Casi en el umbral de una crisis
que conmovió los cimientos económicos del mundo, Hipólito Irigoyen retorna a la
Casa de Gobierno con 77 años, desgastado y enfermo. Fue el 12 de Octubre de
1928, pero en esta ocasión no se
reeditaron las multitudinarias y asombrosas manifestaciones de júbilo popular
que superaron los cálculos de sus propios adictos doce años antes.
El “viejo” llegó acompañado de una esperanzada expectativa,
pero esta vez su triunfo no fue la eclosión de un caudal popular que llegaba
por primera vez al poder como en 1916, sino la conjugación de fuerzas que
vieron en la coalición de antipersonalistas y
conservadores la imagen de una reacción aristocrática y oligárquica.
No fue, en ese sentido, una
votación por alguien, sino contra alguien. Un ánimo eleccionario que suele
viciar la claridad de los objetivos de la ciudadanía. El radicalismo
irigoyenista llegó al poder por segunda vez con una grave enfermedad que minó
paulatinamente su organismo y terminó por sepultar, definitivamente, las
aspiraciones de un afligido e importante sector del pueblo.
Una camarilla de ineptos y
obsecuentes rodeó al veterano líder radical, asfixió sus posibilidades de
opinión, lo aisló implacablemente del país y del movimiento, y en muchas
instancias llegó a gobernar a sus espaldas.
El caudillo se despersonaliza,
mientras a su alrededor un verdadero círculo áulico adjudica a sus amigos en
forma desaprensiva los puestos públicos,
crea grupos civiles armados quienes en colaboración con los “cosacos” de la
policía, instan y promueven la violencia.
Irigoyen: líder radical argentino
Irigoyen: líder radical argentino
CRISIS
Una generación habituada durante
varios años al bienestar y al lujo engañoso mira hacia Nueva York, donde una
crisis fulminante de los valores produjo una catástrofe en la Bolsa. En pocos
días se esfumaron treinta mil millones de dólares de papeles bursátiles, una
cantidad superior a la deuda de toda la nación.
La inescrupulosa especulación de los banqueros de Wall Street
había desbordado los supuestos mecanismos de autorregulación y muchos países
sintieron las ramificaciones del caos.
El crédito se restringió imprevistamente y fue cortado, los negocios se
paralizaron, hubo corridas en los bancos.
Varios de ellos, como el Hogar
Argentino, El Español, El Argentino-Uruguayo, firmas y empresas importantes,
cerraron definitivamente, mientras las finanzas y la administración de Hipólito
Irigoyen presentaban un panorama lamentable.
En los dos ejercicios financieros
registrados durante la segunda presidencia del caudillo radical, las expensas excedieron
a los recursos reales en 549 millones de pesos y la deuda flotante creció en la
misma cantidad. El déficit aumentó velozmente y las rentas declinaron.
DESEQUILIBRIO
En 1929, los gastos totales
ascendieron a cerca de mil millones y los recursos a 756 millones. Un año después se agravó el desequilibrio, y en
1930, antes de la revolución de septiembre, la
deuda flotante llegó a los mil
doscientos millones.
Disminuyeron las importaciones y por consiguiente las
rentas aduaneras, la deflación trajo aparejada la caída de los precios,
alteraciones en el comercio, declinación en las exportaciones, depreciación e
inestabilidad monetaria.
El gobierno de debatía en su
propia impotencia, la administración pública no pagó los sueldos durante largos
meses y se sucedían las cesantías. El descontento crecía al mismo ritmo que
aumentaba el número de desocupados, mientras la opinión pública sumaba a su
malestar la alarma ante el suicidio de algunos funcionarios.
Entretanto el Congreso ofrecía un
triste espectáculo con una mayoría calificada de “genuflexa” e inoperante, cuya
única y aparente aspiración era la de expresar su reverencia a la figura de un
dirigente agobiado y carente ya del apoyo popular que había conformado su más
preciada y legítima razón de existencia política.
La agonía del régimen se
perfilaba, en ese extraño, a veces
injusto devenir, que en la historia de la humanidad encumbró y dejó caer
cruelmente a hombres y gobiernos. La revolución comenzó a tomar cuerpo en los espíritus,
dejó de ser una idea vaga y lejana, un sueño aventurado y delirante.
Ricardo Rojas explicó en 1932:
“El gran pecado del radicalismo, acaso, ha consistido no tanto en el desquicio administrativo,
sino más bien en haber violentado la ley en Córdoba, Mendoza y San Juan.
Muy cerca de la Estación Plaza Constitución vivía el político.
