sábado, 22 de septiembre de 2018

LOS GRANDES MERITOS DE OQUENDO

Uno de sus virtudes indiscutibles es que hizo mucha labor de difusión a profundidad, escribiendo con magnifica pluma de periodista, durante una punta de años admirable: más de cuatro décadas de constante comunicación especializada. La gran labor no quedó allí para, Abelardo Oquendo Cueto, porque también fue uno de los mejores críticos literarios del medio. Lo mismo que editor de libros y revistas de este tipo y de renombre que lo convirtieron en una figura de polendas en estas especialidades humanísticas. Adicionalmente, el estudioso pasó gran parte de su vida dedicándose a la docencia universitaria y ejerciendo la enseñanza de la Lingüística y la Literatura. Se trata de otros grandes méritos, de los muchos que efectivamente tuvo. Hombre de valor, Hombre íntegro, culto y capaz que contribuyó, como pocos, al desarrollo cultural peruano.
Oquendo era de los que destacaba la riqueza múltiple de la poesía peruana. Pero también se inclinaba a subrayar la calidad de su narrativa, con un mundo admirable de lectores en ambos casos. Un convencido del impulso que se le debe dar a estos aspectos tan vitales de la sabiduría nacional, como parte efectiva de nuestro progreso permanente. A lo largo de su vida intelectual, el periodista colaboró en los diarios “El Comercio”, “Correo”, “La Crónica” y “La República”.
Asimismo, cofundador de la Revista “Hueso Húmero”, conjuntamente con el poeta Mirko Lauer. Cursó estudios avanzados en el campo de las Letras en la Universidad Católica. Mientras que en San Marcos estudió Derecho. Incluso, posteriormente, trabajó como abogado en bufete profesional. Fue becado a España para hacer una tesis doctoral sobre la obra de Ricardo Palma.

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Oquendo: La intelectualidad y el gran valor.

EDITOR
También ha sido editor y animador de diferentes publicaciones como Literatura, Amaru, Proceso y Mosca Azul. En esta última editorial, asociado también con Lauer, se publicaron, por su trabajo y empuje, unos 500 títulos. Convirtiéndose en una de las más prestigiadas a nivel nacional
Justamente con su gran amigo, Luis Loayza que también acaba de morir, fundó la revista Literaturaproyecto al que se unió Mario Vargas Llosa. Pero solo llegarían al tercer número. Eso sí, los tres de entera calidad. El viaje de Loayza y Vargas Llosa a Europa desuniría el “'triunvirato”, formado a fines de los años cincuenta. 
La amistad con el Nobel de Literatura era grande. Por eso mismo , el gran escritor dedicó a sus camaradas la novela “Conversación en la Catedral” (1969) de la siguiente manera: “A Luis Loayza, el borgiano de Petit Thouars, y a Abelardo Oquendo, el Delfín, con todo el cariño del sastrecillo valiente, su hermano de entonces y de todavía, Mario Vargas Llosa"
Entre sus publicaciones más destacadas están: Poesía Continuidad Maravillosa (1958), Breve Manual de Puntuación (1969), Vuelta a otro Margen (1970) en colaboración con Mirko Lauer, Narrativa Peruana ( 1950-1970), Surrealistas y otros Peruanos Insulares (1973), José María Arguedas. Un mundo de demonios y de fuego (1993)
Era un conversador animoso y excepcional, amante total de los libros y de la inteligencia de los seres humanos. Como le gustaba hablar de estos temas. Elegante en su modo de ser y en su vestir. Le gustaba el humor y se expresaba así continuamente.

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Oquendo, Vargas Llosa, Salazar Bondi y sus respectivas esposas

