautizaron con el gracioso nombre de: “la toma del
aliento” (Páginas seleccionadas de las "Obras
Completas" que pertenecen como autor al consagrado escritor y político,
José Gálvez Barrenechea.)
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