Muy cerca de la Estación Plaza Constitución vivía el político.
OLVIDO
En haber anulado la colaboración
del ministerio y el control del Parlamento por un mal entendido sentimiento de
la solidaridad partidaria. En haber descuidado la selección de sus elegidos y
en haber coaccionado a la oposición mediante instrumentos demagógicos.
Todo esto significa el olvido del
radicalismo histórico de su dogma de sufragio libre, de su programa
constitucional y de sus ideales democráticos. Acaso por el ello el Gobierno
cayó sin lucha en 1930.
El malestar de la opinión pública
se hizo sentir en dos hechos significativos que fueron prolegómenos del
derrumbe. En las elecciones parlamentarias de 1930, un grupo de jóvenes se une en
una fracción disidente del socialismo bajo la denominación de “independientes”
y consigue derrotar al gobierno en su propio reducto de la capital.
Fue una severa advertencia. Poco
después, un mes antes del pronunciamiento de Uriburu, el Ministro de
Agricultura, Juan B. Fleitas, no pudo
pronunciar su discurso inaugural en la Exposición de Ganadería en Palermo,
porque una formidable silbatina lo obligó a retirarse.
DOCUMENTO
Como un claro ejemplo de la
gravedad de la situación, los historiadores rescatan un documento firmado por
Joaquín Llambías, amigo del presidente e intendente municipal durante la
primera presidencia de Irigoyen.
La carta hallada en la casa del
viejo caudillo el día de la revolución expresa entre otros conceptos:
“Extinguidas todas las esperanzas de una reacción de su parte contra los graves
errores en que incurre, después de las halagüeñas promesas de sus primeros actos, en que
parecía que todo iba quedar de lado ante la la obra de administración que se
esbozaba, considero como un deber ineludible hacerle llegar el dolor que como ciudadano y como amigo que fui,
siento al contemplar la grave situación que se está creando en el país”.
El desprestigio del gobierno
aumenta. Los partidarios interesados lo empujan hacia todos los errores
posibles y ya se cierra sobre todos la amenaza de la vileza, el delito y la
¿Puede ser esa el fin de una acción de tantos años enarbolada como una
esperanza?
Solo y sin amigos, no de esos que
adulan, sino de los que sufren al decir amargas verdades ¿podrá usted finalizar
sus días con la serenidad del hombre que ha llenado honradamente su misión?
Esto debía decirle. Quizás aún
esté a tiempo. Inspírese en ideas de
noble patriotismo y muestre así su fuerza de carácter. La dramática exhortación
de Llambías no llegó a tiempo o no fue escuchada.
GOLPE
El 6 de Septiembre de 1930 el
Teniente General José F. Uriburu, al frente de los cadetes del Colegio Militar, la Escuela de
Comunicaciones, tres escuadrones del 1° de Caballería y apoyo Aéreo, toma la
Casa de Gobierno, casi sin resistencia
La crónica de la época consigna
sólo un tiroteo con radicales personalistas en la Plaza Congreso, en el que
hubo muchas víctimas, entre ellas, los cadetes Jorge Guëmes y Carlos Larguía.
Uriburu toma el poder con apoyo popular.
No fue una vulgar asonada, sino
la reacción ante el desorden y el caos, la exigencia de un “viento moral” que disipara la densa
atmósfera que cubría la administración de uno de los hombres que más había sido
querido por su pueblo.
El anciano presidente buscó refugio y apoyo en el Regimiento 7 de
La Plata, donde finalmente fue obligado a renunciar y posteriormente trasladado
a la Isla Martín García. Tanto la figura de Uriburu, como el movimiento del 30
no pueden someterse a juicios demasiado peregrinos. Uriburu gozaba de
prestigio, simpatía y de la adhesión de sus camaradas de armas. Estaba considerado
como un hombre probo, recto, valiente y desinteresado.
Escritos pertenecientes al que fue presidente de la Argentina.
Escritos pertenecientes al que fue presidente de la Argentina.
PERSONALIDAD
Tal vez la mejor definición de su
personalidad se exhibía en el documento que le encargo redactar a Leopoldo Lugones, un mes antes de la
revolución, y que expresaba: “Los miembros del gobierno provisional contraen el
compromiso de honor de no presentar ni aceptar el auspicio de sus candidaturas
a la Presidencia de la República”.