CORAJE
Erudito con gusto y con criterio. Sereno por naturaleza y por convicción. No le tuvo miedo a la muerte. La esperó con gran coraje y dignidad. Incluso cuanto le atacó un cáncer. Lamentable hecho, que a la larga, le quitó la vida.
El distinguido hombre de letras se negó a ser operado y tratado. Le decía a sus familiares y amigos que “pronto vendría” la parca. Y así fue: Abelardo dejó este mundo a los 88 años, el 31 de Julio del 2018, rodeado de su esposa Pilar Heraud (Pupi) y de sus hijos: Abelardo, Patricia y Claudia Oquendo Heraud.
Fue el gran asistente que tuvo el renombrado creador, Emilio Adolfo Westphalen, en la revista Amaru de los años 70. Colaboró en la edición de la obra del poeta César Vallejo, con su viuda Georgette. Uno de sus escritos más destacados fue el prólogo que hizo al libro de Luis Loayza, “El Avaro”, publicado por el Instituto Nacional de Cultura (INC). Entre sus escritores preferidos estaban Borges, y Robert Walnser, cuyo Jacobo von Gunten fue tema de una reseña de su autoría.
Nació en el Callao el 16 de enero de 1930. Como intelectual considerado por muchos entendidos como “libre, agudo y brillante” Mantuvo, a lo largo de los años, un perfil y una identidad de cultura total. Jefe del departamento de Humanidades de la Universidad Nacional de Ingeniería, donde también fue Director de Proyección Social.
Aunque en sus años universitarios tuvo algunos escarceos narrativos y poéticos, optó por dedicarse casi plenamente a la crítica literaria, bien sea a través del artículo periodístico, el ensayo literario, o el prólogo de obras de creación.
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Loayza, Francisco Bendezú y Oquendo: hombres de letras

RECUERDOS DEL NOBEL
Fue jurado en diversos concursos literarios tanto en su país como en el exterior. Entre ellos: el Premio Casa de las Américas en Cuba y el de Literatura Latinoamericana y del Caribe “Juan Rulfo” en México.
También Subdirector de la Casa de la Cultura del Perú —antecedente del INC y del Ministerio de este sector en el Perú.  Por su parte, la Casa de la Literatura reconoció su aporte intelectual, durante el segundo Encuentro Nacional de Revistas Literarias.
Vargas Llosa, en su libro de memorias “El Pez en el Agua”, lo describe de la siguiente manera: Su suavidad y repugnancia a toda clase de figuración, su maniático cuidado de las formas — en su manera de vestir, de hablar, de conducirse con sus amigos— hacían pensar en un aristócrata del espíritu que, por equivocación de los hados, se encontraba extraviado en el cuerpo de un muchacho de clase media, en un mundo práctico y duro en el que sobreviviría a duras penas. Cuando hablábamos de él, a solas, con Loayza, lo llamábamos el Delfín”.
 Por su parte, en un artículo de homenaje que el Premio Nobel escribió, hace poco, en el diario El País de España sostuvo una apreciación muy personal y singular. En ese sentido dijo que Oquendo “no llegó a escribir esos ensayos brillantes que íbamos a leer con pasión. Pero sus reseñas y cartas nos revelan el maestro secreto que fue”.


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Caricatura precisa.

AMIGOS DESDE 1956
Revela que conoció a Abelardo en 1956. “Acababa de casarme por primera vez (con la tía Julia Urquidi) y andaba buscando trabajitos que me permitieran sobrevivir, sin renunciar a la Universidad. Corrían los años 50
 Consiguió siete y el séptimo gracias a Oquendo que trabajaba, entonces, en el Suplemento Cultural del diario “El Comercio”. Le encargo una entrevista semanal a todos los escritores peruanos sobre sus métodos de trabajo, sus ideas literarias y sus proyectos.
Vargas Llosa relata que todos pasaron por ese tamiz, desde el venerable representante del indigenismo Enrique López Albújar hasta el célebre José María Arguedas. El Nobel no recuerda porque le pusieron el sobrenombre de “El Delfín”.
“Tal vez porque nos deslumbraba cuando explicaba la poesía de los clásicos, por ejemplo, los más intrincados poemas de Góngora y sabia distinguir con gusto infalible la originalidad de la impostura, detectar el talento genuino entre los mares de textos que ya entonces le llevaban los poetas jóvenes en busca de orientación”.
Oquendo le dio lo mejor que tenía a su país. Una inteligencia profunda, analítica y critica. Con ello impulsaba las artes, las letras, la expresión del saber a plenitud.  Vale la pena recordarlo, vale la pena aplaudir la valiosa obra que ha dejado tan insigne personaje de repercusión inigualable.  Este es el homenaje al dilecto amigo dueño de una decencia impecable. Abelardo Oquendo, con quien trabajé en el diario “Correo” de Lima hace ya una punta de años. (Edgardo de Noriega)

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