En cuanto al movimiento sería
ingenuo soslayar los factores políticos que pesaban en el mundo en 1930 y que
nutrieron por distintas vertientes la ideología del pronunciamiento. Grupos de
jóvenes contrarios al conservadorismo político y al izquierdismo, disconformes
con el sistema individualista que había imperado en la Argentina y partidarios
de gobiernos fuertes, que constituyeran una solida muralla ante los avances del
comunismo soviético, fundaron un periódico que se tituló “Nueva República”, en
el que colaboraba nada menos que Lugones y cuyo primer aniversario fue celebrado
en el Restaurante Munich, con la asistencia del General Uriburu.
Allí comenzaron a gestarse la
Liga Republicana y la Legión de Mayo, fuertes y vitales soportes cívicos del
movimiento popular del año 30, que curiosamente perdió su consistencia a menos
de 6 meses de su exaltación.
Benito Mussolini surgía en Europa
al frente de un movimiento arrollador que habría de signar buena parte de la
historia contemporánea. Con un gabinete brillante, en circunstancias favorables
luego del caos del radicalismo personalista y con un manifiesto apoyo popular, ¿Cuáles
fueron las causas del rápido ocaso del movimiento del 30?
LUGONES
Los analistas políticos no
vacilaron en señalar en ese aspecto habilidad o confianza por parte de Uriburu
en la recuperación institucional del país. El documento escrito por el vate
Lugones señalaba:
“El gobierno provisional
inspirado en el bien público y evidenciando los patrióticos sentimientos que lo
animan proclama su respeto a la Constitución y a las leyes fundamentales vigentes y su anhelo
de volver cuanto antes a la normalidad ofreciendo a la opinión pública las
garantías absolutas a fin de que a la brevedad posible, pueda la nación, en comicios
libres, elegir sus nuevos y legítimos representantes.
El párrafo contrariaba los
tiempos de una revolución que inevitablemente suelen ser largos para lograr sus
objetivos de saneamiento y reactivó las apetencias de los políticos que no se
habían resignado a perder el poder.
Los hechos avalaron esta
hipótesis, puesto que afines de febrero de 1931, el gobierno resolvió convocar
a elecciones en la provincia de Buenos Aires que ganaron los radicales con
Honorio Pueyrredón a la cabeza.
Varios políticos argentinos de la época
Varios políticos argentinos de la época
DESCONOCIMIENTO
El episodio demostró que el
radicalismo personalista no había desaparecido y motivó, debido a que ninguno
de los dos partidos que se presentaron alcanzaron la mayoría para consagrar a
sus propios candidatos, la caída del ministerio y la crisis del gobierno y de
la revolución.
El gobierno de Uriburu desconoció
el resultado de la elección y precipitó su caída. Ensoberbecidos por el
resultado, los radicales comenzaron junto con otros grupos políticos a
presionar, hubo intrigas, un motín encabezado por el Teniente Coronel Gregorio
Pomar que tuvo ramificaciones, un grave enfrentamiento entre Uriburu y Alvear,
que le valió a éste su deportación,
mientras el estado de salud del presidente se agravaba día a día, como
consecuencia de una úlcera al estómago que le provocaba dolores intolerables
Las conjuras, presiones, su
propia enfermedad que le ocasionó poco después la muerte y el escaso tiempo de
su gestión no le impidieron a Uriburu realizar una labor ponderable. En un año
y cinco meses reorganizó las reparticiones administrativas, impuso drásticas
economías en los gastos, suprimió los empleos innecesarios, puso en práctico un
severo plan de saneamiento y logró que el nivel general de los precios
descendiera en beneficio del consumo.
Irigoyen en 1893.
Irigoyen en 1893.
CIRCULACION
Mantuvo la moneda en su valor y
el monto de los billetes en circulación se redujo notablemente. En el año 1926,
la circulación de billetes era de 1.319.800.000, el año 1930 fue de
1.306.200.000 y en 1931 de 1.220.300.000. Es decir que había 99.500.000 menos
que en 1926 y 85.900.000 menos que el año anterior.
Uriburu creó la Junta de
Abastecimientos con el objeto de asegurar el abaratamiento de los artículos de
primera necesidad, elaboró un plan de construcciones de elevadores de granos,
creó el Patronato Nacional de Menores y
fundó la Academia Argentina de Letras.
El 20 de Junio de 1932 entregó las
insignias del mando al General Justo, expresando: “Lo que es un exceso de mis
escrúpulos hubiera deseado evitar, el pueblo soberano lo ha consagrado. Hoy
puedo deciros que el pueblo ha sido más justo que mis sentimientos”… El
flamante Presidente calificó a Uriburu de “ciudadano general” y el pueblo,
congregado en la Plaza de Mayo, lo aclamó apoteósicamente.
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